Hace siglos, en plena época pre-colonial,  el guanaco –el mamífero terrestre más grande de Chile– ocupaba todo el territorio sur de Sudamérica. Se sabe, por ejemplo, que fue cazado y semi-domesticado por indígenas, pero fue a partir de la Colonia, con el arribo de los europeos, que esta especie comenzó a desaparecer en gran parte del país.

La caza, pérdida de hábitat e introducción de ganado provocaron la disolución paulatina de sus poblaciones, culminando con su extinción en gran parte de Chile central, con alguno que otro avistamiento anecdótico de individuos en la alta cordillera, y con sus poblaciones muy fragmentadas en el resto del territorio nacional.

©Matías Guerrero
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Por ello, investigadores del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) emprendieron en 2017 un ambicioso proyecto para reintroducir a los guanacos en la Región Metropolitana, liberando ese año a un macho en el Santuario de la Naturaleza Cascada de las Ánimas, Cajón del Maipo, seguido por otro individuo que fue llevado en febrero de 2018 al mismo lugar. A más de un año del último suceso, los guanacos se establecieron con éxito en el territorio, por lo que ahora buscan financiamiento que permita introducir cinco camélidos para formar una nueva población.

“Los dos guanacos están súper bien. Se les ve en buenas condiciones, sin signos de que hayan sido atacados. Han armado sus territorios, marcándolos a través de defecaderos. Incluso la última ocasión que fuimos a verlos, presenciamos conductas territoriales, lo cual es excelente, sobre todo pensando en su peor amenaza, que son los perros asilvestrados. Ahora nos conseguimos una manada, pero estamos sujetos a obtener fondos”, relataMatías Guerrero, coordinador del proyecto quien, junto a la investigadora del IEB, Meredith Root-Bernstein, publicaron un artículo en la revista Biodiversity sobre los experimentos y desafíos de esta iniciativa .

©Matías Guerrero
©Matías Guerrero

La nueva manada que pretenden llevar al Cajón del Maipo proviene de Villarica, y está integrada por un macho y cuatro hembras.  La idea es que se reproduzcan en este lugar de la zona central, en un cerco de pre-adaptación, para posteriormente ser liberados en Cascada de las Ánimas, siguiendo un estricto protocolo, tal como se hizo con los dos machos que residen actualmente en el sector.

En ese sentido, Guerrero explica que los dos guanacos contribuyen de forma preliminar a develar aspectos básicos, tales como el uso de hábitat, pero no son suficientes para representar el comportamiento de la especie en el bosque esclerófilo. De ahí la necesidad de sumar individuos para instaurar una población.

Si bien el guanaco ha sido clasificado en estado “vulnerable” en gran parte del país, salvo entre las regiones de Aysén y Magallanes, el investigador puntualiza: “Este no es un proyecto de conservación del guanaco. Es un proyecto que busca recuperar la relación guanaco-bosque esclerófilo”.

El regreso del jardinero natural

©Matías Guerrero
©Matías Guerrero

En la zona central de Chile, entre las regiones de Coquimbo y el Maule, se emplaza el bosque esclerófilo, parte del ecosistema mediterráneo que ha sido calificado como un sitio prioritario para la conservación mundial. Esto se debe a su rica biodiversidad y elevado nivel de endemismo, es decir, alberga especies únicas (endémicas) que no existen en otro lugar del planeta.

Este bosque ha sido fuertemente degradado debido a que concentra la mayoría de la población chilena y, por ende, las actividades económicas, agrícolas y forestales con sus respectivos impactos.

No obstante, un aspecto adicional llevó a los investigadores a posar su mirada en el guanaco: la salud de los ecosistemas depende de las interacciones entre especies, y el área central perdió a su mayor herbívoro nativo. Con ello, se borró del mapa un vínculo histórico que nunca ha sido investigado. Hasta ahora.

