Cuando hablamos del desierto de Atacama, son variadas las características que nos indican que es un lugar significativo a nivel mundial. Podemos decir que es una zona privilegiada para la exploración del universo, albergando importantes observatorios astronómicos. También, que sus únicos paisajes de colores cálidos y misterios atraen a más de algún visitante, a lo largo de los 1.600 km que cubre en la costa del Pacífico y sus más de 100 mil km2 de superficie (Desde la Región de Arica y Parinacota hasta el norte de la Región de Coquimbo).

Desierto de Atacama. Créditos: Felipe Howard
Desierto de Atacama. Créditos: Felipe Howard

Pero quizás, entre sus muchos atributos, uno de los que lo hace más famoso a nivel mundial es que es el desierto más seco, con menos de 1 mm de precipitaciones promedio anuales, además de que posee la más alta y extendida porción montañosa de Los Andes, solo asimilable a los Himalaya y el Karakoram.

Sin embargo, no siempre ha sido así. La misma evidencia que guarda este árido lugar ha logrado demostrar cosas que ahora costaría imaginar a simple vista. Un paisaje que, en su historia, fue creciendo junto a otro gigante: La cordillera de Los Andes.

La formación de la Cordillera de Los Andes

Para empezar haremos un retroceso hacia el Mesozoico, es decir, la era de los grandes dinosaurios, entre unos 250 y 66 millones de años atrás. En ese entonces, a través de un proceso geológico llamado subducción, en el que se desplazó la placa tectónica de Nazca bajo la Sudamericana, se empezó a elevar de a poco una parte del continente en lo que se conoce como el origen de la cordillera de Los Andes.

Al respecto, un estudio que trazó la evolución de la cordillera Andina en sus 100 millones de años iniciales, precisa que su formación sucedió por múltiples episodios magmáticos relacionados a los cambios de estructura y configuración de las placas tectónicas. Sus primeros indicios fueron lo que en Chile se conoce como cordillera de la Costa. Y se trató de un proceso paulatino.

Áreas de interés paleontológico. Desierto de Atacama @Jennyfer Rojas
Áreas de interés paleontológico. Desierto de Atacama @Jennyfer Rojas

“Antes de que la cordillera se formara, lo que es hoy el desierto de Atacama, el más árido del mundo, tuvo un pasado variable”, comenta Jennyfer Rojas, especialista en paleontología y curadora del Museo de Historia Natural y Cultural del Desierto de Atacama (MUHNCAL). En ese sentido, Jennyfer explica que, en uno de los tres períodos del Mesozoico, el Jurásico (hace 201 y 152 millones de años atrás) este desierto fue “en gran parte un mar en que convivían numerosas especies”.

Entonces, hace 150 millones de años, en una cordillera de la Costa formada por cordones volcánicos de poca altura, el agua era la gran protagonista, con una cuenca marina en la que habitaban grandes criaturas. Según los fósiles que se han podido estudiar, existe evidencia de la presencia de grandes reptiles marinos como ictiosaurios, con su apariencia de pez y delfín; plesiosaurios, esos de cuello largo, cuerpo voluminoso, cabeza pequeña y patas transformadas en aletas; pliosaurios, de cuello corto, gran cabeza y enormes dientes, siendo el depredador tope de la época; y cocodrilos marinos, que en vez de patas tenían aletas, así como en la punta de su cola también tenían una aleta.

Asimismo, se ha confirmado la presencia de peces, como el Leedichthys problematicus, que alcanzaba los 15 metros de largo, o reptiles voladores como Pterosaurios, cuyas alas extendidas alcanzaban hasta los 2 metros, de hocicos largos, dientes puntiagudos. Actualmente todas estas especies se encuentran extintas.

Esta cuenca marina, repleta de vida, empezó a retroceder con el proceso de subducción. Pero sus evidencias quedaron. Esa es la razón de por qué, en medio del desierto actual, se encuentran fósiles marinos.

El paso siguiente continuó con la presencia de otros animales. Esta vez en ambientes continentales. Se trataba de grandes dinosaurios, cuya presencia se confirmó con el descubrimiento de abundantes huellas y fósiles. Entre estas, según el registro de dinosaurios de Chile del Museo Nacional de Historia Natural de 2003, se han documentado huellas y restos óseos de terópodos, saurópodos y ornitópodos entre la primera y cuarta región.

Trabajos en terreno. Créditos Jennyfer Rojas
Vértebras de plesiosaurio. Trabajos en terreno. Créditos Jennyfer Rojas

Eso sí, todavía queda mucho por conocer. “Parte de la historia posterior la desconocemos por ahora, pero las rocas que pueden contarnos sobre ella están ahí, en el desierto, esperando ser leídas”, comenta Jennyfer.

Las etapas de formación de la cordillera en el norte

Luego de la extinción de los dinosaurios, comienza lo que se conoce como la era de los mamíferos o el Cenozoico, que empezó hace 65 millones de años. ¿En qué se encontraba la cordillera de Los Andes y el desierto de Atacama en ese entonces?

En la parte norte del territorio chileno, la cordillera de los Andes se formó en sucesivas etapas. La primera de ellas, de acuerdo a lo que explica Valentina Flores, profesora asistente del Departamento de Geología de la Universidad de Chile, fue hace 45 millones de años, donde se formó lo que se conoce como la cordillera Incaica: “Este fue el primer indicio de la formación de la cordillera como la conocemos ahora. En geología eso se llama un régimen compresivo, ya que las placas se empujan y producen un alzamiento”.

