En Rapa Nui, no hay evento especial que no involucre un músico, una guitarra, un ukelele o personas cantando. En un ambiente de solemnidad y alegría, todas esas notas y melodías de la cultura se impregnan en sus habitantes. Son artistas. Por eso, para Mahani Teave (38), la música estuvo en ella mucho antes de nacer.

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Mahani Teave ©Dworkincompany 

La reconocida concertista de piano, que acaba de lanzar su más reciente álbum, Rapa Nui Oddisey, recuerda que su padre era cantautor y que cuando nació ya reconocía su voz cantando. Era algo natural. Algo tan intrínseco como el llamado de la isla que la hizo volver después de años de estudios en el extranjero y que la llevó a impulsar una escuela de música, bajo una construcción autosustentable y consciente con el medio ambiente.

Es que todo, dice, fue fluyendo poco a poco; como las notas cuando toca el piano o el océano Pacífico que ve mientras conversa con nosotros. Así es como han ido avanzando las puertas que se abren en su vida.

Las primeras teclas

Cuando Mahani tenía 9 años, en Rapa Nui no había ningún teclado. El primero llegó con la violinista alemana Erica Putney, en 1992. Ella no venía a enseñar, pero Mahani insistió en aprender y lo logró. Sin instrumento para practicar por su cuenta, iba a la casa de Erica a clases cada día. Eso, hasta que la visa de la alemana expiró y debía irse de la isla.

Por el mismo tiempo, se corrió el rumor de que el pianista chileno Roberto Bravo visitaría la isla en su tarea de llevar la música a los lugares más remotos. Pero dicho viaje casi no sucede. “Se le había caído la planificación y a mí me habían avisado en desfasado que sí iba a ir. Entonces me recomendaron escribirle para que cuando él aterrizara me escuchara tocar. Entonces le escribí dándole las gracias, pero el viaje ya estaba cancelado. Sin embargo, al leer mi carta, se motivó y decidió hacer lo posible por llegar acá. Y así se concretó”, dice Mahani.

Mahani y Roberto Bravo ©Gentileza Toki Rapa Nui
Mahani y Roberto Bravo ©Gentileza Toki Rapa Nui

Así, los primeros pasos de Mahani en la isla, la acercaron al compositor nacional, quien le recomendó viajar a Valdivia, en Chile Continental, a estudiar piano. Luego, los caminos de la vida la llevarían al Instituto de Música de Cleveland, Estados Unidos, para aprender de los maestros Sergei Babayan y Dmitri Levkovich; para seguir perfeccionándose en Berlín, Alemania, junto al maestro Fabio Bidini.

¿Fue muy difícil la decisión de venir a Chile, instalarse en Valdivia y seguir las melodías de la música?

Fue una decisión que tomó mi mamá. Ella estaba teniendo problemas con mi papá y estaba visualizando otros horizontes porque la educación en la isla no era muy buena. Coincidió que vino Roberto Bravo y mi mamá le contó que Erica, mi profesora de piano, se iba a ir. Él le recomendó a mi mamá ir a Valdivia, donde Ximena Cabello enseñaba en el Conservatorio de Música de la Universidad Austral. Ella fue mi formadora por muchos años. Una de las mejores amigas de Roberto, Yolanda Andrade, vivía en esa ciudad y nos recibió porque no teníamos nada. Llegamos con dos maletas, eramos mi mamá, dos niñas, unas extranjeras llegando a empezar una vida completamente desde sub-cero. Esa recomendación fue lo último que necesitaba mi mamá para decidir emigrar de la isla. Y nos dio la oportunidad de hacerlo.

©Gabriel Cardona/FICH/ Dworkincompan
©Gabriel Cardona/FICH/ Dworkincompany

¿Cuál es la huella que dejó en ti Roberto Bravo?

Yo creo que cada maestro que he tenido, y ciertas personas importantes en mi vida, han dejado una huella muy profunda. En el caso de Roberto, yo creo que el mensaje más importante que guardo tiene que ver con el rol del artista y el rol de la música como una herramienta esencial para unir a las personas, sanarlas. No es el artista lo que importa, lo que importa es la música y uno es una herramienta para que la música se transmita. El deber del artista es servir a su gente y llevar la música a los lugares donde se necesita, independiente de que sean públicos que conozcan o no este tipo de música, independiente de que el público pueda o no pueda pagar la entrada a un concierto.

