Recuperan voces de culturas fueguinas contenidas en cilindros de cera por 100 años
Hace un siglo, durante el tercer viaje de Martín Gusinde a Tierra del Fuego, a finales de 1921 y comienzos de 1922, se realizaron una serie de grabaciones fonográficas en cilindros de cera, en los cuales se conservaron diversos cantos y ceremonias de los pueblos originarios que habitaban esta isla al extremo sur del continente. Estos cilindros guardaron la memoria de voces en idiomas que en la actualidad conservan muy pocos hablantes nativos. Sin embargo, debido a las limitantes técnicas de la época, estas voces se perdieron en el tiempo y permanecieron en silencio durante casi 100 años. Hasta que, gracias al trabajo del Área de Antropología del Museo Nacional de Historia Natural (MNHN), lograron ser rescatadas por medio de nuevas tecnologías. «Conectarse con ese pasado te permite derribar prejuicios y ver las cosas de un modo diferente”, señala Francisco Garrido desde el MNHN. A continuación, te contamos más detalles.
Desde el descubrimiento del Estrecho de Magallanes y la llegada de los primeros colonos al territorio que hoy comprende la Región de Magallanes, Tierra del Fuego ha generado fascinación en científicos y naturalistas europeos, que encantados con las historias sobre una tierra lejana donde había grandes columnas de fuego y habitaban hombres gigantes, llegaban a recorrer estos helados paisajes australes llenos de curiosidad y ansias de aventura.
Ese fue el caso de Martín Gusinde, un sacerdote y antropólogo alemán que se radicó en Chile en 1912 y llevó a cabo una serie de expediciones a Tierra del Fuego, en las que logró rescatar una parte importante del conocimiento que tenemos actualmente sobre las etnias más australes del mundo.
Vale decir que Gusinde llevó a cabo cuatro expediciones a Tierra del Fuego, realizando un detenido y minucioso estudio de la cultura de los selk’nam, yaganes y kawéskar. Tomó cientos de fotografías y notas de campo sobre la vida cotidiana y los ritos y ceremonias de esas etnias, y reunió una gran colección de objetos etnográficos. Asimismo, durante sus viajes, Gusinde denunció con energía el exterminio de los pueblos patagónicos por colonos, estancieros y aventureros blancos.
Durante el tercero de sus viajes, realizado a finales de 1921 y principios de 1922, Martín Gusinde fue acompañado de otro sacerdote etnógrafo llamado Wilhelm Koppers, con el que realizó una serie de grabaciones fonográficas en cilindros de cera de los cantos y ceremonias religiosas de los pueblos Kawésqar y Yagán principalmente. Estos cilindros representan un valor etnológico inigualable, ya que guardaron la memoria de voces en idiomas que en la actualidad conservan muy pocos hablantes nativos. Sin embargo, debido a las limitantes técnicas de la época, permanecieron décadas en el silencio.
Cabe señalar que para la década de 1920 la tecnología de cilindros de cera ya había sido dejada de lado reemplazada por los nuevos discos de “shellac”. No obstante, para grabar sonido aún se debía recurrir a los cilindros de fonógrafo, los cuales fueron los primeros medios masivos de grabación y reproducción de sonido desde fines del siglo XIX.
“El interés básicamente era preservar las voces y sobre todo hacer un registro auditivo de idiomas que eran poco conocidos a nivel mundial. Gusinde y Koppers publicaron varios libros en donde contaban la vida de estos pueblos, pero tener un registro sonoro te da una visión mucho más vivida sobre la otra cultura, lo mismo que la fotografía. Entonces el sentido de grabar el sonido era eso, el poder ahondar en la forma de vivir de estos grupos como también en sus cantos ceremoniales y su espiritualidad, bajo un formato que pudiera ir más allá, que fuera de un modo más realista”, añade Francisco Garrido, curador del Área de Antropología del Museo Nacional de Historia Natural (MNHN).
Desde las primeras expediciones conquistadoras y colonizadoras que llegaron a nuestro país, arribaron sacerdotes y misioneros enviados por la Iglesia Católica en las llamadas expediciones misioneras, con el objetivo de servir y evangelizar a determinadas comunidades necesitadas.
En ese contexto fue que arribó el sacerdote Gusinde a Chile. Sin embargo, su enfoque era distinto al de otros misioneros. Seguidor de las teorías de Wilhelm Schmidt, el sacerdote alemán argumento que el hombre lleva consigo de manera espontánea y natural la creencia en un único ser supremo creador del mundo y de la moral, y que en las etapas posteriores de la evolución humana aparecieron otros cultos y ritos que se habrían sobrepuesto a ese ser originario. Por ello es que, de acuerdo a los principios evolucionistas, pensó que mientras más primitivo fuera el nivel cultural de un pueblo, más prístinas serías sus creencias.
En la búsqueda de la semilla de la fe cristiana fue que Gusinde visitó los pueblos más remotos del planeta, logrando rescatar la memoria de la vida de los pueblos fueguinos, a cuyo estudio dedico gran parte de su vida. Si bien, su visión colonialista lo llevó en muchas ocasiones a interpretar erróneamente los datos recogidos en su trabajo de campo, los elementos etnográficos que logró rescatar de estas culturas durante esos años nos han permitido, al día de hoy, entender muchos rasgos sobre su forma de vivir y habitar este hostil territorio.
