—Si tú le haces zoom aquí está todo cubierto de plantitas, mira.

La Dra. Adriana Corrales saca su celular para mostrar una foto. En ella, entre los cálidos colores del desierto de Atacama, destacan algunos arbustos que contrastan por el verde de sus hojas. Adriana movía sus dedos en la foto para hacerle un acercamiento y destacar: “Fuimos en la mitad del verano, antes de la temporada de lluvias. Entonces no es una cosa desierta completamente, como se ve en las imágenes satelitales. Si tú vas allá, hay un montón de vegetación presente en todas partes”.

El verde paisaje del desierto de Atacama.
Esta es la fotografía que muestra Adriana desde su celular. Créditos Adriana Corrales.

Esas plantas están en uno de los lugares muestreados en una reciente expedición de la Sociedad para la Protección de Redes Subterráneas (SPUN, según sus siglas en inglés) y el Consejo de los Pueblos Atacameños (CPA), entre San Pedro de Atacama y sus alrededores, en la Región de Antofagasta.

Pero lo curioso no es solo que haya verde en la mitad del desierto.

Toma aérea que muestra los bosques en medio del desierto. Créditos Mateo Barrenengoa.
Los bosques en medio del desierto. Créditos a Mateo Barrenengoa.

Bajo estas plantas, en un mundo microscópico, subterráneo y mágico, el Reino Fungi se hace presente. “Hay muchas plantas, lo que me hace pensar que hay muchos hongos”, comenta la también líder de planificación y estrategia de expediciones de SPUN.

Las conexiones ocultas bajo el suelo

Los hongos que acompañan a estas plantas del desierto reciben el nombre de micorrízicos. A simple vista pueden no verse, pero su trabajo ayuda a que, en el desierto más árido del mundo —conocido así por tener menos de 1mm de precipitaciones promedio al año—, exista vegetación.

Adriana define a estos hongos como simbióticos mutualistas. Simbiótico, porque el hongo vive al interior de la planta. Mutualista, porque hay una relación mutualmente benéfica.

“Los hongos tienen la capacidad para explorar el sustrato, llegando a lugares y nutrientes que las plantas no logran obtener. ¿Por qué? Porque las plantas, las raíces de las plantas, tienen ciertos tamaños y capacidades enzimáticas. Los hongos tienen tamaños mucho más pequeños, de micras, que pueden llegar hasta lugares más remotos del suelo y tener un contacto más directo con los minerales. Además, producen encimas que les ayudan a descomponerlos más eficientemente que si las plantas lo hicieran con su raíz”, explica Adriana.

En particular, estos hongos les dan fósforo y nitrógeno a las plantas. También pueden absorber agua y defenderse de patógenos. Pero como esta es una relación donde ambos ven retribuciones, las plantas les dan a los hongos lípidos y carbohidratos que ellas pueden obtener fácilmente de la fotosíntesis. De esta forma, los hongos no gastan toda la energía en descomponerlos.

Se cree que esa interacción benéfica ayudó a las plantas a colonizar ecosistemas terrestres. Entonces, si es una relación tan ancestral, ¿cómo no van a ayudar a las plantas en este desierto? De eso, se sabe poco y nada.

Toma aérea que muestra los contrastes del desierto. Créditos Mateo Barrenengoa.
La flora en medio del desierto. Créditos Mateo Barrenengoa.

A nivel mundial todos los desiertos están muy submuestreados para hongos micorrízicos y es porque se tiene esta imagen del desierto como que no hay plantas ni materia orgánica. Esta es la oportunidad de poner, digamos, de empezar a solucionar este vacío de información a nivel mundial”, dice Adriana.

En su búsqueda de documentar la diversidad de hongos micorrízicos del mundo, no es casualidad que SPUN haya elegido la Región de Antofagasta en Chile, después de haber visitado la Patagonia y Valdivia. Es que los datos de esta región estaban absolutamente en blanco y hay un mundo todavía por descubrir.

