Alaska: dos miradas fotográficas de un destino alucinante
En la lengua originaria, Aleut, Alaska significa “el gran territorio”. Y es que efectivamente es un enorme pedazo de tierra que sorprende por sus inigualables parajes naturales, sus días sin fin y su fauna salvaje. Es un lugar único, mágico, extraordinario. Conversamos con dos fotógrafas que tuvieron la oportunidad de viajar hasta este mítico rincón del mundo y que hoy nos cuentan sus experiencias y nos entregan sus mejores datos.
Es el Estado más grande de Estados Unidos y paradójicamente el menos poblado. Claro, porque estamos hablando de nada más y nada menos que del borde del Círculo Polar Ártico.
Y, ¿quién es capaz de soportar los -45ºC que suele alcanzar gran parte de su territorio en invierno? Probablemente solo quienes hayan nacido allí, y bueno, también un par de locos, amantes de la naturaleza, que cayeron rendidos ante la inmensidad de sus paisajes. Porque si algo tiene Alaska que no tiene comparación, es justamente eso.
Aunque no se puede dejar pasar su historia marcada por la fiebre el oro, las tradiciones esquimales y los característicos osos grizzly, que se dejan ver fácilmente en algunas temporadas y que son emblema del lugar.
Concuerdan con todo lo anterior Constanza Brunner y Teresita Pérez, ambas fotógrafas profesionales y amantes de la aventura, que descubrieron en Alaska un escenario único para sus fotografías.
Tierra de osos
Constanza Brunner, es una destacada fotógrafa chilena. Una de sus grandes aficiones, es la vida al aire libre. Desde muy pequeña acampaba con su familia y abuelo. Más grande, tuvo la suerte de recorrer varios parques nacionales de nuestro país. Dice que siempre tuvo la curiosidad de conocer territorios naturales y que le encantaba registrar la belleza de estos. Se define como una persona a quien le gusta disfrutar de una vida simple y sana, en contacto con el medio ambiente. Y es por eso, que un destino como Alaska, le quedaba como anillo al dedo.
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“Recibí una invitación por parte de un grupo de amigos, también dedicados a la fotografía. Ellos habían investigado sobre el lugar y tenían un itinerario perfectamente armado. Entonces no había mucho que pensar, Alaska es un lugar que cualquier fotógrafo de naturaleza quisiera conocer”, dice.
El objetivo del viaje era fotografiar específicamente la flora y fauna del Parque Nacional Katmai, ubicado al sur de Alaska y reconocido por la gran presencia de osos grizzly.
Desde Santiago (con algunas escalas), aterrizó en Anchorage, la ciudad más grande del Estado y la menos poblada. Allí se concentra el patrimonio nativo del territorio. “Esta ciudad, me recordó mucho a los paisajes del sur de Chile, con sus montañas alrededor, pero con el clásico estilo americano. Allí, nos abastecimos de todo lo necesario para comenzar una gran aventura”, explica.
Partieron entonces en un avión de 30 asientos al pueblo de King Salmon, puerta de entrada a la Reserva de Katmai, y llegaron específicamente al refugio “Brooks Camp”, que solo tiene acceso en hidroavión, un clásico de Alaska.
“Allí nos tocó acampar. Es la mejor alternativa, ya que los alojamientos son extremadamente caros y además te limitan el número de días que puedes estar. Para poder quedarte allí, debes postular con muchísima anticipación. Es como ganarse la lotería. Los cupos en época de verano son pocos y se completan en un par de horas, porque Katmai es un paraíso, es tierra de osos”, asegura.
Brooks Camp está ubicado a casi 500 km al sureste de la ciudad de Anchorage. Constanza define el lugar como un mundo en sí mismo, sin distracciones tecnológicas. “Aquí no hay señal telefónica y tampoco Wifi. La entretención, son los juegos de mesa y las eternas conversaciones alrededor de un fogón. Emociona ver cada día a jóvenes voluntarios que esperan ansiosos cartas de sus familiares, para tener novedades. En este lugar me sentí muy bien, desconectada del mundo y en sintonía con la naturaleza”, dice.
