Existen solo siete especies de tortugas marinas en el mundo, dos de ellas son endémicas, o sea se restringen a un solo territorio: la Tortuga Plana, Natator depressus, en Nueva Zelanda, y la Tortuga Lora, Lepidochelys kempii, en Caribe y Golfo de México. Las otras cinco especies recorren prácticamente todo el planeta, a través de las corrientes de los océanos Pacífico, Atlántico e Índico, y por supuesto las costas de Chile no son la excepción. Por su preferencia por las aguas cálidas se encuentran con mayor facilidad en el norte del país, aunque se ha documentado de algunas dando vueltas a la altura de la Patagonia, lo común es que se instalen cerca de los trópicos y sub trópicos, mar adentro, en  agregaciones, lugares donde comen y descansan, hasta emprender un nuevo viaje. Para ellas no hay apuro, pueden quedarse hasta 7 años en el mismo lugar y nuestras costas, ricas en pradera marina como Zostera chilensis, han ofrecido una residencia ideal que hoy lamentablemente se ve amenazada producto del alza de la temperatura en el mar, las malas prácticas en la pesca, por ejemplo el desecho de las redes en el océano, donde se enredan,  y la contaminación por plásticos como bolsas, bombillas o botellas con que se intoxican al consumirlas. Te invitamos a conocer más de estas muy queridas habitantes del océano y a saber cómo ayudar a conservarlas.

Tortuga Verde
Tortuga Verde, Chelonia mydas.

Tortuga Verde: 

Es una de las especies más abundante de nuestras costas. La fundación Qarapara (tortuga, en quechua) tiene su origen gracias al grupo de tortugas verdes que habitaban en Bahía Salado, Región de Atacama, y de los esfuerzos que Carol Medrano, actual directora de la ONG, con su equipo, comenzaron a hacer para protegerla de, en ese entonces, la termoeléctrica Castilla que se levantaría allí y las malas prácticas de los pescadores que terminaban atrapándolas en sus redes o anzuelos. Con el tiempo, la organización fue creciendo, ampliando sus intervenciones y redes, hoy se dedican a proteger y educar sobre la conservación de las cinco tortugas marinas que llegan a nuestras costas.

La Chelonia mydas, también es  conocida como tortuga verde, negra o amarilla,  tiene tantos nombres debido a sus morfotipos distintos, es decir, las diferentes formas que presenta una misma especie. Una puede presentar colores más claros, como anaranjado y amarillo, con el caparazón más ovalado, y otra colores oscuros, que van del verde a casi el negro, y un caparazón más triangular. La primera se puede encontrar en la Rapa Nui, y la segunda en en el norte de Chile.  Es la especie más continental de las cinco, por eso es relativamente fácil encontrarla. Sin embargo, hay que tener en cuenta que las tortugas son de hábitos oceánicos y si se encuentran en la costa, comúnmente, no es por buenas razones: podría ser por una intoxicación al consumir plástico o por la intervención humana, por ejemplo, cuando las alimentan para atraer turistas. No obstante, se ha documentado que en Rapa Nui y Hawái salen a la superficie a tomar sol.

En general las tortugas viven muchos años, algunas más de 100, por eso su maduración sexual es mucho más tardía. Demoran varios años en poder reproducirse, para ello, generalmente prefieren aguas más cálidas como las de Centroamérica. De este modo, Chile es prácticamente una morada para descansar, alimentarse y crecer. La Fundación Qarapara ha realizado registros de tortugas que han residido 7 años en el mismo lugar.

Las tortugas verdes tienen un caparazón con líneas verdes, de ahí su principal nombre, que puede medir hasta 125 centímetros. Pueden alcanzar un peso superior a 150 kilogramos, y sus colores, como ya lo mencionamos, presenta variaciones, pero los adultos desarrollan una parte ventral amarillenta. Poseen cuatro extremidades en forma de aleta y se alimentan de pequeños moluscos, crustáceos y esponjas. En el ámbito internacional, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), se encuentra en categoría de peligro de extinción, y a nivel nacional, según datos del Ministerio del Medio Ambiente (MMA), se encuentra en peligro.

Tortuga Verde, Chelonia Mydas © Nicolás Flores, ONG Carapara
Tortuga Verde, Chelonia Mydas © Nicolás Flores, ONG Carapara

Tortuga Laúd:

También conocida como tortuga coriácea, la Dermochelys coriacea,  es la misma que aparece en el  video  que hace unos días publicamos en redes sociales, que había quedado enredada en una boya en Tocopilla. En Chile es común verla desde bahía de Mejillones hacia el norte. Es la más grande de las tortugas marinas, puede llegar a pesar 1600 kilogramos y  medir 1,80 metros. Proviene de las costas de México y Costa Rica y desde ahí recorre todo el mundo; desde Japón a Noruega y de Australia a Alaska, pasando por el Caribe y el Océano Índico. Es la tortuga que más se aventura en aguas frías, ya que resiste bien las temperaturas bajas a diferencia de sus primas.

