“Un día, de pronto, descubrimos a un hombre de gigantesca estatura, el cual, desnudo sobre la ribera del puerto, bailaba, cantaba y vertía polvo sobre su cabeza. (…) Era tan alto él, que no le pasábamos de la cintura”, relataba Antonio Pigaffeta, cronista del viaje de Fernando de Magallanes sobre su primer encuentro con los indígenas Aónikenk en la bahía de San Julián (provincia de Santa Cruz, Argentina), dando origen a la creencia de que existían gigantes en las remotas tierras australes.

De hecho, algunos mapas de la época se referían a ellas como gigantum regio o ‘región de gigantes’ y por casi 300 años se sucedieron navegantes de diferentes nacionalidades que en sus registros refutaban o alimentaban el mito. Incluso un navegante inglés aseguró haber encontrado esqueletos humanos de 12 pies (3,7 metros).

Recién a partir de los primeros viajes naturalistas en el siglo VXIII, el mito de los gigantes comenzó a desaparecer y los cronistas consensuaron que estos indígenas eran hombres corpulentos, pero dentro de los parámetros normales. Sin duda, una de las características de los Aónikenk era su estatura privilegiada, con un promedio de 1,80 metros, llegando algunos de ellos a alcanzar los 2 metros.

Grupo de tehuelches (dibujo de 1832). En "Voyage au pole sud et dans l'Oceanie ....." por las naves francesas Astrolabe y Zelee, bajo el mando de Jules Dumont d'Urville
Grupo de tehuelches (dibujo de 1832). En «Voyage au pole sud et dans l’Oceanie …..» por las naves francesas Astrolabe y Zelee, bajo el mando de Jules Dumont d’Urville / Wikimedia Commons

Hasta el día de hoy se suele enseñar que estos indígenas dejaban grandes huellas en la nieve, ya que cubrían sus pies con unas sandalias de piel de guanaco, y que por ello Magallanes los habría llamado patagones por sus pies grandes. Sin embargo, el aumentativo no correspondía y, si hubiera sido el caso, tendría que haberlos llamado ‘patudos’.

Según Mateo Martinić, Premio Nacional de Historia 2000 y especialista en la Patagonia, los historiadores concuerdan con otra teoría: “En el siglo XVI las novelas de caballería eran la locura del momento y Magallanes era un fiel lector de ellas. Cuando vio a este indígena, que era un ser medio extraño, le recordó al gigante Patagón de la novela Primaleón. De ahí derivaría el nombre de patagones y, luego, a Patagonia”, asegura.

Más allá de los mitos: los gigantes de la prehistoria

“Se hace imposible reflexionar acerca de los cambios que se han originado en el Continente Americano, sin experimentar el más profundo asombro. Ese Continente, en la antigüedad debió rebosar de monstruos enormes; hoy en día ya no encontramos más que pigmeos, si comparamos los animales que en él viven con sus razas similares extintas”, decía Charles Darwin. Y tenía toda la razón.

Paleoilustración gondawanaterio Magallonodon baikashkenke Créditos: Mauricio Álvarez
Paleoilustración gondawanaterio Magallonodon baikashkenke Créditos: Mauricio Álvarez

En la provincia de Neuquén, en la Patagonia argentina, se encontraron los primeros dinosaurios del hemisferio sur a fines del siglo XIX y más tarde se hallarían ahí algunas de las especies más grandes del mundo. En los años ‘90 se produjo un gran boom paleontológico en el país vecino: se encontró el Giganotosaurus carolinii, un carnívoro tan grande como el famoso Tyrannosaurus rex, y también el Argentinosaurus huinculensis, uno de los herbívoros más grandes que han existido. Desde entonces, los hallazgos han continuado y la región ha pasado a ser uno de los sitios clave de la paleontología internacional.

¿Qué ocurrió para que estos animales alcanzaran dimensiones tan grandes? Según David Rubilar, jefe de Paleontología del Museo de Historia Natural, la explicación es simple: “Porque tenían la arquitectura ósea para poder hacerlo, por ejemplo, los grandes saurópodos (los mayores animales que caminaron sobre la Tierra) tenían vértebras neumatizadas (es decir, con cavidades de aire dentro de los huesos) y en las articulaciones de sus extremidades enormes cartílagos amortiguaban el peso de los animales. No obstante, hay que considerar que, si bien algunos eran muy grandes, no significa que todos lo fueran. Es como hoy, que convivimos con el animal más grande de la historia, que es la ballena azul, pero eso no significa que todos los animales sean inmensos. En el tiempo de los dinosaurios pasaba lo mismo”.

