En Tinquilco vive el sexto árbol más grande de Chile, de más de 65 mil estudiados, y el segundo coigüe con mayor diámetro –superior a los 2,5 metros–, de los más de 2.112 catastrados. Al caminar por el Bosque Templado lluvioso que crece en Tinquilco, los expertos cuentan haber escuchado el canto de la ranita de Darwin, animal endémico de los bosques templados de Chile y Argentina, al igual que ver las huellas del ciervo más pequeño del mundo, el pudú.

La cuenca de Tinquilco y el lago del mismo nombre, se alimenta de los lagos Verde, Toro y Chico y las lagunas Escondida, Seca y Sin Nombre, más algunos esteros, los cuales dan vida a 100 hectáreas de aguas casi prístinas. En la cuenca y alrededor del lago Tinquilco habitan especies emblemáticas, como el puma, la ranita de Darwin y el monito del monte, así como árboles que superan los 50 metros de altura y los dos metros y medio de diámetro, características que los convierten en árboles monumentales que, a su vez, generan el hábitat perfecto para cientos de especies, para la investigación y la valoración de la naturaleza.

Bosque nativo Tinquilco ©Álvaro Gutiérrez
Bosque nativo Tinquilco ©Álvaro Gutiérrez

El Dr. Alvaro Gutiérrez, académico del Departamento de Ciencias Ambientales y Recursos Naturales de la Universidad de Chile, ha trabajado en la cuenca y ha descubierto algo increíble en la actualidad: bosques sin la intervención del ser humano. “Son bosques intactos, maduros, que no tienen evidencia de haber sido intervenidos”, comenta. Los bosques intactos en primer lugar tienen nula o escasa intervención humana, representan un patrimonio para las próximas generaciones y albergan biodiversidad única, son ecosistemas críticos para las estrategias de conservación, explica el especialista.

Estos bosques se originaron hace milenios y se vuelven muy relevantes para la historia natural, tienen una mayor complejidad y son heterogéneos, además de representar sistemas naturales que permiten tener referentes de los cambios”, explica Gutiérrez.

Árbol monumental de coigüe ©Álvaro Gutiérrez
Árbol monumental de coigüe ©Álvaro Gutiérrez

El lago se encuentra abrazado por exuberantes bosques nativos, donde crece el segundo coigüe más grande de Chile, en plena Región de la Araucanía, a menos de una hora de Pucón y al lado del Parque Nacional Huerquehue. Pero sucede algo particular, ese coigüe como tantos otros árboles y animales del sector no están protegidos y quedan a la merced de los propietarios de las parcelas y predios donde crecen estos árboles.

Uno puede preguntarse ¿por qué proteger estos árboles? El Dr. Álvaro Gutiérrez, quien ha realizado el catastro de miles de árboles a lo largo del país, dice que son un punto de partida para la fascinación por la naturaleza. En la actualidad son rarezas del mundo natural, regulan el funcionamiento de los ecosistemas, permiten entender las adaptaciones de los distintos organismos, representan un patrimonio biocultural y, finalmente, son sobrevivientes de una fuerte explotación forestal.

Ranita de Darwin ©Andrés Valenzuela Sanchez
Ranita de Darwin ©Andrés Valenzuela Sanchez

En la ladera oeste del lago el Dr. Antonio Lara, académico de la Universidad Austral de Chile, dice que “se han fechado con técnicas de dendrocronología, basadas en el estudio de los anillos de crecimiento de los árboles, un tineo de 347 años. Además de esta especie nativa, hay coigües, tepas y mañíos de hojas cortas, creciendo en bosques antiguos que por su composición y estructura son únicos en la Araucanía”. 

