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Una inédita expedición naturalista a la isla Alejandro Selkirk: explorando los misterios de las aves y el paisaje en el Archipiélago de Juan Fernández
En enero de 2025, un grupo de fotógrafos de paisaje y ornitólogos pisó la isla Alejandro Selkirk, la más lejana del Archipiélago de Juan Fernández. Conocida también como Masafuera, este lugar no solo destaca por sus verticales y desafiantes paisajes, sino también por los misterios que guardan algunas especies de aves que encuentran en este lugar un hogar único en el mundo. Con la compañía de guías locales del archipiélago y la autorización de visita de CONAF, esta expedición de intereses específicos no solo despejó nuevos lugares para ser explorados, sino que entregó valiosa información para la ciencia ornitológica. Conversamos con los fotógrafos guías y organizadores, Guy Wenborne y Fernando Díaz, quienes nos ayudaron a reconstruir la aventura.
Se embarcaron en el velero la misma noche de enero que llegaron a Robinson Crusoe. Navegaron 180 kilómetros por cerca de 20 horas. Guy Wenborne, fotógrafo y uno de los organizadores de la expedición, recuerda que era un mar “chascón” y mareador. Pero también que, terminando la travesía en medio del agua, se veía el destino. La isla Alejandro Selkirk los esperaba en medio del sonido de las gotas de lluvia y el viento en un día oscuro. Los pobladores fueron a buscar a los nuevos visitantes y los ayudaron a desembarcar en el sector Toltén. En Selkirk no hay muelle. Todos ayudan a varar los botes. Ese sería el único día que el clima fue más extremo para estos nuevos visitantes.

La isla Alejandro Selkirk, también conocida como Masafuera, es la isla más remota del Archipiélago de Juan Fernández y forma parte del parque nacional homónimo. En ella solo hay un pequeño poblado en el que habitan unas 65 personas que se establecen entre octubre y mayo, los meses que dura la temporada de pesca de langosta. Ellos se rodean de una geografía única que permite diferencias climáticas favorables para que se desarrolle un endemismo que ha hecho famosa a la isla, en especial por su flora, principalmente compuesta por helechos, hierbas y arbustos bajos.

También es una isla llena de misterios por descubrir. En ese contexto se generaba la visita de este grupo de guías y expedicionarios fotógrafos y ornitólogos. En palabras de Guy, no se trataba de un paseo, sino de “una expedición de intereses específicos, con un vértice para documentar, por parte de ornitólogos -guiados por Fernando Díaz, director de Albatross Birding Chile-, y buscar muestras para la investigación de especies de aves propias del lugar”. En ese sentido, se trató de una visita autorizada por la Corporación Nacional Forestal (CONAF) con el fin de difundir y estudiar el territorio.

Al día siguiente de su llegada, con un clima que ya no era lluvioso, los visitantes empezaron su caminata a los sectores altos de la isla. Dedicaron la jornada entera para llegar a los 1030 metros de altura y emplazaron su campamento en un lugar llamado Tres Torres. Los siguientes días serían de cielo despejado y nublado, con noches oscuras y estrelladas. Guy dice que el clima los acompañó: “a ratos era nublado, se despejaba, con el mar de fondo y un bosque verde intenso”.
El zumbido de las aves
Un zumbido se sintió desde la primera noche, mientras los expedicionarios dormían en sus carpas. La sensación era como escuchar un panal de abejas. Pero lo que volaba alrededor no eran insectos, sino una gran cantidad de petreles de Juan Fernández (Pterodroma externa) y Masafuera (Pterodroma longirostris). “Estábamos rodeados de nidos, se sentía un ulular y graznidos toda la noche, era alucinante”, recuerda el fotógrafo.

“Este es uno de los pocos sectores que tiene algo de planicie, donde se ubican las colonias de petreles. Esta ave, en su ciclo de vida, pasa todo el día y los meses del año en el mar. Se reproducen en tierra y en esta isla nidifican. Es el único lugar del mundo donde nidifican. Entonces, al final del día, se congregan y suben por las laderas empinadas y angostas de la isla. El lugar tiene una geografía súper abrupta y suben por miles. Entonces, el sonido se difundía por cerca de la ladera y se veían miles de aves haciendo este despliegue. De día son muy calladas porque no cantan en el mar, pero en tierra son muy activas y hacen despliegues de vuelo coordinados en pareja”, comenta Fernando.

