El cabo Froward no es un hito geográfico cualquiera. El punto más austral de América continental es una zona escarpada, boscosa y deshabitada, donde la cordillera de los Andes se sumerge en las heladas aguas del fin del mundo. Corresponde, además, al área central del Estrecho de Magallanes, justo en el vértice de esta especie de “v” que divide al estrecho en su zona oriental y occidental.

Por su accidenta geografía, no son más de un puñado de turistas los que han podido acceder a este punto. Se trata de algunos intrépidos que realizan un rústico trekking de varios días por la línea costera, sin infraestructura adecuada, caminando a resbalones por las rocas, vadeando ríos y luchando contra el barro; y otros viajeros que han podido contemplarlo desde el mar en su ruta de navegación para acceder a atractivos como las ballenas del Parque Marino Francisco Coloane o a los glaciares de los canales ubicados en el extremo sur.

Cabo Froward
El Cabo Froward, antiguamente se llamaba Morro de Santa Águeda. Créditos: Eduardo Hernandez

Pero no se engañen, verlo desde el mar tampoco suele ser una experiencia tranquila. Ya lo sabía el corsario Thomas Cavendish quien bautizó como “Froward” a este sitio en 1587, tras luchar por semanas contra los temporales de la zona. La expresión de la época significaba hostil o difícil de tratar. Y es que los vientos provenientes del Pacífico, cargados de agua, realmente pueden ser intratables, no por nada, los navegantes denominan a estos vientos “los 50 aulladores” (en alusión a la latitud, 50º Sur).

¿Por qué aventurarse para conocer un sitio así? Para la mayoría de los chilenos el Estrecho de Magallanes no es más que una línea de mar en el mapa y una breve historia contada en una clase de colegio, pero a nivel mundial es un sitio mítico y que muchos anhelan conocer por su importancia histórica. Por ello la noticia de que su centro neurálgico se convierta en un Parque Nacional ha tenido tan buena acogida.

Mateo Martinic, Premio Nacional de Historia, experto en Patagonia y precursor de varios de los parques nacionales existentes en el extremo sur del país, lo dice de forma categórica: “Este anuncio es la mejor noticia en mucho tiempo, porque este lugar es el corazón geográfico e histórico de la Región de Magallanes. ¡Todo pasó por el estrecho, costeando la península de Brunswick! Si uno se hubiera propuesto buscar el lugar perfecto para conservar, difícilmente encontraría un lugar con más carga de información y potencial desde el punto de vista natural y cultural”.

El Cabo Froward es el punto más austral de América. Créditos: Eduardo Hernandez
El Cabo Froward es el punto más austral de América. Créditos: Eduardo Hernandez

De la búsqueda de las Molucas a territorio chileno

El 20 de septiembre de 1519 zarparon cinco naves desde España con un solo objetivo: encontrar una ruta por occidente que los llevara a las islas Molucas o también conocidas como las islas de las especias. En esa época nuez moscada, clavo de olor y pimienta eran sinónimo de poderío comercial, y no tanto por un tema gourmet, sino más bien práctico, ya que permitían conservar por más tiempo los alimentos. Así españoles, portugueses, ingleses y holandeses, comenzaron una verdadera guerra por descubrir nuevas rutas de navegación y dominar el comercio.

La expedición española liderada por Fernando de Magallanes, después de múltiples motines, penurias, frío y hambre, logró encontrar el 1 de noviembre de 1520 un estrecho de mar al que llamaron de Todos los Santos. Ese mismo cuerpo de agua los llevó hasta el océano Pacífico y desde ahí siguieron rumbo al oeste hasta las islas Molucas. La expedición regresó a España con apenas una nave y 17 hombres, de los 234 que habrían partido tres años antes. Ni siquiera el propio Magallanes logró completar la travesía.

Ese descubrimiento cambió la historia, siendo la primera circunnavegación de la Tierra, lo que comprobaba que la tierra era redonda, y porque además abrió las rutas de navegación y el comercio. El Estrecho de Magallanes se convirtió así en un sitio estratégico para el mundo. Conscientes de esto, los españoles hicieron un primer intento de fortificar y poblar este lugar en nombre del rey Felipe II. Pedro Sarmiento de Gamboa lideró el mandato y fundó dos poblaciones en 1584, una en el extremo oriental del estrecho llamada Nombre de Jesús y otra a pocos kilómetros de la actual Punta Arenas, llamada Rey Don Felipe.

