No es otoño en Chile, es verano. Una época del año en que nos relajamos: los niños están de vacaciones, usamos poca ropa y vamos a la playa, visitamos los hermosos paisajes de nuestro país, paseamos, disfrutamos de la ciudad más vacía y apaciguada. Este año sin embargo, el verano nos ha golpeado fuerte. Estamos siendo testigos y protagonistas de incendios de proporciones enormes que, fuera de control, están quemando bosque nativo, plantaciones y pueblos enteros.

Ya nos advertía hace un par de años atrás Martín Gardner, experto en coníferas del mundo, que los bosques nativos chilenos estaban fuertemente amenazados por el fuego al estar rodeados de plantaciones forestales altamente combustibles. Poco después de esa conversación, se quemó China Muerta, gran reserva de Araucaria Araucana.

Incendio que afectó a la reserva China Muerta entre marzo y abril de 2015. ©O. Ravanal
Incendio que afectó a la reserva China Muerta entre marzo y abril de 2015. ©O. Ravanal

Este verano hemos tenido temperaturas récord en la zona central: 38ºC en ciudades donde no pasábamos de los 36ºC como gran máxima. No ha llovido casi nada en los últimos 8 años. Las ciudades se siguen extendiendo sin una planificación que involucre el nuevo estado de cosas. Los bosques nativos siguen siendo reemplazados por especies forestales sin un manejo adecuado dadas las nuevas condiciones. En fin, suma y sigue, todo se hace pensando en el corto plazo.

Por otra parte, vemos con horror que existen personas que están produciendo muchos de estos fuegos de manera intencional. No sabemos con certeza qué los motiva: si la locura o algún fin político-económico oscuro. Y a esto, se suma la histeria colectiva que levantan las redes sociales, donde hasta el Estado Islámico ha sido culpado. No puede ser.

En este contexto de humo que nos deja sin ver ni respirar, en la urgencia de ayudar a los compatriotas que han visto quemarse sus hogares y recuerdos, sus lugares, me pregunto qué podemos hacer como comunidad de Ilustradores Naturalistas.

Estudio de Lardizabala biternata, 2016. ©Silvia Lazzarino
Estudio de Lardizabala biternata, 2016. ©Silvia Lazzarino

En lo inmediato, ayudar como cualquier otro ciudadano, donando, enviando ayuda, prestando apoyo en los lugares afectados.

En el mediano y largo plazo, sigamos difundiendo nuestras especies. Informémonos a fondo sobre los temas que investigamos. No seamos meros retratistas de plantas y animales: comuniquémonos con los biólogos y científicos, trabajemos a la par con ellos. Estemos al servicio del conocimiento que puede ayudar a combatir la ignorancia: la situación de ignorancia en torno a la naturaleza en nuestro país es crítica. Quienes no conocen, no aprecian. Si no aprecian, no cuidan.

Preocupémonos de educar, de enfocar nuestros esfuerzos a objetivos tangibles y claros. Entreguemos la información en imágenes correctamente ejecutadas. Unamos placer estético y conocimiento. Enseñemos a los niños que hasta la más «insignificante maleza» tiene un valor.

©Geraldine Mac Kinnon
©Geraldine Mac Kinnon

Este es un llamado a seguir nuestro trabajo con altura de miras y sobre todo, responsabilidad. Ya no hay cabida para la ingenuidad. No podemos dejar de hacernos cargo de lo que sucede, es nuestro deber construir puentes.

Si vas a tomar lápiz y pincel, o si vas a tomar tu cámara, piensa en esto y con otros, imagina las miles de cosas que podemos hacer para que en el futuro, nuestra joya de biodiversidad que es Chile, sea valorada como merece por nosotros, los chilenos.

©Geraldine Mac Kinnon
©Geraldine Mac Kinnon
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