Los mensajes de la música y su relación con la naturaleza

Uno de los conciertos que Mahani más guarda en sus recuerdos fue de cuando tenía cerca de 12 años. Fue a la cárcel de mujeres junto a Roberto, Marilú Martínez y Charo Cofré, quienes compartieron con las personas que estaban en el público después de tocar. En una banca, Mahani se sentó junto a una mujer. Ella le decía que estaba arrepentida del delito que había cometido, que le gustaría volver en el tiempo. Pero sobre todo le dio las gracias por hacerla sentir, según las palabras que recuerda, como un ser humano con dignidad.

Mahani Teave Créditos Pilar Castro
Mahani Teave ©Pilar Castro

Algo que se relaciona, justamente, con el mensaje de la música. “Nos ayuda en los corazones, los sana, los abre, los conecta con partes olvidadas de nosotros mismos. O nos hace olvidar problemas cotidianos, nos conecta con lo espiritual de las personas”, dice.

¿Cómo crees que la música se conecta con cada uno de nosotros? 

Me tocó evidenciar en carne propia lo universal que es la música, o sea, realmente no se necesita un idioma. A través de la música uno puede comunicar a personas de todos lugares del mundo, de todas las creencias, de todas las razas. Toqué en muchos lugares donde no manejamos el mismo idioma y la música llega de la misma forma, es bien potente eso. En la música no importa el género, la raza, las diferencias físicas. Lo que importa es cómo uno toca, el mensaje que entrega, el trabajo, la ética detrás. Es bien hermoso.

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Mahani Teave ©Dworkincompany

En ese sentido, algo también inherente es la relación que tenemos con la naturaleza. ¿Qué relación crees que podría haber entre música y naturaleza?

Para mí es prácticamente como una relación idéntica, es como lo mismo. Son muchas capas de reflexión al respecto. Para mí la misma divinidad que se encuentra en la música, se encuentra en la naturaleza. Es lo mismo que está dentro de nosotros y que dejamos de ser conscientes de esto porque nos separamos de nuestra esencia misma que es, en dos niveles, nuestra esencia espiritual que está en todo, y en nuestra esencia física, en la que nos aislamos pensando que somos distintos de lo que nos rodea, siendo que somos parte de ello y estamos completamente conectados a todo.

Como una simbiosis.

Sí. Y sucede algo muy parecido con la música. Si uno ve un piano, eso no es música. Uno ve un violín y eso no es música. Uno puede tener un sonido y eso quizás tampoco es música. Pero es algo que hay detrás y dentro, una forma como la poesía dentro. Como cuando uno ve cosas hermosas en la naturaleza, es un poema. Ves el horizonte y el mar, y es lo mismo: algo tan grande, tan sublime, que va más allá de solo ser una masa de color azul.

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Mahani Teave ©Dworkincompany 

¿Cuál crees que es el mensaje que entregas al tocar el piano?   

Trato primero de ser lo más fiel posible a la intención del compositor. Lo que está escrito en la música con unas pocas señas, unas pocas dinámicas, unos pocos fraseos, es un mundo muy grande, que nosotros los músicos de alguna forma tenemos que descifrar, entender e internalizar. Con eso, buscamos la máxima belleza que se puede entregar de la obra. Poder, de alguna forma, conectar con la fuente de inspiración de las obras también es muy potente, y uno ahí tiene que tratar de dejar el ego. (…) La música vas allá del intérprete.

El llamado de Rapa Nui

En 2011, luego de terminar sus estudios en Alemania, Mahani volvió a Rapa Nui. Según dice, siempre estuvo en ella la duda de por qué existían pocas posibilidades de desarrollar talentos artísticos en un lugar conocido por el talento artístico y la genialidad de los antepasados. Era una pregunta que llevaba en el corazón. Así fue como a su vida llegó el proyecto de una escuela de música, danza y canción ancestral que respetara las raíces culturales de la isla.

Toki Rapa Nui
Gentileza ©Toki Rapa Nui

Y todo empezó porque, luego de todos los años que habían pasado desde que se fue, todavía no había ningún piano en la isla. Al escuchar eso en una entrevista, dos personas en Chile donaron dos pianos, que se demoraron tres años en llegar. Con eso ahí, parecía natural seguir impulsando algo: para los pianos, se necesitan profesores. Para los profesores, dinero. Y las clases a niños debían ser gratis. Así nació la Escuela de Música y de las Artes de Rapa Nui.

Mahani Teave © Dworkincompany
Mahani Teave © Dworkincompany

Luego, paso a paso se fue formando junto a un equipo la ONG Toki Rapa Nui en 2013, que más adelante impulsó la construcción de un lugar físico para la escuela, 100% autosustentable, construido en base a residuos de la isla, impulsando también un proyecto de huerta agroecológica. Se trata de un proyecto en el que Mahani participa sin dejar de lado sus conciertos y compromisos musicales.

¿Por qué nombraron a la ONG, Toki?