Thomas Cavendish bautizó como “Froward” a este sitio en 1587. Créditos: Marcela Quiroz
Thomas Cavendish bautizó como “Froward” a este sitio en 1587. Créditos: Marcela Quiroz

Pero entre motines, malas decisiones, el clima indolente y la falta de alimentos, ninguna prosperó. “Murieron como perros en sus casas, vestidos, hasta que el pueblo estuvo finalmente impregnado por el hedor de los muertos”, así describía el corsario inglés Thomas Cavendish lo que encontró a su llegada a la ciudad Rey Don Felipe el año 1587, nombrando el lugar como Port Famine (Puerto de Hambre).

Y el lugar es tan hostil, que pasaron casi 300 años para un nuevo intento de colonización en estas tierras. En 1843 el capitán de fragata de la Armada de Chile, John Williams Wilson tomó posesión solemne del Estrecho de Magallanes y territorios adyacentes a nombre del Gobierno de Chile, apenas 24 horas antes de que llegara una expedición francesa que buscaba los mismos fines. Los chilenos construyeron el Fuerte Bulnes a sólo un par de kilómetros de Puerto de Hambre, donde pasaron penurias muy similares a esos malogrados primeros colonos. Seis años después, decidieron cambiar el asentamiento al sector de Sandy Point, donde hoy se alza Punta Arenas.

Pero este territorio que era hostil o casi imposible de sortear para los exploradores europeos y los primeros que quisieron asentarse en la zona, ha sido el hogar de pueblos canoeros nómadas desde hace más de 6 mil años.

Los kawésqar se trasladaban por estos canales marinos, desarrollando técnicas de subsistencia adaptadas a las rudas condiciones climáticas. Viajaban en pequeños grupos familiares, los que a veces se encontraban en ciertas zonas en que levantaban campamentos estacionales, donde erguían sus chozas. El reiterado consumo de mariscos en los campamentos ha dejado sus huellas, y en consecuencia en las playas del Estrecho se han encontrado numerosos conchales (acumulaciones de conchas semienterradas), que correspondían a los desechos de estos antiguos habitantes.

Paraíso de biodiversidad

Juan Carlos Aravena, investigador de la Universidad de Magallanes, se ha enfocado en estudiar la variabilidad ambiental de ecosistemas terrestres analizando anillos de crecimiento de distintas especies arbóreas. Así ha tenido la oportunidad de conocer y adentrarse en los diferentes valles que cruzan la península de Brunwswick, donde se ubica Cabo Froward y el futuro Parque Nacional.

El Cabo Froward corresponde al área central del Estrecho de Magallanes, justo en el vértice de esta especie de “v” que divide al estrecho en su zona oriental y occidental. Créditos: Marcela Quiroz
El Cabo Froward corresponde al área central del Estrecho de Magallanes, justo en el vértice de esta especie de “v” que divide al estrecho en su zona oriental y occidental. Créditos: Marcela Quiroz

“Las zonas bajas y más inundadas de esta área están dominadas por turberas y las laderas de cerros por bosques subantárticos, donde la especie más abundante es el coigüe de magallanes, con especies acompañantes como el canelo. Otra especie muy frecuente es el ciprés de las guaitecas, la conífera más austral del mundo, con ejemplares muy longevos. De esta zona hemos obtenido muestras de árboles de más de 600 años”, cuenta.

Explica, además, que existen dos diferencias bastante marcadas entre la zona costera y el interior. Primero, en la línea de costa los árboles están más expuestos a los vientos tempestuosos de la zona, por lo que crecen menos y se encuentran torcidos, en cambio, hacia el interior, los árboles alcanzan más altura y pueden crecer derechos, porque están más protegidos de los vientos.

