Una de las imágenes más icónicas de la celebración de los 100 años del Servicio de Parques Nacionales de Estados Unidos (este 25 de agosto) es la de un señor barbón, un poco zaparrastroso pero con traje completo y sombrero junto al presidente Roosevelt, con Yosemite de fondo.

John Muir y Theodor Roosevelt. Créditos: Yosemite National Park

El barbón es John Muir y en este “paseo” se estaba jugando mucho para la naturaleza: en 1903 y ya en sus sesenta, John Muir partió a la montaña con el presidente y en cuatro días lo convenció del poder y la importancia de la naturaleza, no con números y gráficos, sino mostrándole las maravillas de la Sierra californiana y durmiendo en una carpa. Después de este panorama, el presidente se lanzó a una campaña de protección de áreas naturales y bosques como nunca antes se había visto.

¿Y el caballero de barba? John Muir fue muchísimas cosas: naturalista, explorador, inventor, botanista, experto en glaciares, granjero, místico, excelente amigo, papá, marido, escritor, activista, padre del conservacionismo, enamorado de la naturaleza, motor para los parques nacionales (en serio, vale la pena leer sus biografías: horas de diversión aseguradas).

John Muir. Créditos: McCloud Chamber

Sus más de 300 artículos y doce libros (a su muerte), muy demandados por los medios estadounidenses durante su vida, presentan una narrativa que influye hasta hoy en los movimientos de cuidado del medio ambiente: cómo somos uno con la naturaleza, el valor al respeto a toda vida, el amor por el cuidado del entorno, la posibilidad de encontrar lo trascendente en ella. Muchos lo consideran el “Patrón de la naturaleza de Estados Unidos”, su bardo total y la quintaescencia del alma libre.

Los inicios del apasionado escocés defensor de la naturaleza

Durante el siglo XIX este escocés que vivió casi toda su vida en Estados Unidos se convirtió, con sus artículos publicados en revistas, en la voz más atractiva y reconocida del movimiento de Estados Unidos para proteger a la naturaleza. Como buen escocés, aprovechó el poder de las historias para matricular a cientos de estadounidenses agotados por la carrera del progreso –“Cientos de gente cansada, con los nervios de punta, sobre-civilizadas se están dando cuenta de que ir a las montañas es volver a casa, que la naturaleza es una necesidad”- en su agenda de protección de nuestro entorno y nuestros “compañeros mortales”, los animales y las plantas. Leerlo es pasearse por California, Alaska, Escocia o cualquiera de los lugares que visitó, y sentir el viento, escuchar a los pájaros, hacerse mejor amigo de las plantas y sentir el misticismo de las “catedrales” de la naturaleza.

John, nacido en 1839, fue un fanático de la naturaleza desde chico; su relación se hizo mucho más potente cuando, a los 11 años, su padre los llevó literalmente de un día a otro a colonizar Wisconsin. En la granja de granos que desarrollaron desde cero, John aprendió los ciclos de la naturaleza, se hizo amigo de los animales, aprendió sobre las plantas y se convenció de que todos estamos en el mismo barco, así es que es mejor aprender a respetarnos. Y cuando a los 17 partió a la ciudad, este inventor autodidacta se llevó con él una crisis vocacional que debatía entre dedicarse a la naturaleza o a las máquinas.

Un accidente que casi lo deja permanentemente ciego lo convenció de dedicarse a lo primero y, a los 28 años partió una caminata de 1,000 millas; solo y con una mochila fue desde Wisconsin a Florida, soñando con tomar un barco que lo llevara al Amazonas. Pero una malaria tropical cambió sus planes y, para recuperarse, le recomendaron el aire seco de California. Así, por pura casualidad, terminó en el estado  en el que desarrollaría su particular visión de una naturaleza maravillosa, llena de lo sagrado y que estaba en permanente evolución.

Los pilares de John Muir

En estos años el desarrollo aceleradísimo de Estados Unidos transformó el país, pero al mismo tiempo puso en jaque a la naturaleza. John estaba decidido a protegerla. California estaba sufriendo, como el resto de Estados Unidos, de la idea de que la naturaleza era propiedad del hombre para explotarla. Así, los efectos en ríos, bosques, flora y fauna eran devastadores.

John Muir
John Muir

Para Muir la naturaleza es clave para recargarnos y recrearnos, y conectarnos con lo más profundo; por eso consideraba que este proceso era autodestructivo y había que frenarlo, sin necesidad de frenar el progreso, pero cuidando lugares emblemáticos en los que él veía “la sonrisa de Dios”. En sus escritos nos pasea por lugares como Yosemite, Alaska o los bosques de sequoyas; e invita a sus lectores a salir y experimentar la naturaleza para que se convenzan de que vale la pena salvarla. Él mismo se ofreció a mostrar las montañas a quien quisiera ir. No era complejo: vivió 10 años en Yosemite y lo conocía en detalle. Más tarde se instaló en las tierras bajas de California. Un viajero fascinado, siguió recorriendo toda su vida: Alaska, el noreste americano y, ya más viejo, Europa, Oceanía, Asia, Sudamérica.

Un legado impresionante

Ya a sus cincuenta finalmente John se convirtió en un activista hecho y derecho por la naturaleza, más por presiones de sus cercanos que veían el potencial de su figura y su manera de expresarse para empujar la causa, que por ego. Así escribió para impulsar legislaciones que promovieran parques nacionales desde los 90s (y en general influyó exitosamente); presidió el recién fundado Sierra Club en 1892 y dedicó su vida hasta su muerte en 1914 a contar sus experiencias y hablar para convencer a la gente del valor de la naturaleza.

John Muir. Créditos: Wikiquote

Hoy a más de 100 años, su legado sigue archi presente. En Escocia y California el 21 de abril es su día. Adorna postales y monedas californianas, es una de las figuras icónicas del Sierra Club y en Escocia inspiró el John Muir Trust, que se encarga del cuidado de zonas naturales; hay minerales y varias especies y familias de plantas y animales con su nombre; el listado de lugares que lleva su nombre es larguísimo… e incluye un anillo de asteroides; hay un paseo maravilloso en Escocia con su nombre y en Yosemite, e incluso hay concursos e iniciativas con su nombre alrededor del mundo, para niños y adultos. Es que, como dijo su amigo Robert Underwood Johnson (también vale la pena googlearlo): “Cantó la gloria de la naturaleza (…) y como buen artista no se avergonzaba de sus emociones. (..) le deben gratitud como el pionero del sistema de nuestros parques nacionales (…) Sus escritos y entusiasmo fueron las fuerzas principales del movimiento y muchas otras antorchas se iluminaron de aquí”.

Estatua de John Muir. Créditos: EcoWatch

Obviamente, también están sus escritos que siguen siendo una maravilla. Y, lo más importante, tanta naturaleza preservada gracias a sus esfuerzos. Su cuore, finalmente, mirándonos desde las cataratas, desde El Capitán o desde las catedrales más lindas del mundo: las sequoias que describió y por las que peleó para que nosotros las tengamos hoy.

Si les interesa saber más:

Google estalla cuando aparece John Muir, pero aquí podrás encontrar algunas selecciones:

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