Adaptación. Esa es la característica principal del visón (Neovison vison) que hace tan fácil su avance y casi imposible erradicarlo de áreas donde ha sido introducido. Come prácticamente de todo: peces, anfibios, reptiles, roedores, aves silvestres, aves de corral, cerdos y corderos recién nacidos, mascotas y, básicamente, lo que pille a su paso. Y no solo eso, es tan adaptable, que si su alimento está disponible en horarios no crepusculares (donde prefiere salir), no tiene problemas en cambiar sus hábitos y dejar el descanso para otro momento.

“Su distribución depende de la presencia de cursos de agua, de individuos del mismo sexo, y de la disponibilidad de alimento, pudiendo haber machos y hembras en el mismo territorio, pero utilizando diferentes espacios. Por ejemplo, puede que las hembras se dediquen a cazar más peces y los machos se enfoquen más en las aves. O bien se segreguen temporalmente y las hembras tengan mayor actividad de día y los machos de noche, como respuesta a la competencia. Sin embargo, se ha visto en diferentes partes del mundo que cuando existe abundante disponibilidad de alimento o, por el contrario, este escasea, pueden varios individuos del mismo sexo compartir el mismo espacio, o, por el contrario, aumentar considerablemente la competencia, sin dar lugar a la segregación espacial o temporal. Es una especie muy flexible”, explica Catherine Dougnac, Directora Científica de WCS Chile.

Vive en ambientes acuáticos, como ríos, lagunas, humedales y costas marinas, pero incursiona sin problemas en ambientes terrestres. Sus habilidades y su cuerpo son tan flexibles como sus preferencias alimenticias. Es un excelente nadador, es capaz de bucear, trepar árboles, correr a gran velocidad y moverse en sitios estrechos con total facilidad gracias a su cuerpo alargado y patas cortas.

Otro de los factores de éxito del visón tiene que ver con su reproducción. Lo común es que en periodos reproductivos los mamíferos sean muy territoriales y defiendan su territorio. Por ello, en muchas especies se puede optar por capturar animales, esterilizarlos y soltarlos, porque así individuos sin la capacidad de reproducirse ocupan su nicho y se evita que se acerquen otros ejemplares, logrando de alguna forma el control. En el caso del visón no se puede hacer eso, porque al revés de lo que dice la “ley”, él pierde su territorialidad cuando entra en periodo reproductivo. Esto es porque la hembra hace superovulación y superfetación, es decir, ovula varias veces durante la temporada y produce varios óvulos cada vez, por lo que se puede cruzar con machos distintos y su cuerpo guarda los óvulos fecundados que, al final de la época reproductiva, se implantan al mismo tiempo. Entonces, coloquialmente podría decirse que no tiene sentido para ellos ser territoriales en época reproductiva, porque las hembras igualmente tendrán camadas con crías de machos diferentes.

Su voracidad y efectividad dependería de si son ejemplares machos o hembras, ya que presentan un dimorfismo sexual muy marcado. Los machos pesan en promedio el doble que las hembras (sin llegar al kilo y medio) y tienen diferencias en el tamaño y forma del cráneo y en el tamaño de algunos dientes, presentando muelas carniceras y caninos más grandes que los hacen cazadores mucho más temibles. De hecho, los machos son capaces de atacar sin problema presas que sobrepasan varias veces su tamaño. 

El visón americano, especie invasora introducida en Argentina en los años 20s, es la principal amenaza del macá tobiano
Créditos: Peter Trimming

Su mayor actividad es en temporada estival, la que coincide con el nacimiento de sus crías. Suelen tener camadas de 2 a 8 individuos las que se cree nacerían a partir de octubre en nuestro hemisferio, lo que podría variar según la latitud y la consecuente cantidad de luz. Además, tienen la capacidad de retrasar la implantación del óvulo si las condiciones climáticas externas le resultan adversas, lo que les asegura el éxito de la camada.

