Entre el follaje de los robles se hace presente la memoria de quienes alguna vez habitaron en estos parajes. Los llamados “pozos neveros”, una huella histórica que nos permite visualizar la estrecha relación entre el territorio de Caleu y su comunidad humana. Se cuenta que los más antiguos realizaban excavaciones en ciertos sectores del cerro el Roble, durante el invierno los pozos se cubrían de nieve, la cual era compactada y tapada por ramas y hojas, para así conservar su temperatura. Ya pasado el invierno, los habitantes regresaban a los pozos para extraer los bloques compactos, los cuales ponían en cajas, se cargaban en mulas, y llevaban a Llay-Llay para su venta. De esta manera se podía acceder a hielo cuando todavía no existía un método moderno para producirlo. En los pozos neveros se mantiene el anhelo de aquellos que recuerdan un paisaje indómito, de frondosas laderas de robles, vertientes abundantes y crudos inviernos.

Paisaje Robles_Manuel_Villanueva
Paisaje Robles. Foto: Manuel Villanueva.

Caleu es un pueblo ubicado en las faldas de la Cordillera de la Costa, en los últimos rincones de la RM, a 20 kilómetros aproximadamente de Til Til, comuna a la cual pertenece. Las altas cumbres definen las fronteras del pueblo. Limitando al norte y al oeste con la región de Valparaíso se alza el Cerro el Roble. Su lado norte se une al Parque nacional la Campana, y juntos componen parte importante de la reserva de la biosfera La Campana-Peñuelas. 

La riqueza natural de este lugar ha logrado sustentarse en sí misma, y a su vez ha permitido la vida de generaciones humanas que hicieron de este territorio su hogar. La memoria de los más antiguos se hace presente en los cerros y sus caminos, a través de piedras esculpidas, puntas de flecha, lavaderos de oro, hallazgos que nos trasladan a otras épocas, tal como un museo que ampara los tesoros de la historia. Una verdadera cajita de pandora. La mezcla de sus componentes naturales y culturales genera un mosaico de gran belleza escénica que a su vez provocan la atracción de investigadores y naturalistas. 

Matorral cordillerano. Foto: Damaris Villanueva.
Matorral cordillerano. Foto: Damaris Villanueva.

A partir de los primeros asentamientos humanos se constituye este vínculo histórico con el territorio de Caleu, lo que posteriormente derivó en la conformación de una organización territorial, “La asociación de comuneros de la Capilla de Caleu”, encargada de administrar en la actualidad el Santuario de la naturaleza cerro el Roble, mediante el decreto N° 514 del ministerio de justicia del 23 de marzo de 1967.  En el año 2000, bajo el Decreto Exento N° 229/2000 del MINEDUC se declara al cerro el Roble como “Santuario de la Naturaleza el Cerro el Roble”, la cima más importante en Caleu y una de las más altas de la Cordillera de la Costa, con 2222 msnm. Esta figura de conservación permitió la protección de 996,1
hectáreas de ecosistemas nativos únicos de la Zona Central.  Su nombre proviene precisamente de las formaciones boscosas que lo cubren, correspondientes a roble blanco (Nothofagus macrocarpa), las poblaciones más boreales de Chile, es decir las que están más al norte de la región. 

La fotografía de un relicto que habita desde hace miles de años en condiciones climáticas que se distancian del panorama actual. Un bosque que depende de su propia capacidad de regulación, particularmente en estaciones desfavorables, lo que lo hace más vulnerable en relación a otras especies nativas. Es por esto, que el bosque de roble blanco representa un objeto de conservación primordial para esta área silvestre protegida.

Bajo los robles se resguarda el gruñidor de Álvaro, un lagarto que tan solo habita en el Roble, en Quebrada de Alvarado y Chicauma; es decir, no se encuentra en ningún otro lugar del planeta. Así también, las cumbres de Caleu son hogar de vizcachas y permiten el paso de gatos nativos como el gato colo-colo y el puma. En la cima del cerro la vegetación cordillerana domina el paisaje y más abajo, en las laderas de exposición norte, se elevan majestuosas palmas chilenas Kankan que custodian el valle, acompañadas por una rica diversidad de especies de árboles, arbustos y hierbas típicas del ecosistema
mediterráneo que predomina en la zona central de Chile y que, sin embargo, es muy escaso a nivel mundial y cada vez más escaso en estas latitudes de Chile. Esta misma vegetación permite la regulación de la temperatura, absorción de dióxido de carbono, producción de oxígeno y protección de las laderas de Caleu. Aves nocturnas como el concón, la gallina ciega; y diurnas como la torcaza, el peuquito, y más de 70 especies han encontrado en este ecosistema las condiciones propicias para vivir, así como también alrededor de 22 especies de mamíferos y 12 de reptiles. 

