Un pincel no más ancho que una aguja de bordar, una lupa para ver más allá de la vista. Nos sumergimos en un microcosmos de detalles fascinantes: en qué dirección van las estrías de un pétalo; cómo se ordenan las nervaduras de una hoja; cómo se estructura una conchita de mar o cuántos colores hay en el ala de una mariposa.

©Antonia Reyes
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Hay algo muy bonito que se desarrolla en la práctica del ilustrador naturalista. No es el fotógrafo de paisaje que se conmueve frente a la inmensidad de la naturaleza. Tampoco el montañista o explorador y su adrenalina de la conquista. La del ilustrador es una mirada precisa y profunda, sensible al detalle, que quiere ante todo entender.

La ilustración naturalista ha cumplido desde sus inicios la función de asistir a la ciencia en la identificación, descripción y clasificación de las especies. Desde el siglo XVIII, a la par con el desarrollo de la taxonomía, y hasta el día de hoy, continúa como práctica vigente y es una herramienta imprescindible para los científicos, por ejemplo, en la reconstrucción de escenas históricas, representación de especies extintas o en la comunicación de información compleja a través de imágenes sencillas y visualmente atractivas.

©Antonia Reyes
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La ilustración es al fin y al cabo un lenguaje visual, una manera de comunicar. Y los ilustradores naturalistas nos dedicamos a entender con todo el detalle posible el lenguaje con que la naturaleza se presenta, para así poder traducirlo en imágenes. El tiempo que requiere crear una imagen ilustrada, desde toda la observación e investigación previa de los modelos hasta el último detalle de cada lámina, es muy diferente de la instantánea de la fotografía, y en ese transcurso reparamos en detalles que normalmente se pasan por alto. Observamos, medimos, comparamos… y en ese proceso comenzamos a darnos cuenta de cosas maravillosas: proporciones y relaciones entre los elementos, patrones que se repiten, una geometría misteriosa que al parecer todo lo ordena.

©Antonia Reyes
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Mi experiencia al menos, es de la más plena fascinación y admiración, y el extraño pero emocionante presentimiento de que todo está conectado en un sistema de perfecta armonía que aún tiene mucho por descifrar. Al dibujar después de un proceso detallado de contemplación y observación, podemos acercarnos a comprender la naturaleza, y consecuentemente apreciar y valorar su complejidad y belleza.

©Antonia Reyes
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Los invito entonces a conocer este mundo a través de los talleres de Ilustración & Naturaleza que estoy impartiendo en la librería Qué Leo, en Pedro de Valdivia. Aquí aprenderán sobre dibujo y acuarela naturalista a partir de modelos reales de flora y fauna nativa, y a desarrollar la creatividad y el lenguaje artístico desde la fascinación por la naturaleza. Los talleres incluyen todos los materiales de arte necesarios y no requieren de conocimientos previos, ¡así es que todos pueden aprender!

Más información la encuentran en antoniareyes.com/workshops o escribiendo directamente a hello@antoniareyes.com. Además pueden seguirla en Instagram como @antoniapajarito.

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