En 2006, Julio Hernández Montoya arribó a Isla Guadalupe con una mochila llena de sueños e ilusiones. Estaba empezando su tesis de maestría en ecología marina, investigando al lobo fino de Guadalupe, uno de los pinnípedos en la isla. Estaba en búsqueda de una buena tesis, pero también de algo más: una misión en la conservación que le diera propósito a su existencia.

Isla Guadalupe. ©GECI / J.A. Soriano.
Isla Guadalupe. ©GECI / J.A. Soriano.

Desde entonces, comenzó una aventura para Hernández Montoya que le ha dado significado a su vida. Parte de eso ha sido el proyecto de albatros de patas negras en Isla Guadalupe: un plan binacional de translocación entre México y Estados Unidos que ha restaurado la colonia de albatros de patas negras en la isla. Por este proyecto, y la restauración y conservación de la isla, Hernández Montoya fue conmemorado en junio de este año con el prestigioso Premio Buffett por liderazgo en la conservación de National Geographic en Latinoamérica.

Desde sus primeros días como aspirante de maestría, hasta el premio de National Geographic, la historia de Isla Guadalupe y Hernández Montoya ha estado entrelazada. Su compromiso con la isla nació en una de las primeras expediciones que realizó durante su tesis de maestría. Queriendo ir más allá de los lobos marinos y la costa, él se adentró en la isla con una bicicleta, pedaleando y maravillándose con la grandeza y diversidad de ecosistemas. Él buscaba un propósito -un lugar- en el que «todo el trabajo de mi vida pudiera verse reflejado en algo positivo y en algo que dejara huella en una población, en un ecosistema, en una comunidad».

La restauración de una isla

Llegar a Isla Guadalupe por barco es como encontrar un oasis en medio de un desierto. Puedes tardar días en llegar, según el tiempo y logística, y encontrar un pedazo de tierra tan grande y majestuoso emergiendo del océano después de un largo tiempo es impresionante.

Isla Guadalupe. ©GECI / J.A. Soriano.
Isla Guadalupe. ©GECI / J.A. Soriano.

La isla, que se encuentra a más de 200 kilómetros de la costa de Baja California, tiene una extensión de alrededor de 250 kilómetros cuadrados. El cobalto y turquesa del mar contrastan con el ocre de este territorio volcánico, en el cual puedes encontrar lobos marinos jugando entre las pozas intermareales de la punta sur de la isla, hasta el bosque majestuoso de pino y encino en el norte.

Conocida por su población de tiburones blancos, la isla alberga mucho más que estos depredadores marinos. Es un hogar para múltiples especies de aves endémicas y tres especies de pinnípedos, además de la flora endémica que crece gracias a los múltiples ecosistemas que se encuentran en la isla.

Hace unas décadas, esto no era así.

Isla Guadalupe alguna vez fue dominada por bosques y aves, no había mamíferos ni reptiles, pero una serie de eventos cambiaron drásticamente su paisaje. Cuando Hernández Montoya conoció la isla, esta era muy diferente. «Era completamente desértica, carente de vegetación, llena de rocas y tierra roja. La recuerdo como un panorama lunar», dice el oceanógrafo.

En el siglo XIX, la llegada de los comerciantes de pieles, en búsqueda del pelaje del lobo fino de Guadalupe, trajo consigo animales que no pertenecían a la isla: cabras. Esta población de cabras se convirtió en feral, y cambió la isla ecológicamente, alterando y reduciendo sus bosques. Poco después, gatos domésticos fueron introducidos y esto dio lugar a la extinción de seis especies de aves endémicas, como el petrel y el carpintero de Guadalupe.

Vegetación en la Isla Guadalupe. ©GECI / J.A. Soriano.
Vegetación en la Isla Guadalupe. ©GECI / J.A. Soriano.

La visión de la restauración de la isla, conocida también como «La Lupita», comenzó con Alfonso Aguirre Muñoz, quien fue director y fundador del Grupo de Ecología y Conservación de Islas (GECI), organización que trabaja por la conservación del territorio insular mexicano, donde trabaja Hernández Montoya actualmente.

«Estaba en la conversación como un asunto prioritario restaurar Isla Guadalupe y lo primero era quitar a las cabras y no era tarea fácil, pues es una isla muy grande y había más de 10.000 cabras sueltas», relata Aguirre Muñoz. En un momento, «se hablaba de que habían llegado a ser 100.000».

A través de una serie de acciones, la erradicación de cabras se llevó a cabo con un helicóptero, un cazador, y una ventana de tiempo afortunada. Todo para comenzar a restaurar el lugar. Desde entonces, múltiples proyectos han sido posibles en la isla, como la reforestación de los bosques, el comienzo de la erradicación de gatos, y la recuperación de aves marinas.

«La visión general era: vamos a restaurar de manera integral Isla Guadalupe a la escala de paisaje, pero necesitábamos dar pequeños pasos», dice Federico Méndez, director actual de GECI.