En segundo lugar, cuenta que es claramente visible el efecto antrópico en la zona costera, donde hay mucha presencia de árboles renovales, versus el interior donde sí se encuentra bosque antiguo con coigües de más un metro de diámetro y ejemplares muy longevos. La explicación a esto es que en la zona llegaron a funcionar al menos 13 aserradores a principios del siglo XX.

“Esta zona, incluido los territorios donados para el futuro parque, fueron explotados por varias décadas para madera. No obstante, es un área que ha tenido un proceso de recuperación natural muy importante”, asegura Juan Carlos.

En algunos sectores, la acumulación de materia orgánica puede alcanzar los 12 metros de profundidad, convirtiéndose en uno de los reservorios de carbono más importantes del mundo. Créditos: Eduardo Hernandez
En algunos sectores, la acumulación de materia orgánica puede alcanzar los 12 metros de profundidad, convirtiéndose en uno de los reservorios de carbono más importantes del mundo. Créditos: Eduardo Hernandez

En la península también abundan las turberas, humedales que se formaron se formaron después del Último Máximo Glacial (hace 18.000 años), cuando prácticamente toda la región estaba cubierta de hielo. Son un tipo de humedal donde se acumula progresivamente materia orgánica muerta compuesta por 90% de agua y 10% de restos de plantas. La turba se forma bajo condiciones donde el material vegetal se conserva por miles de años debido a una combinación de saturación permanente de agua, bajos niveles de oxígeno y altos niveles de acidez. En algunos sectores, la acumulación de materia orgánica puede alcanzar los 12 metros de profundidad, convirtiéndose en uno de los reservorios de carbono más importantes del mundo.

En estas turberas de magallanes se encuentran dos especies insectívoras, también conocidas como carnívoras: Pinguicula antarctica y Drosera uniflora, siendo esta última la más común. Estas plantas crecen en ambientes anegados y pobres en nutrientes, con niveles especialmente bajos en nitrógeno. Bajo estas condiciones, las plantas insectívoras han desarrollado estrategias que les permiten obtener nitrógeno mediante la captura de “presas”, y nutrirse de pequeños insectos. Estos quedan atrapados gracias a una sustancia pegajosa y son digeridos lentamente por enzimas digestivas que secretan, pasando los nutrientes a la planta.

En cuanto a fauna, la península es límite sur de distribución para especies tan emblemáticas como el puma y el huemul. Paulo Corti, investigador de la Universidad Austral de Chile, lleva más de 20 años estudiando huemules, incluyendo los de esta área. “Esta es una zona bien compleja y no es fácil de prospectar, porque es muy montañosa. Hicimos un pequeño estudio con cámaras trampa en un sector del Bien Nacional Protegido Cabo Froward, donde registramos la presencia de animales, aunque probablemente haya una densidad baja. Al ser la población más austral es interesante el potencial efecto del cambio climático en ellos, ya que el cambio climático tiende a empujar a las especies a cambiar sus rangos de distribución a áreas más adecuadas, pero al tener el estrecho de Magallanes como barrera geográfica, los efectos podrían magnificarse en estas poblaciones”, asegura.

En la zona costera la vida marina es abundante y diversa, gracias a los nutrientes que aportan la confluencia de las corrientes antárticas, pacífica y atlántica. Se avista una gran variedad de aves marinas y cetáceos. Los que aparecen con más frecuencia son los delfines australes que nadan cerca de la costa alimentándose en los bosques de algas, aunque también es posible ver toninas overas, ballenas jorobadas y, ocasionalmente, ballenas sei y fin.

Huemul captado por una cámara de estudios de la UACH. Créditos: Paulo Corti
Huemul captado por una cámara de estudios de la UACH. Créditos: Paulo Corti

Camino a la conservación

En el año 2006 fueron declaradas como Bien Público Protegido tres áreas ubicadas en la parte sur de la península: BNP Cabro Froward (9.888,54 ha) y BNP Bahía Tres Islas – Sector Río Batchelor (24.124,43 ha), creadas principalmente para la conservación y protección del huemul, y BNP Punta Sedger (14,52 ha) creada para la protección del canquén colorado, ave endémica en peligro de extinción. Esta última fue recalificada el 2017 como Monumento Natural Canquén Colorado, sumando otras 12 hectáreas de protección.

