La idea de hacer esta travesía nace el 2013 cuando cursaba Administración en Ecoturismo. En ese tiempo tuvimos una expedición por la Reserva Nacional Ñuble, donde recorrimos gran parte de esta: Coihueria, Las Termas de los Peucos, Valle Hermoso, Cuatro Juntas, inclusive llegando a Laguna Bejar en la frontera con Argentina a pocos kilómetros del mítico Paso de Atacalco. Este lugar destaca no solo por su naturaleza, sino por la cultura arriera y los innumerables pasos creados por cuatreros, bandidos y trashumantes que iban y venían entre Argentina y Chile comerciando, intercambiando y buscando los mejores pastos para sus ganados.

Laguna los Cóndores ©Francisco Jara Venegas
Laguna los Cóndores ©Francisco Jara Venegas

El Corredor Biológico Nevados de Chillán – Laguna del Laja fue declarado por la UNESCO el 2011 como Reserva de la Biosfera, por la necesidad de conservar la confluencia de dos ecosistemas amenazados, los cuales son transición vegetacional entre el bosque esclerófilo de la zona central y el bosque templado del sur. Además, allí encontramos la última población de huemules (Hippocamelus bisulcus) del centro de Chile, donde las estimaciones hablan de no más de 100 unidades disgregadas a lo largo de esta Reserva que abarca desde la comuna de San Fabián de Alico en la Región de Ñuble hasta Antuco en la Región del Biobío.

La ruta

A partir de aquella exploración, la idea de hacer esta travesía se volvió mi obsesión. De todas las rutas posibles había una particularmente atractiva (basada en la ruta Greater Patagonian Trail, propuesta por el senderista Jan Dudek), la que pasaba por la Puntilla Chillán de la Laguna del Laja y se montaba por el Cordón Polcura al sur de la Laguna el Roble. Le conté esta idea a mi amiga y colega, Nicole Benavente, que se motivó a acompañarme y aprovechó de hacer un levantamiento de la ruta para agregarla a su proyecto de tesis. Iríamos los dos solos, tras las huellas de arrieros, senderos y por el camino utilizado para construir el gasoducto en medio de paisajes de montaña durante 6 días.

Puntilla Chillán ©Francisco Jara Venegas
Puntilla Chillán ©Francisco Jara Venegas

El primer intento

Ya estábamos caminando hacia Valle Hermoso por el Sendero “Paso de Atacalco”, habíamos hecho dedo desde el Fundo los Cipreses en Atacalco hasta el sector el Trumao, donde nos registramos en la Corporación Nacional Forestal (CONAF) y empezamos a subir. Partimos a medio día, ya que el hacer dedo demoró nuestra salida. Sin duda la peor hora para hacerlo, sumado a los tábanos, el calor y la pendiente. Gran parte de este día lo recorrimos sobre el camino que se utilizó para crear el gasoducto que originalmente traería gas de Argentina a Chile, pero por cuestiones políticas al final se convirtió en una mera cicatriz que cruza la Cordillera. Este gasoducto buscaba alimentar las plantas termoeléctricas que nutrían de energía al país, que al final terminaron utilizando el nocivo carbón. Esa cicatriz siempre quedará y nos recuerda que aún hoy hay zonas de sacrificio en Chile, donde la población y el ambiente son enfermados por el Estado.

Valle Hermoso ©Francisco Jara Venegas
Valle Hermoso ©Francisco Jara Venegas

Al final del día llegamos a Valle Hermoso llamado por los arrieros el “Llano”, una explanada de algo así como 10 kilómetros con grandes extensiones de ñirre achaparrado (Nothofagus antarctica), el maravilloso hábitat del huemul.

Salto del Blanquillo ©Francisco Jara Venegas
Salto del Blanquillo ©Francisco Jara Venegas

Despertamos temprano y seguimos avanzando a lo largo del “Llano”, pasando por el sorprendente Salto del río Blanquillo, recorriendo por el camino del gasoducto, una recta eterna de 6 kilómetros. Luego llegamos al sector de La Polcura, donde hace más de 50 años vivían los polcuranos en el corazón de esta reserva, quienes soportaban aislados el crudo invierno gracias a sus animales, chozas y sus mantas de castilla. Aún se pueden ver fundaciones de las casas y árboles frutales dejados por estos trashumantes ermitaños, muchos de ellos viven ya exiliados de su tierra originaria en los poblados cercanos como los Lleuques, Recinto o la Invernada.

Cruce del río Polcura ©Francisco Jara Venegas
Cruce del río Polcura ©Francisco Jara Venegas

Pasamos por el río Polcura, arteria principal de dicha reserva, frontera de la Región de Ñuble con la del Biobío. Descansamos a la sombra de unos árboles mientras disfrutamos de unas manzanas silvestres de increíble dulzor. ¿Cómo habrá sido la vida en plena cordillera? Continuamos rodeando el cerro las Mariposas siempre con el río Polcura de nuestra izquierda, a lo lejos reconocemos grandes extensiones de bosques secos con sus árboles blancos, consecuencia de incendios naturales formados por las tormentas eléctricas que son muy comunes en verano. Mucho coirón y trumao de ladera norte. Armamos campamento al principio del sendero “Ratoncillos”. Lo desconocido empezaba ahora.

