Chile es un país de ballenas y puedo dar fe de aquello. A lo mejor muy pocas personas saben que hay un lugar llamado Chañaral de Aceituno, en la Región de Atacama, donde es posible ver más de 21 especies de cetáceos, principalmente entre los meses de diciembre a marzo. Con nostalgia e impotencia puedo imaginar la cantidad de ballenas que se veían antes de que se permitiera la caza de este mamífero, entre el siglo XVI y XIX, debido a la demanda internacional por su aceite utilizado principalmente como combustible y lubricante. Si bien el pasado fue cruel con las ballenas, el presente y futuro se vislumbran con más esperanza.

Mi primer encuentro con ellas fue a los 15 años. Viajé junto a mi familia en un barco desde Valparaíso a Puerto Williams. Fuimos bajando por los canales patagónicos, donde pude ver y sentir los soplos de una ballena. Nunca había estado tan atento, tan concentrado. Recuerdo que me inundó un sentimiento de intriga y emoción plena.

©Diego Cortés
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Hace 4 años que trabajo como guía turístico de avistamiento de cetáceos. Es un sueño y mi trabajo es mi vida. He aprendido a conectarme con la naturaleza de manera muy especial, siendo un espectador y observador de cada ser y elemento que compone el entorno donde actualmente vivo, en Chañaral de Aceituno. Pero, no siempre fui así. Estudié para ser contador auditor y en el último año de carrera decidí cambiarme a Ecoturismo en el Duoc de Valparaíso. Pasaba la mayor parte del día en la playa, surfeando.

Este cambio de profesión me abrió las puertas a explorar un sinfín de actividades al aire libre y, sobretodo, con un enfoque de cuidado y preservación. Viví en el sur y en el norte de Chile. He podido ver los ciclos y fuerza de la naturaleza y he sido consciente de que cada acción que realizamos tiene una repercusión en ella, y también en nosotros. Porque todos somos naturaleza, somos parte de ella y no podemos verla como un objeto externo a nosotros. Por eso cuando Karün me invitó a formar parte de su equipo de embajadores para abrir los ojos a otras personas sobre nuestro rol en en la Tierra, no dudé en aceptar y en esta columna les quiero compartir un poco más de esa visión.

©Diego Cortés
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Cuando llegué a Chañaral de Aceituno me sentí en casa. Supe desde el primer momento que sería el lugar donde echaría raíces. Una comunidad de 160 pescadores esforzados y sencillos, que han logrado organizarse y vivir del turismo, actividad que les permite tener sustento económico y cuidar los recursos limitados del mar. Las personas que viven ahí saben de las riquezas naturales que las rodean. Fue una de las primeras comunidades que prohibió el uso de las bolsas de plástico por decisión propia. Este tesoro de la costa de Chile continental es uno de los lugares que alberga mayor cantidad de especies marinas en peligro de extinción.

Lamentablemente este paraíso y santuario natural no se encuentra libre de amenazas. Actualmente existen dos proyectos que, de llevarse a cabo, podrían perjudicar una amplia zona donde habitan especies únicas. Estos corresponden al puerto Cruz Grande y la minera Dominga, que pretenden instalarse al sur de la esta reserva nacional. Según han señalado expertos, estos afectarían directamente en la ruta migratoria de las ballenas, que podrían morir al chocar con las grandes embarcaciones producto de la contaminación acústica. Además, los desechos generados por la minera podrían afectar el alimento de miles de especies. La comunidad se ha organizado porque entiende que estos proyectos no son viables ya que amenazan el ecosistema y su propio sustento de vida: los recursos del mar.

©Diego Cortés
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Cuando empecé a trabajar en Chañaral de Aceituno, tomaba fotografías para los pasajeros. Ahí me di cuenta del contacto y la interacción que se da entre las personas y las ballenas o delfines. La emoción que significa ver por primera vez a estos mamíferos es indescriptible y no podría contar la cantidad de personas que han llorado de felicidad al estar en la presencia de estos animales. Empezamos a cumplir el sueño de muchas personas, el sueño de estar en presencia de las ballenas. Son animales tan grandes, tan imponentes que te dejan sin palabras, completamente atento, observando cada movimiento, sintiendo cada sonido.

Observar a las ballenas, me permite entender que soy parte de algo mucho más grande. Que ha existido antes de mí y que seguirá existiendo. Y como guía de observación de cetáceos, puedo ser un intérprete de la escena natural y comunicarle a otro la importancia del lugar donde está. Pero no sólo de ese lugar, sino que de toda la naturaleza. Me permite tener la oportunidad, todos los días, de enseñarle a alguien, sea niño, niña o adulto que la naturaleza debemos cuidarla, que somos parte de ella, que nos brinda todo lo que necesitamos para vivir y que no podemos existir sin ella. Los niños y niñas son el presente y futuro de nuestro país, pero depende de nosotros cómo les enseñamos a cuidar la naturaleza y sentirse parte de ella. Si eres capaz de transmitir el conocimiento con emoción, la persona se siente interpelada y podrá recordar esa experiencia para siempre.

©Diego Cortés
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Chile está entre los tres países con mayor cantidad de especies de cetáceos. Y hay teorías que dicen que las ballenas guardan la memoria de la historia. Han vivido millones de años en las profundidades del océano, recorriendo miles de kilómetros en busca de alimento y mejores temperaturas. Al igual que los humanos, las ballenas migran y lo seguirán haciendo. Pienso que, al observar los cetáceos, podemos entender de mejor manera nuestra vida en la tierra. Para eso, debemos darnos el tiempo y escuchar su soplo, un soplo de conocimiento y profunda sabiduría. Sólo así podremos empezar a comprender su rol e importancia en este planeta. Así que salgamos afuera, toquemos la tierra, vayamos al mar y escuchemos el soplo de las ballenas. Algo nos quieren decir.

Así como Diego, Karün –empresa B chilena–, está colaborando con varios mensajeros que se alinean con la marca y sus valores para seguir inspirando a más personas a mirar el mundo desde otra perspectiva y reflexionar sobre qué pasaría si entendiéramos que todos somos naturaleza. Los desafíos son cada vez mayores y en este afán de expandir su mensaje a más personas, estarán pronto vendiendo sus productos también en California, además de Chile y Europa.

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