Crédito: © World Travel
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En 1820, en pleno auge de la guerra de Independencia en lo que hoy es Latinoamérica, la corona española comenzó su retirada y el saqueo de miles de tesoros y riquezas obtenidas al filo de la espada durante siglos de dominio. Es así como ese año encarga lo que luego sería referenciado como el saqueo de Lima, que no fue otra cosa que el retiro de un tesoro metido en 24 baúles y que fueron entregados al capitán británico William Thompson con la instrucción de llevarlos a México. Lo que continúo es una de las sagas convertidas en leyenda —o historia, según se mire— más sorprendentes e intrigantes durante siglos.

En las naves y embarcaciones comandadas por Thompson irían también oficiales españoles para custodiar el alijo. Se cree que a Thompson nunca le revelaron el contenido de los baúles. Pero algo era seguro, se trataba de objetos muy valiosos para la corona. Es así como Thompson acaba tentado y decide adueñarse del un tesoro. Las cajas contenían monedas de oro y plata, diamantes, joyas y una enorme estatua dorada de la virgen, según cuentan las referencias.

Crédito: © Cocoisland.org
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El nuevo destino acabó siendo una isla en el Pacífico que hoy conocemos como Isla del Coco, territorio costarricense y protagonista  de historias rocambolescas y emocionantes, algunas consideradas leyendas, sobre grandes tesoros escondidos en sus tierras. Tras esconder el tesoro, Thompson y sus secuaces fueron capturados, por un navío español. Todos, salvo Thompson y otro compañero, fueron ejecutados. Pero Thompson despistó a los españoles con un mapa falso y se desvaneció en la selva, según se cree. Y, con él, se perdió la ubicación exacta del tesoro de Lima.

Isla del Coco  es una porción de territorio situado estratégicamente en el océano Pacífico, tiene un área de 23,85 km² y una forma casi rectangular. Su ubicación y la gran presencia de agua dulce —Se dice que la isla tiene tanta agua dentro como un coco, por sus precipitaciones, que alcanzan hasta 7.000 mm al año y en ocasiones hasta 200 cascadas en temporadas de lluvia— la hacían una estación obligada para embarcaciones, muchas de ellas de corsarios y piratas, que cruzaban el océano escapando de tierra firme o buscando dónde ocultar tesoros robados.

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Algunos de los más célebres es el de un tesoro de la Corona española, encargado en 1820 al capitán británico William Thompson tras las revueltas de independencia en Lima, Perú. Thompson acabó robando el tesoro y se cree que lo escondió en la isla. En 2012, después de años de décadas de prohibiciones a la caza de tesoros, Costa Rica autorizó por fin una expedición autorizada a Isla de Coco. El incentivo era grande. Algunas referencias aseguran que el tesoro en los baúles o cajas de madera, de 150 kilos cada una, contenían monedas de oro acuñadas en tiempos del virrey Abascal, barras de plata, copas de oro propiedad de la Catedral de Lima y una imagen de gran tamaño de la Virgen María, enmarcada en oro y adornada con piedras preciosas.

Crédito: © Pinterest
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El historiador Raúl Arias plantea en su tesis ‘Isla de Coco: historia y leyenda’, que el islote ofrecía una posición estratégica para atacar a los navíos españoles que transitaban la ruta desde Lima (Perú) hasta Acapulco (México) o Panamá. Pero esta porción de tierra no solo es leyendas y tesoros: Es, además, uno de los sitios más privilegiados en términos de biodiversidad y se ha constituido en una base científica para estudiar la evolución de especies dado su aislamiento, tamaño y estado de conservación. También sirvió de inspiración a las novelas ‘La isla del tesoro’ y ‘Jurassic Park’.

Pero el de Thompson y el tesoro de Lima no es la única historia vinculada a Isla del Coco. El territorio insular también ha sido vinculado a otros piratas, como John Eaton y John Cook así como Lionel Wafer, quien hoy da nombre a una bahía. Los historiadores cuentan que Wafer llegó en 1685 a la isla, a bordo de la embarcación Batchelors Delight que era capitaneada por Edward Davis, en busca de un lugar para enterrar un tesoro robado en León de Nicaragua.

