Nos juntamos con Gail en Adelaide para partir el viaje. Llenamos el auto de comida, revisamos la ruta que teníamos en mente, hicimos un par de arreglos técnicos y salimos a la carretera.

A Gail Hill la conocí cinco años antes, en mi primer viaje a Australia. Yo quería aprender sobre las aves de  este lugar y ella generosamente se ofreció para enseñarme. Me invitó a distintas salidas a terreno y así desarrollamos una amistad que se mantuvo pese a la distancia. Ella se dedica a investigar la fauna australiana y a guiar a grupos de turistas en el avistamiento de aves.

El viaje que planeábamos hacer sería una combinación de búsqueda de animales y paisajes. Cruzamos Australia por el centro, manejamos alrededor de 4.000 kilómetros en dos semanas, desde Adelaide hasta Mount Isa, desviándonos hacia Uluru -la famosa roca gigante-, y pasando por Alice Springs. También nos quedamos en los parques nacionales Flinders Ranges y McDonnells Ranges, siempre acampando y tratando de aprovechar lo mejor posible el crepúsculo y el ocaso, momentos en los que baja el calor y por lo mismo hay una mayor actividad de las aves.

Recorrido del viaje.
Recorrido del viaje.

Octubre tiene la ventaja de tener temperaturas aún «aceptables» en el desierto, pero es también la época en que las serpientes dejan la hibernación y empiezan a activarse. Es por esta razón que mas de alguna vez los sentimientos estaban divididos: mientras Gail moría de curiosidad por encontrarse con alguna, yo prefería perderme el placer de conocerlas.

Elecciones para retratar

Uluru, la famosa roca que emerge en la mitad de una planicie de varios kilómetros, y que además es sagrada para los aborígenes del lugar, era un desafío de fotografiar. Ya estaba consciente de que, como todo ícono del turismo, buscar un punto de vista para generar una imagen distinta sería difícil.

Para este proyecto fotográfico quise principalmente investigar los colores del desierto australiano. Había escuchado que era rojo y eso era algo que necesitaba comprobar. En las zonas de parques nacionales encontré mucho más verde del que esperaba. La combinación de ese verde intenso con las rocas rojas me llamó mucho la atención, ya que hacía evidente la diferencia entre lo vivo y lo inerte. Este mismo contraste se daba también en zonas de oasis, donde el agua aparecía y quedaba almacenada en lagunas o tranques, como respondiendo a la sed de su entorno, generando una potente sensación de armonía y equilibrio.

Les dejo algunas de mis fotos favoritas de este viaje por el desierto australiano, ojalá las disfruten tanto como yo!

©Nicolás Amaro
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Saliendo de Port Augusta encontramos esta laguna fucsia.

©Nicolás Amaro
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Al inicio del viaje, saliendo de Port Augusta, tomé esta foto del campo desde la ventana del auto.

©Nicolás Amaro
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Mi compañera de viaje Gail caminando por el lago Eyre, el lago más grande de Australia cuando tiene agua, fenómeno que ocurre aproximadamente cada 3 años. En su estado seco revela su superficie salina. Tiene una superficie de 9.700 km2 y es el punto más bajo de Australia: 15 metros bajo el nivel del mar. La foto no muestra la nube de moscas que te sigue cuando caminas por el desierto pasada cierta latitud, lo que suena trivial pero a ratos era realmente insoportable. O tienes un alma zen inalterable o te compras una red para taparte la cara

©Nicolás Amaro
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Espejismos camino a Coober Pedy. Las ondas de calor que provienen desde el suelo distorsionan la imagen de las montañas en el horizonte.

©Nicolás Amaro
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Recién llegados al Parque Nacional Flinders Ranges nos encontramos con este atardecer morado, con la primavera en su máximo esplendor. El tronco muerto refleja en sus partes blancas los colores presentes a su alrededor, mezclándose así con la tonalidad del ambiente.

©Nicolás Amaro
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Contraste entre la frondosa vegetación y las formaciones rocosas roja en el Parque Nacional Uluru- Kata Kjuta. Específicamente, esta fotografía muestra las rocas de Kata Kjuta, la segunda formación geográfica del parque, aparte de la famosa roca Ayers.

©Nicolás Amaro
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Panorámica de la quebrada de Glen Helen y la laguna Finke, en el Parque Nacional McDonnells Ranges, cerca de Alice Springs, ya en el centro de Australia. Este círculo de agua irrumpe en la seca geografía del desierto generando una sensación de equilibrio

©Nicolás Amaro
©Nicolás Amaro

Reflejo en la orilla de la laguna Finke, en el mismo lugar de la foto anterior. Es un lugar de encuentro entre el verde de lo vivo con los minerales intentes, de distintas tonalidades rojas

©Nicolás Amaro
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Detalle de la roca Ayers o Uluru. La escasa lluvia que llega por monzones cada ciertos años va esculpiendo la forma de la roca a través del agua que corre y va generando pozones y surcos. De esa lluvia esporádica dependen los pocos árboles que viven en sus grietas. Esos mismos pozones fueron una fuente clave de agua dulce para los aborígenes locales, quienes tenían técnicas muy complejas para reconocer potenciales fuentes de agua en el desierto, conocimiento ancestral esencial para subsistir en ese contexto.

©Nicolás Amaro
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Detalle de la roca de Uluru, con dibujos realizados por la composición química y su historia a lo largo de una cantidad de años inimaginable para nosotros.

©Nicolás Amaro
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Otro detalle de la roca de Uluru con sus surcos dibujados por el agua y el tiempo

©Nicolás Amaro
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Atardecer en el Lago Francis. Acampamos un par de días buscando la oportunidad de observar una pareja de brolgas que andaba por ahí. Las brolgas son grullas australianas que tienen un rito de cortejo muy interesante y estábamos justamente en la época de ese despliegue. Pudimos observar varias otras aves interesantes, además de un gato silvestre que vivía en el tronco de un árbol. Este fue nuestro último de lugar de camping y el atardecer nos regaló una gran despedida.

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