Desierto de Atacama. Créditos: Felipe Howard
Desierto de Atacama. Créditos: Felipe Howard

La cordillera Incaica se formó en el periodo Eoceno, pero le siguieron tres pulsos más de alzamiento para la formación de la cordillera de Los Andes como la conocemos ahora. Una, hace 23 millones de años (Oligo-Mioceno), 15 millones de años (Mioceno tardío) y 3 millones de años (Mioceno tardío-Plioceno). De hecho, la cordillera se constituyó con importantes elevaciones en el altiplano durante los últimos 20 millones de años. Entonces, se trató de un largo proceso, en el que los paisajes eran totalmente diferentes.

“En un comienzo, las condiciones no eran tan áridas. Teníamos erosión, movilización de sedimento y, el hecho de que no hayamos tenido una cordillera como la conocemos ahora, permitía que pasara humedad del Atlántico hacia acá (…). Entonces, antes de que la cordillera se formara, había humedad, los procesos de erosión eran distintos también. Ahora la mayoría se produce por el viento, pero antes, seguramente había más escorrentía superficial -corriente de agua de lluvia que circula por la superficie cuando rebasa su depósito- y flujo de agua corriendo por la superficie”, explica Valentina.

Desierto de Atacama. Créditos: Felipe Howard
Desierto de Atacama. Créditos: Felipe Howard

Esto se ha descubierto gracias a la misma evidencia que guarda actualmente el desierto. Los estudios geológicos, por ejemplo, han logrado determinar que hace 7 millones de años se registraron grandes eventos volcánicos. O que, en un periodo mucho más cercano, hace unos 10 mil años, lugares como el río Loa, el Salado o el Quillagua, eran verdes sectores con mamíferos como mastodontes (gonfoterios) y megaterios. Todo eso sucedió, entonces, mucho antes de que el desierto fuera considerado como hiperárido.

La formación del desierto

“Si bien el desierto y la cordillera tienen que ver, su formación responde a eventos diferentes (…). El desierto de Atacama como lo conocemos hoy tiene una historia mucho más breve, en el orden de las decenas de miles de años. La hiperaridez del desierto es solo una fotografía instantánea de un largo proceso”, comenta Jennyfer, del Museo de Historia Natural y Cultural del Desierto de Atacama.

La desertificación del norte grande es una suma de múltiples procesos. Jennyfer explica que “la acidez y salinidad de las rocas, derivada del volcanismo y de depósitos salinos marinos antiguos, han mermado las posibilidades de la vegetación y, acto seguido, la proliferación de animales que se sustentaban en ellas. Además, la erosión se acentuó con la gran pendiente entre el altiplano y la línea de costa. Y, la reducción de los cursos de aguas tras la última glaciaciónpudo haber ayudado a marcar las condiciones del escenario actual”.

Montañas y volcanes del desierto de Atacama. Alexis Trigo
Montañas y volcanes del desierto de Atacama. Alexis Trigo

En ese último caso, Claudio Latorre, paleoecólogo e investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y la Universidad Católica, se ha dedicado a entender el impacto de la última transición glacial que ocurrió en el desierto de Atacama, enfocándose en los últimos 50 mil años. En ese sentido, se observó que en un periodo entre 17 mil a 9 mil años atrás hubo incremento en las precipitaciones: “Tuvo un impacto en la parte más hiperárida de las cuencas básicas del desierto porque el agua, al filtrar el suelo, hace que suban las napas freáticas y eso provocó la existencia de ríos que atravesaban en el desierto. También hubo un rol fundamental en la dispersión de la flora de la cordillera de Los Andes a la costa, entonces hubo cambios biogeográficos en el desierto producto del aumento de lluvias al final del Pleistoceno”. Luego, hubo un periodo de extrema aridez que seguramente fue entre 5 y 7 mil años, para el retorno de la precipitación hace 4 o 5 mil años atrás.

Entonces, la hiperaridez del desierto viene sucediendo hace millones de años, aunque no ha sido un proceso continuo. “Fue interrumpida por un periodo bastante extenso en torno a los cinco millones de años atrás. Por lo tanto, muchos geólogos hablan de que fue un proceso que ha ocurrido en fases. Pero lo importante es que el desierto hiperárido como lo conocemos actualmente tiene 2-3 millones de años atrás, con un origen en el Mioceno hace 14 millones de años atrás”, dice Claudio.

Sobre el rol de cordillera en la formación del desierto, Latorre explica que, actualmente, más que formar el desierto, la cordillera refuerza el desierto porque genera una circulación que reacentúa su hiperaridez. De hecho, explica que experimentos con modelos climáticos han demostrado que, al bajar la altura de la cordillera, el desierto de Atacama no desaparece, sino que expande su influencia hacia el Atlántico.

huilli (Leucocoryne appendiculata) en desierto florido 2017. Créditos: ©Amelia Órtuzar
huilli (Leucocoryne appendiculata) en desierto florido 2017. Créditos: ©Amelia Órtuzar

En ese sentido, las condiciones principales para la formación del desierto de Atacama son su presencia una franja de altas presiones alrededor de los 30°S (subsidencia subtropical atmosférica), la presencia de la corriente fría de Humboldt, que produce una inversión térmica que potencia que haya un ambiente más seco y el bloqueo de la humedad del este (el Atlántico) producido por la presencia de la cordillera de Los Andes.

Así, el desierto de Atacama es un cúmulo de historia de la que todavía queda mucho por descubrir. Antes de ser como es ahora y de la formación de la cordillera que hoy lo acompaña, se cubría de distintos colores que fueron cambiando junto con el relieve del terreno y otros sucesos que pasaron durante miles y millones de años.

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