Tamarino León Dorado ©David Ellis
Tamarino León Dorado ©David Ellis

En el último informe de la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IBPES, según sus siglas en inglés), en el cual participaron más de 400 científicos para determinar el estado de biodiversidad mundial, se indicó que actualmente cerca de un millón de especies se encuentran en peligro de extinción, al mismo tiempo que la expansión agrícola y urbana del ser humano ha quitado progresivamente terreno a la cobertura de bosques, espacios de gran biodiversidad en nuestro planeta. Y a pesar que existen esfuerzos para la conservación de estas especies, la pandemia del Covid-19 ha significado, en la práctica, un obstáculo para este propósito. Las medidas de confinamiento han reducido la capacidad de recursos disponibles para la protección de la biodiversdidad, al mismo tiempo que han puesto serias barreras para guardaparques, científicos y otros encargados del cuidado de los parques y reservas en donde estas especies habitan.

“Parte de los efectos de las pandemias que están ocurriendo en gran parte del mundo es una recesión económica, con gran cantidad de desempleo, y en el corto plazo, la mayoría de los líderes y economistas del mundo  proponen una reactivación económica que significa muchas veces disminuir los fondos y esfuerzos en conservación y protección de naturaleza, incluso cambios en las regulaciones de las leyes que protegen el medioambiente para hacerlas menos exigentes, con el pretexto que se requiere reactivar la inversión y las distintas actividades económicas, lo que conlleva mayor contaminación y destrucción del medioambiente”, explicó a Ladera Sur el Dr. Claudio Azat, Director del Doctorado en Medicina de la Conservación de la U. Andrés Bello.

El problema de falta de recursos para la conservación de la diversidad ha afectado a muchos lugares del planeta. Un gran ejemplo es el que ha ocurrido en África, un país con importantes parques nacionales y reservas ecológicas que se sustentan en base a recursos provenientes del turismo. De hecho, según cifras del Consejo de Turismo y Viajes Mundial (WTTC, por sus siglas en inglés), en 2018 más de 67 millones de personas visitaron algún país del continente africano, y de esta cifra, cerca del 57% de ellos realizó turismo de aventura o ecoturismo, los cuales están estrechamente ligados a la naturaleza y a los animales. En gran cantidad de estos países, el ecoturismo es una fuente principal de financiamiento para parques que albergan y cuidan especies vulnerables, tales como los elefantes, rinocerontes, leones y jirafas. Sin embargo, la falta de turistas provocada por las medidas de confinamiento han mermado estos ingresos, y ya varios parques de encuentran en crisis, dificultando  las labores propias de estos lugares: la conservación y el monitoreo de especies.

“Todo el sector del turismo internacional se cerró de la noche a la mañana en marzo. Vimos que 7,5 millones de dólares fueron borrados repentinamente de nuestros ingresos para el año”, indicó Peter Fearnhead, gerente general de la ONG African Parks, que administra 17 parques nacionales y zonas protegidas en 11 países.

Uno de los casos más preocupantes en África corresponde a los lémures de Madagascar, mamíferos que sólo viven en esa isla, y que son protegidos por proyectos de conservación que también se financian en gran parte gracias al turismo. La bióloga tropical Patricia Wright, quien es especialista en primates de la Universidad Stony Brook y que ha dedicado tres décadas al estudio y protección de esta especie, comenta que para solventar la crisis han implementado estrategias que incluyen ofrecer safaris virtuales y videos sobre Madagascar a instituciones como operadores de turismo. Esto debido a que los recursos son necesarios para mantener las labores de conservación, el cual reconoce que es un trabajo que no puede suspenderse. “Un área protegida a la que no se da mantenimiento activo estará perdida”, agregó.

Lemur ©Mathias Appel
Lemur ©Mathias Appel

Desde la ONG African Parks agregan que aún ha sido posible financiar algunos resguardos esenciales, como el mantenimiento de las instalaciones y las patrullas de guardabosques, como una medida disuasiva para los cazadores furtivos de animales exóticos. Sin embargo, la amenaza permanece latente en otras partes del continente, donde la falta de vigilancia puede tener serias consecuencias en la mantención de la biodiversidad. “En el caso de África, los parques nacionales y áreas protegidas que no están siendo fiscalizadas, y que no están siendo protegidas con personal activo, quedan mucho más vulnerables a que sufran incendios intencionales y tala ilegal de bosque. También algo muy propio de este continente, que es la caza ilegal y tráfico de especies”, señaló el Dr. Azat, quien recalca el peligro de una nueva ola de tráfico de especies, ya que según indicó, existe consenso científico respecto de que el tráfico de especies ha sido un factor determinante a la hora de explicar la actual pandemia.

