Desde hace un par de años empecé el proyecto de registrar todos los glaciares colombianos. Desde el 2021 he tenido la oportunidad de visitar el Nevado de Santa Isabel, el Nevado del Huila y el pasado noviembre del 2022, el nevado del Tolima.

Colombia es el segundo país con más biodiversidad del mundo, en cuanto a superficie. Dentro de esa diversidad existen ecosistemas como el de alta montaña, donde están los glaciares. Su existencia podría sonar irreal para muchas personas, por el hecho de que existan glaciares en el trópico.

Por esta razón, y por mi trayectoria como fotógrafo de montaña en Chile, decidí registrar y compartir la belleza efímera de estos paisajes de los cuales en el mundo y en Colombia se conoce muy poco.

Con esta idea clara, decidimos embarcarnos junto a Felipe Santander de “The Hopulus experience”, un proyecto fotográfico de expediciones en Colombia que combina cerveza autentica alemana, expediciones por todo Colombia y visibilidad a artistas a través de su galería en Bogotá.

Viajamos desde los 2600 msnm en Bogotá por tierra hacia Ibagué, para registrar también el ecosistema del bosque de niebla, el ecosistema anterior al páramo y al superpáramo. El último es donde está el hielo. En el municipio de Juntas, Tolima, pudimos ver cañones y barrancos inmensos repletos de vida, es allí donde se encuentra también la palma de cera, la más alta del mundo, llegando a medir hasta 60 metros de altura.

Días después empezamos el ascenso por Anzoátegui, donde después de caminar por un par de horas llegamos al páramo, el bosque de altura que existe solo en los países del trópico. Moverse en Colombia por lugares salvajes fue un desafío en el pasado, porque en muchas partes habían escondido minas antipersonas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) u otros grupos paramilitares. Justamente, en el camino al nevado transitaba por una parte donde aún había minas y donde varios perdieron la vida en el pasado. Actualmente no es un problema grave en zonas frecuentemente visitadas porque se conoce su ubicación y muchas ya se desactivaron. Sin embargo, fue una realidad y quien sabe, tal vez en algunos sectores aún lo es.

Más adelante, pudimos tener nuestra primera impresión del volcán nevado Tolima por las lluvias del día anterior y con una nube lenticular dándonos la bienvenida a este reino. Ese mismo día llegamos a las termas del cañón, que sería nuestro campamento base a 4.000 m.s.n.m aproximadamente. Nuestro equipo pesado fue cargado por mulas locales, de arrieros que se ganan la vida gracias al turismo de montaña y hacen más fácil la aproximación.

Al día siguiente empezamos el ascenso a un segundo campamento de altura (4.600 m.s.n.m aprox.) cercano al borde de nieve y llegamos rápidamente al medio día. Planificamos visitar unas ruinas de un avión que se estrelló en los 80’s con nuestro guía Mateo. Ascendimos un poco más para poder llegar y pasamos la isoterma, lo cual nos permitió presenciar una escena aún más surreal del avión en ruinas nevado, con el paramillo del Quindío de fondo y todo el valle del páramo. Pero lo más surreal de todo fue poder recrear la escena del accidente, donde milagrosamente una persona sobrevivió al choque, porque estaba situada en la parte trasera, la cual por su suerte quedó intacta. El choque se dio porque el avión era de contrabando y traía mucho dinero, por lo que debía volar bajo con la intención de evitar los radares, y dentro de esa maniobra debían volar en la neblina, generando nula visibilidad y por ende, el choque. La persona fue rescatada y nunca más se supo del suceso.

A las 2:30 de la mañana partimos al ataque a cumbre, pero realmente con el objetivo principal de explorar el hielo del glaciar. Fue así como descubrimos una pequeña cueva de hielo cercana a la cumbre, que vimos en el filo final y nos llamó mucho la atención. Dentro, pude encontrarme con un viejo amigo, un hielo tropical que solo he tenido la fortuna de ver en Colombia, específicamente en el nevado del Huila, a más de 5.000 m.s.n.m, donde el viento, la temperatura y la humedad, crean un tipo de «estalactitas» de hielo, que, con las condiciones mencionadas, toman la forma de notas musicales, creando una sinfonía visual que pude registrar a través de fotografías.

La cumbre lastimosamente se tapó con densa neblina y no pudimos ver el cráter del volcán activo. Volvimos entonces el mismo día al campamento base completamente mojado con la lluvia que llegó justo después de bajar del hielo.

Al día siguiente, quisimos ir a hacer el último registro de otro glaciar, el Krauss, nombrado en honor al montañista y fotógrafo pionero en Colombia, Erwin Krauss, mitad alemán y mitad colombiano. Subimos entonces lo más cerca que pudimos y desde ahí volamos el drone para tener una vista aérea más cercana del volcán y el glaciar, llegando casi a la altura de la cumbre, a 500 metros de donde despegamos, asemejándose mucho a una vista de helicóptero.

Finalmente volvimos a Bogotá e hicimos una exposición en la galería Opulus de Bogotá, donde compartimos a través de fotografías y realidad virtual, la belleza del nevado, dándole la oportunidad a muchos de conocer lo que tienen en su propio país.

Así concluimos satisfactoriamente la etapa del proyecto con un nevado más, que no pudimos explorar por completo, pero de a poco, nos sirve para contribuir a visualizar el patrimonio natural de Colombia y registrar a esos entes de hielo, que en varias décadas más probablemente no existan.

Los invitamos a ver el video de la expedición en el canal de Youtube de «The Hopulus experience» donde hicimos un registro audiovisual de lo que fue el ascenso y el proceso detrás de las fotografías.

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