La revista Time Out publicó, a días de mi llegada a España, un artículo sobre áreas verdes poco conocidas en Barcelona. Entre ellos mencionaba a los Jardines de Mossèn Costa i Llobera como uno de los parques especializados en suculentas más importantes de Europa.

Fui y volví varias veces sin tener muy claro por qué. Era un jardín bonito, con vista al mar Mediterráneo y protegido por el monte Monjuïc, no muy concurrido, pero con especies que, en su mayoría, ya había visto en otros lugares. Varias personas me mencionaron que les parecía poco atractivo porque se ve abandonado. Y ahí me di cuenta de lo que en realidad me había atraído de él: su aparente “imperfección”.

©Antonia Pérez W.
©Antonia Pérez W.

La sociedad actual promueve el consumo, el recambio, el desechar todo aquello que no cumpla los estándares de lo concebido como perfecto y que no tenga una utilidad evidente e inmediata. Y creo que inevitablemente esa actitud ha ido permeando a otras áreas, como es el caso de las áreas verdes urbanas y su mantención. ¿Importa? Creo que sí. Y mucho.

©Antonia Pérez W.
©Antonia Pérez W.

En la naturaleza podemos encontrar ciclos de vida muy particulares y diferentes entre sí, sin embargo, gran parte de ellos comparten las etapas de nacimiento, desarrollo, reproducción y muerte; fases que nosotros también experimentamos y que muchas veces olvidamos que son comunes para muchas otras especies. Observar los cambios y procesos por los que pasan otros seres vivos, como los que tienen algunos árboles en otoño, cómo se marchita una flor, la conducta parental de ciertos animales o el trabajo coordinado de las hormigas, estoy segura que nos es beneficioso. Nos permite comprender los cambios inherentes a nuestra especie, que son inevitables y que muchas veces nos cuesta aceptar. Nos ayuda también a enfrentar situaciones  en las que, si no consideramos nuestra pertenencia en un contexto más amplio en la naturaleza, nos parecen inexplicables o injustas, y nos pueden generar tristeza, miedo o ansiedad.

©Antonia Pérez W.
©Antonia Pérez W.

Las “imperfecciones” en las plantas pueden ser una gran herramienta para hacer analogías con nuestra vida, y pueden servirnos de ejemplo en muchos aspectos. ¿Por qué entonces las volvemos falsas, les quitamos todo aquello que nos parece errado? ¿O las eliminamos por completo?… ¿Qué es eso? Que falta de conexión con los ciclos naturales. ¿No sería también útil poder ver cómo los hongos descomponen un árbol que ya murió? ¿O cómo incorpora una planta parte de ella que se quebró con el viento o se la comió un animal? ¿No tendrá más beneficios poder ver cómo las arañas conectan con sus telas zonas distantes, cómo cambia el color de una hoja o de un cactus por la presencia de un estresor, cómo surgen relaciones mutualistas con otras especies, que eliminarlos?

©Antonia Pérez W.
©Antonia Pérez W.

Tiendo a pensar que al  presentar una vegetación “perfecta” nos estamos haciendo daño, porque nuestro inconsciente reconoce en la naturaleza cierta conexión. ¡Es que somos parte de ella! Y si la censuramos, nos estamos censurando a nosotros mismos. Si quitamos ciertas partes de ella porque nos parecen feas o defectuosas, estamos diciendo que también tenemos que quitar ciertas partes nuestras. Estamos manifestando que hay ciertas etapas de nuestra propia vida que no aceptamos. Me pregunto si no tendrá más valor que dejemos de controlar las áreas verdes urbanas y abramos nuestra mirada para maravillarnos con todo lo que estos pequeños espacios de vida pueden enseñarnos.

©Antonia Pérez W.
©Antonia Pérez W.

No estoy segura si este jardín va a mantenerse así por más tiempo (en él sí que trabajan personas encargándose de su mantención y cuidado, solo que por alguna razón dejan que las plantas crezcan libres, interactúen con otras que llegan al lugar y se defiendan de amenazas. Sólo si es necesario apuntalan con guías las columnas que amenazan con quebrarse). Ni tampoco sé si genera el mismo efecto positivo, de reflexión, en otros visitantes. Con estas fotografías espero poder transmitir parte de mi experiencia.

Jardines de Mossèn Costa i Llobera

©Antonia Pérez W.
©Antonia Pérez W.

Situado a los pies del monte Montjuïc y enfrentando al puerto, en la costa de Barcelona, los jardines de Mossèn Costa i Llobera albergan especies suculentas de zonas muy diferentes: desérticas, subdesérticas, tropicales y de alta montaña, así como también otras plantas de clima mediterráneo. Fueron construidos por el arquitecto Joaquim Maria Casamor y el paisajista especialista en plantas crasas Joan Pañella, e inaugurado en 1970. Actualmente contemplan una superficie de 3,16 hectáreas y cuentan con más de 800 especies de plantas.

Dirección: Carretera Miramar, 38

Distrito: Sants-Montjuïc

Barrio: El Poble-sec

Ciudad: Barcelona (España)

©Antonia Pérez W.
©Antonia Pérez W.
Comenta esta nota

Comenta esta nota

Responder...