Crédito: © cocosisland.org
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La notoria ausencia de naves españolas en la isla con seguridad obedeció a la falta de interés que para el imperio tenía el sitio, al no hallarse yacimientos minerales de valor, ni existir población autóctona que pudiese aprovecharse como mano de obra esclava”, escribió Arias en una reseña del diario costarricense La Nación. Ese abandono fue aprovechado por los piratas ingleses, ya que la isla les ofrecía agua dulce así como una posición estratégica para atacar a los navíos españoles que transitaban la ruta desde Lima (Perú) hasta Acapulco (México) o Panamá.

«Para entender el pasado bucanero de Isla del Coco hay que conocer la geopolítica suscrita al nuevo continente, donde cada nueva colonia y ruta comercial incrementaba la cuota de poder de España, Inglaterra y Francia. Según Arias, la piratería era un mecanismo apadrinado por estos tres países con tal de hacerse con el control comercial de las rutas intercontinentales y el acceso restringido al mercado americano. Los piratas empezaron a aparecer en el siglo XVI, llegando a su esplendor en el siglo XVII y decadencia en el siglo XVIII«, relata un reportaje de la periodista Michelle Soto en La Nación.

Crédito: © cocosisland.org
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Según el investigador Malcolm Campbell, Isla del Coco sirvió para ocultar tres tesoros. El primero atribuido al capitán Edward Davis en 1685. El segundo, y tras arrebatárselo a un barco español en aguas colombianas, Bennett Graham lo enterró en 1818. El tercero, y más famoso de todos, es el Tesoro de Lima. La historia, mezclada con leyendas, cuenta que uno de los sobrevivientes rescatado en altamar por la tripulación del ballenero James Morris, barco de bandera estadounidense, contó luego en Hawaii a John Keating toda la historia del tesoro, incluyendo la ubicación de dónde había sido enterrado el tesoro.

«En 1846, John Keating aprovecha una prolongada parada de su barco en el puerto de Colón, Panamá, para atravesar el istmo y alquilar un pequeño barco que lo condujese a la Isla del Coco, bajo el pretexto de visitar la tumba de un pariente allí sepultado. Al llegar a la Bahía de Chatham, Keating baja sólo a tierra, en un bote de remos se dirige a la otra Bahía, llamada Wafer en memoria de un pirata, cirujano y cronista del siglo XVII. Dado que la leyenda del tesoro todavía no existía, nadie más que el marino canadiense sabía de la existencia del valioso cargamento, escondido 26 años atrás. Keating desembarca en el pequeño río de la playa, alcanzando la cueva del tesoro al cabo de 1 hora de búsqueda. Con mucho esfuerzo halló y apartó la piedra que cubría la cueva, extrayendo un puñado de monedas hasta llenar un bolso que llevaba en su abrigo, regresando silencioso al barco y luego a su natal Saint John’s. Cambiando las monedas del bolso por 1.300 libras esterlinas, el buen marino adquirió 2 barcos de pesca, llegando en pocos años a amasar una fortuna que lo hicieron transformar su vida errante en el alta mar por una cómoda y lujosa casa, buen vino, comida y dos matrimonios con mujeres muchos años más jóvenes que él«, relata Arias en su libro ‘Tesoro de Lima de la Isla del Coco’.

Crédito: © FAICO
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La historia de la isla ha estado desde entonces ligada a los tesoros, la piratería y el afán o fiebre de cazadores de botinas que han querido recorrerla para encontrar algunos de sus riquezas escondidas. No por casualidad el Gobierno de Costa Rica ha establecido un cupo máximo de tres mil visitantes o turistas por año y la única población estable sean guardaparques y voluntarios que se turnan cada dos meses. De esta manera buscan luchar contra el acoso que ha padecido la isla y que sigue sufriendo por parte de cazatesoros y pescadores ilegales.

*Con información de: La Nación, CocoIsland.org, Fundación Amigos de la Isla del Coco (FAICO), El País.
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