Chilesaurus diegosuarezi. Dinosaurio del Jurásico Superior, de la Región de Aysén. Ilustración de Mauricio Álvarez, asesorada por la Red Paleontológica de la Universidad de Chile
Chilesaurus diegosuarezi. Dinosaurio del Jurásico Superior, de la Región de Aysén. Ilustración de Mauricio Álvarez, asesorada por la Red Paleontológica de la Universidad de Chile

Del lado chileno de la Patagonia también se han encontrado dinosaurios, como el Chilesaurus diegosuarezi, en la Región de Aysén, y el Stegouros elengassen, en la Región de Magallanes. Ambos de tamaño pequeño en relación con los antes mencionados, pero que representan verdaderas joyas paleontológicas. “Es importante aclarar un par de cosas: al contrario de lo que se piensa, una gran parte de los dinosaurios eran de tamaño pequeño y mediano. Por otro lado, la evolución y extinción de estos animales no fue homogénea en el planeta, así algunas familias se extinguieron en ciertas áreas durante el periodo Jurásico, pero prosperaron en otras zonas en el periodo siguiente, el Cretácico. Por lo tanto, podemos concluir que el tamaño no siempre revela la importancia del hallazgo de un dinosaurio y, por otro lado, una parte importante de la historia de los dinosaurios es desconocida en ciertas partes del mundo, en especial en latitudes altas del hemisferio sur, como el sur de Chile. Aquí yace la importancia de estos fósiles. Una de las hipótesis que manejamos sobre la presencia de estos dinosaurios es que son parte de linajes relictos (remanentes supervivientes) que se mantuvieron en esta parte del planeta por millones de años”, explica David Rubilar.

La localidad de Cerro Guido, donde se encontró el Stegouros elengassen, se ubica a un costado del Parque Nacional Torres del Paine, se comenzó a estudiar hace menos de una década y ya es considerado el mayor yacimiento fósil y paleontológico de Chile. Sergio Soto, uno de los paleontólogos que hizo el hallazgo de este dinosaurio, explica que concentra evidencia geológica y paleontológica de la conexión entre Sudamérica y Antártica de fines del Cretácico. “Las capas reflejan cambios en los niveles del mar y la evolución del ambiente en un lapso de casi 20 millones de años de depósito de estos sedimentos, desde los 83 a 63 millones de años. Hemos encontrado en diferentes niveles distintos tipos de dinosaurios, plantas y mamíferos tan peculiares como el Magallanodon baikashkenke, que es el mamífero fósil más antiguo de Chile con 74 millones de años. Hay toda una historia perdida en los continentes del hemisferio sur que había sido ignorada. Aún conocemos la mitad de la historia de los dinosaurios y podemos reescribir la historia desde acá”, asegura.

Stegourus elengassen. Dinosaurio anquilosaurio de fines del Cretácico en Magallanes. Esta ilustración fue portada de la Revista Nature en diciembre de 2021. Ilustración por Mauricio Álvarez.
Stegourus elengassen. Dinosaurio anquilosaurio de fines del Cretácico en Magallanes. Esta ilustración fue portada de la Revista Nature en diciembre de 2021. Ilustración por Mauricio Álvarez.

Los gigantes del mar

Hace millones de años atrás, cuando el actual Parque Nacional Torres del Paine era una gran cavidad marina llamada “Cuenca de Rocas Verdes” y sus famosos macizos gigantes de granito estaban sumergidos, la zona era un paraíso para los ictiosaurios, grandes reptiles marinos que podían medir hasta 15 metros, similares en fisonomía a los actuales delfines y que tenían la particularidad de eclosionar sus huevos dentro de la madre, para luego dar a luz sus crías.

Desde el primer hallazgo en 1997 se han encontrado en el área del glaciar Tyndall más de 100 ejemplares, en su mayoría descubiertos por la paleontóloga magallánica Judith Pardo y su equipo. Entre marzo y abril de este año lograron rescatar al primer ictiosaurio completo de Chile, una ejemplar hembra preñada a la que bautizaron como Fiona.

“Esta zona es clave por varias razones. Es uno de los pocos sitios donde se encuentran ictiosaurios del Cretácico temprano (130 a 140 millones de años atrás); la mayoría de los que se han encontrado en el mundo son más antiguos y corresponden al Triásico y al Jurásico. Por otra parte, hay escasos hallazgos de estos reptiles marinos en el hemisferio sur, y, además, es uno de los sitios donde se han encontrado ejemplares con la mejor preservación a nivel mundial, pues están completos y articulados”, explica Judith Pardo.

