El poblado de Tacora en la Región de Arica y Parinacota,  está ubicado a más de 4.000 msnm en el altiplano chileno. Este pueblo –hogar ancestral de la cultura aymara– vive hoy un importante despoblamiento y la posible pérdida de una identidad y patrimonio culturales invaluables. En él no habitan más de 10 personas de forma permanente; su clima extremo y la carencia de servicios básicos, han provocado una fuerte migración urbana hacia ciudades como Arica.

Sus viviendas y edificios, construidas principalmente en tierra con la técnica constructiva del adobe y tapial, se encontraban afectadas principalmente por agentes naturales como sismos; agentes erosivos como la humedad, la sal, el clima o la acción mecánica; con fallas en el diseño o intervenciones que no guardaban relación con el sistema constructivo original. Varias habían sufrido derrumbes parciales de muros o cubiertas, otras tenían grietas en los muros o importantes falencias en su estructura poniendo en riesgo la seguridad de sus habitantes, y la mayoría de las viviendas habían perdido sus puertas y ventanas originales.

©Cristóbal Correa para Fundación Altiplano
©Cristóbal Correa para Fundación Altiplano

Ante esta situación, fueron los mismos pobladores de Tacora quienes se acercaron a la Fundación Altiplano para pedir su ayuda y recuperar así las viviendas tradicionales del pueblo de Tacora construidas por sus antepasados. De esta forma no sólo podrían relevar el valor patrimonial, histórico y cultural de la zona, sino también acceder a una oportunidad de desarrollo sostenible en torno al turismo responsable, como ya lo han hecho otros pueblos de la región.

Fue así que Tacora pasó a formar parte del Programa de capacitación en restauración de fachadas del Gobierno Regional de Arica y Parinacota y Fundación Altiplano –el noveno de su tipo en la Región de Arica y Parinacota– que busca formar a personas locales con capacidades instaladas que puedan hacerse cargo de la conservación de sus viviendas patrimoniales y de sus templos, tanto en Tacora como en otros poblados del área inmediata, sumándose como actores relevantes del Plan Iglesias Andinas/ Ruta de Las Misiones Saraña. El proceso del programa –desarrollado como escuelas taller– y la restauración del pueblo quedó entonces plasmado en el libro El último Mallku, Paisaje cultural de Tacora, donde además se incluye la historia de este poblado –incluyendo su pasado ligado a la extracción de azufre– y testimonios de locales.

Aquí Cristian Heinsen, Director de Fundación Altiplano, nos cuenta más detalles al respecto en este fragmento que aparece en el libro: 

Kamisaraki, Kullakanaca, Jilatanaca, que en aymara, la lengua ancestral de la comunidad de Tacora, viene a decir algo así como Saludos, hermanas y hermanos… Venimos a cerrar este libro llamado el Último Mallku. Así es que nos vamos al comienzo… ¿De dónde nace el título, esto del Último Mallku?

Los últimos 

©Cristóbal Correa para Fundación Altiplano
©Cristóbal Correa para Fundación Altiplano

Nace de las alturas. Y nace como un suspiro.  Al bajar desde Tacora al puerto de Arica, desde los 4.200 a los 0 msnm, la historiadora del arte, Magdalena Pereira, directora de ésta y otras publicaciones de la Fundación Altiplano, concluye suspirando: “Son los últimos habitantes del altiplano, estamos acompañando a los últimos custodios del tesoro andino… Me lo dijo don Marcelino en su estancia: ‘No hay esperanza, después de nosotros, ya no volverán nuestras hijas e hijos a cuidar lo que dejaron los abuelos’”.

La alarma obliga a revisar la evidencia: la población en el altiplano chileno, hogar ancestral de la cultura aymara y escenario de notables conquistas biológicas y culturales de nuestro pequeño planeta, ha ido decreciendo dramáticamente. Hoy, para toda la provincia andina de Parinacota, que representa el 50% del territorio regional de Arica y Parinacota (16,000 km2), se cuentan sólo 3.400 personas, algo así como el 1,5% de la población total de la región. Si se considera que, de esta escasa población, la componente andino-aymara es mayoritariamente anciana o de la tercera edad, la alarma es aún más preocupante. Y si entendemos que esta gente sabia y noble son los guardianes de uno de los paisajes o reservas patrimoniales del planeta, los custodios del altiplano, la alarma exige reacción urgente.

Mallku y Talla

©Cristóbal Correa para Fundación Altiplano
©Cristóbal Correa para Fundación Altiplano

¿Qué significa Mallku? Según nos explica don Mario Cutipa, compañero, maestro mayor restaurador y yatiri de la Fundación Altiplano, los Mallkus son los espíritus sagrados de las altas montañas del Andes; el Mallku Kunturi, señor de gran altura, deidad aymara ancestral que representa la cumbre y la Autoridad-Sabiduría. El Mallku-Montaña, está relacionado con el cóndor (kunturi), el ave majestuosa que domina las alturas del altiplano-akapacha.

