Un Frágil Territorio: Isla de Pascua, Chile
Durante este verano conocí por primera vez Rapa Nui, el museo abierto más aislado del mundo. Declarada Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad por la UNESCO, la también conocida como Isla de Pascua es un Monumento Histórico protegido por la Ley 17.288 de Monumentos Nacionales de la República de Chile. Su área abarca 180 km2 y posee tres volcanes, cada uno emplazado en una de sus tres puntillas: el Rano Kau, el Maunga Terevaka y el Poike. Hanga Roa, la principal localidad y puerto, ubicada al suroeste de Isla de Pascua, que se transformó en poblado durante el siglo XIX. De trazado irregular, sus calles principales son Atamu Tekena, que va de norte a sur cruzando la calle Te Pito o Te Henua. Ambas forman el eje donde se concentran las instituciones públicas y comercios, además de la totalidad de los servicios (1).
Aparte de estas condiciones naturales que posicionan a la Isla de Pascua como un sitio de gran interés en sí mismo, se suma el valor del patrimonio cultural de su pueblo. Mi llegada coincidió con la celebración del Tapati, la fiesta realizada desde mediados de la década de 1960 y que, si bien oficialmente conmemora el momento en que los isleños fueron reconocidos como ciudadanos del Estado chileno, localmente alude a la competencia de distintos linajes por la elección de una reina que represente a los habitantes de Rapa Nui y conmemora una antigua ceremonia de culto llamada Tangata Manu, el cual tenía por objetivo mantener el orden social, político y religioso de la isla.
Asimismo, existen en la isla unos 900 Moai, o aquellas figuras estilizadas que representan la encarnación del espíritu de los ancestros y son símbolo de Rapa Nui y de las cuales unas 400 se encuentran en la cantera Rano Raraku, 288 asociados a los Ahu –altar o centro ceremonial– y el resto se encuentran dispersos en distintos puntos de la isla. Éstos fueron elaborados hace un millar de años y su historia proviene del momento en que el primer Ariki henua, o rey Hotu Matu´a inmigra luego de una catástrofe que causó hundimientos de tierras en el área del Océano Pacífico donde existió la legendaria Hiva, o aquélla mítica tierra de la cual habrían provenido los ancestros de los nativos de Rapa Nui. Mil años después, hacia 1610, existió una segunda inmigración de hombres que dieron gran impulso a la construcción de los Ahu. No obstante, las esculturas en piedra que representan el rostro de ancestros, gobernantes o antepasados más importantes de la isla ya existían mirando hacia el interior de la isla, donde se encontraban los poblados. Así, de espalda al mar, se buscaba que el Mana –o poder sobrenatural– del Moai pudiera proyectarse sobre su tribu para protegerla (1).
Para aquel entonces Rapa Nui alcanzaba una población de 10.000 habitantes, lo que sumado a la carencia de una diversidad de recursos naturales debido a su historia geológica y aislamiento, produjo en la isla una gran deforestación, erosión y empobrecimiento del suelo, excediendo las capacidades del ecosistema (2). Una de las especies que hasta hoy se encuentra en alto grado de peligro de extinción es el Sophora toromiro, único árbol endémico de Rapa Nui, el cual no sobrepasa los 2 a 3 m de altura. Es más, el Toromiro se encuentra extinto en estado silvestre desde la década de 1950 y sólo existen un par de ejemplares en el vivero Mataveri Otai de Conaf en la isla, luego de numerosos esfuerzos de reintroducción y propagación a partir de injertos procedentes del Jardín Botánico Nacional de Viña del Mar y del de Gotemburgo.
La extinción del Toromiro en estado natural se habría debido a la introducción de animales exóticos como ovejas, caballos y vacunos, y también de algunos patógenos como arácnidos, insectos y nematodos, entre otros. De esta manera, la principal amenaza para la conservación del Toromiro, y la causa de la disminución de la cobertura arbórea generalizada, ha sido la erosión del suelo provocada por la alteración del equilibrio ecológico a partir de quemas, ganadería extensiva y el uso de agroquímicos. Hoy cerca del 80% del territorio nativo ha sido convertido en praderas degradadas, donde es muy difícil la propagación de la especie en forma natural. Otra amenaza surge de la gran similitud entre el Toromiro y las especies continentales del género Sophora, como el Pelú (S. Cassioides) y el Mayu (S. Macrocarpa) y la facilidad con que estas plantas se hibridizan, lo que ha motivado a tratar de introducir “falsos toromiros” a la isla (3). Ahora bien, no sólo el Toromiro se encuentra en constante estado de amenaza, sino también el Gaviotín Apizarrado (Onychoprion fuscatus) –conocido como Manutara por los rapanui y de gran importancia a nivel cultural pues formaba parte del rito Tangata Manu– ave que es difícil de avistar porque al parecer ya no anida en la isla.
Frente a este panorama resulta obvio que precisamente por su aislamiento, reducida superficie y carencia de precipitaciones constantes, la Isla de Pascua sea un ecosistema frágil. Ahora bien, es notable la evidente preocupación de los isleños, quienes cuidan sus recursos naturales manteniendo el cuidado y limpieza de calles (incluso en época de Tapati), separando y reciclando su basura y evitando el uso de bolsas plásticas. Para quienes la visitamos, resulta necesario entonces conocer y difundir las dinámicas y los valores ecológicos existentes en Rapa Nui, donde resultan fundamentales estrategias como el control de entrada y la salida de visitantes y de los recursos naturales agrícolas y ganaderos, además de prevenir la ocupación ilegal de sitios y lograr diseños infraestructurales que anticipen el deterioro de los sitios arqueológicos.
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