La tragedia de las playas: el tránsito permanente de vehículos en la tierra de nadie
En verano, podemos observar cientos de personas acercándose a la costa en camionetas, jeeps o motos, conducta altamente destructiva y con significativos impactos en los ecosistemas, sobre todo en la avifauna. Dentro de las aves y polluelos más afectados por estas prácticas, se encuentra el pilpilén (Haematopus palliatus), una de las especies que vive en la costa chilena. Nidifica en las playas directamente sobre la arena, creando su nido en pequeñas concavidades, por ello son altamente vulnerables a las perturbaciones de origen antrópico. Conoce más en la siguiente columna de Diego Luna Quevedo, Especialista en Política y Gobernanza de Manomet Inc., que trabaja desde hace 13 años en la Oficina Ejecutiva de la Red Hemisférica de Reservas para Aves Playeras (RHRAP).
Las playas chilenas se han convertido en tierra de nadie. Vehículos de todo tipo transitan libremente en playas, dunas y humedales de Arica a Punta Arenas, a vista y paciencia de la autoridad y de la sociedad. Esta destructiva conducta ha traspasado ya todos los límites aceptables, desde el punto de vista de la convivencia social, desde lo legal y desde lo ético. Es habitual incluso ver spots publicitarios de reconocidas marcas de camionetas que invitan a estas prácticas para demostrar lo poderoso de sus máquinas e incluso operadores turísticos promocionan jeepeo de aventura en campos dunarios de la costa central de Chile.
Mientras algunos visitamos playas, humedales y dunas con amigos y familias en busca de un necesario descanso, un momento de disfrute de la naturaleza y de la rica biodiversidad que estos ambientes albergan, otros dejan su huella de destrucción.
Además del riesgo que esta nefasta práctica reviste para la seguridad de las personas en las playas, particularmente niños, hemos normalizado encontrarnos con polluelos de aves literalmente destrozados, nidos y huevos destruídos y zonas costeras con visibles signos de deterioro. Es sencillamente inaceptable que el afán de algunos de “recrearse” en un 4×4, una moto o triciclo de arena, esté significando la destrucción de nuestro patrimonio natural.
Están ampliamente documentados desde la ciencia los severos efectos de esta lamentable práctica sobre playas, dunas y zonas húmedas. Pérdida y fragmentación de hábitat, erosión severa, compactación del suelo, pérdida de provisión de servicios ecosistémicos, destrucción de vegetación y de sitios de nidificación de avifauna. Es particularmente dramático el caso de las aves playeras y la drástica afectación de sus ciclos de vida, en especies residentes como el Pilpilén común (Casi amenazado) y el Chorlo nevado (Vulnerable) que están viendo afectada de manera significativa su reproducción; nidos y huevos son aplastados y pichones mueren sistemáticamente bajo las ruedas de quienes «disfrutan» transitando con sus vehículos en zonas costeras. Esto ha provocado que en un gran número de playas de Chile, estas especies registren un éxito reproductivo prácticamente nulo. Las personas que incurren día a día en esta infame práctica, las autoridades y la sociedad en su conjunto, no está siendo capaz de dimensionar el daño que está ocurriendo.
A pesar de que el tránsito de vehículos en playas se encuentra prohibido a través de la Orden Ministerial Nº2 del Ministerio de Defensa Nacional (instruye sobre la prohibición de ingreso y tránsito de vehículos como camionetas, motos y jeeps en toda la costa del litoral de la República, sus playas, terrenos de playa, en ríos y lagos y demás bienes nacionales) nadie se hace cargo. Es la desidia total. Ni siquiera la autoridad marítima cuenta con un número único para denuncias. No existen las condiciones ni las capacidades ni los recursos mínimos para fiscalizar.
Transitar con vehículos en playas, dunas y humedales es una conducta altamente destructiva que como sociedad debemos repudiar, en medio de la severa crisis de biodiversidad que atravesamos como humanidad. Necesitamos hacer todos los esfuerzos posibles para erradicar esta brutal práctica. Las aves playeras está declinando y este tipo de acciones pueden, en el corto plazo, empujar a algunas especies a su extinción. Se trata de un efecto irreversible, de consecuencias devastadoras.
Se requieren respuestas político-institucionales y sociales. Desde el Congreso, es necesario legislar en esta materia, considerando que la Orden Ministerial Nº2 es una normativa literalmente obsoleta e insuficiente. Se requiere una Ley que eleve el rango normativo y se haga cargo del problema de manera efectiva, ampliando, fortaleciendo y otorgando nuevas competencias de control y fiscalización, facilitando recursos, endureciendo significativamente penas y sanciones por incumplimiento y estableciendo mecanismos de denuncia ciudadana, entre otros aspectos.
Hoy, más que nunca, necesitamos reconfigurar nuestra relación con la naturaleza, desde una nueva ética del cuidado y de la conservación de nuestros bienes públicos. Es urgente que, como sociedad, tomemos conciencia de esta verdadera tragedia que ocurre en las playas chilenas y demos sanción social a esta inaceptable práctica, antes de que sea tarde.