Fueron las primeras acciones de conservación para esta importante zona, hasta que apareció en escena Tompkins Conservation y su fundación legado, Rewilding Chile. “A fines del 2019 supimos que esta propiedad estaba en venta, que en realidad eran tres lotes de un mismo propietario que suman 93492 ha, la empezamos a estudiar y nos dimos cuenta de que cumplía con todos los requisitos que buscábamos como Fundación en cuanto a importancia ecológica y poder empujar aquí un nuevo parque nacional. Finalmente en el 2019, pudimos comprar estas tierras gracias al aporte de varios donantes, dos de ellos chilenos. Y lo que se hizo ahora fue reunirnos con el Presidente de la República para informarle nuestra voluntad de donar estas tierras al Estado, para que forme un Parque Nacional que anexe los Bienes Públicos Protegidos de Cabo Froward y Batchelor. El proyecto también considera crear un área marina protegida, a fin de integrar la protección de los ecosistemas terrestres y marinos”, explica Ingrid Espinoza, Directora de Conservación de Rewilding Chile.

La donación fue muy bien recibida por el Gobierno, asegurando que “Esto constituye un paso más en la política nacional para enfrentar la crisis climática y de pérdida de biodiversidad, que busca potenciar la gestión conjunta de la conservación de un ecosistema valioso, entre el Estado, las comunidades y la sociedad civil a través de la asistencia técnica de la Fundación Rewilding Chile”. No sólo eso, el Presidente agradeció personalmente la iniciativa en su cuenta de Twitter: “Desde el Cabo Froward, comienza desde el sur el continente Americano. Un lugar hermoso y deslumbrante que ahora será protegido. Esta es una muy buena noticia para Chile (y el mundo). Gracias @KrisTompkins_”.

Recordemos que Tompkins Conservation donó más de 500 mil ha en 2017 para crear la Ruta de los Parques de la Patagonia, las cuales el Estado complementó aportando más de 4 millones de hectáreas. En esta ocasión se sumarán 127 mil nuevas hectáreas de conservación. Una de las críticas que se escuchan sobre estas donaciones, es que al pasar al Estado no cuentan con los recursos suficientes para su protección a través de Conaf.

Ante ello, Ingrid Espinoza responde: “Muchas veces no nos damos cuenta de que vivimos en un país serio con Instituciones bien formadas. Más allá de que haya falencias y cosas por mejorar, lo cierto es que las instituciones en Chile son muy respetadas y, para nosotros, la categoría máxima de protección son los parques nacionales. Esta categoría de conservación y la administración del Estado, efectivamente aseguran la responsabilidad de resguardar el patrimonio natural del país más allá de los gobiernos”.

Recuadro: ¿Qué visitar hoy?

La noticia es aplaudida también por Patricio Cáceres, que junto a su familia tienen la concesión del Faro San Isidro, ubicado dentro del BNP Cabo Froward. Este terreno pertenece a la Dirección de Bienestar de la Armada, con quienes tienen un contrato de arriendo y se comprometieron en la restauración y cuidado del faro, construido en 1904.

“Cuando se construyó el camino hasta Punta Árbol, aumentó exponencialmente la llegada de turistas a San Isidro y al Monte Tarn. El problema es que no hay ningún tipo de infraestructura para los turistas y hoy usan cualquier lugar de baño, o están expuestos a peligros en su caminata, más aún los que van al cabo mismo, donde tienen que cruzar ríos que pueden ser muy profundos por las mareas. Por ello estamos muy contentos de que este lugar se conserve y cuente con la infraestructura adecuada”, explica.

Al faro se puede llegar caminando o navegando y es el único sitio con infraestructura para turistas en todo el sector. Cuentan con una pequeña hostería (que por ahora no está operativa) y una muestra museográfica.

En el sector también son usuales las expediciones para subir el monte Tarn, de 825 metros de altura y con una de las mejores vistas al estrecho. Como dato curioso, en 1834 Darwin ascendió este monte, donde encontró los primeros fósiles de amonites de Sudamérica.

Comenta esta nota

Comenta esta nota

Responder...