Casi un tercio de la basura que existe en las playas del país corresponde a plásticos, después vienen el vidrio (22%) y las colillas de cigarros (20%). Otro dato para tener en cuenta: en un tercio de las playas se reporta la presencia de mascarillas, lo que sugiere que la basura encontrada es responsabilidad de las personas. Estas son algunas de las conclusiones del Cuarto Muestreo Nacional de Basura 2020 que realizó el programa de ciencia ciudadana Científicos de la Basura, que ya había hecho el mismo ejercicio los años 2008, 2012 y 2016.  

A punto de cumplir 15 años de existencia, esta iniciativa de ciencia ciudadana está en su momento más desafiante. Comenzó reclutando y enseñando a estudiantes de dos escuelas de Coquimbo y en la actualidad está exportando su metodología a 11 países. De esta manera, el programa concretará el primer muestreo de basura en las playas de las naciones que conforman la Red Latinoamericana ReCiBa Pacífico: México, Costa Rica, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Honduras Ecuador, Panamá, Colombia, Perú y Chile. Por primera vez, todos estos países tendrán identificada y cuantificada la basura de sus costas.

Taller ©Cientificos de la Basura
Taller ©Cientificos de la Basura

“Hemos implementado un proceso muy riguroso de validación, porque siempre hay gente que cuestiona la ciencia ciudadana”, explica Martin Thiel, doctor en Oceanografía de la U. Católica del Norte (UCN), director y uno de los fundadores del Programa Científicos de la Basura, quien adelanta que entre marzo y abril debieran estar los resultados. 

No termina ahí el creciente impulso que está tomando esta iniciativa. Tal como ocurrió en 2013 y 2017, el programa pretende tener -ojalá antes de fin de año- los resultados del tercer Muestreo Nacional de la Basura en los Ríos de Chile. Pero acá no solo importan los resultados: el objetivo es, en primer lugar, acercar a los escolares al método científico y sensibilizarlos respecto al problema de la basura y, segundo, generar datos científicos sobre la basura en los ríos, que en la actualidad no existen.

Martin Thiel, académico de la UCN y uno de los fundadores de Científicos de la Basura ©Cientificos de la Basura
Martin Thiel, académico de la UCN y uno de los fundadores de Científicos de la Basura ©Cientificos de la Basura

Martin Thiel estudió ciencias en biología en la U. de Kiel, en Alemania, y siguió con un doctorado en Oceanografía en la U. de Maine, en Estados Unidos. Su relación con Chile empezó en 1998, cuando llegó a cursar un Postdoctorado para estudiar la historia de vida de pequeñes crustáceos (isópodos) que viven en la costa. 

“Pensábamos que eran organismos sin mucha posibilidad de dispersión, como las pulgas de mar, que no viajan con las corrientes marinas, como las otras especies”, dice. Sin embargo, en sus primeras indagaciones se dio cuenta de que la distribución de estos organismos no era tan acotada como se creía. “¿Cómo lo logran?”, se preguntó. La respuesta estaba en las algas flotantes. Una vez que se desprendían de las rocas, las algas -como la Durvillaea antarctica (cochayuyo) y el Macrocystis pyrifera– servían de transporte a estos organismos por su capacidad de flotación. Pero mientras estudiaba la relación de los crustáceos con estas algas se cruzó en su camino un protagonista inesperado: la basura que flota en el mar. 

Nelson Vásquez, biólogo marino de la UCN y el otro fundador del programa. ©Cientificos de la Basura
Nelson Vásquez, biólogo marino de la UCN y el otro fundador del programa. ©Cientificos de la Basura

Todo comenzó en el verano de 2001, en una expedición con sus entonces estudiantes Iván Hinojosa y Nelson Vásquez, con quienes recorrió la costa desde Arica a Punta Arenas durante dos meses. “Junto con las algas, empezamos a encontrar botellas de plástico, pedazos de madera, cuerdas y boyas”, recuerda Vásquez, biólogo marino de la UCN. “No pasábamos cinco minutos arriba del barco y veíamos basura por todos lados. Entonces, junto con muestrear las algas, empezamos también a contabilizar la basura flotante”, agrega.

