Junto a su belleza, son importantes fuentes de agua para las comunidades humanas y de diversas especies, y para nuestras actividades productivas. Se trata de 12 lagos andinos chilenos, cuya superficie ha disminuido hasta en un 25% debido a la megasequía que afecta con fuerza a la zona central de nuestro país.

Así lo demostró un reciente estudio desarrollado por tres universidades nacionales y liderado por Magdalena Fuentealba, investigadora del Instituto de Geografía de la Universidad Católica, y del Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB. El trabajo, publicado en la revista científica Journal of Hydrology analizó la superficie y disponibilidad de agua de estos ecosistemas lacustres, y cómo sus niveles han variado durante los últimos 36 años.

La investigación fue realizada por un equipo multidisciplinario de la Universidad Católica de Chile, Universidad de Chile y Universidad de Tarapacá, y contó con la participación de Claudio Latorre (PUC e IEB), Camila Bahamóndez (U. Chile), Pablo Sarricolea (U. Chile) y Oliver Meseguer-Ruiz (U. de Tarapacá).

Laguna del Inca, Embalse el Yeso, Chepical, Laguna Negra, Yeso, Teno, Mollera, Aguas Calientes, Caracol, Cari Launa, Laguna del Maule y Marcar, fueron los lagos estudiados, todos ellos, ubicados entre la Región de Valparaíso y El Maule, entre los 1600 y 3000 metros de altitud.

Dichos ecosistemas, que además representan un gran atractivo turístico, corren peligro de desaparecer si es que el déficit hídrico continúa avanzando. Esto, tal como se ha visto con Aculeo y Matanzas, lagunas ubicadas en cuencas a baja altitud, y que durante la última década se secaron, debido a la disminución de precipitaciones y al uso ineficiente del agua.

Laguna Chepical 2009 – ©Claudio Latorre
Laguna Chepical 2009 – ©Claudio Latorre

Análisis satelital de la sequía

El reciente trabajo se focalizó en el monitoreo y análisis de imágenes satelitales obtenidas durante las últimas tres décadas, información que fue comparada con datos climáticos disponibles, relativos a precipitación, temperatura y evaporación. De esta manera, se determinó que durante los últimos diez años, coincidentes con el período de megasequía, estos 12 lagos perdieron entre un 7% y 25% de sus aguas.  

“Escogimos a estos 12 lagos de los Andes centrales, que tienen una superficie mayor. Y lo que observamos para todos ellos, es que a partir del año 2010 se generó un gran descenso en la superficie del agua, que a su vez coincide con el aumento de las temperaturas y disminución de las precipitaciones. Por todo ello, la principal conclusión de nuestro trabajo es que estos cuerpos de agua están siendo fuertemente afectados por la megasequía”, explica la geógrafa Magdalena Fuentealba. 

Justamente, en esta última década se ha observado un aumento de hasta 0,8 °C de la temperatura media anual y una reducción de hasta el 40% en la precipitación, en la zona central de Chile. Sin embargo, otro aspecto que podría estar afectando, asegura la investigadora, son las actividades humanas como la ganadería, factores que aún deben ser explorados en profundidad. 

El trabajo también advierte que la pérdida de superficie en estos lagos, acarrea efectos complejos sobre los ecosistemas y comunidades, con implicancias a nivel social y ambiental. Es por ello que los resultados del estudio también apuntan a impulsar mejoras en la toma decisiones respecto a la gestión del agua y disponibilidad de recursos hídricos en toda la región central.

“Estos lagos son grandes focos de biodiversidad, y fundamentales como reservas de agua fresca. Es por ello que si estos ecosistemas llegan a desaparecer, podemos tener serios problemas. Pero además debemos considerar que, a medida que estos cuerpos de agua se van achicando, se producen fenómenos como el incremento excesivo de nutrientes, que afectan la calidad del agua, entre problemas secundarios generados por la sequía”, asegura Claudio Latorre, investigador IEB, y quien tuvo la idea inicial de elaborar esta investigación. Esto, luego de realizar algunos viajes a laguna Chepical y constatar cómo el nivel de agua había disminuido considerablemente con el tiempo.  

Magdalena Fuentealba también se refiere a este punto: “Perder estas reservas es un asunto grave, ya que sin agua no podemos vivir. Por otro lado, debemos considerar que la mayor parte de la población de Chile vive en la zona central, y entonces, una disminución sostenida de este recurso, afectaría la disponibilidad de agua para consumo humano y también para las actividades vinculadas a la agricultura, ganadería y minería”.

Laguna Chepical 2016 – ©Claudio Latorre
Laguna Chepical 2016 ©Claudio Latorre

Enseñanzas para el presente y futuro

Magdalena Fuentealba sostiene que el estudio demostró varios aspectos relevantes que pueden significar un aporte al desarrollo sostenible en nuestro país: “Este análisis en base a imágenes satelitales, es una herramienta útil y de menor costo que otras herramientas, para conocer el estado de la superficie de lagos de Chile. Considerando esta evidencia, creemos que el próximo paso es realizar un catastro más amplio, para ver cuál es la situación de estos ecosistemas a lo largo de Chile. Por otro lado, pensamos que esta información puede ser útil al Gobierno, para pensar en estrategias de monitoreo y desarrollar nuevas políticas sobre gobernanza del agua, que sean realmente eficientes y permitan planificar nuestro futuro en un contexto crítico de escasez hídrica, donde el agua será una necesidad cada vez mayor”.

Asimismo, la científica asegura que, junto a un catastro de esta envergadura, es importante contar con financiamiento del Estado para realizar evaluaciones sobre el estado de estos ecosistemas y la calidad de su agua, ya que un “agua contaminada no es una fuente disponible para consumo”.

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