Ese sería un primer gran acercamiento para la arista ornitológica de la expedición. Liderados por Fernando como guía, ese equipo estaba compuesto por Daniel Martínez, ilustrador y naturalista, creador de las guías de Museo ediciones; Rodrigo Barros, presidente de la Red de Observadores de Aves (ROC); y el ornitólogo Pablo Cáceres. Los guías locales que acompañaron a ambos grupos serían Ronaldo Contreras, Sheila Salas y Osvaldo Salas.

Según explica Fernando, tendrían cinco objetivos. El primero, era visitar la isla, ya que cuenta con una gran colonia de aves marinas. Segundo, observar y registrar al rayadito de Masafuera (Aphrastura masafuerae), una especie de la que se estiman no más de 500 individuos y que solo habita en los bosques de canelo y helecho en las altas cumbres de la lejana isla. Tercero, poder tomar muestras de sangre al churrete chico (Cinclodes oustaleti), ya que aquí se encuentra una raza de la que todavía falta estudiar su filogenética. Cuarto, buscaban observar otras especies de la isla como el blindado o aguilucho de Juan Fernández (Geranoaetus polyosoma exsul). Por último, ver el estado de conservación y las amenazas de las aves del lugar.

El día posterior de llegada al campamento sería el de la búsqueda del rayadito. Los fotógrafos de paisaje emprendieron su rumbo hacia los el cerro los Inocentes Altos. Aunque ellos tenían otro foco para ese día, esta curiosa ave los acompañó en varias ocasiones, luego de habérsela encontrado cantando entre los helechos. “Curiosean al sentir ruido, movimiento. Es muy bullicioso cuando hay alguien en el área”, explica Fernando. Por otro lado, el grupo de ornitólogos fue primero al cerro Inocentes Bajos. Ahí se toparon, bajo un bosque de canelo y helechos, a lo que identificaron como una familia: un adulto con dos pollos siguiendo a sus padres en búsqueda de alimento. Pudieron tomar fotografías, videos y registrar vocalizaciones. Luego, subieron a los Inocentes Altos. Así, el segundo objetivo fue logrado.

Para los churretes, el tema fue distinto. La raza baeckstroemii es la que se cree propia de la isla, pero para poder comparar y estudiar el árbol genético de los churretes es necesario una muestra de sangre. Se pidió autorización al Servicio Agrícola Ganadero (SAG) para capturar al ave en el sector de la Quebrada de las Vacas, donde se instalaron redes de niebla. “Las pusimos en cursos de agua. Son invisibles y los churretes son muy fieles a los cursos de agua porque se alimentan buscando insectos debajo de las piedras de los cursos de agua. Pudimos tomarle medidas morfológicas, como el largo de su pico, alas, patas y colas, y una muestra para hacer un examen de ADN (…). Esas muestras serán analizadas en una universidad para ver el status de la raza: si es una subespecie o especie. Si es especie sería muy importante, porque sería única de la isla Alejandro Selkirk”, explica Fernando.
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De esta forma, todos los objetivos se fueron cumpliendo. El blindado los acompañó en muchos lados, desde el poblado hasta las partes altas, y pudieron dilucidar las amenazas de la conservación de las aves en la isla, enfocadas principalmente en especies introducidas de mamíferos, como chivos, ratones y gatos. “Es un problema. Las aves marinas sufren con ello porque evolucionaron sin estos mamíferos, no tienen defensa contra ellos”, explica Fernando, quien agrega que sí existen trabajos de conservación de las aves en la zona, principalmente desarrollados por la ONG Oikonos.
Lo cierto es que, en términos ornitológicos, es posible que esta isla nunca termine de sorprender. Para Fernando, con más visitas a la zona, podría haber muchos más registros. Él mismo, en la aturdida ida a Selkirk, pudo observar al petrel de alas negras (Pterodroma nigripennis) y al petrel de Cook (Pterodroma cooki), ambas especies no registradas para estas aguas. El de Cook fue el ave 450 observada en Chile por Fernando.
El paisaje hipnotizante
Desde las alturas, la isla Alejandro Selkirk está llena de cortes y quebradas que caen en cascadas y riachuelos. La única forma de caminar a través de ello es por las crestas de los filos y algunos senderos que han trazado los chivos. Pero hay que estar atentos, ya que a ambos lados puede haber acantilados. Hay una mezcla de luz, formas, vegetación y aves que forman un paisaje que un grupo de fotógrafos, liderados por Guy Wenborne, buscaban documentar. El equipo estaba compuesto por Gerhard Huedepohl, Marcela Arbildua y Adela Figueroa.
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“Nosotros como paisajistas, más que ir con una misión en específica, todo nos interesaba (…). Quería describir físicamente el lugar, cómo son las alturas, su vegetación desde dentro y sus quebradas. El tratar de entender el territorio en su globalidad, teniendo en cuenta que hicimos una ruta por el filo de un cerro de la Quebrada de las Vacas que conduce hacia el Cerro Los Inocentes”, explica Guy.

