El sábado 21 de diciembre de 2019, a las 10:30 de la mañana, Joaquín Stephens (29), ya no sentía sus piernas. A esa hora de la mañana, y luego de seis días de caminata desde Plaza de Armas, lograba ver la ciudad de Santiago desde la altura, en la cumbre del Cerro el Plomo (5.424 msnm). Los últimos pasos costaron, pues los cinco días anteriores había recorrido más de 20 km diarios -menos en el quinto, que fueron cerca de 5 km-, pero la emoción que tenía lo hacía sentir que todo el cansancio valió la pena: lo que significaba estar ahí para él era mucho más que sólo caminar hasta la cima.

Cortesía Joaquín Stephens
Cortesía Joaquín Stephens

La motivación de Stephens empezó hace algunos meses atrás, cuando vio una publicación de la Fundación Más Mil en Instagram, que proponían distintos tramos para recorrer la “Ruta Patrimonial”. Uno de ellos unía la Plaza de Armas y la cumbre del Cerro El Plomo en 110 kilómetros, bajo un enfoque cultural de apreciar el recorrido por su valor histórico: el pasado asentamiento incaico en el Valle del Mapocho. “Nunca había subido El Plomo, así que tenía ganas de hacerlo, pero con esto complementaba un poco no sólo llegar y subir por el fin de semana, sino que darle un poco de sentido, algún contenido. Me gusta hacer estas rutas, de hecho antes viajé e hice la Ruta de la Seda. Entonces me gusta meterle a los viajes algo de contenido cultural”, dice Joaquín Stephens.

Fueron tres semanas de preparación para estudiar sobre historia de los Incas y prepararse físicamente a través de su entrenamiento regular: subiendo cerros, haciendo natación y trotando. Según cuenta, la primera reacción de sus cercanos fue que su travesía se trataba de una locura. “Muchos amigos pensaron que no iba a llegar, pero aparte de eso, mucho apoyo, buenas vibras, me fueron acompañando todo el rato. (…) Además estaban bien preocupados con el tema del entrenamiento. Porque yo no subí en ningún momento los cerros de mayor altura de Santiago”, dice, agregando que lo que le daba sentido a su travesía era el contenido de la ruta cultural incaica detrás de su recorrido.

©Joaquín Stephens
©Joaquín Stephens

Y, pese a que el recorrido estaba pensado para realizarse en tramos más separados y durante más días, Joaquín decidió hacerlo en seis porque era la cantidad de días que se pidió de vacaciones en su trabajo: “Tuve que juntar paradas. La idea de seis días era porque tenía un tiempo en específico”. Y eso, según cuenta, fue su principal problema: “Lo más desafiante eran los tiempos porque como me iba a juntar con Ignacio Garafulich para subir el Plomo el sábado 21 no podía alargar los días. Estaban bien establecidos y las caminatas eran todos los días más de 20 km. Empezaban a pesar las piernas; subir y bajar cerros es bien cansador”.

Del kilómetro cero al Cerro El Plomo

-En esta plaza había un asentamiento incaico. Lo que hay que preguntarse es por qué construyeron su último asentamiento político en el Valle de Mapocho y por qué específicamente en la Plaza de Armas (…) Era la Coricancha, el lugar ceremonial. Por su ubicación está lleno de simbolismos y puntos astrológicos que hace factible que haya sido importante.

Así, con este relato en sus historias de Instagram, empezaba Joaquín Stephens su travesía a las siete de la mañana del 16 de diciembre de 2019, en la Plaza de Armas de Santiago. Grabó un par de videos, y junto a su perra Volka, empezó el camino de su primer día, que lo llevó a recorrer el Cerro Santa Lucía, cruzar el Río Mapocho por la calle Pedro de Valdivia, subir Cerro San Cristóbal, pasar por el Cerro Carbón, hasta llegar a Piedra Roja. Así, en su primer día recorrió 26 kilómetros.

