“Había un chileno, borracho, pero yo no sabía”, advierte Brady Robinson (52) al intentar explicar una de sus primeras visitas al valle de Cochamó (Región de Los Lagos), a principios de los 2000. “Claramente, él tampoco sabía leer un mapa”, aclara, entre risas.

Ese sureño le explicó, señalando un mapa, que había un río que se llamaba La Junta, en Cochamó, y que junto a él encontraría un sendero. Brady estaba acompañado de una amiga y decidieron rápidamente que ese sería su destino.

Cortesía Brady Robinson
Lucía Powell durante una exploración temprana de La Junta, cruzando al siguiente valle al norte. Cortesía Brady Robinson

Buscaron el sendero, pero no existía. Lo persiguieron por horas, pero no había señal de que alguien hubiese caminado por ahí. “Era joven, tenía ganas. Decidimos seguir, fuimos igual, pero caminando por el río. Llegamos a un paso. Vimos un alerce. Primera vez en mi vida que veía un alerce”, explica Brady.

Hace una pausa. “¡Es que estos árboles tienen un alma! No soy un abrazador de árboles, pero ante la presencia de un árbol milenario se siente una energía, una presencia. Y alrededor no había ningún rastro humano (…). No lo podía creer. Tenía ante mis ojos algo tan prístino que no era parque nacional, ni contaba con ningún tipo de protección. En mi país, Estados Unidos, no existía nada así. Definitivamente marcó mi vida”, explica.

A más de 20 años de ese encuentro, Brady es director de filantropía de Freyja Foundation, una de las organizaciones —junto a Puelo Patagonia, The Nature Conservancy, Wyss Foundation y Patagonia INC—que impulsa el proyecto Conserva Puchegüín, que busca proteger 133 mil hectáreas de una hacienda homónima. El lugar alberga más del 10% de los alerces del mundo. Y también es un destino para los amantes de la escalada, siendo incluso considerado el “Yosemite” de Latinoamérica.

Hacienda Puchegüín. Créditos_ Matthew Scott
Hacienda Puchegüín. Créditos: Matthew Scott

La pasión por escalar

Brady nació en Minessota, Estados Unidos. Con su padre aprendió a esquiar y a hacer canotaje cuando era pequeño. Además, le fascinaban los árboles. “Me dio por escalarlos. Tenía la pasión de estar en la altura, siempre arriba de algo. Por eso busqué paredes. Pero no tenía cuerdas ni experiencia. Un día, estaba debajo de un puente para escalarlo y un ‘escalador real’ me dijo que tuviera cuidado. Me enseñó a usar cuerdas. Tenía 15 años, era el año 1987”, recuerda.

En la universidad desarrolló una buena amistad con Jimmy Chin, también de Minessota, quien ahora es reconocido como un famoso documentalista de deportes extremos. “Empezamos a escalar juntos y queríamos hacer grandes aventuras de nuestras vidas”, asegura.

Brady y Jimmy Chin en Joshua Tree (1996). Cortesía Brady Robinson
Brady y Jimmy Chin en el Parque Nacional Joshua Tree (1995). Cortesía Brady Robinson

Brady le enseñó a Jimmy algunas cosas técnicas de fotografía en una salida a escalar. Recuerda que esa vez él debe haber tomado unas 100 capturas, mientras que su amigo unas seis. Luego, cuando decidió vender las fotografías, la empresa que compró eligió solo una. Era de Jimmy. Les pagaron 400 dólares. Se dividieron las ganancias. Esa fue la primera fotografía que Jimmy Chin vendió en su vida. “Soy conocido con un asterisco en la vida de Jimmy Chin. Yo soy más ingeniero. Él es más artista. Por eso yo creo que fuimos un gran equipo”, explica.

En su búsqueda de aventuras, el equipo viajó por el mundo. Junto a Conrad Anker, la cordada se propuso la misión de subir la cara sur del K7, en el valle de Charakusa, en la cordillera de Karakoram, Pakistán. Todo quedó registrado en un documental de 37 minutos, que algunos consideran como los primeros destellos de “Meru”, conocido documental de Jimmy previo a Free Solo.

“Subimos con 10 días de comida, pero nos quedamos más de quince días arriba. Entre medio, hubo una tormenta que duró cinco días. Durante ese tiempo nos resguardamos en un espacio que debe haber sido para dos personas. Después de la tormenta intentamos seguir, pero sin energía. Fuimos a unos largos y resultó ser una mala idea. No lo logramos. Pero bueno, las expediciones que no son exitosas a veces tienen más impacto que las que logran cumbre. Fue duro, estábamos a 200 metros desde la base, pero faltaba mucho. Fue una gran aventura”, comenta Brady.

