El delfín nariz de botella es uno de los cetáceos más conocidos y se encuentra en los mares cálidos y templados de todo el mundo. En Chile hay varios delfines nómades, pero un grupo decidió quedarse entre las reservas marinas Isla Chañaral y Choros-Damas, convirtiéndose en la única población residente reportada en el país. Un estudio analizó durante 13 años la dinámica social y variación genética de esta población, revelando que ha prosperado gracias a las hembras fundadoras y al ingreso de machos foráneos como una estrategia para evitar la endogamia.

Delfín residente ©Guido Pavez/Eutropia
Delfín residente ©Guido Pavez/Eutropia

“Los delfines residentes y no residentes presentan una estructura genética diferenciada. A través del estudio del linaje materno logramos ver que las hembras fundadoras tienen información genética que es compartida por hembras y machos, los cuales serían potencialmente sus hijos. Sin embargo, otros machos diferenciados genéticamente de los residentes provienen de otros lugares. Creemos que esta dinámica permite que se mantenga esta población y sus características únicas” explica María José Pérez-Alvarez, autora del estudio, investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y académica de la Universidad Mayor.

El estudio se realizó desde 2003 hasta el 2015, y contó con la participación de investigadores del IEB, Universidad Mayor, Eutropia, Universidad de Chile, Whalesound, Fundación Yubarta, Instituto de la Patagonia y Universidad Santo Tomás. El monitoreo sistemático se ejecutó entre la Reserva Marina Isla Chañaral (Atacama) y la Reserva Marina Choros-Damas (Coquimbo), incluyendo la fotoidentificación, salidas a terreno durante todos los meses y estaciones del año y muestreos genéticos mediante pequeñas muestras de piel sometidas a biopsias.

Delfín Marcela: una madre antigua de la población residente ©Guido Pavez/Eutropia
Delfín Marcela: una madre antigua de la población residente ©Guido Pavez/Eutropia

De esta manera, los científicos determinaron el sexo e información genética de 80 delfines: 52 de ellos eran residentes, de los cuales 26 no eran identificables debido a la ausencia de marcas en sus aletas.

Considerando los cambios de la población durante los años de estudio, se estima que actualmente son alrededor de 30 individuos los que habitan de forma permanente en la zona, los cuales muestran una fuerte fidelidad a este sitio que presenta una alta riqueza y abundancia de recursos, usándolo tanto para la alimentación, reproducción y crianza, sin necesidad de migrar a otros lugares.

Pérez-Alvarez comenta que “esta área es riquísima en biodiversidad y productividad debido a la surgencia, fenómeno oceanográfico que permite la abundancia de alimento para numerosas especies marinas. Los delfines residentes de Chañaral y Punta de Choros permanecen en la zona, justamente, porque tienen alimento, de lo contrario no vivirían aquí por tantos años”.

Inmigración masculina

Marcela con su cría ya adulta ©Guido Pavez/Eutropia
Marcela con su cría ya adulta ©Guido Pavez/Eutropia

Mientras la treintena de residentes suele estar en subgrupos, los transeúntes – que pasan por el área durante su viaje – están integrados por más de 70 delfines, evidenciando la diferencia en el tamaño grupal. Por otro lado, se observa que los delfines externos a la comunidad tienen aletas más gruesas y con más cicatrices que los moradores de las reservas marinas. En cuanto a la conducta, los residentes se vuelven muy territoriales ante la presencia de los delfines foráneos.

El análisis de la diversidad genética de ambos grupos de mamíferos arrojó resultados sorprendentes. Para empezar, la población de Chañaral y Punta de Choros presentó índices más bajos de diversidad genética en comparación a los individuos de afuera. Las hembras residentes comparten la información genética de las madres fundadoras, salvo una registrada durante cinco años y que luego abandonó la zona sin dejar descendencia. En definitiva, los datos sugieren que pocas hembras externas, si es que ninguna, fueron incorporadas a la población moradora.

©Guido Pavez/Eutropia
©Guido Pavez/Eutropia

Lo opuesto sucede con los machos residentes: varios comparten el linaje fundador, por lo que serían potencialmente hijos que se mantuvieron en la comunidad. Sin embargo, otros no poseen la información genética del grupo, pero sí de los delfines transeúntes. Por lo tanto, esos ejemplares se unieron a los residentes, cuando eran juveniles o adultos, desde otras poblaciones.

Es muy interesante, ya que solo ingresan machos. ¿Será que las hembras externas también permanecen con su propio grupo no residente y por eso no entran a la comunidad? No lo sabemos, solo podemos especular. Si bien se han descrito grupos residentes y transeúntes en el mundo, es difícil hacer un seguimiento tan prolongado en el tiempo. Una de las grandes ventajas es que este estudio es de largo plazo, donde nos aseguramos de que los mismos individuos se han mantenido durante más de una década”, detalla Pérez- Alvarez

Actualmente, la población residente de delfines constituye un importante recurso turístico para los pobladores de Punta de Choros y Chañaral de Aceituno. A través de un trabajo mancomunado entre emprendedores turísticos y científicos, se han implementado estrategias de manejo para impulsar el desarrollo local y la conservación de este rico ecosistema.

“La población de delfines residentes tiene características únicas. Se presenta como una unidad con fuerte identidad poblacional que se diferencia del resto y se mantiene en este lugar por mucho tiempo. Este es un indicador más de la gran relevancia de esta área”, concluye Pérez-Alvarez.

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