Es casi totalmente negra, varía con manchas blancas y de tonos verdes y azul por todo su cuerpo. También tiene manchas rosadas y bordes blancos en las aletas,  filas de escamas y quillas blancas a lo largo de su dorso, que le dan un aspecto rayado a su caparazón.

Está clasificada en peligro crítico de extinción tanto en Chile como en el mundo, según datos del MMA y la UICN, respectivamente. Sus amenazas son tanto antrópicas como naturales, son las mismas que afectan en general a todas las tortugas: la destrucción de sus hábitat, la pesca incidental en pesquerías tanto industriales como artesanales, huracanes o fenómenos meteorológicos que erosionan las playas donde ponen huevos, la contaminación con plásticos que terminan ingiriendo y asfixiándoles por dentro, y las luces artificiales que causan desorientación en los neonatos. Las hembras al anidar evitan áreas con luz intensa,  por eso la intervención humana en las costas puede impedir que  encuentren un lugar adecuado para hacerlo. En general, cualquier actividad agresiva, como los vehículos motorizados y la urbanización desmedida, las puede dañar. Las tortugas laúd, en particular, también son muy cotizadas por cazadores para la fabricación de  aceite.

Tortuga Laud, Dermochelys coriacea © Rocío Álverez-Varas ONG Carapara
Tortuga laúd, Dermochelys coriacea © Rocío Álvarez-Varas ONG Carapara

Tortuga Cabezona: 

Caretta caretta, también conocida como tortuga boba o cabezona, se encuentra desde Arica a Quinteros. Tiene una cabeza grande (de ahí su nombre) de color rojizo o amarillento a café oliváceo, ancha en la parte posterior y redondeada al frente. Mide en promedio un metro de largo y llega a pesar 180 kilógramos  El caparazón es café rojizo con cinco o más placas que son amarillentas por los bordes.  Las extremidades y la cola son oscuras al centro y amarillas en las orillas y por debajo. El macho adulto se distingue por tener una cola larga y delgada que sobrepasa el caparazón. Es principalmente carnívora, se alimenta de esponjas, medusas, moluscos, camarones, cangrejos, peces y ocasionalmente de algas.

Está en categoría de peligro crítico de extinción a nivel mundial, según la UICN, y en territorio nacional corre el mismo riesgo. El 90% de las crías que nacen son devoradas por depredadores como reptiles, aves marinas y algunos crustáceos. Además, sus poblaciones son diezmadas por el deterioro de su hábitat y captura incidental, o sea, no intencionada, en la pesca.

Tortuga Cabezona, Caretta caretta ©Carol Medrano, ONG Carapara
Tortuga Cabezona, Caretta caretta ©Carol Medrano, ONG Carapara

 

Tortuga Olivácea:

Lepidochelys olivacea, es la más pequeña de estas especies, pesa entre 35 y 50 kilogramos y mide poco más de 70 centímetros. Habita desde Arica a Quintero, tiene el caparazón corto y ancho con márgenes suaves. Posee de 5 a 9 pares de escudos costales, color gris cuando son jóvenes y verde oliva oscuro cuando son adultos. Su cabeza es relativamente grande algo triangular  y puede medir hasta 13 centímetros de ancho. Los machos tienen una cola larga y delgada que sobresale del caparazón, en las hembras es mucho más corta y no sobresale.  El caparazón es convexo a los costados y relativamente delgado en comparación a las otras especies de tortugas. Se tienen pocos registros de su comportamiento, se alimenta durante la mañana y se asolea en la superficie del océano durante la tarde para escapar de las bajas temperaturas del fondo del mar.

Es principalmente carnívora, se alimenta en los suelos arenosos en aguas de escasa profundidad, de invertebrados y protocordados como medusas, caracoles, camarones y jaibas, come algas cuando no hay otra fuente de alimentación.

Se encuentra en estado de conservación vulnerable tanto a nivel mundial como nacional, aunque los últimos treinta años se ha registrado una gran pérdida de población debido a la caza y captura por su cotizada piel y carne. Aunque es  la más abundante de las especies, anida en muy pocos lugares en el mundo: en América solo en Costa Rica, en las playas de Nancite y Tortuguero, y  en  el Océano Indico Occidental  a lo largo de la costa Este de África y en Omán, Pakistán;  en Guyarat, India, y la costa Este de India, Sri Lanka y Bangladesh. Por ser tan fiel y predecible en sus llegadas, es muy fácil de capturar y de recolectar sus huevos, que también son ilegalmente comercializados.