Otro factor diferenciador de los demás hallazgos en el resto del mundo es que en el área solo se han encontrado ictiosaurios de menor tamaño, la mayoría de ellos bebés, juveniles pequeños y un par de hembras preñadas. “Descubrimos, además, que este sitio tenía abundancia de comida, porque hay muchos registros de peces e invertebrados, y que no había depredadores, por lo que posiblemente era un lugar de crianza para los ictiosaurios. Lo que estamos estudiando ahora es si llegaban estacionalmente o no, tal como ocurre en las ballenas, que hacen migraciones en épocas más cálidas, donde van a dar luz y se quedan a desarrollar las crías. De ser así, sería el único lugar de crianza de ictiosaurios conocido hasta el momento en todo el planeta”, agrega Judith Pardo.

Los gigantes del pleistoceno

Magallanes no fue el primero que habló de gigantes. Los primeros habitantes de la zona ya contaban con relatos de enormes criaturas, cubiertas de pelo, con cola y a las que no se podía matar con flechas, porque rebotaban. Probablemente se referían al milodón (Mylodon darwinii), un mamífero herbívoro de más de dos metros de alto, pariente del perezoso amazónico. Una de sus características era su piel extremadamente dura, compuesta por diminutos huesos y un pelaje muy tupido, lo que la hacía resistente a los ataques de otros animales por lo que, en teoría, las flechas podrían haber rebotado en su piel. 

Sin embargo, no sería posible que coexistieran con el pueblo Aónikenk, pues estos animales se extinguieron hace fines del Pleistoceno, es decir, hace unos 10.000 años A.P. Sin embargo, sí coexistieron con pueblos conocidos como paleoindios, que se consideran la base de culturas más recientes.  

Se estima que Sudamérica perdió alrededor de 52 géneros de mamíferos durante la Extinción del Cuaternario Tardío (entre 50 mil a 8 mil años antes del presente), muriendo más del 80% de los grandes mamíferos sudamericanos ¿Por qué se extinguieron estos grandes animales y sobrevivieron los pequeños, como pudú, chingue o algunos zorros? Según Rafael Labarca, Doctor en Arqueología, “no habría una explicación única y hay que evaluarlo caso a caso. Sí debemos considerar que los animales más grandes tienen un tiempo de gestación mayor, una tasa más lenta de reproducción y menos número de crías, lo que sin duda afecta versus animales menores”.

Un estudio realizado por la paleoecóloga y Doctora en Biología Integrativa, Natalia Villavicencio, dio luces de cómo se extinguieron estos animales en el sector de Última Esperanza, Región de Magallanes. Entre la megafauna de esta zona había milodón, tigre dientes de sable, hippidion (caballos americanos), macrauquenia patagónica, dos especies extintas de llamas, pantera patagónica, oso patagónico, entre otros. Según la publicación, la desaparición de estos animales se produjo por un conjunto de factores climáticos que cambiaron la vegetación de pastizales a bosques de Nothofagus cada vez más densos, sumado a incendios y competencia de los humanos con los carnívoros. Primero, habrían desaparecido los carnívoros, para luego extinguirse los herbívoros.  

Los gigantes del presente

Carl Bergmann (1814-1865) fue un naturalista y biólogo alemán que, en el año 1847, desarrolló una de las reglas biogeográficas más importantes en el ámbito de la biología y la ecología. La conocida regla de Bergmann postulaque los animales endotermos (capaces de mantener una temperatura corporal metabólicamente favorable independientemente del ambiente) tienen más tamaño en climas fríos que en áreas calientes. En teoría los animales más grandes tendrían una mayor capacidad para sobrevivir periodos de escasez de recursos (por sus mayores reservas energéticas en tejidos más voluminosos), además de permitirles preservar el calor corporal de una manera más eficaz.

Puma (Puma Concolor) en Estancia Cerro Guido. Créditos: ©Nicolás Lagos
Puma (Puma Concolor) en Estancia Cerro Guido. Créditos: ©Nicolás Lagos

Agustín Iriarte, experto en mamíferos chilenos, lo ejemplifica con los pumas: “Estos felinos tienen el área de distribución más extensa que cualquier mamífero terrestre en el hemisferio occidental, cubriendo más de 100° de latitud desde Alaska a Magallanes. Los pumas son más grandes en los extremos, por ejemplo en Patagonia, que los que viven en Centroamérica. Y no solo eso. Las subespecies de hábitats más fríos generalmente comen presas más grandes y se especializan en un menor número de especies, mientras que en hábitats tropicales, se alimentan de presas más pequeñas y variadas”, explica. “En la misma línea, diversos estudios han demostrado que los guanacos son de mayor tamaño en Tierra del Fuego que en la zona central”.

Como recalca Mateo Martinić: “De algún modo el apelativo de tierra de gigantes trasunta a toda la enormidad de la Patagonia: los horizontes, los espacios, los cielos, la estepa, los glaciares, las montañas, la fauna. Da para alimentar este concepto de que en Patagonia todo es enorme e increíble”.

Comenta esta nota

Comenta esta nota

Responder...