El refugio cuenta con una cafetería, 16 cabañas con capacidad para 60 personas en total (donde solo se puede alojar dos noches) y un modesto camping en el que se permite estar hasta siete noches.
Desde allí, se puede caminar hasta el río Brooks, que queda a solo 1,5 km. “El río es mundialmente conocido por su cascada de metro y medio, donde se reúnen en época de verano los osos grizzly, para alimentarse de salmones rojos después de la hibernación. Es alucinante”, explica.
Agrega que allí, hay tres plataformas de observación: la plataforma del Río Inferior, que es la más cercana al lodge, la plataforma Riffles, desde donde se pueden ver mamás osos con cachorros, y la plataforma Cataratas, que tiene capacidad para 40 personas a la vez y está abierta desde las 7 AM hasta las 10 PM. “Conviene madrugar y llegar temprano, para evitar la gran masa de turistas. Además, hay que considerar que para llegar a Brooks Falls, se deben caminar alrededor de 45 minutos a una hora. Esto a paso rápido, pero solo si tienes suerte de no encontrarte con un oso que te haga esperar en el camino”, asegura.
Si bien explica que el río y las cataratas son increíbles, ver a los osos como se agrupan ahí mismo, es inolvidable. “Llegamos a ver hasta 22 osos en el área. Algunos de ellos relajados, como si estuvieran en un jacuzzi, otros saltando y otros buceando. Se levantan en dos patas, miran, huelen, gruñen y se persiguen”, cuenta.
Pero aunque se vean tiernos, los osos son salvajes y la norma de seguridad fuera de las plataformas es mantener una distancia de al menos 45 metros con el oso más cercano. Según cuenta Constanza, esto no es tan fácil. “Ellos vagan por todas partes, en los senderos, en el camping, en la playa y afuera del baño del lodge. Es su casa, nosotros somos los invitados”, recuerda.
En esta zona 30 guardaparques (rangers), circulan constantemente, dictando posiciones de osos por radio e instruyendo a los visitantes a mantenerse quietos o retroceder si es que estos pasan a 10 o 20 metros. “Los retrasos se llaman bear jams. Si es que hay alerta de osos, tienes que parar obligadamente, aunque te estés muriendo de hambre o vayas a perder un avión. ¿Vienes a ver osos o no?”, pregunta.
Constanza asegura que lo que más le llamó la atención de Alaska fue el entorno salvaje, la fauna y la amabilidad de sus habitantes. Recomendaría definitivamente el destino y volvería a Alaska una y otra vez.
¿Qué te dejó la experiencia?
Aprender a vivir con osos y saber que hay reglas a las que nos debemos adaptar cuando estamos en su ambiente. Por ejemplo, no correr si te encuentras con uno de ellos, darle espacio para que decida qué hacer, intentar caminar en grupos de tres personas e ir haciendo ruido, etc. La verdad es que es una experiencia muy adrenalínica, pero única e inolvidable.
Un destino pendiente
Para Teresite Pérez, socia en 26estudio.com, la experiencia fue similar. Como fotógrafa y amante de los viajes, describe Alaska como lugar inigualable e inolvidable. “Es difícil imaginar un lugar tan puro, donde las grandes montañas contrastan con la exuberante vegetación, donde te encuentras con animales salvajes en su propio hábitat, donde la grandeza de sus paisajes se conjuga con la calidez y sencillez de sus habitantes, donde el tiempo parece no pasar, mientras miramos el reloj esperando que esto nunca termine. Su entorno natural y su inmensidad, te hacen sentir como en ningún otro lugar del planeta”, reflexiona.
Para Teresita, Alaska era un destino pendiente con su familia hace mucho tiempo. Tenía prácticamente todo estudiado y pensado. Era un sueño. Y es que ella, al igual que Constanza, es una verdadera amante de la naturaleza. Dice que estar al aire libre, saca lo mejor de sí y de su familia.