Durante los primeros 25 días son dependientes exclusivamente de leche materna, pero posteriormente las hembras comienzan a cazar -literalmente- todo lo que pillan para alimentar a sus crías. Ya a los 3 meses de edad madres y juveniles comienzan a salir juntos en voraces incursiones de caza, para luego darles total independencia. Es decir, en apenas 5 a 6 meses, cada nuevo ejemplar se convierte en un exitoso cazador independiente.

Historia de una invasión

Este carnívoro es originario de Norteamérica, pero se expandió por el mundo con ayuda del ser humano hace unos 90 años, cuando la moda internacional impulsó los abrigos de piel. Su pelaje denso y sedoso lo hacía una especie perfecta para la industria peletera, por lo que se instalaron criaderos de animales en distintas partes de Europa y en el extremo sur de nuestro continente. Muchos de estos criaderos fueron instalados por iniciativas privadas de inversión, apoyados por políticas gubernamentales de la época que buscaban diversificar las actividades económicas rurales.

En la mayoría de los casos, los lugares de crianza no eran lo suficientemente seguros ni tampoco tuvieron el éxito que esperaban, y los animales empezaron a escaparse o a ser liberados cuando los criaderos fracasaban. A ello se sumaron las campañas en contra de la industria peletera, que son de las más antiguas del movimiento de los derechos de los animales, comenzando ya a finales de la década de 1970 e incrementándose paulatinamente en las décadas siguientes. De hecho, en Europa miles de visones han sido liberados de los criaderos por movimientos animalistas, multiplicando de manera exponencial esta invasión mustélida.

En Chile, la primera importación de ejemplares ocurrió en los años 1934-1936 a la ciudad de Punta Arenas. Una segunda llegada de animales fue importada entre los años 1967 y 1969 a la región de Aysén. Tras ser liberados y sin tener depredador natural, comenzaron a dispersarse en el medio natural, desplazándose y avanzando hacia otras regiones de Chile: Aysén, Los Lagos, Los Ríos y La Araucanía. Ya se habla de registros en el Biobío.

La cría de visones por sus pieles aún está muy extendida por el norte de Europa, Norteamérica, Rusia y China. En nuestro lado del mundo, en Uruguay aún existen granjas peleteras. Lo más grave, es que esta actividad se hace en granjas intensivas con miles de animales hacinados en jaulas, donde los animales son susceptibles de contraer y transmitir una gran cantidad de enfermedades, muchas de ellas potencialmente transmisibles al ser humano. Quizás algunos recuerden las noticias de que en Holanda se detectaron brotes de Covid-19 en visones americanos de granjas peleteras y que se confirmó la transmisión de esta enfermedad de animales a trabajadores. No solo eso, en Dinamarca, científicos identificaron que el Covid-19 había mutado entre estos animales y el Gobierno mandó a eliminar todos los visones cautivos, matando a más de 17 millones de ejemplares.

Un reciente artículo publicado por la Sociedad Americana de Ciencias, realizado por investigadores del Imperial College London, advierte que la próxima pandemia seguramente será desatada por este animal, dada su biología que los posiciona como una especie de la que pueden evolucionar adaptaciones peligrosas hacia la infección humana.

Hasta el momento no se ha detectado Covid, ni Influenza Aviar en ejemplares de visones en Chile, aunque se estima que sí debe haber ejemplares contagiados. De todas formas, al vivir en estado silvestre, no representarían una fuente de contagio de enfermedades zoonóticas. “Todos los mustélidos son vulnerables a patógenos zoonóticos. En el mundo se han detectado visones positivos en granjas de peletería, donde las densidades de población son altísimas, por lo tanto, no sería transferible a lo que pasa en la vida silvestre donde las densidades son mucho menores como para afirmar que su presencia es un riesgo para la salud de los chilenos”, explica Gonzalo Medina, veterinario que ha dedicado su área de investigación al estudio de mustélidos.

Los impactos

El aislamiento geográfico de Chile hace que su biodiversidad sea especialmente frágil y susceptible de ser afectada por especies exóticas invasoras, una de las principales causas de pérdida de biodiversidad en el planeta.

Uno de los mayores impactos del visón es la competencia por los recursos con carnívoros nativos. Así, por ejemplo, en Europa el visón europeo (Mustela lutreola), una especie en grave peligro de extinción, ha sido desplazado producto de la competencia por los recursos con el visón americano, y se ha visto forzado a variar su dieta consumiendo presas menores como anfibios.

