Un dato mencionado muchas veces, pero que no deja de ser sorprendente, es que el 63,8% del territorio nacional se encuentra en zonas de montaña, según el Diagnóstico de Montaña de la FAO del 2012. Si bien la cifra por sí sola ya es asombrosa, lo es aún más el hecho de que, a pesar de la gran superficie, tengamos como país una incipiente mirada hacia estos espacios y, sobretodo, de quienes deben tomar las decisiones con respecto a su conservación, gestión, acceso y uso.

El Ministerio de Bienes Nacionales es un organismo público de gran relevancia, pero poco se sabe de su quehacer y su alcance. Quienes lo conocen, lo hacen principalmente por su labor entregando títulos de dominios y concesiones. Sin embargo, este ministerio tiene a su cargo una misión muy importante: “realizar una gestión eficiente del patrimonio territorial de todos los chilenos…”, un patrimonio que alcanza el 53,7% del territorio nacional y del cual 70% está en la montaña (más de 29 millones de hectáreas), según el catastro de propiedad fiscal en zonas de montaña lanzado –por primera vez– por el ministerio a inicios de este 2018.

©Sergio Infante
©Sergio Infante

Desde la creación del ministerio, hace 87 años, éste no ha contado con información territorial de montaña fiscal tan detallada y organizada como hasta ahora. Esto revela que durante un largo periodo de tiempo se vendieron y entregaron en administración muchos terrenos fiscales sin tener un criterio claro, integrador y responsable de todas las particularidades que allí conviven, lo que hace presumir que su gestión no ha sido tan eficiente como debiera ser o como la sociedad esperaría que fuera.

Para quienes no saben, las montañas son ecosistemas fundamentales para la subsistencia de la vida en la tierra, no es exageración. Allí está la cuna de uno de nuestros elementos más vitales: el agua. En Sudamérica, el 80% de los glaciares se encuentran en las montañas, cumpliendo la importante función de abastecer de agua a los valles. Las montañas son además hogar de una alta biodiversidad de flora y fauna, son fuente de recursos naturales y servicios ambientales; generan sentido de pertenencia formando parte de la identidad territorial; son lugares de culto para pueblos originarios y comunidades locales y en ella convergen un sinnúmero de actividades recreacionales y deportivas como el montañismo, senderismo, escalada, entre otros. Todas estas características hacen de las montañas ecosistemas complejos, únicos y de una relevancia subestimada, que requieren de forma urgente una gestión eficaz que asegure el resguardo necesario para su conservación y buen uso.

©Harry Brito
©Harry Brito

Corresponde mencionar y valorar que el Ministerio de Bienes Nacionales ha tomado algunas medidas acertadas que deben potenciarse y fortalecerse. Por una parte, conscientes de la importancia de proteger la naturaleza de las crecientes amenazas y presiones humanas y con el afán de aportar a los compromisos internacionales de protección de la biodiversidad, el Ministerio implementó el año 2003 el programa de Bienes Nacionales Protegidos (BNP) que hoy cuenta con 58 unidades.

El instrumento funciona como un sistema de auto-adjudicación ministerial de territorios de importancia para la conservación y desarrollo sustentable que permite posteriormente concesionar a privados para que lleven a cabo estos fines. Lo interesante de los BNP es que cada predio debe contar con guías o planes de manejo, aportando al vacío actual de ordenamiento territorial a escala país. Si bien esta figura tiene potencial, a la fecha sólo 31 unidades cuentan con plan de manejo y las que lo tienen, no cuentan con una adecuada y oportuna fiscalización. Continuar identificando nuevas áreas de interés para conservación y trabajar en fortalecer las que ya están implementadas son aún tareas pendientes del ministerio.

©Camilo Hornauer
©Camilo Hornauer

Por otra parte, el programa de Rutas Patrimoniales surge como una herramienta que fomenta el turismo sustentable en sectores con alto valor paisajístico y cultural, implementando senderos transitables. A la fecha existen 72 rutas patrimoniales a lo largo del país. Potenciar este programa ayudaría a mejorar el acceso a espacios naturales, permitiendo que más ciudadanos puedan relacionarse con la naturaleza, punto clave si queremos llegar a ser una sociedad culturalmente más consciente y respetuosa. Es importante que los senderos que se implementen cumplan con los estándares mínimos de seguridad, de infraestructura y señalización al igual que en las Áreas Silvestres Protegidas del Estado.

El catastro de montaña antes mencionado, viene a sumarse a estos avances, fortaleciendo el quehacer del Ministerio de Bienes Nacionales al contribuir con un entendimiento más profundo del territorio, permitiéndole tomar decisiones más coherentes e integradoras respecto a estos espacios. Asimismo, este insumo está disponible y descargable para que personas y organizaciones puedan utilizarlo. Después de todo, según estimaciones provenientes del catastro, el fisco tiene en sus manos el 60% de TODAS las montañas de Chile y aún existen 16 millones de hectáreas que no están siendo administradas, es decir que, hasta el momento, no han sido clasificadas en cuanto a sus usos (entiéndase que la conservación también es un uso), y no cuentan con suficiente fiscalización, por lo tanto, son sólo parte del inventario ministerial.  A esto se suma la falta de criterios claros para la asignación de concesiones y el hecho de que otros organismos públicos o leyes están por sobre las decisiones que pudiera tomar este ministerio, como la ley minera.

©Sergio Infante
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Hoy, en un contexto en que las montañas han tomado mayor relevancia para la ciudadanía, manifestándose en el sector público con una Política de Gestión Sustentable de las Montañas en camino y una idea de legislar sobre el acceso a las mismas, se espera que el ministerio no se quede atrás y le tomé el peso a la gran responsabilidad que recae en él. Reducir las ventas de terrenos fiscales en montaña, definir criterios de uso apropiados para aquellos sitios que no están siendo administrados, aumentar la fiscalización y fortalecer los programas existentes, puede ser un buen punto de partida.

Es tiempo de que Chile releve el valor de sus montañas y deje de percibirlas sólo como las “grandes proveedoras de cobre y otros minerales”, que las reconozca como un tesoro con múltiples dimensiones sociales-culturales-ambientales, y que las empiece a ver con los ojos y respeto de quienes las habitan y la habitaron, con los ojos de un explorador o montañista que quiere visitar sus valles y cumbres, y las sienta con el corazón de quienes velamos por su conservación y protección.

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