Zorro. Foto: Gregory Espinola.
Zorro. Foto: Gregory Espinola.

Las precipitaciones caídas anualmente son mayores que en otros sectores de la RM, lo que, sumado a la particular configuración de la cuenca, permite generar las condiciones para el almacenamiento y producción de agua dulce, importante recurso tanto para el bosque como para los habitantes del territorio. Estas aguas alguna vez posibilitaron el desarrollo de actividades como el cultivo de chacras familiares por medio de una compleja red de acequias que recorrían el pueblo. 

Cerro El Roble. Foto: Manuel Villanueva.
Cerro El Roble. Foto: Manuel Villanueva.

Es esperable que un lugar con tales características en una superficie tan acotada, presenta un nivel de vulnerabilidad alto ante ciertas amenazas.  Entre las principales se encuentra, la presión por parte de visitantes no regularizados, lo que implica la apertura de nuevos senderos, y con ello la fragmentación y degradación del ecosistema. Así también la sequía que atraviesa la zona central, a esto se suma el aumento en el número de viviendas, lo que trae consigo una sobredemanda del recurso hídrico, en un contexto de escasez, afectando su disponibilidad para los ecosistemas, y por consecuencia, reduciendo la masa boscosa y los servicios ecosistémicos que puede entregar el santuario.

Quebrada las claras, cerro El Roble. Foto: Manuel Villanueva.
Quebrada las claras, cerro El Roble. Foto: Manuel Villanueva.

Al mismo tiempo tanto el tránsito de visitantes como la cercanía de casas a la vegetación, sumado a la escasez hídrica genera un constante riesgo de incendio.  La presencia de animales domésticos y exóticos afecta directamente a la flora y fauna nativa por el riesgo de transmisión de enfermedades, depredación, alteración de sus comportamientos naturales e impacto sobre la regeneración del bosque. La extracción de tierra de hoja es una actividad que genera importantes daños, como la fragmentación del hábitat y pérdida de cobertura vegetal.  La falta de protección en el suelo impide la germinación y sobrevivencia de nuevas plantas, también la interrupción del ciclo de nutrientes, ya que no se produce una incorporación de estos en el suelo del bosque. Hay exposición del suelo a la radiación y por lo tanto menor disponibilidad hídrica.

Aguilucho juvenil. Foto: Gregory Espinola.
Aguilucho juvenil. Foto: Gregory Espinola.

Desde el plan de gestión y manejo del Santuario de la naturaleza Cerro el Roble, se establece el compromiso de su comunidad humana en promover la conservación y preservación de la biodiversidad asociada al ecosistema del Roble. En este sentido, se busca generar una relación territorial consciente y respetuosa, que otorgue el genuino valor a un lugar que da cuenta de un testimonio real de nuestro pasado regional, y que transmita a las nuevas generaciones su relevancia como patrimonio natural. 

Actualmente el Santuario de la Naturaleza Cerro el Roble permanece con sus puertas cerradas al público, ante el gran impacto provocado en periodos de recepción de visitantes. La dificultad en regular las prácticas de quienes visitan el Santuario, sumado a la crisis climática que avanza a pasos acelerados, marcan una tarea que todavía se encuentra pendiente. En lo actual, se está en proceso de fortalecimiento en la administración y gestión del Cerro el Roble, donde el foco está puesto en la conservación como eje central.

Vista de la campana, subiendo hacia el Roble. Foto: Manuel Villanueva.
Vista de la campana, subiendo hacia el Roble. Foto: Manuel Villanueva.

El cerro el Roble se constituye en la actualidad como una memoria viva, y a su vez un reflejo de un patrimonio natural que permanece en una era de constante cambio.  Es así que invitamos a replantearnos constantemente nuestras prácticas en la interacción con ecosistemas frágiles, que resisten ante un escenario climático adverso. Debemos recordar que no sólo se trata de un vínculo bidireccional entre humanos y naturalezas, sino de un intercambio permanente entre un sistema natural complejo en su diversidad de formas, del cual somos parte.

Camino a la cima del Roble. Foto: Damaris Villanueva.
Camino a la cima del Roble. Foto: Damaris Villanueva.
1 Comentario

1 Comentario

  1. María Duke

    Muchas gracias por esta nota tan completa, que ayuda a visibilizar el gran valor del cerro El Roble. Soy de Viña y cuando era chica muchas veces con mi familia hicimos paseos a ese cerro en otoño y en invierno, para ver la nieve y los robles con sus hojas rojas. Es una pena que este cerrado pero espero que eso ayude a poder abrir el acceso luego y de forma eficiente para asegurar au protección.

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