Metafóricamente hablando, pequeños árboles nacen en las copas de árboles y “esperan” que estas caigan para instalarse y crecer. En palabras simples, eso fue lo que identificó un grupo de investigadores en el Bosque Pehuén, área de conservación privada de la Fundación Mar Adentro, colindante al Parque Nacional Villarrica, en la zona conocida como Araucanía andina.

©Cortesía Iván Díaz
©Cortesía Iván Díaz

El trabajo, realizado por el investigador Iván Díaz, junto a su equipo del Laboratorio de Ecología y Biodiversidad del Dosel, del Instituto de Conservación, Biodiversidad y Territorio ICBTe de la Universidad Austral de Chile, estudió un mecanismo de regeneración de los bosques que no se había descrito antes y se publicó en la Revista Ecology.

“Todos los estudios previos asumen que los árboles nuevos se instalan en el suelo antes o después de las caídas de los árboles previos, con una serie de restricciones de tolerancia a la sombra y de sustratos. Acá lo que mostramos es que es todo más complejo, que una parte viene desde arriba y que eso es frecuente en nuestros bosques y probablemente en muchos otros bosques del mundo”, dice Díaz.

Bosque Pehuen ©Cortesía Iván Díaz
Bosque Pehuen ©Cortesía Iván Díaz

El trabajo de los investigadores se realiza desde 2005 en las copas de los árboles de bosques templados lluviosos de Chile, y recientemente se observaron hábitos epífitos de algunas plantas y plántulas que crecen en las copas de los árboles en el Bosque Pehuén.

De acuerdo a lo que explican desde la Fundación Mar Adentro, las plantas epífitas son aquellas que viven sobre otra planta sin parasitarla, es decir, sin afectar negativamente ninguno de sus órganos o funciones, aprovechando la estructura de otras plantas como soporte físico, utilizando los troncos y ramas de árboles más viejos para llegar a una altura mayor y captar la luz del sol.

©Cortesía Iván Díaz
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Específicamente, en el Bosque Pehuén se muestrearon 99 árboles y encontraron que el 21% de estos tenían plántulas o retoños en sus copas. El individuo más grande establecido en el dosel se encontró a una altura de 15 metros sobre el tronco principal de otro árbol y correspondía a un pequeño coihue (Nothofagus dombeyi) cuyo tronco poseía 12 centímetros de diámetro; alrededor de 2,5 metros de altura y de 59 años de edad. En tanto, el árbol más antiguo muestreado en el dosel se ubicó a 8.4 metros sobre el suelo y correspondía a un pequeño raulí (Nothofagus nervosa), con 10 centímetros diámetro en la base del tronco, menos de 1 metro de alto y de 114 años.

©Cortesía Iván Díaz
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Así, estos árboles que habitan en el dosel del bosque podrían formar parte de un mecanismo de regeneración de bosques antiguos no intervenidos. De ser así, una mejor comprensión de estos mecanismos podría proveernos de nuevas técnicas de reforestación y manejo de bosques. Además, especifican desde la Fundación, los anillos de estos árboles mostraron una tasa de crecimiento excepcionalmente lenta, los que parecen más un árbol «bonsai» que un árbol común, los que representan una forma más dentro de los mecanismos naturales de regeneración del bosque.

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