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Probablemente muchos han escuchado alguna vez nombrar las islas Malvinas, marcadas por uno de los conflictos de soberanía más emblemáticos del mundo. Pero ¿cuántos de ellos piensan en este archipiélago como un paraíso natural al que vale la pena incluir en sus rutas de viajes? Nos atreveríamos a decir que muy pocos.

Conocidas por el conflicto entre Gran Bretaña y Argentina que dio paso a un enfrentamiento en 1982 para reclamar los territorios de estas islas del Atlántico sur, las islas Malvinas, o como denominan sus isleños islas Falkland, esconden mucho más que cañones y fragmentos de antiguos aviones caídos en tiempos de guerra. Las islas Falkland son un verdadero tesoro de vida salvaje y paisajes tallados por el viento.

Más allá de su historia militar

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Ubicadas a 560 km de distancia del continente sudamericano, las más de 700 islas que conforman el archipiélago de las islas Falkland, cuentan con una población de no más de 3.000 personas. A las islas se puede llegar en un avión que parte desde Punta Arenas en Chile y aterriza en Mount Pleasant a 50 minutos de la capital Puerto Stanley, donde habita el 75% de la población de las islas.

Desde el momento en que pones pie sobre este lugar, llama la atención el hecho de que prácticamente todos los habitantes manejan 4×4, preferentemente Land Rovers, el idioma que predomina es el inglés, las casas de madera tienen un aire pintoresco y un estilo similar al de otras construcciones en pueblos ingleses y en el paisaje no se ven árboles.

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Desde aquí en adelante, las islas Falkland ofrecen a sus visitantes la oportunidad de conocer uno de los lugares más salvajes del hemisferio sur. “Con esto viene una sensación de mundanidad aumentada por su escarpada costa salvaje, las grandes extensiones de espacios abiertos, dramáticas cordilleras y un clima (muy ventoso) que sin duda te hace sentir más vivo”, comenta Megan Tierney, ecologista marina que hace algunos años habita en las islas Falkland. Aunque el verdadero atractivo para Megan es su espectacular vida silvestre, razón que la llevó a las islas para trabajar en el proyecto GAP que analiza y monitorea los posibles impactos de la industria de hidrocarburos en la flora y fauna marina del sector.

El reino de los Pingüinos, elefantes marinos y albatros de ceja negra

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Las islas Falkland cuentan con una fauna única y un paisaje relativamente prístino que en los últimos años ha atraído a un número cada vez mayor de naturalistas aficionados que ven en este archipiélago una oportunidad inigualable. Y es que en las islas Falkland se pueden encontrar desde la colonia más grande de albatros de ceja negra en el mundo, hasta la población más grande de pingüinos papúa o impresionantes ejemplares del elefante marino que pueden llegar a pesar hasta 4 toneladas. Todo a pocos kilómetros de distancia.

Dentro de los principales atractivos de vida salvaje en las islas, se encuentran la pingüinera de Volunteer Point. Aquí habitan cerca de 1.000 a 1.500 pingüinos Rey, 100.000 parejas de pingüinos Papúa a lo largo de la costa de las islas y cientos de pingüinos magallánicos. Sin embargo, sin duda el mayor atractivo de esta reserva son los pingüinos Rey, el segundo de mayor tamaño después del Pingüino Emperador, que cada año crían a cerca de 500 polluelos en la reserva.

Polluelos de pingüino Rey en la colonia de Volunteer Point. ©Natphoto
Polluelos de pingüino Rey en la colonia de Volunteer Point. ©Natphoto

Otro punto de interés es la isla Sea Lion (o isla del león marino) a la que sólo se puede llegar en avioneta. Esta es una de las islas más pequeñas de las Falklands, aunque también una de las que albergan una mayor cantidad de vida silvestre, quizás por su aislamiento de toda vida humana (aquí sólo habitan 5 personas en toda la isla). En Sea Lion se encuentran más de 47 aves, entre ellas el Yal austral, el chercán de las Malvinas o la skúa polar, además de los pingüinos penacho amarillo, una enorme colonia reproductiva de cormoranes y por supuesto colonias de lobos marinos y elefantes marinos.