“En el día a día vivo muy conectada, por lo que valoro inmensamente los lugares que me hacen salir de la rutina. Además, amo ver como mis hijas son libres y descubren nuevos juegos con cosas tan simples como una ramita o un montón de piedras. Haciendo paseos de este tipo, la familia se une”, asegura.
Además de la fotografía, el objetivo del viaje de Teresita, era estar en algún lugar donde nadie más haya estado jamás. Quería ver el comportamiento de la naturaleza virgen y los osos en su hábitat.
La idea se llevó a cabo. “Alaska es de los pocos lugares salvajes y no intervenidos por el hombre que quedan en la tierra. Nos encontramos con muy poca gente, incluso hubo días que no veíamos a nadie más en todo el día. Esa sensación de adrenalina porque te puede comer un oso o la emoción de estar frente a frente con un animal salvaje, es ridículamente increíble”, asegura.
La ruta de Teresita fue un poco más larga y variada, y pese a que también comenzó en Anchorage y siguió en el Parque Nacional Katmai, contemplaba también destinos como Talkeetna, Wasilla, Kink River, Girdwood, Portage Glacier, Seward y Fiordo de Kenai. Nombres desconocidos, pero lugares que vale la pena conocer.
Recuerda cada uno de los lugares de manera especial. “Talkeetna, está ubicado en una región con vistas panorámicas de montañas, bosques, miles de lagos y muchos senderos rodeados de glaciares. Este pueblo se encuentra en la confluencia de tres ríos, lo que hace que sea un área muy atractiva para los deportes outdoors, y para ver animales salvajes como alces y osos”, dice.
Además, tuvo la oportunidad de sobrevolar el glaciar Portage y luego caminar sobre él. Por si fuera poco, al navegar por el fiordo de Kenai, pudo observar un sinnúmero de ballenas en el recorrido. “Verlas de tan cerca, tirando enormes chorros de agua es impresionante”, recuerda.
Pero siempre hay un lugar favorito. “Me gustó Katmai por su soledad, tranquilidad, vida salvaje y aventuras miles. Allí, hicimos pesca con mosca durante varios días y es el lugar donde más osos vimos”, cuenta.
Teresita definitivamente volvería a Alaska. Lo considera un lugar absolutamente prístino y real. “Luego de visitar este lugar no somos ni seremos los mismos. Quizás ningún otro lugar combina tan bien la vida moderna, con la libertad y la posibilidad de vivir al límite cada aventura. Un territorio virgen, inexplorado y listo para ser recorrido con todos los sentidos al máximo. Es una aventura difícil de olvidar”, dice.
¿Algún aprendizaje de vida?
La importancia de cuidar la naturaleza. Si todo el mundo se conservara en su estado natural y los animales pudiesen vivir libres, todo sería mejor, nuestros hijos tendrían la oportunidad de ver muchas cosas que quizás se van a ir extinguiendo por la mala forma en que cuidamos nuestro planeta.
Algunos datos:
Lo que hay que hacer: Volar en hidroavión, visitar Katmai, hacer la caminata a Brooks Falls.
Restaurant, bar, cafetería: El mismo restaurante del lodge Brooks Camp tiene buenos menús con sopas de verduras y pastelería hecha en casa.
Qué comer: Salmón de Alaska, King Crab.
Cuánto tiempo ir: Una o dos semanas dependiendo el recorrido.
Época recomendada: Entre mayo y octubre. Junio, julio y agosto son los meses más recomendados (verano).
Qué llevar: Además de todo lo necesario para un viaje outdoor, repelente de mosquitos.
Si bien llegar a Alaska no es fácil, considerando que debemos cruzar prácticamente todo el continente para llegar, ambas fotógrafas y quien escribe, consideramos que vale la pena el esfuerzo para obtener la mejor recompensa: disfrutar de los parajes más vírgenes y sobrecogedores de la tierra.