En ese sentido, observaron un horizonte amplio y extenso, con más de 180 grados de visión. En el mismo los Inocentes se podía sentir una mirada infinita, prístina y tranquila. Ese día de expedición fotográfica era despejado y verde. El fotógrafo afirma que la isla en su parte alta da una sensación de colores fríos, con verdes y azules predominantes, generando un constante diálogo entre esa tan única vegetación de Selkirk y el paisaje marino y lejano que la rodea.
“Fue un desafío poder buscar en el atardecer o amanecer luces con tonos más cálidos. Un día, encontré una frambuesa en el camino. Era todo, verde y azul y esa frambuesa contrastaba. Fue bonito tener esa pausa de color”, explica.

Sin embargo, todavía queda muchísimo por conocer. Para el fotógrafo fue un barniz al agua y una pequeña aproximación para en un futuro encontrar más rincones y aventuras. Quizás esa expedición puede ser junto a escaladores y con rapel para colgar por las cascadas verticales, desentrañando los misterios de los rincones íntimos de la isla. “Son lugares cerrados, fríos y protegidos de los vientos. La vegetación es súper interesante. Lo que nosotros hicimos fue paisaje abierto, despejado y de grandes vistas. Sería interesante introducirnos en esas quebradas y explorar el paisaje vertical de la isla”, dice Guy.

Es que en la isla es poco el paisaje plano. Más bien, se podría describir como vertical, con cortes profundos. El campamento, ubicado en el sector Tres Torres, recibe su nombre por la vista a los relieves que tiene. Ahí, sobre los 600 metros de altura, la frías corrientes húmedas se condensan por el cambio de temperatura y presión de aire, ayudando a generar la abundante vegetación. Sin embargo, no toda la isla es así. Desde el mismo Inocentes Alto se logra ver que, hacia el sur el ambiente es húmedo y verde, así como el este y el norte se observan más áridos. Hacia el noroeste, por su lado, hay unas pendientes suaves de pasto. Cada rincón es una gran incógnita para explorar.

Volver al continente
Después de cuatro días de exploración, era la hora de retornar a Robinson Crusoe y volar a Santiago. Para ambos guías responsables, no hay fin de una aventura en un lugar como este, sin recordar la parte humana que permitió que pudieran estar ahí. En especial, a esos pescadores que están ocho meses instalados en el lugar, además de los guías locales Ronaldo Contreras, Sheila Salas y Osvaldo Salas.
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“La isla entera es un parque nacional y por varias generaciones los pescadores de Robinson Crusoe han hecho y colonizado la isla en una pequeña quebrada. Es interesante porque van por temporada. Se trasladan desde Robinson en sus barcos, lanchas, con esposas, hijos y perros esterilizados. Gatos no pueden traer. Pero en el fondo es una colonización temporal para cuidar el recurso de la langosta”, dice Guy.

En ese sentido, cualquier visita es gracias a los mismos locales. “No pueden jugar al individualismo en estos lugares, todo lo hacen en comunidad. Por ejemplo, para sacar un bote de la orilla hay que hacer una operación muy difícil porque no hay muelle, es como una especie de minga en la que participa harta gente. Todo son tareas compartidas en comunidad. Incluso en el tema del rayadito participa gente en la forma de cooperar a la conservación de su isla”, explica Fernando.
Así, cuando se subían a su bote de vuelta, la gente se fue a despedir de ellos después de haberlos recibido en su gran y único hogar durante un par de días. Ellos iban emocionados, no solo por lo que vivieron, sino por sus ganas de volver nuevamente. La vuelta, a diferencia de su ida, fue tranquila. Casi, como si la misma isla fuera parte de esa gran despedida local.
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