A los “Amigos” los conocí hace casi dos años, cuando la Cote (Marialacolorina) llegó a visitarme a Nueva York, ciudad en la que vivo actualmente. La alojé en mi departamento y, para agradecerme, me regaló un cuadro con una obra de ella. Era un pedazo de rama de cedro que había encontrado en el Central Park de la que salían dos líneas hacia abajo, donde había dibujado dos figuras de humanos, muy pequeños. Eran los “Amigos”, que más tarde, se volverían protagonistas esenciales de su trabajo. El cuadro se llamaba Somos Uno.

Sin saberlo, ese pequeño pero significativo regalo sería mi primera aproximación a esta talentosa y sensible artista. Tuvieron que pasar seis meses para conocer con más profundidad su proceso creativo. Fue durante un improvisado viaje que hicimos juntas a Canutillar, un rincón precioso y aislado de la Región de los Lagos, frente al Seno Reloncaví.

Era el comienzo del invierno, y fue una experiencia de supervivencia e intenso contacto con el entorno natural. En esa rústica y sencilla cabaña que nos acogió por siete días prendíamos el fuego, comíamos manzanas silvestres, caminábamos a lagunas cordilleranas ocultas en la falda de montañas nevadas y, lo más importante, recolectábamos. Piedras, palos, hojas, musgos, helechos, conchas, caparazones. De todo recolectábamos.

La Cote llevaba a cada excursión una bolsita especial que se había hecho ella misma para que no se le estropearan los tesoros, como ella los llamaba. Muchas veces, en largas caminatas con el barro hasta las rodillas, tuve que ayudarla a acarrear troncos y musgos babosos que más tarde irían a guardarse como un objeto sagrado en la mochila de mi amiga.

©Cristián Donoso
©Cristián Donoso

Los días pasaron, la nubes cargadas de lluvia entraban y desparecían, nuestros sacos de dormir se mojaban, escuchábamos ratas correr por el techo, pero nada de eso parecía perturbarnos demasiado. Nos sentíamos dichosas al estar en la calma de ese profundo contacto con la naturaleza, observando sin distracciones, por el tiempo que deseáramos, el canto de un pájaro que venía a visitarnos; el pasar de un grupo de toninas en el mar; ser testigos de los atardeceres invernales – intensamente azules y violetas – afuera de nuestra cabaña, bien tapadas con frazadas y gorro para no morir de frío.

Fueron días hermosos, pero también de mucha intensidad emocional. Estoy segura que fue el comienzo de un largo proceso de conexión interior, gatillado por esta aproximación pura y violenta a una naturaleza prístina, lo que me hizo entender cómo funcionaba el proceso creativo de la Cote.

©Pablo Izquierdo
©Pablo Izquierdo

Con el tiempo me he dado cuenta que su arte, como mi escritura, se inspiran en ese contacto que es directo y unidireccional con el paisaje. Un contacto que no resulta indiferente. Porque atraviesa, cruza barreras desconocidas de los sentimientos y, que a ratos, nos hace sentir el descontrol frente lo que hacemos. Hay un nivel de incertidumbre, de no saber, de inseguridad, en todo ese proceso, que puede llegar a ser tan único y especial como doloroso. Pero es así. Nos hace sentir vivos. Es la forma en que creamos. No sabríamos cómo hacerlo de otro modo.

Un año después de ese viaje me llegó la invitación a “Anomalía”, la primera exposición individual de la Cote. Ese día, me fui caminando a la Casa de la Cultura Anahuac desde la entrada de Pedro de Valdivia. Subí sola, al atardecer. Hace años que no iba al San Cristóbal. Recordé cuando vivía en Santiago y pedaleaba los fines de semana hasta la cumbre. Recordé mi amor por los cerros, por la sombra extensa de los árboles y me hizo pleno sentido que la Cote haya escogido este lugar, el parque urbano más grande de Sudamérica, para presentar a sus “Amigos”. Un lugar donde la sensación del tiempo es menos acelerada, donde alcanzamos un estado parecido a la meditación, esa calma que nos devuelve a nosotros mismos.

©Pablo Izquierdo
©Pablo Izquierdo

Cuando por fin alcancé la Casa de la Cultura Anahuác, me detuve un momento a ver el escenario desde afuera. La iluminación era leve y cuidada, la música minimalista. El mirador rodeado de árboles centenarios con vista al Gran Santiago me hizo ver que esto no se trataba solamente de una mera exposición. La Cote había pensado en una experiencia. Ya adentro, los “Amigos” me llevaron de la mano para entrar en un viaje que era tanto hacia el mundo natural como para adentro.

A través de piezas que la Cote había recolectado por años, quizás también en nuestro viaje al sur, pude maravillarme con el increíble proceso de tratamiento, conservación y montaje que había hecho con cada uno de esos objetos. Las plumas de aves lucían con un brillo y textura que las llenaba de vida. Las caparazones de jaiba eran rosados, pálidos, como si recién hubieran sido sacados de una roca en el mar. Las flores, si bien estaban muertas, disecadas, tenían un volumen y color que las había vuelto obras de arte (no por nada el título de esa obra se llama “Habitar la muerte”).

©Pablo Izquierdo
©Pablo Izquierdo

Al centro, dos grandes cajones funcionaban como gabinete de curiosidades, en donde podíamos ver, sin la interfaz del vidrio, la diversidad de objetos que mi amiga y artista reunió desde que comenzó este proceso de vida. Digo de vida, porque si hay algo que define a marialacolorina, es que su obra y arte están intensamente ligados con su cotidiano, con sus emociones, con la gente con que se relaciona y con su familia.  Es una naturalista del siglo XXI, que recolecta porciones de la naturaleza para hacernos conscientes no solo del valor ecológico y estético que guardan en el planeta Tierra, sino también para hacernos ver que esos objetos también habitan en nosotros mismos.

©Pablo Izquierdo
©Pablo Izquierdo

Marialacolorina es una exploradora de las bellezas naturales que viven entre nosotros, pero sobretodo, su trabajo tiene que ver con el despertar. Como un prisma que se refleja hacia fuera y hacia dentro, como la belleza de un atardecer en el invierno o una tonina asomándose en el mar, de ninguna forma nos deja indiferentes. Los invito a vivir la experiencia de “Anomalía” desde esa intimidad, que estoy segura que los transformará de la misma manera que a mí.

Exposición Anomalía: El proceso de ser humanos

©Pablo Izquierdo
©Pablo Izquierdo

Casa de la Cultura Anahuác del Parque Metropolitano de Santiago. Hasta el 28 de julio. Entrada gratuita. La artista recomienda visitar la muestra los días sábados ya que en la semana se hacen eventos en el lugar y eso interrumpe la contemplación de las obras.

Taller de Naturaleza Interna

©Marialacolorina
©Marialacolorina

Este 7 de julio, la artista impartirá un taller de “Naturaleza Interna” en el mismo sitio de la exposición. Será una mañana en contacto con la naturaleza para explorar, reflexionar y crear.

Se recorrerá el Jardín Mapulemu de Parquemet, recolectar naturaleza, compartir con más personas y terminar con una creación inspirada en el proceso creativo de Marialacolorina, que además, podrás llevarte a tu casa.

7 de julio, de 11:00 a 14:30 hrs

Valor: $25.000 (vía transferencia electrónica)

Incluye ticket para teleférico desde estación Oasis a Tupahue y snacks.

Toda la info. en www.marialacolorina.com

Comenta esta nota

Comenta esta nota

Responder...