El renacer de las abejas en Chile
En los últimos años Chile no sólo se ha convertido en uno de los principales exportadores de abejas reina al extranjero, sino que también en ciudades como Santiago, han comenzado a proliferar los apicultores urbanos. ¡Aquí más detalles!
Las abejas están sufriendo una drástica disminución alrededor del mundo y las causas son variadas: la sequía, el cambio climático y el uso de agroquímicos y pesticidas son algunas de ellas. Algo preocupante si tomamos en cuenta que las abejas juegan un rol fundamental en nuestro ecosistema, al ser polinizadoras de muchas flores y especies vegetales. Sólo en Francia, la cantidad de colmenas ha disminuido en un 60% y se estima que la población mundial de abejas disminuye 8% cada año, pero en Chile pareciera ser que han encontrado un refugio.
Según cifras del Servicio Agrícola Ganadero (SAG), Chile se ha convertido en uno de los principales exportadores de abejas reina al mundo, con 44.378 abejas exportadas desde 2015 a 2018 a países como Canadá, Francia y México.
La legislación y el mercado extranjero
En Chile hay una ley apícola (decreto fuerza ley n° 15) desde 1968. Junto con eso, el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) tiene normas para regular las actividades. Existe una resolución que establece la necesidad de registrarse como apicultor y declarar la cantidad de colmenas anualmente, ya sean en áreas urbanas o rurales. Desde 2015, esta resolución tiene el carácter de obligatoria y la inscripción puede realizarse a través de la página web del SAG. El último recuento, de septiembre de 2017, indicó que en Chile hay 778.914 colmenas.
En nuestro país tenemos un tipo de abeja melífera, que fue introducida desde Europa el año 1844. A diferencia de los otros países de Sudamérica, la geografía chilena permite tener abejas melíferas puras. Esta condición ha hecho que Chile se convierta en un gran exportador de material genético al mundo. “Nuestra condición sanitaria, en términos de enfermedades, es mejor que en el resto de los países sudamericanos. Porque Chile, a pesar de ser parte de un continente, está aislado por la cordillera de los Andes”, explica Mario Gallardo, experto apícola de la División de Protección Pecuaria del SAG.
Por esta razón, mercados como Canadá y Francia son los principales importadores de abejas reinas chilenas, consideradas como las “madres de las colmenas”. Al estar estos países en el hemisferio norte y tener estaciones cálidas de menor duración, prefieren comprar material genético. “El tipo de abejas que nosotros tenemos está libre de los genes de las abejas africanizadas. En el resto de los continentes, desde Sudamérica hasta América del Norte, la abeja melífera está mezclada con la abeja africanizada. La abeja chilena es más mansa, más fácil de trabajar”, comenta Gallardo.
La miel chilena también tiene una alta demanda en el extranjero. A pesar de que Chile sólo representa alrededor del 1,5% de la producción de miel mundial, nuestro país exporta a los mercados más exigentes. “La diferencia de Chile es que cerca del 80% de nuestra miel proviene de bosques nativos. La mayoría de la miel que se comercializa a nivel mundial proviene de cultivos. Chile tiene una particularidad que te hace tener muchos tipos de mieles distintas, por la geografía y la diversidad de flora que hay. Esto es muy importante, porque le da un valor agregado”, concluye Mario Gallardo.
El boom de las colmenas urbanas
En los últimos años, sobre todo luego de conocerse la gran amenaza que vivían las abejas mieleras alrededor del mundo debido al llamado Síndrome de Colapso de las Colmenas iniciado en 2006, los apicultores urbanos han comenzado a proliferar alrededor del mundo. En ciudades como Nueva York, París, Berlín o Londres son cada vez más comunes las colmenas en jardines, balcones de departamentos o azoteas. De hecho sólo en el Reino Unido, los miembros afiliados a la Asociación de Apicultores Británicos (BBKA) ha aumentado de 8.500 en 2008 a más de 24.000 actualmente y muchos de éstos viven y mantienen sus colmenas en ciudades.
Mientras muchos buscan beneficios como la producción de miel, otros también esperan ayudar en la conservación de estos polinizadores. Y, contrario a lo que podría pensarse, se cree que las ciudades podrían ser el escenario perfecto para estos insectos ya que allí encuentran flores durante todo el año, están menos expuestas a pesticidas y químicos tóxicos, tiene fácil acceso al agua y menor competencia que en zonas rurales.
Lo cierto es que esta tendencia de criar abejas en la ciudad también se ha vuelto popular en Chile, sobre todo en la Región Metropolitana donde el apicultor urbano manejaría un número limitado de colmenas (5 a 8 colmenas en general).
Colmenas para educar
Felipe Bastías estudió filosofía y es profesor. Hace cinco años, mientras trabajaba en el Ministerio del Interior a cargo de intervenciones sociales, comenzó a interesarse por la apicultura. “Había un vecino en el edificio donde yo vivía que era apicultor hace 40 años, yo tenía un patio y le consulté la posibilidad de instalar una colmena. Así empecé a aprender con él”, explica Felipe. Comenzó a acompañar a distintos apicultores en sus labores y a instalar más colmenas, hasta llegar a asesorar a personas que querían iniciarse en el rubro.
Pronto dejó su trabajo y decidió dedicarse de lleno a la apicultura. Así fue como creó Colmenas Urbanas, un emprendimiento que tiene como foco contribuir al medio ambiente. En Centro Leñería, un espacio de cowork en Ñuñoa, instaló sus colmenas y desde abril ya tienen su primera producción de miel.
“El tema, más allá de vender la miel, es mostrar la preocupación que tenemos en torno a ciertos fenómenos que son transversales, el problema de las abejas es uno de los tantos elementos de este sistema que está estrujando al mundo”, explica Francisco Salvatierra, socio del emprendimiento. Felipe agrega: “Lo que nos interesa es generar espacios vinculados a la naturaleza, para educar sobre este tema”. Para esto, el envase y la etiqueta de la miel de Colmenas Urbanas explica la problemática en torno a las abejas y muestra su apoyo a distintas organizaciones medioambientales.
Benjamín Molina también es apicultor urbano. Es agrónomo y tiene colmenas en su jardín hace ya cuatro años. En un principio, comenzó porque un amigo no podía tenerlas por problemas de espacio y le pidió si podía hacerse cargo. “Desde ahí que siempre lo he mantenido. De ese cajón, que hay un núcleo, he sacado otro núcleo y he ido aumentando la cantidad”, explica Benjamín. Esa colmena se encarga de polinizar el jardín y entregarles miel.
En su opinión, existe poca conciencia de la importancia de las abejas y del rol fundamental que cumplen en el medio ambiente: “Casi todos las ven como un insecto que te pica y duele. La gente que llega a mi casa se extraña cuando llega y ve que tenemos una colmena ahí cerca”. Para él, una parte importante de tener las abejas en su casa es mostrarle a sus amigos y conocidos que se puede hacer apicultura en la ciudad. “Me gusta entregarles ese contacto a personas que no han tenido la oportunidad de estar cerca de una colmena”, cuenta.