Hoy, 30 de Septiembre celebramos la labor, pasión y dedicación de uno de los oficios más nobles que se desarrollan en nuestro país: la protección de la naturaleza y la integración social, encarnado por los y las “Guardaparques de Chile”. A través de esta carta, permítannos rendir homenaje a los hombres y mujeres que cumplen este mágico rol, capaz de reconectar a la sociedad con el patrimonio natural y cultural de nuestro país.

©Cortesía de María José Catalán y Tompkins Conservation
©Cortesía de María José Catalán y Tompkins Conservation

Para comenzar, hablar de Guardaparques en Chile, implica mencionar funciones a veces desconocidas y frecuentemente subvaloradas. Un ejemplo que refleja este desconocimiento es que muchos niños les llaman “Guardabosques”, cuando su nombre oficial y reconocido en nuestro país, es “Guardaparques”. Si profundizamos, llama la atención que rara vez una niña o niño sea estimulado para posar en una fotografía junto a un Guardaparque. Lo anterior nos muestra un bajo sentido de pertenencia y valoración por estos trabajadores.

©Diego Delso

Sin embargo, los y las Guardaparques de Chile, con más de 100 años de participación activa en el Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado, cumplen un rol ambiental y social fundamental en buena parte de las 15 millones de hectáreas que alberga dicho sistema. Concretamente, desde la protección de huemules que cruzan la carretera austral en el Parque Nacional Cerro Castillo, hasta la realización terapias de naturaleza en el Monumento Natural Cerro Ñielol, son muestras del amplio espectro de funciones que se desarrollan para contribuir a la salud de los ecosistemas y el bienestar social.

Quienes han tenido la posibilidad de compartir historias y anécdotas con Guardaparques, saben que estos hombres y mujeres, mantienen un vínculo profundo e inseparable con la flora y fauna que los rodea. ¿Cómo no asombrarse con la interpretación ambiental de Marinella Maldonado, Guardaparque de la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt mientras se navega entre ballenas y delfines? ¿Cómo no emocionarse al leer los relatos de Mario Ortíz de la Reserva Nacional Las Chinchillas? O bien, escuchando las historias de más los más de 30 años de Carlos Ochoa en la Reserva Nacional Los Flamencos.

©Augusto Domínguez
©Augusto Domínguez

Quisiéramos expresar nuestro más profundo respeto por los restantes 447 Guardaparques permanentes que resguardan las Áreas silvestres Protegidas del Estado, que también tienen pasión, trayectoria y vastas historia para contar. En este sentido, no podemos dejar fuera a quienes resguardan las Áreas Bajo Protección Privada, con la misma pasión y entrega que las áreas públicas, enfrentando desafíos iguales o similares, en territorios donde la vida silvestre no reconoce los límites de la gobernanza pública o privada de estos lugares.

Finalmente, hacemos un llamado especial a nuestra sociedad para que juntos, eduquemos a nuestros hijos, sensibilicemos a nuestros pares y tomemos acciones concretas para potenciar el rol de los Guardaparques de Chile, protectores in situ de los ecosistemas de los que depende nuestro bienestar y sin lugar a dudas, un tesoro humano que es necesario querer, visibilizar y valorar.

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