Huinay ©Francisco Herrera
Huinay ©Francisco Herrera

La primera reacción fue gritar un chilenismo con emoción, de esos que salen del corazón cuando uno logra un objetivo desafiante. Es que, luego de días de abrir una nueva ruta y horas trabajando a pleno sol esperando llegar a una cumbre y tomar un poco de agua, lo habían logrado. Ahí, los montañistas Hernán Rodríguez, Nicolás Gutiérrez, Francisco Herrera y Sebastián Rojas se abrazaron: habían logrado una ruta de escalada que nunca antes se había realizado.

Desde ahí, veían todo: los alerces milenarios, las dos vizcachas patagónicas que los recibieron y el indómito paisaje que los rodeaba, que incluía al fiordo Cumau. Todo desde las alturas. En ese punto, habían logrado armar una ruta de 1.300 metros y 25 largos.

Había sido un desafío.

Huinay ©Francisco Herrera
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Una idea que se hizo realidad

Todo partió con una foto de una pared de granito de la que no se conocía más que su ubicación geográfica, tomada por el fotógrafo Guy Wenborne, y un artículo publicado en la revista Escalando del 2010, de una escalada fallida en esa pared, realizada por Francisco Herrera, Eric Vigoroux y Claudio Vicuña. Esa aclamada pared era la del cerro Huinay.

Huinay ©Francisco Herrera
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Con esto en sus manos como única referencia, el deportista Nicolás Gutiérrez empezó a mover las cartas para hacer un nuevo intento y abrir una ruta de escalada. Emprendió el rumbo de buscar financiamiento, y así se sumaron al equipo Francisco Herrera, quien fue parte de expedición pasada, y Sebastián Rojas, quien fue de apoyo en la misión. Ellos  registraron toda la experiencia que mostrarán próximamente en un documental junto a la marca outdoor Lippi.

Cada uno de los montañistas se preparó por su lado física y mentalmente, mientras se conseguían financiamiento y apoyo en la logística: llegar era sólo posible por helicóptero porque no hay senderos de trekking para acceder a este lugar, que está ubicado en la Fundación San Ignacio de Huinay, dedicada a la investigación científica y preservación de esta zona de 34 mil hectáreas.

Huinay ©Francisco Herrera
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Una vez logrado eso, era hora de aterrizar y abrir lo que se conoce en la escalada como una “gran muralla” o “big wall”, en inglés. Se venían así, días verticales que próximamente se transformarían en una hazaña.

Días desafiantes

En el equipo había ganas y experiencia en la montaña. Sobre el cerro tenían fotos previas y los registros de la hazaña anterior. “Con eso vas viendo dónde puede estar la debilidad de la roca o el sistema que te puede llevar a la cumbre”, explica Rodríguez.

Huinay ©Francisco Herrera
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Pero bajarse del helicóptero y ver el cerro desde la base es otra cosa. Desde debajo de veían los mil metros que se proyectaban hacia el cielo y, empezando, qué es lo que pasa con los sistemas de vegetación o dónde se pueden hacer fisuras. “Una vez llegando ya pudimos ver qué ruta era más viable para nosotros, pensamos que era por el lugar que la hicimos y empezamos a abrir. De a poquito se fue dando, obviamente pasamos por partes selladas o difíciles, pero la idea fue llegar a la cumbre”, agrega Rodríguez, valorando que las decisiones tomadas como equipo resultaran.

Pero lo cierto es que la experiencia es la que va hablando. Según explica Sebastián Rojas, eso es lo que te guía en una pared gigante y, en este caso, se hizo con la colaboración de todo el equipo. Es que, dicen, pensaron que la ruta sería fácil, pero terminó siendo una “tremenda aventura”.

Huinay ©Francisco Herrera
Huinay ©Francisco Herrera

Una experiencia de 10 días de trabajo sin parar en la pared, todos los días. De jornadas extensas y largas. “Estábamos harto rato en la pared y entrábamos incertidumbres y problemas. Nos ayudó la experiencia, pero fue muy intenso”, dice Rodríguez.

Una ruta gigante con sorpresas todos los días. Por ejemplo, en uno de los largos, cuenta Rojas, debían pasar un montón de ramas: ahí había que limpiarlas y sacarles la tierra. En eso, ésta caía a los ojos, a la nariz, a la boca. Y en eso se podían demorar hasta cinco horas.