En Chile, el tamaño sensiblemente mayor del huillín (Lontra provocax), nutria de río nativa de nuestro país, descarta la depredación directa, pero la competencia por alimentos similares podría ser un factor que empeore su situación en zonas donde la densidad de nutrias sea especialmente baja.

Recordemos que el visón es altamente adaptable y oportunista, por lo que se va a alimentar de las presas que sean más abundantes y estén más disponibles en cada lugar. Ello hace difícil determinar qué especies nativas han sido las más afectadas por depredación, ya que, si en un sitio hay más cines de cuello negro, en ese lugar preferirá estas aves como alimento. Si en otro sitio hay más peces, preferirá peces. Así, su dieta -y la consecuente amenaza- puede ser tan variada en especies como el quetru no volador, pidén, pato cortacorrientes, pato juarjual cisnes de cuello negro, albatros de ceja negra, coipo, entre muchas otras. Y no solo afectaría especies de aves asociadas a ríos y costas marítimas, ya que los visones no se limitan solo a hábitats semiacuáticos, incursionan también dentro de los bosques para alimentarse de especies que habitan estos ambientes, como el carpintero negro, chucao, monito del monte, entre otros.

También hay otros impactos no letales, como el desplazamiento de poblaciones y cambios en su comportamiento. Así se ha evidenciado, por ejemplo, que en algunos sitios los caiquenes prefieren nidificar lejos de la orilla de lagos donde lo hacen normalmente. En otros sitios, simplemente se han ido.

Pero no solo depredan, sino que contagian enfermedades. “La evidencia más importante que tenemos es que ha salido positivo a Parvorirus y Distemper canino, por lo que representan un riesgo importantísimo para la conservación de todos los carnívoros silvestres chilenos como el huillín, porque son enfermedades muy graves”, asegura Gonzalo Medina.

Además de estas enfermedades, se ha demostrado que son transmisores del parásito Toxoplasma gondii, el protozoo Cryptosporidium y de la bacteria patógena Leptospira.

Visones encerrados en esfuerzos por controlar su población.
Créditos: Servicio Agrícola y Ganadero.

También se ha reportado la participación del visón en la diseminación del didymo (Didymos pheniageminata) o moco de roca, un alga exótica invasora que invade ríos y lagos de la Patagonia chilena. El didymo afecta los ecosistemas dulceacuáticos continentales, reduciendo la disponibilidad de oxígeno y alterando el pH y la concentración de nutrientes en el agua, con la consecuente baja en la biodiversidad que finalmente afecta a la trama trófica.

Además, el visón, tiene altos impactos en pequeños productores locales que crían aves de corral como gallinas, patos y pavos. Cuando entra al corral, este animal puede acabar con todo el grupo de aves, ya que suele matar más animales que los que precisa para alimentarse, eligiendo solo las partes que más le gusta comer.

Según el informe del MMA “Valoración económica del impacto de siete especies exóticas invasoras sobre los sectores productivos y la biodiversidad en Chile”, anualmente se estima que los impactos producidos por el visón alcanzan un total de USD$9.526.620, de los cuales USD$8.135.449 corresponderían a impactos a componentes de la biodiversidad. De no hacer nada en 20 años Chile habrá perdido como mínimo USD$406.708.227 por impacto a componentes de la biodiversidad que genera el visón. Si Chile decide controlar el visón, de acuerdo a la metodología empleada, el costo mínimo anual se estima en USD$1.391.171 y proyectado a 20 años en USD$10.015.758.

¿Quién se hace cargo?

En Chile hay más de 13 servicios públicos que tienen competencias en la gestión de especies exóticas, sin embargo, son dos instituciones las que tienen definido lo que sería una especie exótica invasora: el SAG (Servicio Agrícola y Ganadero) que habla de especies dañinas, y Subpesca (Subsecretaría de Pesca y Acuicultura) que habla de especies plaga. Sin embargo, la primera está bajo el paraguas del Ministerio de Agricultura y, la segunda, bajo el paraguas del Ministerio de Economía, por lo que ninguna pone el énfasis en conservación. “Es decir, cuando las especies afectan la biodiversidad, quién se hace cargo queda un poco en tierra de nadie”, dice Paulina Stowhas, encargada del Programa Nacional Integrado de Gestión de Especies Exóticas Invasoras del Ministerio de Medio Ambiente.