Pangolin ©Maverick Gareth (2)
Pangolin ©Maverick Gareth 

“Disminuir los fondos para conservación y evitar el tráfico de especies, va a producir el efecto contrario al combate a la pandemia, ya que aumentará las posibilidades de que surjan nuevas enfermedades emergentes que se puedan nuevamente transformar en pandemia”, agregó Azat.

La caza furtiva

A pesar que la caza furtiva es una actividad bastante extendida en África, este no es el único continente en el cual está presente esta amenaza a la biodiversidad. En abril de este año, producto de la cuarentena, el gobierno brasileño decidió cerrar los parques nacionales y áreas protegidas. Esto no solo incluyó a los turistas, sino que también restringió la entrada a los científicos. Estos últimos, a pesar de no poder acudir a sus lugares de trabajo, han podido advertir la entrada de cazadores furtivos, debido a que han sido destruidas varias cámaras con sensor de movimiento que vigilaban dichos lugares, una conducta que atribuyen a este grupo de cazadores ilegales.

Esta se ha transformado en una preocupación para la conservación de las especies que allí habitan, como es el caso del tamarino león dorado – más conocido como mono tití leoncito – el cual es propio de la selva atlántica brasileña, y que se encuentra en un estado de conservación muy deteriorado, debido a, entre otras causas, un brote de fiebre amarilla que afectó a gran parte de su población: en 2018, esta enfermedad eliminó a la tercera parte de los monos tití leoncito de la selva brasileña.

Tamarino León Dorado ©David Ellis
Tamarino León Dorado ©David Ellis
Ante esta situación, los científicos encargados de su conservación se encuentran preocupados de no poder atender los requerimientos de esta especie. “Nos preocupa perder la ventana de oportunidad para salvar a la especie. Esperamos poder realizar nuestro trabajo antes de que llegue una segunda ola de fiebre amarilla”, señaló el biólogo Carlos Ruiz, quien lleva 25 años dedicado a la conservación de este primate, y quien además es presidente de la ONG Golden Lion Tamarin Association.

Sin embargo, las amenazas a la biodiversidad que se presentan en estos tiempos de pandemia no se agotan en la caza furtiva, y ya son diversos los países que han advertido el auge de la tala ilegal y los incendios forestales. En Nepal, según ha indicado la ONG conservacionista World Wildlife Fund (WWF), la tala ilegal se ha duplicado desde que se implementaron las medidas de cuarentena en el país asiático. Entre los lugares afectados se incluyen cinco parques naturales en donde existe presencia del tigre de Bengala, animal que se encuentra en peligro de extinción.

Tigres de Bengala ©Artful Humble
Tigres de Bengala ©Artful Humble

Al otro lado del planeta, en América Central, las poblaciones indígenas que habitan las selvas de Guatemala se enfrentan a uno de los episodios más intensos de incendios forestales de los últimos 20 años en dicho país. Según han informado a la prensa local autoridades de la Reserva de la Biósfera Maya, el área protegida más grande de Mesoamérica ubicada en el norte de Guatemala, se ha identificado responsabilidad antrópica en estos siniestros, y muchos de aquellos aún han quedado impunes, debido a la falta de vigilancia y la falta de aplicación de las sanciones que indican la leyes ambientales. De los terrenos quemados, se ha identificado que entre un 59% y 87% del total de habría sido utilizado para la ganadería ilegal.

“El 99% de estos incendios son iniciados por personas y en la mayoría de los casos lo hacen deliberadamente para despejar campos para la cría ilegal de ganado”, comentó Erick Cuéllar, quien es subdirector de la Asociación de Comunidades Forestales de Petén, una alianza de organizaciones dentro de la Reserva de la Biosfera Maya.

Foto referencial ©WWF
Foto referencial ©WWF

Según indicó el director para Mesoamérica de la ONG Wildlife Conservation Society Jeremy Radachowsky, la quema de la selva de Guatemala constituyen una gran pérdida, ya que los bosques tropicales son ricos en diversidad tanto de flora como de fauna, y agregó que es necesaria la aplicación efectiva de leyes ambientales para combatir esta situación.

“Lamentablemente, con el afán y pretexto de reactivar la economía, en algunos países se han relajado las regulaciones de leyes que protegen el medioambiente. En el caso de Guatemala y  Chile, sabemos que el 99% de los incendios son provocados de manera intencional, y eso resulta en una amenaza súper grande para la biodiversidad, porque estos incendios adquieren extensiones y magnitudes que no tienen precedentes en la historia reciente”, agregó Azat, quien asegura que esta es una situación similar a los grandes incendios que se han producido en nuestro país en los últimos 4 años, los que han arrasado con parte importante de la biodiversidad local, así como de ecosistemas completos. 

«En el caso de Chile, también hay especies de peligro crítico que pueden desaparecer de un segundo a otro por causa de los incendios intencionales, tal es el caso del árbol del Queule, con una distribución muy limitada en el centro sur, o anfibios únicos como el sapo de pecho espinoso de Cantillana», concluyó.

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