Basta con entrar a los bosques templados australes de Chile para escuchar un sonido que llama la atención. Parece una voz que se escucha fuerte. Se oyen tres o cuatro sílabas. La primera es muy tenue y las siguientes tres o cuatros más potentes y rápidas para descender en las últimas dos. Es un llamado territorial del Chucao (Scelorchilus rubecula), muy característico de escuchar en el sur de nuestro país.

Pero este sonido tiene algo especial. Existe una creencia mapuche sobre el canto del Chucao. Se dice que predice si los caminantes tendrán un buen viaje o no. Si el Chucao canta a la derecha será un viaje bueno y alegre, mientras que oírlo a la izquierda quizás es mejor desistir del viaje o tener precaución en el camino.  Se escucha fácil, pero es más difícil verlo porque el Chucao es un ave pequeña que se mueve rápidamente por los suelos del sotobosque chileno. Sin embargo, es muy curioso porque basta que escuche un sonido extraño en el bosque para que quiera acercarse.

El ave que apenas vuela

El Chucao no se mueve por los cielos, sino que lo hace por el suelo. Es común verlo en el piso del bosque buscando alimento, escarbando el piso igual que una gallina. Recoge artrópodos –insectos, arácnidos y crustáceos-, invertebrados y moluscos terrestres que están por la zona.  No vuela más de tres metros, por lo que tampoco se mueve en grandes distancias para aparearse o nidificar. Es por esto mismo que es un ave muy territorial. De ahí viene su canto tan característico.

©Pia Vergara
©Pia Vergara

Es más, cuando un macho se acerca al territorio del otro, ambos se gritan, se persiguen de un lado a otro y se observan con las plumas del cuello erizadas. Y su territorio no es menor. De acuerdo a una científica que investigó a los Chucaos, Mary Wilson, cada familia necesita alrededor de una hectárea para poder vivir. Esto equivale a cerca de media cancha de fútbol.

En estas zonas nidifican en diversos sitios, normalmente en agujeros y cavidades de los árboles en pie o en troncos de árboles muertos, tumbados en el piso. También ocupan agujeros en el terreno, naturales o abandonados por roedores. A esto se suman sitios expuestos en ramas o árboles o entre la Quila y otros materiales como ramillas, hierbas y líquenes. Sin embargo, encontrar sus nidos no es fácil porque están bien escondidos o pueden moverse muy rápido y ser muy ágiles entre las ramas de Quila.

©Germán Trapp
©Germán Trapp

Sobre sus polluelos, en primavera los Chucaos ponen entre 2 o 3 huevos blancos y redondos, siendo ambos padres los que incuban los huevos. Cuando es el turno del macho, las hembras emiten un llamado característico, indicando que es hora de un reemplazo.

Luego de 23 días, los polluelos salen del cascaron, pero se mantienen en el nido 3 semanas en búsqueda de abrigo, alimentación y cuidado de sus padres, hasta que tienen plumas. Sin embargo, una vez que deben dejar el nido no se marchan hasta dos semanas más, escondiéndose esperando que los padres les lleven comida. 

Fuera de peligro

La buena noticia es que este ave se encuentra catalogado como Preocupación Menor de acuerdo a datos del Ministerio del Medio Ambiente. Esto se debe a que no cumple con ninguno de los criterios para ser clasificada en alguna de las categorías de amenaza de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

©Nick Warner
©Nick Warner

Sin embargo, esto no quiere decir que su población no se enfrenta a algunas amenazas. El Chucao, al ser una especie que habita sólo en bosques templados, y que además es una especie terrestre, se puede ver afectado por incendios forestales y la presión maderera de la zona sur austral. Esto puede provocar degradación y fragmentación de los ecosistemas, lo que altera a la biodiversidad de la zona.

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