Por su parte, Eduardo Raffo, encargado Regional de Protección de Recursos Naturales Renovables del SAG de la región de Los Ríos explica que “en las invasiones biológicas, el énfasis está en los impactos de la especie. En regiones como la nuestra, ese efecto es medible, porque los ataques son a gallinas, con lo que tenemos una afectación a la dimensión humana y productiva, siendo más viable conseguir recursos para mitigar el daño. En cambio, cuando se trata de impactos directos a la conservación, es complejo obtener recursos para ello”.  

Procedimiento de control del visón por el servicio agrícola ganadero de los Ríos.
Créditos: Servicio Agrícola Ganadero de Los Ríos.

Se debe entender que los ministerios hacen políticas y planes, pero son los servicios los que ejecutan. Hasta el momento, el principal rol del Ministerio del Medio Ambiente apuntaba a crear planes, coordinar y apoyar programas de investigación. “Con la llegada del SBAP esto cambiará, porque podremos hacer gestión, generar nóminas (listas de especies exóticas invasoras enfocadas netamente en cómo afectan a la biodiversidad), fiscalizar y efectivamente ejecutar dichos planes. Y, además, tendremos competencias dentro y fuera de las áreas protegidas”, explica Paulina Stowhas.

Hasta el momento, este Ministerio ha apoyado proyectos de investigación sobre la especie, hacen proyectos de monitoreo de CONAF en Magallanes, están trabajando un plan de control para Aysén y Magallanes, y lideran el Comité Operativo de Colaboración para el Control del Visón (COCCV), creado el 2020 y donde participan instituciones públicas, universidades, centros de investigación y ONGs. Su objetivo es generar e impulsar mecanismos de trabajo colaborativos en relación con la gestión del visón e intercambiar experiencias de trabajo, con el fin de no repetir esfuerzos y no repetir errores.

Según Paulina Stowhas, a lo que debería apuntar el MMA y el trabajo del SBAP es “crear y ejecutar un plan de control enfocado en áreas particulares con foco en protección de especies nativas. Primero deberíamos definir y enfocarnos en cuáles son las especies nativas queremos proteger de los daños del visón y qué zonas son prioritarias para ello y focalizar los esfuerzos. También deberíamos enfocarnos en áreas que ya están protegidas, es decir que Parques y Reservas tengan un programa de control de amenazas externas, para que las especies puedan prosperar de manera tranquila en el lugar”.

Acciones para combatirlo

A pesar de que faltan recursos, coordinación e institucionalidad en el país, igualmente han existido (y existen) iniciativas desde el sector público y ONGs para controlar la especie. Todas ellas han trabajado básicamente a ensayo y error, porque no se puede importar una metodología desde otro país, dado que son áreas y realidades diferentes. Eso sí, es importante aclarar que el visón solo se ha podido erradicar (reducir la población a cero) en un par de islas en Escocia, en el resto del mundo solo se ha logrado controlar o mitigar.

Una de las iniciativas más antiguas es la desarrollada por el SAG, que inició un programa piloto el 2015 en la región de Los Ríos y que ha agregado zonas con distintos tipos de financiamiento, hasta formar el Programa Macrozonal de Control del Visón, el cual está en ejecución en La Araucanía (Provincia de Cautín), Los Ríos (Provincias de Valdivia y del Ranco) y Los Lagos (Provincias de Osorno y de Llanquihue).  

El programa, según detalla la Coordinadora Técnica Macrozonal de la iniciativa, Carla Marchese, “busca el control de la especie invasora, mitigando sus impactos negativos, principalmente, sobre los sistemas productivos de aves de corral, abordando el problema en conjunto con la comunidad”. Para ello, el SAG capacita a la comunidad afectada en el uso de las trampas y cómo actuar si un visón cae en ellas. De ocurrir lo anterior, se debe llamar al SAG para verificar la denuncia y se aplique el procedimiento de la eutanasia. Así, desde que comenzó el programa han capturado 10.746 ejemplares.  