Mallku es la fuente de la vida, la reserva del agua sagrada que cae del cielo y brota de la tierra en las alturas, generando el fenómeno biológico del altiplano, que ha permitido el habitar humano y las grandes conquistas culturales del Sur Andino: la domesticación de las papas y del ganado auquénido, que están en la base del esfuerzo cultural prehispánico que se extendió junto a los Andes y a través del Gran Desierto del Pacífico. Las comunidades andinas aymara siempre han conversado con sus Mallku, que les conectan con el resto de las cumbres achachilas, espíritus de los antepasados. La autoridad del Mallku se traspasaba a la comunidad en el cargo ancestral de Mallku, que se complementaba con la Mama T’alla, la autoridad femenina. Es la dualidad Chacha-Warmi, el ying-yang andino, aún tan presente, tan potente.

El llamado de ayuda del Mallku

©Cristóbal Correa para Fundación Altiplano
©Cristóbal Correa para Fundación Altiplano

“No es la primera ni la última vez que trabajo con la Fundación. Ha sido un esfuerzo grande de ir a golpear las puertas a la Fundación, me costó bastante la caminata, las conversas… pero estoy agradecido porque esto lo hice para poner en valor mi querido pueblo. Y no solamente el pueblo, sino también la iglesia…. ahora somos varios los que estamos trabajando por el pueblo”, cuenta Adanton Nina, dirigente de la comunidad de Tacora sobre cómo llegaron a trabajar junto a la Fundación.

La portada del libro, con su trama de hilos de lana de alpaca, evoca la sabiduría ancestral de esta cultura ganadera y tejedora de altura, contemplativa, silenciosa, que ha traspasado por generaciones un saber esencial del planeta, en clave. Hay que entrever en lo profundo de las fibras la imagen del Mallku Volcán Tacora, con sus casi 6.000 msnm, su reserva de vida y dignidad, que custodia a la comunidad, hoy disminuida por la migración generalizada a la ciudad de Arica.

Ante el despoblamiento y abandono, la comunidad de Tacora, representada por sus dirigentes, solicitó el apoyo de la Fundación Altiplano para restaurar su viviendas, tal como se ha venido haciendo en otros poblados andinos del Plan Templos Andinos de Arica y Parinacota/Ruta de las Misiones-Saraña, gracias al apoyo del Gobierno de Chile, por medio del Programa de Puesta en valor del Patrimonio SUBDERE. Ya antes, hacia 2011, habíamos trabajado juntos restaurando su templo de adobes y paja brava, tesoro principal de Tacora, en un esfuerzo complejo ejecutado en escuela taller.

En esta nueva solicitud de apoyo de la comunidad, está la profunda necesidad de conservar, de no ser olvidados, de recuperar dignidad, identidad, protección, afecto…  Es su patrimonio, su tesoro ancestral junto al gran Volcán-Mallku. Recuperarlo es lograr un incentivo para que vuelvan los que han migrado, para que tengan un motivo de orgullo y retornen a heredar el tesoro de los antepasados. Si el último Mallku pide ayuda, ¿quién se puede negar?

La respuesta

©Cristóbal Correa para Fundación Altiplano
©Cristóbal Correa para Fundación Altiplano

El proyecto Programa de Capacitación en restauración de Fachadas Tacora es la respuesta de la Fundación Altiplano y SUBDERE/Gobierno y Consejo Regional de Arica y Parinacota. Dice don Diego Pino, Monitor de la Escuela Taller: “Yo vi en un programa de Televisión que mostraban cómo estaban haciendo la Caruna en una localidad cercana a Tacora y le conté a los señores de la comunidad que estaban con nosotros en la escuela taller. Y don Pablo Villalobos me dijo que él sabía hacerla, entonces le dijimos si podríamos hacerla en el proyecto y la hicimos. Así fue”.  Y complementa la  arquitecta Beatriz Yuste, jefa del proyecto, que a la técnica del techo le llaman  Caruna.

Don  Pablo Villalobos, hombre mayor de la comunidad que integra el equipo de escuela taller, relata el recuerdo de ver a su abuelo haciendo techos de barro en el altiplano mientras él era niño y lo acompañaba. Lo relata sin palabras técnicas ni muchas explicaciones, sólo poniendo las manos en forma de V invertida  y diciendo que “Sí es posible un techo de barro”. Al principio pensamos que se trata de hacer techos de barro auto-portantes, no lo creemos mucho, así que lo desafiamos a que nos haga una prueba. Y la hizo, junto al equipo de obra: una muestra de 30 cm x30 cm aproximadamente, diciéndonos simplemente que “esto es lo que hacía mi abuelo, y esto me gustaría recuperar para las casas de Tacora, es lo tradicional».