En esa expedición, por las noches acampaban en distintas playas y hacían fogatas. Era la instancia para analizar lo que habían descubierto durante el día y la basura siempre era parte de la conversación. “Nos dimos cuenta de que la basura flotante estaba en todos lados, que en Chile nadie estaba investigando sobre eso y que se sabía muy poco”, cuenta Thiel. “Lo primero que nos preguntamos fue de dónde venía. Muy rápidamente nos dimos cuenta de que no llegaban debido a las corrientes, sino que provenían de fuentes locales”. 

Jovenes recorriendo la costa por taller ©Cientificos de la Basura
Jovenes recorriendo la costa por taller ©Cientificos de la Basura

Curiosamente, el estudio sobre la basura en el mar -publicado en 2003- vio la luz antes que el paper sobre los isópodos y las algas. “Debe ser unos de los primeros artículos en Chile sobre este tema”, dice Vásquez, quien entonces le sugirió al grupo seguir esa línea de trabajo, pero incorporando a los jóvenes.

Fue así como en 2006 presentaron un proyecto a Explora – programa del actual Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación-, donde los estudiantes debían cuantificar la basura. «Ese proyecto tenía como objetivo enseñar ciencia, generar conciencia ambiental y abordar el tema de la basura», explica Vásquez. Les fue bien, y esa idea fue el germen que dio vida al programa actual… aunque tenía otro nombre. “En un principio le pusimos Detectives Científicos de la Basura en las Playas, porque la idea era que los estudiantes fueran como detectives que siguen pistas hasta saber de dónde venía la basura”. 

Todas las semanas, los fundadores de esta iniciativa acudían a dos escuelas de Coquimbo para enseñar la metodología: dibujar cuadrados de 3m x 3m, recabar la información y llenar planillas con los datos. En 2008, repostularon el proyecto para darle continuidad y lo ampliaron a escuelas de Caldera, Huasco, Pichilemu, Bucalemu. “Yo siempre digo que fue como un momento de locura: un día estábamos hablando en mi oficina y dije: ‘si ya tenemos siete colegios, ¿por qué no lo hacemos en toda la costa de Chile?’. ‘Ya po, hagámoslo’. Llamamos a todos los biólogos marinos que conocíamos… ‘Estamos haciendo este muestreo de basura en las playas y necesitamos que vayas a un colegio y participen del primer muestreo nacional’. Nos dijeron de inmediato que sí”, cuenta Thiel. 

De siete colegios pasaron a 45 en todas las regiones del país, con 1.500 escolares. “Cuando nos llegaron todos los resultados y vimos lo datos, pensé: ‘Esto es increíble’. Habíamos logrado hacer un muestreo a nivel nacional, con escolares y sus profesores. Ahí recién me di cuenta del logro”, dice Thiel.  

“Ahí nació lo que hoy conocemos de Científicos de la Basura”.

Busqueda de basura ©Cientificos de la Basura
Busqueda de basura ©Cientificos de la Basura

Uno de los logros más relevantes del programa es acercar la ciencia a los escolares. “No hay mejor forma de conocer la ciencia que haciéndola”, sentencia Martin Thiel. “Conocer los resultados de una investigación, relacionarse con otros científicos, generar soluciones… ‘Oye, y qué podemos hacer por nuestra ciudad o por nuestras playas’. Nosotros los motivamos a la acción, que no termina con la recolección de datos, sino que apunta a buscar soluciones”, explica Thiel. 

El aprendizaje, agrega el investigador de la UCN, es de dos vías. “Nosotros también hemos aprendido muchísimo sobre la ciencia ciudadana, cómo funciona y qué se requiere. Detrás de este proyecto hay mucha motivación, entrenamiento, formación y la capacidad de entregar mucho feedback”. 

El corazón de la ciencia ciudadana ©Tim Kiessling

-¿Te ha gustado hacer ciencia ciudadana?