Únicos también son los anfibios, específicamente los anuros, que se conocen como ranas o sapos, que están presentes en la cuenca de Tinquilco. De hecho los estudia el Dr. César Cuevas, docente del Departamento de Ciencias Biológicas y Químicas de la Universidad Católica de Temuco, quien detalla que son 13 las especies de anuros que potencialmente habitan la cuenca. Él ha escuchado y visto la rana jaspeada (Batrachyla antartandica), ranita de Darwin (Rhinoderma darwinini), y sapo rosado (Eupsophus roseus), especies muy difíciles de encontrar en ambientes prístinos pues disponen de muchos refugios.

Esto significa que  son una clara señal de la buena condición del bosque,  pues son reconocidos como “bioindicadores”. Su presencia indica que los ecosistemas están saludables. Por lo mismo, es difícil encontrarlos en Chile. “De estas especies, se tiene bastante información en los aspectos reproductivos, etológicos, de desarrollo, etc., sin embargo, aún se necesita mayor conocimiento, para poder esbozar un plan de conservación apropiado”, explica el especialista.

Tanto los árboles monumentales, el monito del monte,  el pudú, puma, la famosa ranita de Darwin y cientos de otras especies de flora y fauna junto con los cursos de agua y el lago Tinquilco están esperando qué sucede con esta zona que está fuera de la área de protección del Parque Nacional Huerquehue.

Alsodes en la laguna Verde, Huerquehue. ©César Cuevas
Alsodes en la laguna Verde, Huerquehue. ©César Cuevas

Una iniciativa presentada en 2018 por el Comité de Protección y Desarrollo Sustentable de Tinquilco, organización comunitaria que reúne a vecinos aledaños a la cuenca del lago Tinquilco y que busca declarar casi 300 hectáreas como santuario de la naturaleza, aún no se materializa, Esta iniciativa fue aprobada por el Consejo de Monumentos Nacionales y el Ministerio de Medio de Medio Ambiente en sus aspectos técnicos y jurídicos. Ahora espera, desde enero 2019, que la Ministra de Medio Ambiente, Carolina Schmidt, la someta al Consejo de Ministros para la Sustentabilidad y así tener la oportunidad de ser en el primer santuario de la Región de la Araucanía.

Sobre este punto Cuevas asegura que el Santuario de la Naturaleza es la única figura de protección real de este tipo de paisaje natural: “No sabemos cuántas nuevas especies para la ciencia nos hemos perdido la oportunidad de conocer, de algunos lugares que han sido destruidos por la sobreexplotación de los recursos naturales. Aquí tendremos la oportunidad de conocer mejor las especies ya descritas y, ¿por qué no?, probablemente tengamos la oportunidad de conocer nuevas especies, no sólo de anfibios, sino de otros animales que son poco estudiados en Chile”.

©Andrés Valenzuela Sanchez
©Andrés Valenzuela Sanchez

Por su parte Andrés Valenzuela Sánchez, Presidente ONG Ranita de Darwin, declara que Chile necesita más bosques nativos maduros para proteger especies únicas como la ranita de Darwin. «Estudios científicos han permitido detallar como esta especie necesita los bosques nativos maduros para desarrollarse en total plenitud; este ambiente es su hogar predilecto», el especialista quien añade que es precisamente este tipo de ambiente el que se puede encontrar en Tintilco. «Lamentablemente, estos paraísos se han convertido en una piedra preciosa del mundo natural: maravillosos, pero extremadamente escasos. Este país se ha caracterizado por una larga tradición de incentivo estatal al reemplazo de estos ambientes prístinos por paisajes mucho menos diversos, dominados por la agricultura, la ganadería y las plantaciones forestales de árboles exóticos como el pino y el eucaliptus», sentencia Valenzuela y agrega: «Creemos firmemente que ha llegado la hora de que Chile elija el desarrollo sustentable, donde se equilibre el tan necesario desarrollo económico con la protección de nuestra biodiversidad. De esta forma todos ganaremos; los bosques nativos maduros no solo protegen a la ranita de Darwin, si no que también nos entregan agua pura, mitigan el cambio climático, fomentan el turismo y, por último, pero no menos importante, nos maravillan».

Comenta esta nota

Comenta esta nota

Responder...