Registros de la expedición en búsqueda de hongos micorrízicos en el desierto de Atacama.
Colecta de muestras de hongos micorrízicos. Créditos Mateo Barrenengoa.

Así, un equipo compuesto por la Dra. Adriana Corrales, la Dra. Daniela Soto Hernández —antropóloga cultural y consejera de SPUN— y el Dr. César Marín —de la Universidad Santo Tomás—, viajó durante seis días al lugar para recolectar muestras de la biodiversidad subterránea del lugar. El objetivo era entender cómo los hongos micorrízicos sostienen la vida de las plantas y ayudan a sobrevivir en condiciones climáticas extremas.

Ese objetivo tenía una arista que le da algo muy particular a la investigación.

La ciencia colaborativa

No se puede hablar de San Pedro de Atacama y sus alrededores sin incorporar a las comunidades indígenas que han habitado la zona desde tiempos ancestrales. Por lo mismo, fue clave para esta expedición incorporar el punto de vista de los lickanantay, a través del Consejo de Pueblos Atacameños. Ellos han cultivado en esta tierra durante milenios, sabiendo que es dinámica y fértil.

El estudio de hongos micorrízicos permitiría saber cómo estos especímenes microscópicos y subterráneos sostienen casi toda la vida vegetal en el lugar que habitan, ayudando a sostener cultivos en un ambiente hostil.

Registros de la expedición en búsqueda de hongos micorrízicos en el desierto de Atacama.
Colecta de muestras de hongos micorrízicos. Créditos Mateo Barrenengoa.

Daniela comenta que parte de este trabajo se enmarca también en cómo se hace ciencia de una forma diferente: “Me dieron a entender que para ellos era interesante y favorable una investigación de este estilo (…). Es una investigación co construida y eso significó hacer talleres con ellos, presentarles desde la perspectiva científica al Reino Fungi”.

Así, explica, “esto se suma a un trabajo que ha hecho SPUN de cuestionar las lógicas coloniales de hacer ciencia, buscando nuevas formas de relacionarse con el territorio, de una forma no extractiva, sino que en un proceso complementario de conocimiento y aprendizaje mutuo”.

Toma al interior de un recinto, clase a comunidades locales.
Adriana enseñando sobre el Reino Fungi a comunidades locales. Créditos Mateo Barrenengoa.

La compresión inadvertida de las magias subterráneas

En el desierto de Atacama, la agricultura es parte del paisaje desde tiempos preincaicos.

La alfalfa y el maíz han sido parte del paisaje, regadas por sistemas ancestrales de riego, como el de inundación. Con el agua que da vida a los cultivos, llegan las aves a beber, el ganado se hidrata y los insectos van en búsqueda de su alimento. Entonces, así como los hongos micorrízicos y las plantas, hay muchas otras relaciones que se sostienen.

Señora recolectando cultivos.
Recolección de cultivos en medio del desierto de Atacama. Créditos Mateo Barrenengoa.

El sistema de riego tradicional que es por inundación está puesto en jaque por la sequía. Y también, tanto la agricultura como los sistemas naturales enfrentan los efectos del cambio climático. Eso significa que hay que entender cómo estos ecosistemas se adaptan. Y saber el rol de los hongos micorrízicos en esto es fundamental. Por ejemplo, si es que ayudan a llegar a los árboles, a llegar más bajo a buscar agua. Sabemos que las napas subterráneas están decreciendo y eso le da un sentido de urgencia, a entender qué papel juegan estos hongos”, explica Daniela.

Hasta ahora, sin saber concretamente que existía la simbiosis entre hongo y planta, los pueblos sí tenían noción de que la Madre Tierra (o Patta Hoiri, en kunza), sostiene la vida de una forma magnífica. Como dice Daniela: “la fertilidad de los suelos es más compleja a simple vista, y para ellos conocer esta nueva forma de mirar el suelo tiene relevancia. Me contaban que este trabajo invisible de los hongos es, desde el punto más ancestral y sagrado, el trabajo de la Madre Tierra, por lo que hay que respetar sus balances y sus tiempos”.