©Joaquín Stephens
©Joaquín Stephens

Los días siguieron con sus largos recorridos. La segunda jornada fueron cerca de 22 kilómetros desde Piedra Roja al Arrayán, pasando por el Cerro El Durazno (9 horas y 15 minutos de recorrido). El tercer día desde el Arrayán al Paseo los Caballos, pasando por el Cerro Pochoco bajo, camino a Farellones y siguiendo por el río Molina hacia arriba. Ese día fueron 27,5 kilómetros y 11 horas con 20 minutos de recorrido. Y luego, el cuarto día fue un tramo de 24,4 kilómetros desde el Paso Los Caballos por el estero el Cepo hasta Piedra Numerada.

“El tercer y cuarto día fueron los más difíciles en términos de cansancio, las piernas estaban más pesadas de que iban pasando las horas y uno caminaba y caminaba y todavía no llegaba al destino. Ahí el cuarto día llegué al camino Farellones y el tramo que daba por la calle tuve que hacerlo a dedo porque no que calzaban los tiempos para llegar a dormir, entonces fue la primera parte que me subí a un auto que fueron poco menos de seis km en auto”, comenta Stephens.

©Joaquín Stephens
©Joaquín Stephens

En el Cerro El Plomo

El quinto día fue un recorrido de 5,4 kilómetros desde Piedra Numerada hasta el Campamento Federación, en el que se ubica el base camp de The North Face. “Fue una tarde de aclimatación,  de caminar un poco, contemplar El Plomo, que es lo que se viene mañana y darle sentido a mi propio peregrinaje a esta ruta que empecé en Plaza de Armas hasta ahora”, contaba Stephens al llegar al campamento base, a través de sus historias de Instagram.

El base camp era la parada obligatoria para los caminantes. «Había una carpa común, a la que todos los que acampaban en el federación podían acceder, lo que era increíble porque era un espacio protegido del viento, con unas peras y la exposición de arte de nuestro amigo Pepo Hernandez que tiene unos dibujos que son impresionantes. Era el lugar preferido de todos para dormir una siesta, comer o conversar durante el día», cuenta Ignacio Garafulich, quien se reunió con Joaquín en el Cerro El Plomo.

©Ignacio Garafulich
©Ignacio Garafulich

“Era un grupo bien choro, de hecho habían tres personas que se estaban preparando para el Aconcagua y ésta era su última preparación antes del Aconcagua. Con ellos fuimos a la cumbre del Plomo el sábado. El base camp es muy entretenido. La gente que llegaba se iba a la carpa común, que siempre estaba llena. ”, cuenta sobre esta experiencia Stephens.

«En el base camp tenían de todo para hidratarse y comer sino que la calidad de personas que te recibía hacía que la estadía fuera mucho más amena. Era increíble el hecho de estar a los pies de la montaña más alta de la región y uno de los principales hitos dentro del camino de cualquier amante del trekking y el montañismo compartiendo y difrutando en un entorno tan acogedor», agrega Ignacio Garafulich.

©Ignacio Garafulich
©Ignacio Garafulich

«Este es definitivamente era uno de los lujos más impresionantes que pudimos disfrutar. Los anfitriones se encargaban de enseñar a las personas y velar por el buen uso y funcionamiento del deposito.  El año pasado un grupo de gente liderado por The North Face y Rimaya trabajaron duro limpiando el campamento, lo que se hizo notar, varios sacos de residuos orgánicos e inorgánicos se transportaron a la capital para despejar de basura este lugar sagrado. A pesar de podías encontrar uno que otro papel en el suelo, era muy notoria la diferencia con otros años (…) Otra cosa que me llamó mucho la atención, es que este año, construyeron un refugio en nombre del joven montañista que falleció el 2017 en una expedición en la cordillera blanca: Cristóbal Bizarri», finaliza Garafulich.

Luego de dormir en el campamento, al día siguiente, el 21 de diciembre a las 5:30 de la mañana, el grupo emprendió rumbo hacia la cima. Cinco horas después pudieron llegar. Sobre esto, Joaquín Stephens comenta que lo invadió un sentimiento de emoción: “Los últimos pasos ya estaba bien cansado, las piernas me estaban pasando la cuenta. No tenía ningún día de descanso, pero mucha emoción por todo lo que significaba al final. Veía Santiago y me imaginaba caminando por todos esos lugares, por todos los caminos que hice, era bastante emocionante llegar a la cima. Simbólicamente era muy entretenido el ascenso el 21 de diciembre que es el solsticio de verano. Y todo emocionante, arriba nos pegamos hasta una siesta con todos los que subimos”, cuenta.