Toki es la herramienta con la que se construyó toda la isla. Es un cincel de piedra con el que se construyeron los moais, las casas antiguas, los petroglifos, todo. Pero la idea es que cada uno de nosotros es un toki: somos herramientas de servicio a la humanidad mientras estamos viviendo este planeta.

Escuela, gentileza Toki Rapa Nui
©Gentileza Toki Rapa Nui

¿Cuáles han sido los principales desafíos de la construcción de la escuela?

Tenemos dos grandes desafíos. El más grande es el camino, que es de tierra con muchos hoyos, con una bajada muy peligrosa cuando llueve, cada vez que llueve nosotros tenemos que cancelar las clases en la escuela y aplicar un plan b. Eso es llevar a los niños a las casas de los profesores, para las clases grupales tenemos que encontrar lugar donde hacerlo. Se vuelve una logística compleja y ya llevamos 7 años pidiendo que se nos arregle. (…) Nosotros decimos que fue más fácil construir una escuela a pulso, consiguiendo recursos, que vengan cientos de personas del mundo a ayudar, hacer este proyecto gigantesco, traer pianos a la isla, violines, profesores, etc. Todo eso ha sido más fácil que conseguir tener un camino decente. Lo segundo es el tema de los recursos para poder tenerlo a largo plazo y pensando que muchos niños necesitan las becas para tener el copago actual, que no cumple el valor total del niño, entonces tenemos que estar enfocados de forma permanente buscando recursos y esa inestabilidad es muy difícil también porque no es sustentable en el tiempo, y eso es donde estamos trabajando.

©Gentileza Toki Rapa Nui
©Gentileza Toki Rapa Nui

¿Y de potenciar la huerta agroecológica?

Nuestro sueño era poder ir abordando las problemáticas de la isla dando solución a estas con distintas propuestas. Por ejemplo, la escuela tuvo el sistema fotovoltaico más grande de la isla en esos momentos, colectores de aguas lluvia, utilizamos seis años de residuos del centro de acopio para construir, utilizando miles de neumáticos, decenas de miles de latas, botellas, muchas cosas. Lo hermoso fue hacerlo con manos de distintas partes del mundo que vinieron a ayudar. La huerta agroecológica también es como un experimento, evaluando las distintas y mejores formas de cultivar en la isla, probando nuevas semillas, probando distintas formas, todas naturales, orgánico, y pensando en el auto sustento alimenticio de la isla. Esto fue mucho antes de la pandemia. Nadie entendía cuando decía que el autosustento alimenticio de la isla que es clave. Y claro, golpeó la pandemia y todos entendieron esto, porque se cerraron los vuelos, se cerró el suministro de alimento por un tiempo y ahí bueno tomaron a la cabeza de nuestro equipo y lo pusieron a cargo de 500 huertas domiciliarias para las familias más vulnerables.

Huerta agroecológica Toki Rapa Nui
Huerta agroecológica ©Toki Rapa Nui

Rapa Nui y medioambiente

En Rapa Nui, se ven algunos de los problemas que azotan al mundo directamente. Sobre la basura, saben exactamente a qué parte de la isla van sus residuos y que, si tiran más basura, más crecen las montañas de desechos. Lo mismo con el reciclaje. Las napas subterráneas se llenan cada vez más de agua salada. Pero por, sobre todo, son testigos del impacto directo del plástico en el mundo. Por ejemplo, si uno agarra con la mano un montón de arena en sus playas más paradisiacas, como Anakena, puede ver los micro plásticos. Si se mira con más detalle, se ven restos de plásticos con etiquetas de Chile, Nueva Zelanda o Japón.

©Gentileza Toki Rapa Nui
©Gentileza Toki Rapa Nui

Pero para Mahani, de alguna forma se está accionando. De alguna forma, el dicho popular dice que si uno pone un Rapa Nui en cualquier parte, sobrevive. Es así, su capacidad de adaptación lo que Mahani destaca para tener un rol para la crisis climática. Son pasos pequeños, en los que los niños toman conciencia junto a los adultos. Pero también es lento. Para ella debe haber un cambio más profundo de educación, valores y prioridades.

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©Gentileza Toki Rapa Nui

Todo eso, es lo que va formando parte de las melodías de su vida. Una pieza musical que, en este minuto, podría ser de improvisación, dice. No es Bach, ni Mozart, ni Chopin por sí solos, sino algo impredecible, de lo que no se sabe mucho al día siguiente. O también, como ella misma explica, en este minuto de su vida podrían ser “muchas obras preciosas mezcladas”. Pero lo que sí es claro es que, en esta pieza, ella su propia intérprete.

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