A diferencia de sus dos compañeros, qué más adelante se harían conocidos por grandes y primeras ascensiones en el mundo y sus registros, Brady se alejó de la escalada alpinista. Dice que la razón de aquello estuvo esos close calls o accidentes en los que casi muere escalando roca. La primera vez fue en 1999 tras caerse de un Serac en Charakusa. Y luego, en el mismo lugar, 2 años después cuando una cornisa de nieve se derrumbó bajo sus pies a 800 metros. «Después de un intenso período de escalada alpina, bajé el ritmo y tomé menos riesgos», dice.

“Hay cosas que no puedes controlar. No quería pasar tanto tiempo en una carpa esperando buen clima (…). En su momento, esa fue la forma de escalar que decidimos hacer. Yo tenía el pensamiento de que, si uno lo quiere hacer, que lo haga. Pero es una logística complicada. Se va a lugares que tienen otros idiomas, comidas y culturas. De repente estás frente a la montaña, con miedo seguramente y solo queriendo estar en casa. Es absurdo, pero para nosotros lo valió todo”, explica Brady.

«Todavía escalo ahora, pero me interesan poco los objetivos de alto riesgo. Tengo otras cosas que son más importantes para mí: mis hijas, mi familia, mi novia, mi trabajo. Estoy agradecido por el tiempo que pasé en las altas montañas nevadas, y agradecido por mí y por mis seres queridos porque mis amigos y yo nunca pagamos el precio máximo por nuestras aventuras», asegura.

Cortesía Brady Robinson
Steph Davis y Jimmy Chi, Torre Tahir, 2000. Cortesía Brady Robinson

De esta forma, en vez de dedicarse a la escalada alpina profesional, Brady enfocó sus esfuerzos en la conservación. Según explica, es común en Estados Unidos que grandes escaladores finalmente se transformen en conservacionistas: “si tienes experiencias intensas en la naturaleza, más ganas de protegerla vas a tener. A veces estamos semanas en un lugar, que nos enseña a controlar el miedo y otras cosas (…). Los escaladores normalmente quieren buscar hacer algo diferente, es como un espíritu en las vidas modernos. Por ejemplo, yo de joven busqué árboles, paredes, ¡escalé bastante! ¿pero qué es más valeroso para los seres humanos? ¿Qué aventura duraría más de un mes? Esa es la conservación (…). Entonces, también hay algo de aventura en lo que hacemos ahora”.

El camino por la conservación de Cochamó

Cortesía Brady Robinson
Director de Access Fund, 2008. «Trabajamos para mantener las áreas de escalada abiertas y accesibles y para evitar que se instalen señales como esta». Cortesía Brady Robinson

“Me llama la atención que muchos chilenos no conocen la Patagonia argentina y viceversa”, dice curioso Brady, “para mí es extraño porque yo he venido desde los Estados Unidos durante 20 años. Me encanta la Patagonia, en sus dos lados. Desde lo seco y estepa del argentino; hasta el verde y las montañas del chileno”.

Él conoció este lugar del sur del planeta por la escalada. En Argentina, fue al Fitz Roy dos veces. En Chile, hizo cursos de escalada en los que llevó a muchos estudiantes extranjeros a lugares cercanos entre Cochamó y Argentina. Pero eventualmente volvió a Estados Unidos, donde entró al mundo de la conservación, sin desligarse del deporte. Trabajó en la organización activista Access Fund, enfocada en defender los derechos a escalar de estos deportistas en Estados Unidos. Ahí fue director por 11 años y conoció de cerca el mundo de la conservación.

“Por ese trabajo tuve contacto con escaladores de Cochamó. Y un donante de la fundación, Carl Dean, me comentó que su hermana Anne —directora de la Fundación Freyija— quería proteger terreno en América del Sur, pero no sabía qué hacer”, explica Brady.

Hacienda Puchegüín. Créditos: Rodrigo Condeza.
Hacienda Puchegüín. Créditos: Rodrigo Condeza.

Inmediatamente, Brady pensó en Cochamó. “Se me vino también a la cabeza Kris Tompkins y organicé un viaje a Chile para verla en su casa del Amarillo en el Parque Pumalín. Fue como un año y medio después de que Doug murió. Ella estaba triste, intentando donar los parques nacionales a Chile. Tuvimos una gran experiencia con ella. Luego fuimos a Cochamó, donde existía una propiedad que se llamaba Campo Aventura, en venta. No quisieron vender y después supimos que Roberto Hagermann compró el terreno. En ese minuto fue una tragedia”, explica él.