«En un ecosistema, especialmente uno insular, todo está interconectado. Restaurar la vegetación contribuye con restaurar las poblaciones de aves terrestres y marinas», agrega Méndez.

Isla Guadalupe. ©GECI / J.A. Soriano.
Albatros de la Isla Guadalupe. ©GECI / J.A. Soriano.

El rescate y recuperación del albatros de patas negras

En los ochenta, aún con la población de gatos, Isla Guadalupe se convirtió en un sitio de anidamiento para albatros de Laysan, que se encontraban a más de 5.000 kilómetros de sus colonias de crianza en Hawái. Las aguas frías, ricas en nutrientes de la corriente de California, así como la topografía de la isla, ayudaron que la colonia creciera.

Poco después de terminar su tesis, Hernández Montoya entró a trabajar a GECI. Realizaban muchas actividades en la isla, como el monitoreo y control de gatos y ratones, monitoreos de vegetación, estudios de aves terrestres y más. «Dentro de todas las actividades que teníamos que hacer lo que más me gustaba era trabajar con albatros y fue lo que poco a poco fue enamorándome», dice Julio.

Para el año 2014, el oceanógrafo había estado pensando en la posibilidad de poner un cerco exclusor cerca de la punta sur de la isla. Éste, con el fin de evitar la depredación de los gatos y ayudar a conservar la población de albatros de Laysan. La Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas aportó recursos para realizar este cerco, que ayudó inmensamente a las aves de Guadalupe.

«En tres meses estaba hecho el cerco, que ha generado muchísimo bienestar para la colonia de albatros y para otras especies que se han visto beneficiadas como el mérgulo de Guadalupe que 500 veces mejoró su población en la isla», cuenta.

Todo esto ayudó a que fuera posible germinar la idea de un proyecto de translocación de albatros de patas negras a Isla Guadalupe.

Hernández Montoya y su equipo, viendo que había múltiples beneficios para crecer la población de albatros de patas negras que alguna vez estuvo allí, comenzaron a implementar técnicas de atracción social para atraer a estas aves a la isla, pero tuvieron poco éxito. En una visita de Hernández Montoya y colaboradores de GECI a las islas de Hawái, platicaron con Eric VanderWerf, del grupo de Pacific Rim Conservation (PRC), sobre la posibilidad de translocar albatros de patas negras a la Isla Guadalupe. PRC ya había realizado proyectos de translocación dentro de las mismas islas de Hawái, y esto daba esperanza de que este proyecto binacional fuera a funcionar.

Dadas las amenazas en las islas de Hawái, donde la mayoría de los albatros de patas negras anidan en islas y atolones bajos del Pacífico, algunos científicos estiman que la mayoría de los lugares de anidación existentes desaparecerán durante este siglo.

Por esto y otras razones, el equipo de GECI y Pacific Rim Conservation, apoyados por instituciones gubernamentales, comenzaron un plan que recupera y restaura la colonia de albatros de patas negras en Isla Guadalupe, salvando la especie de la amenaza de los mares crecientes por efectos del cambio climático.

Polluelo de albatros. ©GECI / J.A. Soriano.
Polluelo de albatros. ©GECI / J.A. Soriano.

«Hay mucha preocupación por las poblaciones de aves marinas en las Islas del noroeste de Hawái, porque son islas muy bajas que, con el aumento del nivel del mar y el cambio climático, se espera que algunas de esas colonias se inunden en las próximas décadas. No sabemos exactamente cuánto tardará. Así que hay una necesidad de crear más colonias de aves marinas en islas más altas», dice Eric VanderWerf.

Desde hace cuatro años, este grupo de científicos ha logrado rescatar huevos y polluelos de albatros patas negras desde Midway, un atolón en Hawái, y repoblar con ellos Isla Guadalupe.

La translocación consistió en sustituir huevos de albatros de patas negras por huevos de albatros de Laysan que fueron inviables, tanto porque se rompieron como porque el embrión murió. Estos huevos fueron incubados y después criados por padres adoptivos de albatros de Laysan. En el caso de los polluelos translocados, estos fueron criados en colonias artificiales por el grupo de científicos de GECI y PRC durante más de 5 meses. El proyecto dependía de un factor importante: la impronta de los albatros a la isla, lo cual los traería de vuelta a anidar cuando fueran adultos.

Los albatros de Laysan pasan la mayoría del tiempo en el océano, pero llegan a Isla Guadalupe en noviembre para realizar sus cortejos de apareamiento. Para principios de diciembre, las hembras ponen un huevo que eclosiona a finales de enero o en febrero. Los huevos que vienen de Midway reemplazan a aquellos que no fueron viables, y en su lugar, los investigadores colocan huevos de albatros de patas negras. Así, los padres adoptivos de Laysan los cuidan y alimentan como si fueran suyos. Todo esto requiere de una preparación y monitoreo constantes por parte del equipo de científicos, que asistirán con cuidados y alimentación a los polluelos durante toda su estancia en la isla.