-Sí, pero a veces me pongo a pensar: “Me gustaría volver a los crustáceos”, porque me paso el día leyendo y estudiando sobre la basura. Pienso que esto tenemos que resolverlo luego: no quiero terminar mis días viendo basura; mis últimos años de investigador quiero dedicarlos a la biología. Y lo mismo para los niños: no quiero que estudien la basura marina, sino que vean la vida marina y los milagros que tenemos en cada playa. ¡Las historias de vida de estos organismos son increíbles! Que estos pequeños organismos puedan viajar miles de kilómetros arriba de un cochayuyo y colonizar nuevos ambientes es fantástico, y eso es lo que los jóvenes deberían investigar porque ¡es mucho más interesante que esta maldita basura!”.

Sobre el tema, Thiel reconoce que ha habido algunos avances a nivel legislativo, pero muy lentos. La Ley 20.920 o Ley REP -que establece un marco para la gestión de residuos, la responsabilidad extendida del productor y el fomento al reciclaje- fue promulgada recién en mayo de 2016, pero sus reglamentos fueron aprobados de manera muy paulatina. Más tarde, en agosto de 2018, se publicó la ley que prohíbe la entrega de bolsas plásticas para el comercio, y en agosto de este año ocurrió lo propio con la Ley de Plásticos de un Solo Uso, que desde febrero de 2022 prohibirá los primeros productos como envases de poliestireno, bombillas y revolvedores.

“Yo siento que aun estas leyes no tienen fuerza”, explica Thiel. “Lamentablemente, nuestro diagnóstico hasta la fecha o el mismo muestreo de 2020 dan cuenta de que la cantidad de basura sigue siendo la mismo. La problemática persiste, porque hay mucha gente que deja su basura en la playa, que no cuida su entorno, y ahí nos queda mucho por hacer”.  

Thiel pone como ejemplo la poca frecuencia del uso de botellas retornables. Cuenta que en Alemania se utiliza una botella única retornable sin importar la marca de la bebida que se quiera comprar: todas las empresas utilizan la misma forma de botella para que se pueda intercambiar libremente. “Eso ocurre porque existe una coordinación de las empresas que nace desde el Estado. Acá, en cambio, cada empresa tiene su propia botella desechable”, dice. El escenario es peor para quienes consumen agua mineral de más de un litro: en ninguna parte se puede comprar agua mineral en una botella retornable. “Hay personas dispuestas a hacer ese cambio, pero no hay opción de elegir, nos imponen estas botellas”, dice. 

El investigador apunta al rol activo que deben tomar los ciudadanos. “Al nuevo gobierno tenemos que exigirle acciones en este tema. ¿Quién gana con la botella desechable? Las empresas. ¿Y quién pierde? El medioambiente y nosotros, porque nuestro entorno está desvalorizado y contaminado”, explica.  

Nelson Vásquez dice que nunca pensaron que Científicos de la Basura llegaría tan lejos. “Fue un proyecto que nació de la mejor manera que podría: sin tantas expectativas y abocándonos a que saliera lo mejor posible. Ahora, que está en 11 países de Latinoamérica, uno piensa lo inmenso que puede llegar a ser algo sin haberlo planificado así”.   

Guatemala ©Cientificos de la Basura
Guatemala ©Cientificos de la Basura

Para el biólogo marino de la UCN, la parte no tan bonita -o derechamente fea- es que, pese a que el programa que crearon junto a Thiel lleva 15 años de recolección de información, publicación de informes y creación de conciencia, el problema de la basura continua. “Pensábamos que a los 10 años se iba a acabar, pero nada. Hoy es tan común encontrar una mascarilla en la playa como una bolsa o una colilla de cigarro”, dice. “Nos falta mucho todavía y eso nos da a entender que este proyecto no pude terminarse, porque el problema sigue o incluso es mayor que antes”. 

Una vez, mientras caminaba por la calle, una persona le tocó el hombro a Martin Thiel: “¡Qué bueno lo que están haciendo con los niños!”, le dijo. El investigador UCN se quedó pensando: “No podemos esperar a que las próximas generaciones hagan algo o que los niños de ahora tengan 40 años y lleguen a ser presidentes para cambiar esto. ¡Es nuestra responsabilidad! Los adultos tienen que cuidar su entorno y no podemos esperar más. Estamos enfrentando una crisis producto del calentamiento global, la degradación de los ecosistemas y también por el tema de la basura. ¡Tenemos que hacerlo mejor ahora!”, dice.

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