Mapa de la Hacienda Puchegüín. Créditos: Conserva Puchegüín.
Mapa de la Hacienda Puchegüín. Créditos: Conserva Puchegüín.

Tragedia, porque Hagermann llegó a poseer más de 131.500 hectáreas en Cochamó, correspondientes a la Hacienda Puchegüín. Se propuso, junto a socios, construir una central hidroeléctrica en la zona. Pero dicho proyecto fue rechazado en tribunales en 2017, luego de una gran iniciativa comunitaria. Actualmente, luego de una década de enfrentamientos, se llegó a un acuerdo para su venta con Puelo Patagonia. Entre medio, Activo Austral puso a la venta 309 hectáreas que tenía destinadas a parcelaciones, las que compró Freyia Foundation. Así, se dio una inédita oportunidad en la que se firmó un acuerdo de compra con los propietarios actuales de la gran hacienda Puchuegüín.

“Fuimos a conocer nuestra propiedad y nos contactamos con Wyss Foundation. Alquilé un helicóptero y volamos por todo Puchegüín. Después de 30 minutos, seguíamos viendo la hacienda. Media hora más; seguíamos en Puchegüín. Cumbre virgen; Puchegüín. Todo esto estaba intacto. Eso generó un gran impacto. Hablamos con Puelo Patagonia, que en ese minuto solo estaban enfocados en bloquear acciones malas, para que se incentivaran con la compra. Se pagó por un estudio a cabalidad de la zona y con eso logramos levantar fondos con Wyss”, explica Brady.

Cortesía Brady Robinson
Brady Robinson en el Festival Ladera Sur por Conserva Puchegüín

Así, se fue armando un gran proyecto para proteger un ecosistema de alto valor, en el que se busca recaudar 78 millones de dólares para proteger la Hacienda Puchegüín. La iniciativa busca diseñar, junto a la comunidad local, un plan de conservación y gestión del territorio a 7 años, involucrando desarrollo económico sostenible, habilitación de la infraestructura y servicios necesarios. Y también se plantea como un nuevo ejemplo de conservación, en el que se busca aunar esfuerzos jurídicos, financieros y políticos para lograr un bien común. En eso, no solo se busca involucrar a la comunidad local, sino que motivar a los mismos chilenos a conservar sus propios territorios, para que no sean solo extranjeros quienes donen. Se trata de un modelo de conservación moderno que une filantropía e inversiones de impacto para generar cambios.

Cortesía Brady Robinson
Brady y su hija Taylor Robinson luego de realizar la «ruta de la herradura» en la zona de Cochamó, iniciando la subida por el valle del Río Manso y bajando por el valle del Río Cochamó. Febrero, 2024. Cortesía Brady Robinson

“En Estados Unidos tenemos una cultura de filantropía. Tenemos reglas en las que puede haber grandes beneficios cuando donas con impuestos. Acá en Chile aún no existe esa cultura, por eso la mayoría de los donantes por ahora son extranjeros. Nos gustaría que nuestro proyecto inspire a filántropos chilenos. Existen casos similares, como Cabo Froward y otros, con sus propias propiedades privadas de conservación, pero son los menos frecuentes. Por eso, buscamos una vía entre ambas culturas. Todos reconocemos que Cochamó es increíble y que tiene que ser protegido. Y eso es lo que vamos a hacer”, dice.

Las actual escalada de Brady Robinson

Para esta entrevista, Brady toma su café americano y no deja de hablar apasionadamente de Cochamó. Viste formal, viene de una reunión. Se prepara para su vuelo de vuelta a Estados Unidos, en el que viajará junto a su pareja. Detrás de esa formalidad, hay un hombre que detalla su amor por la Patagonia y la conservación de los ecosistemas del sur del mundo, lejos de su lugar natal.

Cortesía Brady Robinson
Brady escalando cerca de su casa en Boulder, Colorado, 2024. Cortesía Brady Robinson

Habla de los recientes proyectos de la Fundación Freyja en Argentina, donde ayudan con fondos a los proyectos de Rewilding del Parque Patagonia, así como apoyo en infraestructura, entre muchas otras cosas.

Y, en otro extremo, también cuenta que el día anterior fue a escalar junto a Lucho Birkner en las cercanías de Santiago. “Todavía escalo. Me encanta disfrutar lugares nuevos o con volcanes. La escalada es como una excusa para visitar lugares nuevos y compartir con personas que están en lo mismo. Cerca de mi casa, en Estados Unidos, está Eldorado Canyon, un parque en el que he escalado cientos de veces. Entonces, tengo lugares que conozco, conozco nuevos y comparto con las personas. Me gusta hacer algo más íntimo que solo escalar”, finaliza.

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