Hay un sentimiento universal que mueve a las personas a explorar lo desconocido, y los alemanes tienen una palabra para eso: Le llaman Fernweh. Habla de la sensación de pertenecer a lugares lejanos, la pulsión por el viaje, la urgencia de partir a la aventura.

Por muchos años según cuenta Andrea Wulf, autora de “La Invención de la Naturaleza: El Nuevo Mundo de Alexander Von Humboldt”, el naturalista prusiano experimentó este Fernweh como una tragedia. Soñaba con viajar a otros continentes, pero tenía una madre que lo obligó a dedicarse a una profesión más adecuada al rango familiar que los Von Humboldt guardaban en el imperio prusiano. Recién en 1799, años después que su madre había fallecido, Alexander Von Humboldt se animó a iniciar la odisea por el continente americano que cambiaría su visión del mundo y la naturaleza. Allí no solo cumplió sus deseos de navegar en canoa los brazos selváticos del río Orinoco o de ascender el Monte Chimborazo, en Ecuador, cuando se consideraba la cumbre más alta del mundo. En cada una de esas travesías registró, clasificó, nombró y divulgó el mundo natural que lo fascinaba. Ríos, cordones montañosos, bahías, más de 300 plantas y animales llevan su apellido y están descritos en sus 34 volúmenes que recopilan sus viajes. Y es que su legado está tanto en el planeta Tierra como en el universo; hay un glaciar Humboldt, un asteroide Humboldt, una zona de la luna llamada Mare Humboldtiano y sin ir más lejos, la fría corriente submarina que fluye desde las costas de Chile hasta Perú lleva también su apellido.

Despliegue de un atlas que acompañaba a Cosmos y que muestra diferentes zonas de vegetación y familias de plantas en todo el planeta. ©Imágenes extraídas del libro
Despliegue de un atlas que acompañaba a Cosmos y que muestra diferentes zonas de vegetación y familias de plantas en todo el planeta. ©Imágenes extraídas del libro

¿Quién fue este hombre extraordinario al que Darwin denominó como “uno de los científicos viajeros más grandes que jamás haya existido? ¿Qué fue lo que motivó a este joven prusiano a partir en 1799 a una expedición por Venezuela que sentaría las bases de la ecología de nuestros tiempos? Son las preguntas que se propone a responder Andrea Wulf, a través de este libro que intercala su compleja historia familiar, la relación solitaria y obstinada con la naturaleza y el relato cronológico de una extensa bitácora que comienza como cualquier idea de viaje: una caminata en solitario por un bosque y las ganas de partir hacia un lugar nunca antes visto.

Ese sentimiento incontrolable – Fernweh – hoy parece ser doblemente importante y contingente. En un contexto donde la influencia de la actividad humana tiene que lidiar con el cambio climático, con la acidificación de los océanos, con el derretimiento de glaciares y los comportamientos extremos del clima como sequías e inundaciones –visiones que Humboldt anunció con alarmante visión profética–; salir a explorar, a reconocer y divulgar el valor del patrimonio natural surgen como tareas cada vez más urgentes.

El naturgemelde de Humboldt de 90 x 60 cm que incluyó en “Ensayo sobre la geografía de las plantas”. ©Imágenes extraídas del libro
El naturgemelde de Humboldt de 90 x 60 cm que incluyó en “Ensayo sobre la geografía de las plantas”. ©Imágenes extraídas del libro

La naturaleza fue la gran maestra de Humboldt. Y la lección más importante que le ofreció: la idea de libertad y diversidad. Donde todos, desde un hongo minúsculo hasta un elefante, eran igualmente importantes para lograr el balance de equilibrio. En esa mirada visionaria y extremadamente moderna, Alexander Von Humboldt afirmó en 1801 que las colonias basadas en la esclavitud y la explotación de seres humanos creaban un sistema de injusticia que provocaría una devastación desastrosa para el medio ambiente. Su mirada holística hacia la naturaleza no fue acogida entre los hombres de ciencia de su época, quienes se mostraban más interesados en encerrarse en su propia área de especialidad.

Humboldt, en tanto, hacía converger el método científico, el arte, la historia, la poesía y los asuntos políticos en sus textos. Por ello, además de nombrar y bautizar una extensa toponimia geográfica, el naturalista más prolífico de la historia estableció, sin saberlo, lo que serían las bases de la ecología moderna, de la conservación y el cuidado del medio ambiente tal como lo entendemos hoy.

“La Invención de la Naturaleza: El Nuevo Mundo de Alexander Von Humboldt”, nos recuerda que el oficio del naturalista y de todas aquellas profesiones que abrazan lo diverso y lo multidisciplinario está más vigente que nunca. Pero sobretodo, nos recuerda la urgencia de cultivar ese sentido de lo maravilloso que acompañó a Alexander Von Humboldt en cada una de sus aventuras. Donde el cuidado del patrimonio natural se alimenta de la pulsión por el viaje, de registrar y divulgar el valor de lo inexplorado y lo desconocido.

La invención de la naturaleza: El Nuevo Mundo de Alexander von Humboldt, Andrea Wulf, 2015. Editorial Alfred A. Knopf. En librerías. $18.000