Así es que lo incorporamos como innovación del proyecto y organizamos una escuela taller para todo el equipo, con don Pablo como instructor. Prepara el barro, moja la multi-cancha, esparce sobre la cancha la paja brava, y sobre ésta echa el barro con fuerza y lo reparte con los pies. Es sólo una prueba y la dejamos secar al sol, pero nos cuenta que para la caruna definitiva habrá que enrollar y trasladar a su posición final antes de que el barro se seque completamente y pierda su plasticidad. La solución se aplica en los prototipos de Sra. Elba (Taller de Artesanía) y de Don Pablo Chura (Tienda de Charqui). En cada caso repiten el mismo proceso, variando sólo las dimensiones según cada vivienda. Preparan la mezcla con estas dimensiones y enrollan mientras el barro todavía está semi-húmedo. Lo cargan entre varios maestros, porque por las dimensiones ha quedado bastante pesado,  lo elevan hasta la coronación del muro y desde ahí lo desenrollan sobre las costaneras y vigas que serán su apoyo y ubicación final.

La comunidad de Tacora es sabia, entiende perfectamente la necesidad profunda de conservar su patrimonio, no requiere expertos ni especialistas, sólo convoca ante la dramática pérdida de población y saber ancestral. Sus testimonios refieren la necesidad de subsistencia, su orgullo, su identidad. Aplicando el modelo del economista Manfred Max Neef, que propone el desarrollo humano desde la satisfacción de las necesidades profundas de Subsistencia, Protección, Afecto, Entendimiento, Identidad, Participación, Creación, Ocio y Libertad, los testimonios son reveladores.

Léalos, lectora, lector, y tal vez acordemos lo siguiente: la conservación de patrimonio, de aquellos tesoros naturales o culturales legados por los antepasados, es una profunda necesidad de las personas y comunidades, que se detecta especialmente en aquellas comunidades ancestrales, tan íntimamente vinculadas a su pasado vivo, a su paisaje, a su identidad-dignidad. Y es la misma necesidad de conservación que surge hoy como una urgencia desde los centros de estudio dedicados al desafío de sostenibilidad del planeta.

La conservación sostenible 

La solicitud de ayuda del último Mallku es una oportunidad de aprendizaje. La Caruna o techo de barro, informado desde la humilde sabiduría ancestral aymara, es una innovación desde la conservación patrimonial. Para una humanidad lanzada en una carrera de progreso desde la revolución industrial, algo tan propio como una técnica tradicional de techumbre con barro y paja, sorprende y entusiasma como innovación constructiva: económica, ecológica, reciclable. ¿Por qué?

Tal vez porque frente a la sobre-urbanización del planeta, al consumo creciente y al cambio climático, la disponibilidad de los tesoros naturales y culturales no parece asegurada para los que vienen; más bien, está seriamente amenazada. La Sociedad que se proyecta al futuro progresando e integra individuos en base a relaciones contractuales y formales en pro del avance, ya no está tan segura de su camino y se pregunta por derroteros alternativos. Y sucede que la amenaza encierra una oportunidad, como tantas veces ha pasado en el camino del homo sapiens: Frente al comportamiento humano como Sociedad surge el comportamiento o paradigma de Comunidad en pleno siglo XXI: La Comunidad, que no progresa, sino que subsiste, persiste, vinculada a un pasado vivo –su tesoro–, que integra individuos desde el compartir origen y dignidad. Y entonces la conservación sostenible de nuestros tesoros amenazados, surge en el escenario como alternativa de desarrollo alternativo, ecológicamente soportable, socialmente justo, económicamente viable.

La necesidad humana de conservación se propone entonces como la base de las sostenibilidad del planeta. Frente a las Amenazas a la disponibilidad de recursos, surge la conservación como reacción-necesidad de la especie. Frente a la idea de recursos disponibles para el progreso, que se usan sin limitaciones, surge la idea de  tesoros naturales y culturales, herencias valiosas, que no se usan, sino que conservan, restaurando valor. Lo que parece una romántica declaración, tiene un correlato convincente en métricas de la economía actual: Hay sectores de la economía que se interesan especialmente en el valor patrimonial conservado, al punto que van integrando la necesidad de conservación en sus propuestas de valor compartido: turismo responsable, educación, industria creativa, reciclaje, medicina alternativa, alimentación saludable, construcción eficiente.

Como cierre: La focalización del esfuerzo de conservación patrimonial en los grupos indígenas, que son custodios de paisajes-tesoros del planeta, posee especial importancia. Es que la población indígena del mundo está amenazada: según el Banco Mundial, corresponde hoy sólo al 5% del total de población mundial, al tiempo que representa el 15% de los más pobres; para Latinoamérica, las cifras son más incidentes: 8% de la población total, 14% de los más pobres y 17% de los extremadamente pobres.  Aquí hay un llamado urgente para nosotros los países latinoamericanos, que tenemos la suerte de compartir excepcionales tesoros naturales y culturales de los antepasados y convivir junto a nuestras sabias comunidades ancestrales, indígenas.

Jallala, Tacora!