La situación es muy diferente en Magallanes. “En la región de Los Ríos funciona el control comunitario porque hay más personas en el territorio, pero acá en Magallanes nos enfrentamos a sitios deshabitados y de muy difícil acceso. Por lo tanto, la única forma de controlar el visón en áreas prioritarias para la conservación de la biodiversidad como, por ejemplo, el islote Albatros, es usando trampas que son letales. Estas trampas son específicas para el visón y tienen características humanitarias, para evitar el sufrimiento del animal”, explica Catherine Dougnac, sobre el control del visón que han hecho en el islote albatros. 

Este islote se encuentra al interior de la primera área marina protegida de Tierra del Fuego: AMCP-MU Seno Almirantazgo. Aquí anida la única colonia de albatros de ceja negra de la que haya registro que habite en aguas interiores, dado que esta ave pasa gran parte del tiempo alimentándose mar adentro y suele anidar en islas oceánicas. Lamentablemente, durante más de 6 años la colonia no había logrado reproducirse con éxito, coincidiendo con la presencia del visón en el área, pero el control del visón ha dado buenos frutos, y la colonia ha tenido éxito las dos últimas temporadas. No obstante, desde WCS saben que el monitoreo y control de la especie tendrán que mantenerse de forma permanente cada año para proteger a la colonia.

En Chiloé y la comuna de Maullín el trabajo también ha sido distinto. Hace apenas un mes terminó un proyecto de 3 años (que eventualmente podría ser renovado), que también funcionaba bajo denuncias de campesinos, pero las trampas solo eran manejadas por profesionales y se capacitaba a las personas en su correcto uso. Además, se realizó un exhaustivo monitoreo previo para saber dónde estaba concentrada la especie, intentando anticipar los ataques de visón a los gallineros.

“En Chiloé, la lucha contra el avance del visón aún es posible. Pero no se puede depender solo de fondos que tienen un foco en mitigar el daño a aves de corral, considerando el daño enorme que causa esta especie en todo el ecosistema. Se tienen que ir involucrando diferentes actores e instituciones y trabajar de manera coordinada, porque lo hoy se está haciendo no es erradicación, ni control, es solamente mitigación. Hoy, por ejemplo, puedes sacar un visón en la comuna de Maullín, pero alrededor de la comuna tienes comunas que no están trabajando con el visón. Y si yo saco uno, no se tardan ni dos días en llegar y ocupar el espacio que yo dejé. ¿Qué va a pasar en Chiloé si no se renuevan los fondos para controlar la especie?”, cuestiona Paula Zucolillo, bióloga y coordinadora del proyecto. 

Uno de los factores que no se están considerando es la respuesta compensatoria que generan los mustélidos cuando ven de alguna manera disminuida su población. Gonzalo Medina lo explica de la siguiente manera: “Los mustélidos tienen dos respuestas compensatorias muy fuertes: aumentan su tasa reproductiva y cambian su comportamiento. Es decir, si sacaras 5 visones de un lugar, los 6 que quedan van a aumentar o duplicar su capacidad reproductiva y modificar su comportamiento de distribución. Esto es muy grave y surge la pregunta ¿Con los mecanismos que estamos usando actualmente estamos promoviendo una respuesta compensatoria del visón? A modo de ejemplo, en Inglaterra se intentó bajar la prevalencia de tuberculosis bovina removiendo tejones, que contagian al ganado con esta enfermedad, pero se generó una respuesta compensatoria de estos mustélidos en cuanto a la dispersión y el uso del espacio, lo que finalmente aumentó la enfermedad en los bovinos en vez de reducirla. En base a esas experiencias no se puede llegar y decir vamos a sacar visones como sea, sin saber lo que sucede. Lamentablemente, hoy no existe una respuesta a la escala real del problema y trabajar a ensayo y a error, puede ser peor de lo que creemos”.

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