©Ignacio Garafulich
©Joaquin Stephens

Fue en esa cima donde empezó su último relato histórico de Joaquín sobre los incas a través de sus historias de Instagram, en las que contó sobre el ritual Capachocha de los Incas -ritual que dio origen al niño del Cerro el Plomo-, que se realizaba en una procesión desde el centro ceremonial de la Plaza de Armas (Coricancha), hacia el Cerro El Plomo, otro lugar ceremonial que se consideraba el protector del valle.

“Capacocha era la ceremonia estatal más importante, que se desarrollaba entre abril y junio. Los pobladores de los distintos suyos (este, oeste, norte y sur) y partía una ceremonia con gobernadores locales, sacerdotes, y niños y niñas de 8 y 15 años que debían ser puros. En la plaza principal (Coaricancha) se realizaba esta ceremonia donde los niños eran consagrados. Los niños que debían ser sacrificados venían a la alta montaña y se les daba chicha para que se durmieran y, ya medios adormecidos, se les enterraba en las pircas que estaban más arriba con diversos utensilios incaicos. El niño se dormía congelado. Más que un sacrificio el niño pasaba a ser parte de esta montaña”, explicó Joaquín Stephens, diciendo que en Santiago, la ceremonia se hacía en el Plomo por su importancia, sobre todo por que desde los glaciares de ese cerro baja el agua desde la que nace la cuenca del Mapocho.

Cortesía Ignacio Garafulich
Cortesía Ignacio Garafulich

Una peregrinación

Joaquín empezó su viaje en pleno centro de Santiago, en las calles de cemento y con los autos de compañía, junto a su perra: Volka. Si bien ella sólo estuvo con él un día, él siguió su camino. Del cemento pasó a los cerros secos, con muy poca vegetación de a poco se acercó a lugares con un paisaje un poco más verde, hasta llegar al Plomo, donde tocó la nieve. Esta diversidad fue parte del camino de los 110 kilómetros que recorrió, al que él considera un peregrinaje.

“Es un peregrinaje porque en particular ir de un punto a otro, llegar a un destino que tiene cierta sacralidad o alguna importancia para la persona que hace el peregrinaje, es parte de esta travesía. Llegar de Plaza de Armas por ser el centro ceremonial incaico en Santiago y el Plomo por ser el centro ceremonial en altura. Y eso también es una montaña que uno ve todos los días de Santiago, que es imponente, por todos sus glaciares. Era una forma de darle sentido a la subida y lograr una cierta espiritualidad o sacralidad en torno al tema”, dice Joaquín.

©Joaquín Stephens
©Joaquín Stephens

Esto es, en parte, por qué no se trataba de llegar sólo a la cima, si no todo lo que involucra haber logrado la ruta completa. “Fue un viaje bien de superación. De hecho, también de complemento, estoy en un proceso de sanación. Estoy con un tratamiento contra un tumor en la cabeza entonces todo esto está metido en una peregrinación hacia el Plomo para poder complementar la sanación corporal y darme ánimo”, explica Joaquín.

“Al final, en ese proceso uno busca algún tratamiento alternativo, sobrellevarlo de una manera y ahí me metí mucho en sobrellevarlo con el deporte, con la actividad física, sintiendo el cuerpo. He estado tratando de meditar enfocado a no desconectarse con lo que está pasando y sentirlo con el cuerpo mismo. Y ahí conectarse un poco con la naturaleza, con los cerros me llena mucho. Para futuro estoy intentando empezar a hacer trail running, es futuro inmediato como una forma de hacer tratamiento deportivo”, finaliza.

©Joaquín Stephens
Cortesía de Joaquín Stephens
Comenta esta nota

Comenta esta nota

Responder...