Laguna del Laja desde los Ratoncillos ©Francisco Jara Venegas
Laguna del Laja desde los Ratoncillos ©Francisco Jara Venegas

Despertamos con un día nublado, ideal para caminar en verano, nos movimos por el sendero los Ratoncillos de algo así como 5 kilómetros por bosques de lenga, coihue y roble, hasta llegar a un gran coironal que parte del brazo norte de la Laguna del Laja. La vista maravillosa de esta laguna formada por la erupción del Volcán Laja (o Antuco 1) con su colada de lava que taponó el río del mismo nombre, embalsando y dando así origen a este cuerpo lacustre cordillerano, ecosistema que da residencia a caiquenes, taguas, gaviotines andinos, golondrinas chilenas, águilas mora entre muchas otras especies.

Luego de llegar a la Puntilla Chillán seguimos hacia el noroeste en dirección a la Laguna del Roble, atravesando un valle donde los arrieros dejaron sus animales para aprovechar los verdes pastizales. Al fondo de este valle encontramos la laguna el Roble donde la geomorfología de tipo cuenca protegía las aguas de dicha laguna y generaba un espejo de agua imperturbable. Descansamos a orilla de tan mágico lugar, con la mente enfocada en encontrar la huella de los arrieros para montarnos al Cordón Polcura.

Cordón Polcura ©Francisco Jara Venegas
Cordón Polcura ©Francisco Jara Venegas

El rebote

Amanecimos gracias a unos cururos que asomaban su cabeza por fuera de su madriguera, emitiendo chasquidos cerca de nuestra carpa. Desayunamos disfrutando de su compañía, luego nos bañamos y recorrimos la laguna durante la mañana, pensando en lo indómito de aquel lugar a 3 días de cualquier población o probablemente ser humano.

Laguna del Roble ©Francisco Jara Venegas
Laguna del Roble ©Francisco Jara Venegas

Luego desarmamos campamento y tomamos rumbo a donde se suponía veríamos las huellas dejadas por los montaraces que en diciembre subían a dejar el ganado desde Antuco, pero seguimos unas huellas que iban al fondo del valle y nos perdimos entre bosques inexpugnables de lengas y ñirres, ciénagas hostiles, entre múltiples huellas de ganado que no llevaban a ninguna parte, terminamos ofuscados luego de horas de buscar la senda y decidimos retornar por donde vinimos, con la cola entre las piernas, frustrados por tener que devolvernos 3 días caminando por el mismo largo tramo pasado, estuvimos en silencio hasta llegar nuevamente a la parte norte de Laguna del Laja. Ya en la Puntilla, nos pillamos con un grupo de personas que estaban haciendo pesca con mosca, habían llegado hasta la Puntilla desde el Centro de Esquí Antuco vía zodiac.

Laguna del Laja desde La puntilla Chillán ©Francisco Jara Venegas
Laguna del Laja desde La Puntilla, Chillán ©Francisco Jara Venegas

Le preguntamos si podían llevarnos y nos dijo que no había problema pero ellos se quedaban 3 días más, justo en ese momento vimos una barcaza pasar a lo lejos por la orilla contraria, decidimos ir a ver, llegamos hasta la orilla y empezamos a gritar y chiflar, venían saliendo desde el muelle en la Puntilla, cuando notamos que tomó nuestra dirección, la alegría era infinita. Habíamos zafado de caminar 3 días de vuelta y de pasada hicimos un hermoso paseo en barcaza a lo largo de la Laguna del Laja con gaviotines andinos volando danzantes sobre nosotros. Ya en las orillas del Parque Nacional Laguna del Laja, hicimos dedo y volvimos a la civilización con la promesa de completar algún día dicha travesía.

El regreso

Tres meses después, en pleno otoño, figuramos otra vez buscando concretar esta travesía, ahora éramos cinco y decidimos empezar la ruta desde el Parque Nacional Laguna del Laja, aprovechando que ya conocíamos la otra “mitad”. Caminamos el primer día hasta la Laguna del Cóndor recorriendo todo el Mallín del Toro.

Mallin del Toro ©Francisco Jara Venegas
Mallín del Toro ©Francisco Jara Venegas

Al otro día nos pillamos entrampados buscando la subida al Cordón Polcura… nuevamente nos era esquivo y no se dejaba acceder, pero después de buscar por una ladera escarpada logramos montarnos a dicho cordón. Lo que seguiría sería lo que a mi gusto es la mejor parte de toda esta travesía, kilómetros de caminata por el filo del Cordón Polcura a 2000 metros sobre el nivel del mar, con vista panorámica a la Laguna del Laja al este y las Sierra Velluda y el volcán Antuco al sur.

