A principios del siglo pasado, en pleno apogeo de las expediciones científicas y la vibrante competencia entre potencias mundiales por conquistar la Antártica, el explorador irlandés Ernest Shackleton se dispuso a cruzar la Antártica de lado a lado, lo que fue aprobado por la corona británica. Se trataba de la famosa Expedición Imperial Transantártica.

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Ernest Shackleton (derecha) improvisando un campamento luego de naufragar (1914-1915). Créditos: Biblioteca Estatal de Nueva Gales del Sur.

Shackleton proponía navegar por el mar de Wedell, desembarcar cerca de la bahía Vahsel y desde ahí comenzar una marcha transcontinental hacia el mar de Ross, atravesando el Polo Sur desde un extremo a otro. Financiado en gran parte por  la Real Sociedad de Geografía británica, la expedición comenzó en agosto de 1914 y constaba de 28 hombres embarcados en el Endurance, un rompehielos ultramoderno para la época.

Sin embargo, el imponente Endurance quedó atrapado en el hielo en el mar de Weddel, antes de llegar a la bahía Vahsel. Luego de fallidos intentos por liberar el barco, el 21 de noviembre de 1915 la embarcación cede y se hunde, dejando a toda su tripulación a la deriva. Tras sobrevivir 6 largos meses en el hielo, deciden emprender rumbo hasta la Isla Elefante, dejando casi todo el equipo atrás excepto un par de botes y víveres, pero más importante aún, zafando del inminente y mortal invierno que se avecinaba.

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El imponente buque rompehielos “Endurance”, destruido entre los aplastantes hielos. Créditos: Frank Hurley, 1914-1917. State Library New South Wales.

Si bien el escenario de pisar tierra firme en Isla Elefante a principios de abril de 1916 parecía algo esperanzador, todavía se enfrentaban a la realidad de un desconocido y solitario paraje con inhóspitas condiciones climáticas y nulas posibilidades de ser rescatados de forma inmediata. Esa fue la razón principal por la cual Shackleton y otros 5 tripulantes emprenden la difícil navegación de 800 millas náuticas a Islas Georgia del Sur en busca de ayuda a bordo de uno de los pequeños botes de 6,5 metros de eslora.

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Seis de los náufragos, incluyendo Shackleton, utilizaron los botes salvavidas para llegar hasta la Isla Elefante. Créditos: PA

Cuando finalmente lograron tocar tierra continental, tres de ellos se fueron directamente a Inglaterra, mientras que los otros tres, entre ellos Shackleton, enfocaron todos los recursos en buscar una embarcación apropiada para la expedición del rescate de los demás. El primero de los fallidos intentos se realizó con la embarcación ballenera Southern Sky, la cuál alcanzó a estar a 70 millas náuticas de su objetivo. Posteriormente, el intento del Instituto de Pesca Nº1 del gobierno uruguayo, logrando la distancia mínima de 30 millas náuticas; y el tercer intento en la goleta Emma, la cual soportó un exigente temporal que dejó la embarcación en pésimas condiciones y las ilusiones de todos en la borda.

En ese momento, el explorador Ernest Shackleton decide pedirle ayuda al gobierno chileno, quien dispuso el Yelcho, un pequeño barco a vapor muy resistente, con un joven pero experimentado teniente a su cargo: el comandante piloto 2° Luis A. Pardo Villalón.

Fotografía del Piloto Luis A. Pardo.
Fotografía del Piloto Luis A. Pardo. Fuente desconocida.

El rescate del piloto Pardo

El piloto Pardo, guiado por su ingenio, propone entrar a la isla Elefante con niebla, lo que era peligroso y no había sido intentado antes, pero aseguraba una mejor temperatura y disminuía las posibilidades de lo que había hecho fracasar algunos de los rescates anteriores debido a las grandes barreras de hielo. El rescate desde Punta Arenas partió en agosto de 1916, con una tripulación en gran parte voluntaria.

Antes de emprender viaje, Luis Pardo le escribe una letra a su padre, dejando un vestigio de su valentía y dedicación hacia su país:

“La tarea es grande, pero nada me amedra, soy chileno. Dos consideraciones me hacen hacer frente a estos peligros: salvar a los exploradores y dar gloria a Chile. Estaré feliz si pudiese lograr lo que otros no. Si fallo y muero, usted tendrá que cuidar de mi Laura y a mis hijos, quienes quedarán sin sostén ninguno a no ser por el suyo. Si tengo éxito habré cumplido con mi deber humanitario como marino y como chileno. Cuando usted lea esta carta, su hijo estará muerto o habrá llegado a Punta Arenas con los náufragos. No retornaré sólo”.

Un 30 de Agosto, y en menos de dos horas con una impecable coordinación, todos los náufragos fueron rescatados para emprender vuelta a toda prisa a Punta Arenas, dónde fueron recibidos como grandes héroes liderados por el experimentado y heroico chileno nacido en Santiago.

Náufragos en Isla Elefante
Náufragos en Isla Elefante. Créditos: Frank Hurley, 1914-1917. Biblioteca Estatal de Nueva Gales del Sur.

“Al acercarnos al punto indicado se oían las manifestaciones de regocijo y los vítores de estos náufragos que ofrecían a sus salvadores. Se mando chalupa a tierra a las órdenes de Sir Shackleton, el que fue recibido por ellos con grandes aclamaciones de júbilo. Regresando el primer bote que traía la mitad de la gente y algunos bultos, aclamaron a Chile y a su Gobierno. A las 2:25 p.m. se tenía toda la gente a bordo e izado el bote, dándose a esta hora rumbo al norte”. (Luis A. Pardo en el Parte de Viaje, Informe nº 23 de la travesía de rescate)

Una vez realizada su hazaña, Luis Pardo fue condecorado con múltiples galardones, medallas y premios, e incluso el gobierno británico le ofreció millonarios regalos que fueron rechazados por el protagonista de esta historia, con el pretexto de que él simplemente cumplía con su deber. Luego de tres años más de servicios en la Armada, Pardo se retiró en 1919, siendo nombrado por el gobierno chileno como cónsul en la ciudad de Liverpool, Inglaterra, por unos años. A día de hoy, el grupo de islas más nororientales de las islas Shetland del Sur en la Antártida, se les conoce como Islas Piloto Pardo en la cartografía oficial chilena, en honor al teniente y a su proeza.

Fotografía celebración hazaña.
El Piloto Luis Pardo es recibido con júbilo luego de rescatar a los náufragos de la embarcación «Endurance».

Lamentablemente, Luis Pardo fallece el 21 de febrero de 1935, a los 52 años, a causa de una bronconeumonía en su ciudad natal, Santiago de Chile, donde descansan sus restos junto a su familia en el Cementerio General, quedando presentes en la memoria de miles que valoran su importante rol en la historia. 

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