Vista aérea de la toma de muestras en la expedición de búsqueda de hongos en el desierto de Atacama
Vista aérea de la expedición. Créditos Mateo Barrenengoa.

Por eso, para estos pueblos, sus cultivos son rotativos. Alternan lo que cultivan y tienen distintos periodos de descanso. Eso es entender la reciprocidad de la tierra y tener en cuenta de que uno no puede pedir más que lo que se le puede dar. Ellos agradecen a la Madre Tierra y al agua, eso que no solo les da el oasis en el que habitan, sino que también les permite tener su sistema de regadío que ha perdurado durante milenios.

Todo es un círculo que, finalmente, ayuda a que haya vida.

El muestreo y los resultados que esperan ver la luz

El desértico paisaje de San Pedro de Atacama se acompaña de los antiguos ayllus, como Coyo, Cucuter, Catarpe y Toconao. Los investigadores se centraron en ellos para extraer muestras de lugares con ecosistemas agrícolas y naturales, a modo de poder tener un panorama de la diversidad y rol de los hongos en cada lugar. Hicieron un recorrido desde las alturas de las Puna, sus distintos humedales y fueron bajando, tomando muestras en distintos ecosistemas, a diferentes alturas, entre los 2 mil y 4.500 metros de altura.

Parte de estos sitios son sagrados para los atacameños, permitiendo el paso y el cruce de información entre el CPA y los científicos. “La comunidad monitorea la calidad de agua en muchos sitios, y como el agua es sagrada para ellos, el monitoreo es en espacios sagrados. No creo que dejen entrar a estos lugares a cualquier persona, pero a nosotros nos dejaron ir. Eso es interesante, porque se medirá la diversidad de hongos, las propiedades fisioquímicas del suelo y poder relacionarlo con los datos que ellos ya tienen”, comenta Adriana.

En total, lograron recolectar 41 muestras.

“Todavía no tenemos resultados porque vamos a hacer análisis moleculares y eso demora porque son hongos microscópicos. Hay que hacer extracción de ADN, mandar a secuenciar y eso se puede demorar varios meses”, comenta Adriana. «No sabemos exactamente qué están haciendo los hongos, pero sabemos que pueden sobrevivir en estos ambientes y que sus hospederos también. Entonces tienen unas adaptaciones fisiológicas súper especializadas«.

Otra cosa de la que sí hay certeza es que se espera mucha diversidad de hongos, sobre todo frente a la creencia de que en esta zona del desierto el Reino Fungi no está presente. Eso incluye, probablemente, especies desconocidas para la ciencia. Lo que sí tienen claro los investigadores, es que serán especies muy únicas, adaptadas a diferentes altitudes, con condiciones de suelo muy distintas (por ejemplo, alta salinidad) y que su composición, será distinta dependiendo del lugar del desierto.

Y también, que por el lugar que habitan, están altamente expuestas a amenazas. Entre ellas, la destrucción de hábitats o la aplicación de fungicidas. A eso se suma lo que menciona Daniela: “Está el efecto del cambio climático, pero también sabemos que es una región en las que las mineras extraen cantidades estratosféricas de agua que no permiten a los ecosistemas recuperarse anualmente (…). Por lo tanto, no es solo un tema de que no cae agua, sino de que le estamos quitando el agua superficial y subterránea a estos ecosistemas. Eso provoca que sean menos resilientes a las amenazas o cambios en el clima, por ejemplo”.

De esta forma, este tipo de información ayuda a comprender mejor las relaciones del desierto, incluso aquello que a simple vista no se ve, junto al conocimiento de las poblaciones atacameñas. Son redes secretas que permiten que las fotografías, como las de Adriana, registren lo verde en medio de lo cálido y desértico.

“Hay que dejar de pensar al desierto como un lugar vacío que solo tiene minerales. Es súper importante cuidarlo, proteger sus lugares, y entender el balance de los ecosistemas desérticos”, finaliza Daniela.

Comenta esta nota

Comenta esta nota

Responder...