Después de que el huevo eclosiona y nacen los pollos de Laysan o patas negras, los padres albatros hacen viajes de alimentación, en los cuáles uno de ellos se queda con el polluelo hasta que el polluelo esté suficientemente grande para quedarse solo. Los padres pueden realizar viajes de alimentación que tardan días o semanas. Mientras están en el nido, las crías desarrollan una impronta con la isla que las traerá de regreso cuándo sean adultos jóvenes buscando pareja.

La gran cantidad de conocimiento sobre la isla y sobre la colonia de Laysan permitió que Julio y su equipo tomaran decisiones acertadas sobre quiénes serían los mejores padres adoptivos y definieran las zonas más seguras de la isla. Esto, junto con el conocimiento de PRC sobre la metodología de translocación y crianza, ayudó a fortalecer el proyecto.

«Cada vez se sentía más real este sueño de poder llevar pollitos de un lado del océano Pacífico a Isla Guadalupe, a 6.000 kilómetros de distancia, a través de diversos aviones, jets, avionetas, taxis aéreos para poder prácticamente translocar esperanza», cuenta Hernández Montoya.

A finales del 2020, el proyecto estaba listo para la primera translocación. En el 2021, los científicos recolectaron 21 huevos y 12 pollitos de Midway para llevarlos a Guadalupe. Los huevos llegaron en enero y 9 de los pollos en febrero. El proceso fue estresante para las crías por lo cual, desde entonces, se han translocado alrededor de 36 huevos cada año. Estos huevos y polluelos lograron culminar su etapa de crianza y abandonaron la isla para continuar su ciclo de vida en el océano. Actualmente se ha logrado criar 127 volantones que son la esperanza de esta población.

 Polluelos de albatros patas negras fortaleciendo sus alas, preparándose para dejar la isla. ©GECI / J.A. Soriano.
Polluelos de albatros patas negras fortaleciendo sus alas, preparándose para dejar la isla. ©GECI / J.A. Soriano.

Estos huevos toman el lugar de huevos de albatros de Laysan que no son viables, y son criados por los padres adoptivos.

Hasta ahora, el proyecto ha tenido resultado: en febrero de este año regresó el primer albatros de patas negras a la isla. Las aves pasan sus primeros años en el mar, y se esperaba que empezaran a regresar a la isla en 3 a 5 años. Sin embargo, a la fecha han llegado 8 de los albatros nacidos en 2021 y 2022.

«Cuando llegó el primer albatros patas negras fue una cascada de emociones y de sentimientos, pero sobre todo fue un respaldo. Un voto de confianza», relata Hernández Montoya.

Aún faltan etapas por cumplir, como el regreso de esos albatros a cortejar, encontrar pareja, formar nidos y reproducirse. Pero el regreso de los primeros «fue una bocanada de aire y de aliento para darnos seguridad de que las cosas estaban por buen camino y que esperábamos los resultados que realmente nos imaginamos», dice.

Bruno y Hope, los primeros albatros patas negras translocados que regresa a Isla Guadalupe. ©GECI / J.A. Soriano.
Bruno y Hope, los primeros albatros patas negras translocados que regresa a Isla Guadalupe. ©GECI / J.A. Soriano.

Un modelo de restauración insular

«No podíamos haber llegado a este punto de ofrecerle a una especie un ambiente sano para su reproducción, si no hubiéramos restaurado la isla durante los últimos 25 años, mediante la erradicación de cabras, con el control de gatos, y el lograr que la isla sea distinguida como reserva de la biósfera», dice Julio, en referencia a la importancia del inmenso trabajo de restauración que lleva décadas en la isla.

El director actual de GECI, Méndez, destaca que aunque la organización haya puesto el nombre de México en alto en temas de restauración insular, esto no hubiera sido posible sin el apoyo del gobierno federal. Para él, este tipo de acciones ponen en relieve el mensaje de que «está el gobierno y sociedad civil haciendo un trabajo que vale la pena -cuidando las islas a cargo del gobierno- y que es patrimonio de todos los mexicanos».

Alimentación de polluelo patas negras por su padre adoptivo. ©GECI / J.A. Soriano.
Alimentación de polluelo patas negras por su padre adoptivo. ©GECI / J.A. Soriano.

Aguirre Muñoz, quien identificó la necesidad, inició y promovió la restauración de la Lupita, mantiene una conexión personal con ella. «Ir a la isla y ver el retorno, ver que fuimos capaces como grupo, como humanos, de hacernos un poquito chiquitos y dejar que la isla floreciera, te da una conexión diferente», dice.

Para Hernández Montoya, quien conoce todo el lugar, desde los nidos de los albatros en la punta sur, hasta los imponentes bosques del norte, y puede señalar cada uno de los rincones que le dan personalidad a la isla, sigue sintiendo un llamado en ella. «Quizá hay otras islas más preciosas. Quizá hay ecosistemas más abundantes y ricos, no lo sé, no estoy tratando de promover a la isla como algo así, sino como un lugar majestuoso, con mucha personalidad, un sitio con una fuerza excepcional, de gran carácter y con mucha resiliencia. Un lugar que emana esperanza».

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