“Por eso gran parte de los etnógrafos y antropólogos de la época eran europeos y le interesaban culturas que, mientras más exóticas eran, mejor. En Chile la antropología como tal y sobre todo la etnografía se desarrolla mucho más tarde porque no había mucha información y tampoco había mucho interés por parte del Estado, básicamente porque la sociedad chilena y la elite intelectual de la época querían mucho más parecerse a Europa y no les interesaba mucho entender a los pueblos indígenas. Ahora independiente del contexto social e ideológico que había en esa época, que era bastante colonialista, lo interesante es que estos registros son bastante únicos y son bastante valiosos, porque igual nos entregan la posibilidad de conocer más de la vida del pueblo”, puntualiza Francisco Garrido.
No se sabe exactamente cuántos cilindros de cera grabó Gusinde en sus expediciones en Tierra del Fuego ya que muchos se perdieron o se rompieron durante los traslados, así como se perdió una parte importante debido a la Segunda Guerra Mundial. “Eso es algo lamentable”, agrega Garrido, “porque hay muchos de estas grabaciones que hoy en día no son reproducibles. A lo mejor en el futuro con nuevas tecnologías se podrán reproducir, pero por el momento son dos, que estaban más intactos, los que logramos recuperar”.
Cabe señalar que una parte de estos cilindros fue entregada al Museo Etnológico de Berlín, mientras que otra, la colección etiquetada como “Koppers Feuerland”, permaneció en Chile, primero en el Museo de Etnología y Antropología, luego en el Museo Histórico Nacional y finalmente llegó al Museo Nacional de Historia Natural durante la década de 1970.
Sin embargo, hasta el momento no se sabe si los cilindros de cera del Museo Etnológico de Berlín son copias de los que estaban en Chile, o bien, si corresponden a un corpus distinto dentro de las mismas expediciones. Como señala el curador del Área de Antropología del MNHN: “Podría haber tres alternativas: Una es que los cilindros que tenemos sean copias, sin embargo, eso tiene una dificultad ya que la tecnología de cilindro no es fácil de copiar. La segunda opción es que hayan hecho dos tomas diferentes de un mismo canto o ritual. Y la tercera opción, que también es bastante probable, es que Koppers haya dejado parte de los cilindros en Chile y parte en Alemania, entonces serían grabaciones completamente diferentes. De todos modos, el registro que tenemos es bastante valioso y único, porque son las únicas copias que hay en Chile”.
En la actualidad, solo quedan dos ejemplares de grabaciones fueguinas que sobrevivieron integras a los traslados y al tiempo. Y luego de 100 años de silencio, pudieron ser recuperadas gracias a las nuevas tecnologías. En este caso se utilizó un fonógrafo Edison Standard y para la captura del sonido se utilizó el dispositivo Canaphonic Archivette, el cual se conecta al reproductor del fonógrafo y permite convertir la señal de audio en una señal eléctrica, que se conecta a la tarjeta de sonido de un computador.
La grabación de audio se realizó con el programa Audacity, que permitió luego corregir de modo digital la velocidad de reproducción. Esto llevó a un descubrimiento interesante ya que, si bien los cilindros de cera estaban diseñados para contener dos minutos de audio a 160 rpm, Koppers y Gusinde grabaron estos cilindros a menor velocidad con el fin de extender el tiempo de grabación. De tal forma, en el software fue necesario disminuir la velocidad a un 60% y se obtuvo un tiempo de grabación de 3 minutos y 45 segundos por cilindro.
El rescate de las voces contenidas en estos cilindros, como explican desde el MNHN, tiene una importancia patrimonial indescriptible, ya que abre interesantes puertas para la compresión de las culturas fueguinas, cuyo pasado histórico se encuentra marcado por el colonialismo, la opresión y el silenciamiento de sus voces e identidades. “Gracias a esta colección que tenemos en el Museo logramos hacer este rescate patrimonial, pero obviamente queda el trabajo futuro de hacer un análisis más profundo del contenido de estos cantos y llegar un mejor entendimiento o quizás a nuevas interpretaciones sobre los pueblos del extremo sur”, señala el curador del Área de Antropología del MNHN.
Estos registros auditivos, además, no solo permiten generar un mayor entendimiento sobre estas culturas que en la actualidad cuentan con muy pocos representantes nativos, sino que también permite reivindicar una parte de la historia que permanece oculta e invisibilizada.
“La importancia de reivindicar estas culturas es bastante grande en el sentido de que, hasta el día de hoy, muchas personas piensan que la historia de Chile y del continente americano comienza cuando llegan los europeos y muy poca gente conoce que antes de eso hay alrededor de 15.000 años de historia, que es un tiempo bastante largo, donde muchas cosas pasaron. Muchas cosas sucedieron que en gran parte han sido ignoradas, invisibilizadas y borradas de la historia. Por ello es que conectarse con ese pasado también te permite derribar prejuicios y ver las cosas de un modo diferente”, finaliza Francisco Garrido.