©Nicolás Vigil
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Mirando por un telescopio me entró la curiosidad de qué pasa afuera de nuestro planeta. Allá, donde todas las noches tenemos la oportunidad de mirar las estrellas infinitas, con un poco de ayuda, se pueden ver cosas fascinantes.

Darnos cuenta de lo pequeño que somos en el universo es algo que es muy difícil de dimensionar. Incluso los días, para los cuales estamos acostumbrados desde nuestros inicios como especie a que el sol salga siempre por el oriente y se ponga al poniente, es una condición del cosmos. Si bien lo que vivimos en este planeta nos parece todo (y claro, ¡es lo único que conocemos!), no es más que una mínima fracción de lo que nos rodea. Algo así como un grano de arena de todas las playas que existen en la Tierra.

Afuera las distancias son tan gigantescas que es extremadamente difícil hacernos una idea de qué tan lejos están las estrellas que vemos cada noche. Algunos objetos son tan masivos y tan luminosos que podemos observarlos a simple vista (mejor aún si es con un telescopio), pero otros, de hecho la gran mayoría de ellos, ni siquiera podemos verlos con un telescopio potente.

©Nicolás Vigil
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Un objeto extremadamente cerca en esta escala de distancias es Júpiter, observable a simple vista y con mejor detalle si es a través de un telescopio. Júpiter aún se encuentra bajo el “reinado” del Sol. Es decir, en el sistema solar.

Dentro de nuestro sistema, las distancias las medimos en unidades astronómicas (UA). Una UA corresponde a la distancia media que hay del Sol hasta la Tierra. Es decir, que la distancia que tenemos hasta el Sol corresponde a 1 UA. Júpiter, por otro lado, está ubicado a 5,5 UA aproximadamente, y es el planeta más grande del sistema solar, siendo 318 veces más grande que el nuestro en masa (¡pero 1317 veces más grande en volumen!). Jupiter está compuesto en su mayoría por gases, siendo el más abundante el hidrógeno, mientras que la Tierra, siendo mucho más densa, está compuesta principalmente por hierro (además de muchos otros elementos).

Fuera del sistema solar comenzamos a medir las distancias en tiempo. Para contextualizar, cuando salimos al mundo del universo, las distancias ya no se miden en kilómetros o en unidades astronómicas. Se miden en años luz.

Imaginemos un año común, de 365 días. Ahora imaginemos que vamos en línea recta viajando a la velocidad de la luz, que corresponde a 300.000 kilómetros por segundo, durante un año. Estamos hablando de 9.460.730.472.580,8 kilómetros, lo que parecería suficiente para llegar a donde sea, pero la verdad es que no es más que una vuelta a la esquina de la cuadra. Únicamente en nuestra galaxia existen miles de millones de estrellas como nuestro Sol, y eso que nuestra galaxia es una de miles de millones que están repartidas por ahí.

Entonces, imaginemos que salimos un poco más allá de la esquina de nuestra cuadra.

©Nicolás Vigil
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Uno de los objetos más impresionantes del espacio y que se puede ver con simples binoculares es la nebulosa de Orión. ¿Han escuchado hablar de las tres marías? Bueno, eso es el cinturón de Orión. Si miramos con más paciencia, veremos otras tres estrellas que están un poco más juntas entre sí, como colgando del cinturón. Cuando apuntamos el binocular a este lugar, podremos fijarnos que hay una nube de polvo y gases en colisión. Esta nebulosa se encuentra aproximadamente a 1270 años luz de la Tierra.

©Nicolás Vigil
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Otro objeto interesante que se ubica también dentro de la constelación de Orión es la estrella Betelgeuse. Esta estrella es una supergigante roja, cuya masa es unas 20 veces mayor a la de nuestro Sol. Betelgeuse ya pasó su etapa de vida más importante, agotando las reservas de energía que genera su núcleo. Las supergigantes rojas tienen una vida más corta que las estrellas más pequeñas, como nuestro Sol. Una estrella común y corriente transforma sus reservas de hidrógeno en helio a través de una fusión termonuclear. Así se libera la energía que producen las estrellas (el calor que experimentamos de nuestro sol). Cuando una estrella está llegando al final de su vida útil (como es el caso de Betelgeuse) comienza a quemar elementos más pesados, como carbono, oxígeno, neón y sicilio y en algún momento explotará en una supernova.

©Nicolás Vigil
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En la constelación de Centauro se ubica Omega Centauri, otro de los objetos preferidos de los astrónomos. Es un cúmulo globular que orbita nuestra galaxia y corresponde a una agrupación de varios millones de estrellas que se encuentran muy cerca unas de otras. Está ubicado a unos 17 mil años luz de la Tierra, y es la agrupación de estrellas más grande de nuestra galaxia. Para hacernos una idea de la distancia a la que se encuentra, nuestra galaxia tiene un diámetro aproximado de 100 mil años luz.

Otros objetos están muchísimo más lejos aún. La galaxia del sombrero por ejemplo, es un objeto que se encuentra a una distancia de 28 millones de años luz de la Tierra.

©Nicolás Vigil
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Nebulosa del Aguila ©Nicolás Vigil
Nebulosa del Aguila ©Nicolás Vigil
Nebulosa Trífida ©Nicolás Vigil
Nebulosa Trífida ©Nicolás Vigil

Podría quedarme escribiendo este artículo por mucho tiempo sobre los miles de objetos que se pueden ver a través del telescopio, pero tampoco quiero aburrirlos alargando esto demasiado.

La verdad es que el universo que nos observa desde allá afuera es algo realmente fascinante cuando nos detenemos a reflexionar la belleza de lo incomprensible.

Es como detenerse a mirar la obra de arte abstracto más impresionante de todos los tiempos, pintada por un autor anónimo. Ese mismo sentimiento es el que me hace luego mirar hacia mis pies que están bien afirmados en la Tierra, único lugar que conocemos y que nos acoge con una madre sin pedir nada a cambio. Creo que es muy necesario mirar hacia fuera para darnos cuenta del verdadero valor que tenemos aquí adentro.

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