Defecadero de guanacos ©Matías Guerrero
Defecadero de guanacos ©Matías Guerrero

Fue así como se fraguó la idea de convertir al ungulado más grande de Sudamérica en el protagonista de un proyecto dereasilvestramiento” (rewilding), un método propuesto en 1998 por el biólogo norteamericano Michael Soulé, considerado uno de los padres de la conservación biológica, junto a su colega Reed Noss.

El reasilvestramiento se centra en devolver los componentes esenciales del ecosistema para restaurarlo como “un todo”. Para ello, es fundamental reintroducir especies que cumplían ciertos roles hasta que fueron extirpadas de sus territorios. Dicho de forma simple, consiste en permitirle a la naturaleza que se recupere de forma “espontánea” luego de restituirle sus “piezas” claves y originales.

Plántula de espino que brotó en defecadero ©Matías Guerrero
Plántula de espino que brotó en defecadero ©Matías Guerrero

De esta forma, el guanaco actuaría como dispersor de semillas, a través de la ingesta y posterior formación de defecaderos (montículos de fecas), permitiendo con ello el enriquecimiento del suelo y la germinación de diversas especies de flora, lo que iría en beneficio directo del bosque esclerófilo. Es por esto que ha sido denominado como un “jardinero natural”.

Sin embargo, no existe información científica específica sobre la relación de este mamífero con el bosque mediterráneo. Para llenar esa hoja en blanco, el equipo del proyecto ha realizado una serie de experimentos desde antes del 2017. Un caso interesante es lo que ocurre con el espino (Acacia caven), árbol propio del bosque esclerófilo. Los investigadores creen que el guanaco actuaría como un eficiente jardinero que, al consumir las ramas, permitiría que el espino facilite el asentamiento posterior de otra vegetación nativa, beneficiando incluso actividades humanas como la silvopastoril.

Guerrero explica: “Preliminarmente, vimos que cuando el guanaco ramoneaba [comía] los espinos, estos crecían con una mayor cantidad de ramas. De alguna forma, eso provocaría que el espino tenga una copa más densa. Producto de esto, entregaría más sombra, humedad y agua, lo que permitiría la posterior germinación y crecimiento de otros árboles y arbustos debajo de él”. Otros análisis han corroborado los efectos beneficiosos de las fecas, las cuales enriquecen de forma significativa el suelo con nutrientes como el nitrógeno y fósforo, en contraste con las áreas sin estas “letrinas”.

Espino ©Matías Guerrero
Espino ©Matías Guerrero

Por ello el equipo está diseñando distintos experimentos en sitios con y sin defecaderos en Cascada de las Ánimas, para ver la cantidad de nutrientes en el suelo, la germinación y el posterior crecimiento de distintos árboles y arbustos nativos. El investigador agrega: “Nosotros hicimos un pre-ensayo, en donde les dimos cocos de palma chilena al guanaco, y efectivamente podría ser dispersor, porque no se come el coco entero, sino la piel externa”.

Pese a la necesidad de levantar información científica, iniciativas como estas enfrentan varias barreras. En términos ecológicos, además de los diversos impactos del humano, se encuentra la presencia de canes asilvestrados. Guerrero sostiene que “los perros vienen siendo la gran amenaza para la reintroducción de animales nativos en Chile”.

A esto se suman aspectos institucionales, como la falta de protocolos de reintroducción de especies nativas en el país. Este proyecto también busca contribuir en esa materia. Por último, el acceso a fondos para concretar este tipo de acciones de conservación es muy limitado, lo que actualmente mantiene en vilo el traslado de la nueva manada al Cajón del Maipo. “Nos estamos enfocando en un bosque altamente amenazado. Es por eso que también este proyecto busca rescatar esta urgencia de generar información respecto a la restauración de este ecosistema. Es importantísimo que, donde haya bosque esclerófilo, se pueda evaluar la reintroducción de guanacos”, concluye Guerrero.

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