Volcán Antuco desde el Mallín ©Francisco Jara Venegas
Volcán Antuco desde el Mallín ©Francisco Jara Venegas

El cordón representó la parte más difícil, sobre todo el punto más alto donde intentamos pasar, nos encontrábamos en un filo muy expuesto y escarpado que nos terminó por intimidar, por lo que decidimos bajar y armar campamento al lado de la Laguna la Lágrima. Ya casi con la idea de volver, decidimos buscar una ruta alternativa, rodeando el filo, definimos una hora máxima para encontrar dicho paso y seguimos adelante. Luego de buscar mucho rato, encontramos una subida muy parada pero que nos permitió montarnos de nuevo a lo alto del Cordón.

Laguna la Lágrima ©Francisco Jara Venegas
Laguna la Lágrima ©Francisco Jara Venegas

El premio final: el cordón de las lagunas

El Cordón Polcura no nos dejaba de sorprender, casi 40 kilómetros con una decena de lagunas que se encontraban sobre el mismo cordón. Muchas de estas lagunas sin nombre, enseñaban sus colores turquesas y calipsos, eso sumado a las tonalidades otoñales se convertía en el premio de todos los desaciertos y frustraciones para lograr llegar ahí. Finalmente bajamos del cordón para lograr ver un valle con una laguna en el fondo del mismo que lo coronaba. ¡La Laguna del Roble! Me invadió una alegría tremenda: ya estábamos en terreno conocido.

Bajando a la laguna el Roble ©Francisco Jara Venegas
Bajando a la laguna el Roble ©Francisco Jara Venegas

La bajada igual de escarpada que todas, nos permitía ver la belleza de dicho valle. La laguna reflejaba los rojos, anaranjados, amarillos y verdes típicos de los bosques caducifolios de estas latitudes.

El camino conocido

Ya en la laguna del Roble hicimos campamento y nos instalamos, disfrutamos de la comida y el paisaje. Le dimos vuelta a la laguna, recorrimos el bosque, practicamos la escalada en bloque en las grandes rocas. Al otro día seguimos caminando ya en modo de paseo, bajamos a la laguna del Laja, con toda tranquilidad pasamos por los coironales hasta llegar al bosque del sendero los Ratoncillos donde hicimos campamento.

Laguna Hermosoa y Laja ©Francisco Jara Venegas
Laguna Hermosoa y Laja ©Francisco Jara Venegas

Un bosque caducifolio en otoño es otra maravilla, la temperatura para caminar era ideal inclusive nublado, no hay mosquitos ni tábanos y el paisaje está en su mejor momento del año. Al final de ese día llegamos al Polcura después de recolectar las dulces manzanas en el camino y que terminaron siendo la compota de nuestro desayuno.

Ya en el último día pasamos al río Polcura y caminamos a lo largo del Valle Hermoso, siempre buscando si algún huemul nos estará mirando escondido en esos bosques de ñirres achaparrados. Bajando por el sendero Paso Atacalco llamamos a mi hermana para que nos esperará en el sector Trumao, pero lamentablemente solo fue capaz de llegar hasta el Fundo los Cipreses, ya que no dejaban pasar a esa hora. Esto último muestra una realidad que pasa a lo largo de nuestro país: todavía existen predios privados que restringen el acceso a nuestras áreas silvestres protegidas. Después de caminar 25 kilómetros llegamos por fin a encontrarnos de noche con el vehículo que nos llevaría de vuelta.

Mucho más por conocer

Sin duda una experiencia única, demandante y muy escénica, en total fueron 6 días y cerca de 80 kilómetros de extensión, con una dificultad alta en el Cordón Polcura.

Culebra cola corta ©Francisco Jara Venegas
Culebra cola corta ©Francisco Jara Venegas

Las mejores vistas de Parque Nacional Laguna del Laja y Reserva Nacional Ñuble, donde aún no se desarrollan senderos ni servicios complementarios, pero que sin duda cuenta con atractivos de gran nivel: biodiversidad propia de una reserva de la biosfera, paisajes propios de la Patagonia y mucha aventura en los Andes indómitos.

Esta travesía es solo una de miles que se pueden hacer en este corredor biológico: la próxima aventura es hacia el norte, conectar la comuna de Pinto con San Fabián de Alico por el Valle del río Ñuble, pasando por sectores que serán inundados por el Embalse Punilla como el Roble, Chacayal o Punilla, para por lo menos tener un registro de todos esos paisajes y biodiversidad que algunos pocos han decidido destruir.

1 Comentario

1 Comentario

  1. Gutemberg Villarroel

    Buenísima. Yo hice esa ruta la semana pasada con dos amigos, tenemos buenísimas fotos igual con cámara profesional. Saludos.

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