Parque marino Francisco Coloane: primera zona marítima protegida de Chile
Justo en uno de los canales más australes de Chile, se encuentra la primera zona marítima protegida de nuestro país. Conoce más de este parque marino en este artículo realizado por nuestro colaborador José Antonio de Pablo.
De acuerdo al diccionario, el término «toponimia» deriva etimológicamente del griego τόπος (tópos, «lugar») y ὄνομα (ónoma, «nombre»).
En el año 2003 se declara la primera zona marítima protegida de Chile bautizada como Parque Marino Francisco Coloane. Este Parque Nacional Marino, al cual se accede solamente por mar o aire, es el primero en su especie en nuestro país y está ubicado en una de las zonas geográficas más indómitas del planeta justo ahí en el corazón de los canales australes en Magallanes.
Tiene cerca de 70.000 há marítimas y terrestres y alberga entre sus frías aguas ricas en oxígeno una variada fauna marina donde sobresale la gigante y apacible Ballena Jorobada que es la que da origen al parque y a la base científica que allí se emplaza. Paradójicamente el mismo cetáceo que el padre de Coloane cazara casi un siglo antes en esas latitudes australes.
Francisco Coloane Cárdenas (Quemchi 1910- Santiago 2002) cuentista y novelista chileno fue Premio Nacional de Literatura en el año 1964, estudió en el Liceo Salesiano San José de Punta Arenas donde muy temprano publicó sus relatos en la prensa regional. Fue capataz de estancia en Tierra del Fuego, cazador de baguales, navegante y aventurero. Según sus propias palabras todo lo que escribió lo conoció. Dos de sus novelas han llegado al cine, El último Grumete de la Baquedano y Tierra del Fuego que dirigió Miguel Littin. La escritora Claudia Donoso lo define como descendiente honorario de los Onas y conquistador literario del territorio austral. Sus galardones son muy extensos.
En el libro Cabo de Hornos, relata magistralmente 14 cuentos que transcurren en los canales australes. La voz del viento, La venganza del mar, El último contrabando, son algunos de estos.
Comparto a continuación con ustedes el primer párrafo del libro Cabo de Hornos, obra de 1941, año en que la pluma de este aventurero y amante de la naturaleza dejó marcada para siempre la conquista de esos gélidos mares.
“Las costas occidentales de la Tierra del Fuego se desgranan en numerosas islas, entre las cuales culebrean canales misteriosos que van a perderse allá en el fin del mundo, en «La Sepultura del Diablo». Los marinos de todas las latitudes aseguran que allí, a una milla de ese trágico promontorio que apadrina el duelo constante de los dos océanos más grandes del mundo, en el cabo de Hornos, el diablo está fondeado con un par de toneladas de cadenas, que él arrastra, haciendo crujir sus grilletes en el fondo del mar en las noches tempestuosas y horrendas, cuando las aguas y las oscuras sombras parecen subir y bajar del cielo a esos abismos. Hasta hace pocos años, sólo se aventuraban por esas regiones audaces nutrieros y cazadores de lobos, gentes de distintas razas, hombres corajudos que tenían el corazón nada más que como otro puño cerrado. Algunos de estos hombres han quedado engarzados para toda la vida en esas islas. Otros, desconocidos, acorralados por el látigo del hambre que parece arrearlos de oriente a occidente, llegan de tarde en tarde a esas tierras inhospitalarias, donde pronto el viento y la nieve les machetean el alma, dejándoles sólo los filos con dureza de carámbano. Al final de los canales existe un lugar de tenebroso renombre: el presidio de Ushuaia. De las sangrientas evasiones de presidiarios también han quedado regados por las islas, entre los indios a veces, hombres que han conquistado su libertad a tiro limpio y que no podrán asomar la cabeza por donde haya una luz de justicia. Nada debe extrañar al hombre de esas tierras: que un barquichuelo se haga a la mar con cuatro marineros y regrese con tres; que un cúter haya desaparecido con toda su tripulación, etc. Nada debe extrañarle cuando las pieles y el oro son repartidos proporcionalmente entre los tripulantes. . . Al final de esos canales, cercana al cabo de Hornos, está situada la isla Sunstar. Los dos únicos habitantes de la isla, Jackie y Peter, están sentados en el umbral del rancho en un inacabable anochecer de diciembre…” (Francisco Coloane Cárdenas)