Huinay ©Francisco Herrera
Huinay ©Francisco Herrera

En un lugar con un clima húmedo donde pueden llegar a caer 30 o 40 milímetros de lluvia, hay mucha vegetación. Claramente, en algunos sectores más que en otros. Hubo días que alcanzaban a avanzar dos largos, otros seis. Así hasta llegar a los 25 finales.

Caminos que, sin duda, significaron harto trabajo y una refrescante bañada en el río luego de un arduo día de tierra y trabajo.

Lluvia, motivación y compañerismo

Entre los días que permitieron avanzar en la ruta, la lluvia torrencial obligó a detener la tarea. Una semana en la que la lluvia no dejó de caer los obligó a darse una pausa. Construyeron una pequeña cabaña cerca y se instalaron. Fueron días de risa, de películas y de lluvia en buena compañía.

©Francisco Herrera
©Francisco Herrera

Pasa que la buena compañía hizo que esta experiencia fuera aún más inolvidable. “Nico y Seba se conocían, con el Pancho también. Yo no los conocía y al final fue interesante porque todos tenemos historias distintas y vamos compartiéndolas. Cada uno llega con sus ideas en la cabeza, y las desarrollamos, generamos confianza y motivación a tope. Son puros atletas secos, máquinas, te contagias de esa motivación”, dice Rodríguez.

Y así, luego de días de compartir y descansar durante la lluvia, se siguió con la misión. Ahí vieron el increíble paisaje del fiordo de Cumau y como va cambiando en las alturas. Vieron los rastros de avalanchas que habían impactado sectores que ahora tenían árboles jóvenes. En palabras de Rojas, “hay lugares que se ven devastados por avalanchas gigantes que hacen desaparecer cualquier árbol el camino”.

Huinay ©Francisco Herrera
Huinay ©Francisco Herrera

Vieron también los míticos alerces, bosques interminables con ejemplares milenarios. Un lugar que Rojas define como salvaje y que Rodríguez define como impresionante. Un paisaje indómito de belleza inolvidable, que observaron hasta que lograron llegar hasta la cumbre.

Vizcacha, Huinay ©Francisco Herrera
Vizcacha, Huinay ©Francisco Herrera

“Fue maravilloso, lo que más alegría nos dio, aparte de la cumbre, fue que había agua. Habíamos escalado todo el día a pleno sol, vimos las vizcachas y fue una felicidad tremenda. Había una puesta de sol hermosa. Para todos era un sueño. Una pared así no se da siempre ni con esas condiciones, con el nivel de buena onda del grupo, así de afiatados”, dice Rodríguez.

Una alegría que significó que toda decisión tomada fue correcta, que toda la motivación y el dar hasta la última gota de esfuerzo valió la pena.

Huinay ©Francisco Herrera
Huinay ©Francisco Herrera

Respeto y cuidado de la naturaleza

Futa Chaw es el nombre que los deportistas le pusieron a la nueva ruta de escalada. En mapuzungun, significa el gran padre. Pancho andaba con un libro que ensañaba esta lengua y llegaron a esas palabras, que fueron las que más reflejaron lo que ellos sentían en ese cerro.

Rodríguez dice que el nombre viene a evocar el espíritu de la montaña y también un poco relacionando a la creencia de que hay un espíritu universal que habita en la naturaleza y que, como deportistas, dependen de si él quiere permitir que pasen a la montaña. Y si no es posible, como la primera expedición a Huinay, la labor es simplemente respetar, admirar y observar.

Huinay ©Francisco Herrera
Huinay ©Francisco Herrera

Esto es justamente lo que transmiten tanto Rojas como Rodríguez al momento de dar un mensaje a futuros escaladores de esta ruta. “Somos enfáticos en que este lugar es muy único, es muy frágil y en el caso de que alguien quiera repetir la ruta, que es lo que todos queremos porque quedó hermosa, es que se haga con el total cuidado, siendo conscientes y responsables de que se está yendo a un lugar virgen, majestuoso y muy salvaje”, dice Rodríguez. A lo que agrega la importancia de llevarse la basura y disfrutar de forma saludable para el entorno.

Huinay ©Francisco Herrera
Huinay ©Francisco Herrera

Eso sí, comentan que hay que tener en cuenta que el acceso, por el momento es solo vía helicóptero y que está en terrenos de la Fundación San Ignacio de Huinay, que tiene fines científicos. Siempre hay que hablar con ellos primero para conseguir autorización y, por supuesto, ir con la motivación de una nueva aventura.

Huinay ©Francisco Herrera
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