Elefante marino descansando en la costa. ©Natphoto
Elefante marino descansando en la costa. ©Natphoto

Pero es en la isla West Point donde habita la colonia más grande de albatros de ceja negra en el mundo, que alberga al 70% de la población mundial de esta singular ave marina. Para llegar a ella, se puede tomar un bote y en el trayecto, si se tiene suerte, se pueden observar delfines australes y toninas overa.

Fotografiando al albatro de ceja negra. ©Natphoto
Fotografiando al albatro de ceja negra. ©Natphoto

“Hay muchas cosas que hacen de Falklands un lugar único y espectacular para visitar. Lo más obvio es su vida silvestre, ya que muchas especies no se pueden encontrar en ningún otro lugar del mundo o al menos no en esta cantidad de individuos o proximidad”, comenta Megan Tierny, ecóloga marina, quien además destaca que “No hay nada como sentarse tranquilamente en la playa y que un pingüino se aproxime a ti”.

Tierny cuenta que existen más de 2.800 especies nativas en las islas Falkland y de ellas 30 (el 1%) son endémicas. Sin embargo dice que aún falta mucho por descubrir y comprender. Por ejemplo, sólo en 2015 se describieron 25 nuevas especies en la zona para las que aún falta determinar si alguna de ellas es endémica o no.

Pingüino de penacho amarillo. ©Natphoto
Pingüino de penacho amarillo. ©Natphoto

Lo importante es que en Falklands conocen la importancia de estas especies y el valor de conservarlas. Las autoridades locales y grupos conservacionistas del archipiélago llevan a cabo una serie de acciones de protección, programas de conservación, investigación y divulgación de la vida silvestre que incluyen territorios delimitados para la observación de los pingüinos que los turistas no pueden traspasar o sitios clasificados como importantes para la fauna silvestre. Así cuentan con 22 áreas designadas como importantes para aves, y otras 16 áreas importantes para plantas, cada una de ellas protegidas para asegurar el bienestar de las especies que habitan las islas.

Turismo y conservación

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El turismo, atraído por la historia militar y la vida silvestre de las Falkland, forma parte importante de los ingresos de las islas. Éste es el segundo mayor contribuidor al PIB de las Malvinas después de la industria pesquera.

Son los meses de octubre y abril donde suele llegar la mayor cantidad de turistas, y la gran mayoría de ellos llegan en cruceros. El problema es que estas visitas son muy cortas y sólo les permiten a los viajeros estar un día en el lugar y sólo desde la mañana hasta la tarde. Por lo mismo muchas veces, estas personas sólo llegan a conocer la capital y se pierden la oportunidad de ver los verdaderos tesoros naturales que estas islas ofrecen y vivir la experiencia de estar a pocos metros de animales tan espectaculares como los pingüinos Rey, elefantes marinos y la inmensa diversidad de especies que aquí conviven.

Cristina Harboe, fotógrafa y guía del equipo de Natphoto que realizan excursiones fotográficas, cuenta que cuando visitan las islas con sus clientes «todos quedan impactados con lo complejo que es llegar a cada destino y luego con la cercanía que puedes tener con la fauna, ya sea aves o mamíferos, que no tienen miedo al ser humano. La sensación general que da es la de ser un espectador y sentir que ese lugar pertenece a los animales. Son muy pocos los lugares donde se puede realmente sentir el silencio y estar solo frente a la naturaleza. Eso nuestros viajeros lo agradecen mucho».

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Para Megan lo mejor de este tipo de turismo, más especializado y conectado con el entorno, es lo que este provoca en aquellos que visitan las islas Falkland y sí tienen la oportunidad de ver todo lo que éstas tienen para ofrecer. “Creo que una de las mejores cosas que ocurren cuando las personas viven esta increíble experiencia con la fauna local, es que muchos de ellos se van de aquí como nuevos embajadores de la vida silvestre y el paisaje. Muchos de ellos comienzan a apreciar más a estas criaturas y los lugares que conocen y una vez en casa, comienzan a compartir estas experiencias con sus amigos y familiares promoviendo la necesidad de asegurar que este especial lugar sea protegido. En ese sentido, el turismo realmente puede tener un impacto positivo”, señala Tierny.

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