Tortuga Olivácea, Lepidochelys olivacea © Alejandro Fallabrino ONG Karumbé, Uruguay
Tortuga Olivácea, Lepidochelys olivacea © Alejandro Fallabrino ONG Karumbé, Uruguay

Tortuga Carey:

Eretmochelys imbricata, o tortuga carey se puede encontrar en la costa de la Isla de Pascua. Mide de 60 a 114 cm y pesa entre 45 a 68 kilos. Cuando son jóvenes su caparazón tiene forma de corazón, y a medida que van creciendo se extiende y redondea. Toma colores rojizos, café y beige, con formas solapadas y piezas más gruesas por los bordes. Su particular belleza la hace muy propensa a los cazadores, sobre todo los machos, que desarrollan tonos más brillantes que las hembras. Su cabeza cónica termina en una punta afilada, que se asemeja al pico de un ave, de ahí el nombre que recibe en inglés: hawksbill turtle (tortuga pico de halcón). Tiene un par de garras en cada aleta, en los machos son más largas y tienen cola más gruesa.

Evitan aguas profundas, y prefieren la costa donde hay gran cantidad de esponjas, su alimento favorito. También comen moluscos, erizos, peces, medicas y crustáceos. Como todas las especies de tortugas, migran miles de kilómetros entre los lugares donde se alimentan y donde anidan. Es la más tropical de todas las especies de tortugas marinas, aparece principalmente en las zonas de arrecifes de coral y  estuarios del Mar Caribe, el norte del Golfo de México, y  por toda América Central hacia el sur hasta Brasil. En el Pacífico Oriental se ha observado en Golfo de California, Norte de México,  Colombia y Ecuador.  Al igual que la Tortuga Laúd y la Tortuga Cabezona, se encuentra en peligro crítico de extinción tanto a nivel nacional como internacional.

Tortuga Carey, Eretmochelys imbricata ©Rocío Álvarez-Varas, ONG Qarapara
Tortuga Carey, Eretmochelys imbricata ©Rocío Álvarez-Varas, ONG Qarapara

Como todas las tortugas marinas, desovan en las orillas de las playas unos 150 huevos por vez en depósitos que se denominan embregues. Al eclosionar, las crías viven el momento más peligroso de sus vidas, y deben correr velozmente hasta el mar, evitando ser devoradas en el camino por crustáceos y aves. Nacen guiadas por ondas magnéticas invisibles que las impulsan a correr en dirección al océano, éstas dejan una huella única  que años después, les sirve de mapa magnético para volver a las mismas playas a poner sus propios huevos. Por eso, la salud de los ecosistemas costeros es tan importante para ellas.

Tortuga Verde, Chelonia mydas ©Carol Medrano,ONG Qarapara
Tortuga Verde, Chelonia mydas ©Carol Medrano,ONG Qarapara

Las tortugas  ayudan a mantener ecosistemas saludables, y de ellas depende el bienestar de muchas especies y de nuestros océanos. Sus grandes caparazones sirven de sustrato para algunas especies de crustáceos, que anidan en ellos y así se trasladan y aseguran su supervivencia. Medrano comenta que al ser una especie tan carismática, proteges muchos hábitats a través de ellas. «Cuando proteges tortugas no solo las proteges a ellas, sino todo lo que les rodea. Son especies paraguas», comenta la bióloga marina.

Actualmente, además de afectarles la degradación de los ecosistemas marinos y costeros, la captura incidental que sufren de parte de la industria pesquera, la contaminación de los océanos con plástico y las termoeléctricas que alteran la temperatura de las aguas y desechan metales pesados en el mar, el calentamiento global pone aún más en amenaza la conservación de esta especie ya que el aumento de las temperaturas que a nivel global destruye los arrecifes de coral, su principal fuente de alimento, también provoca una grave alteración en su reproducción: el sexo de las tortugas, a diferencia de otros vertebrados que viene determinado por los cromosomas, lo define la temperatura en que se encuentra el nido. De este modo, cuando las temperaturas son cálidas se generan solo especies hembras, por lo que los últimos años ha habido una disminución considerable de especies machos, lo que obviamente, restringe las posibilidades de que las tortugas marinas generen descendencia y se conserven como especie.

La extinción de una especie puede ser una de las consecuencias más graves del actuar irresponsable e inconscientes de los humanos sobre la naturaleza. Las alternativas para frenar este destino en las tortugas marinas deben ir de la mano de tratados internacionales -ya que al ser tan cosmopólitas, no sirve de mucho protegerlas en un solo país- que regulen la pesca, eviten la captura incidental y desechos se redes donde quedan atrapadas; que sancionen el tráfico de especies y productos hechos en base a ellas como cueros o huevos para consumo, y que protejan sus habitats, que son los arrecifes y costas, por eso, no es absurdo decir que detener el calentamiento global es la mejor manera de que estas viajeras sigan existiendo en nuestros océanos.

Tortuga Verde
Tortuga Verde, Chelonia mydas.

 

 

 

 

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