Salineras de Maras: topografía de sal
Se trata de un verdadero espectáculo para la vista: una salina conformada por alrededor de 4.500 pozones ubicados en la ladera del cerro, en donde comuneros Mara siguen extrayendo sal de la misma forma que se hacía hace 600 años atrás, manteniendo viva la tradición y cultura locales.
En mi opinión las referencias de paisaje más inspiradoras no provienen necesariamente de expertos diseñadores, o de presupuestos holgados, sino también de las distintas culturas que han logrado entender e intervenir el paisaje bajo el vínculo directo con el lugar que habitan.
La cultura inca por ejemplo, logró formar un extenso imperio que abarcó Perú, Chile y Bolivia, forjándose como uno de los estados más poderosos de Latinoamérica a pesar de las dificultades geográficas entre estos países. En la actualidad es reconocida la experimentación topográfica y el conocimiento agrícola avanzado que alcanzaron y que, en definitiva, fue esto lo que les permitió dominar el territorio a lo largo de la cordillera de los Andes.
Uno de los tantos lugares interesantes a visitar en este ámbito son las Salineras de Maras, ubicadas en el valle de Urubamba, Cusco. A 10 km del pueblo del mismo nombre, la explotación de sal se esconde en un valle extenso al que solo se puede acceder desde lo alto, o mesetas que lo limitan.
La primera impresión del escenario es impactante, ya que es una especie de descubrimiento luego de andar varios kilómetros entre campos de cultivo y desierto. Lo imponente de su localización hace destacar esta gran textura blanca sobre la gama de colores del lugar y que, en mayor detalle, pareciese desmoronarse y fluir sobre la ladera.
Aunque los siglos han pasado, los comuneros de Maras siguen extrayendo la sal del mismo modo que hace 600 años atrás, surtidos por un afloramiento de agua salada, ubicado en el acceso a la salina. Desde aquí, el agua es derivada por un sistema de canales artesanales que van sopesando la pendiente sin una organización aparente más allá que el sentido práctico de flujos e irrigación de los 4.500 pozones habilitados.
En esta extensa topografía de sal, la unidad mínima es un pozón –de 5m2 de superficie aproximada–, construido con bloques de sal y arcilla. Cada uno de ellos es una herencia traspasada de generación en generación por las familias de Maras, los que deben encargarse de mantenerlo y extraer la sal para su venta, por lo que ningún foráneo puede adquirir uno.
Si bien hoy en día la administración es comunal, la herencia del territorio productivo ha permitido mantener presente la tradición y explotación bajo sistemas no industrializados, y lo que consecuentemente ha potenciado el turismo y ha agregado valor a esta sal rosada, que puedes comprar en mercados locales de Cusco y que inclusive ya es exportada a Francia e Inglaterra, como un producto de alta gastronomía. (www.tierradelmonte.com; www.facebook.com/santolivoperu; www.saldemaras.com)
Cuando visitas el lugar puedes ver a los comuneros limpiando acequias, llenando pozas o extrayendo la sal, de manera silenciosa y alejada del flujo de los turistas. Estas labores comunitarias las realizan 10 horas al día, durante todo el año.
El sistema de extracción comienza cuando el agua salada es depositada en el pozón, hasta una altura de 7 centímetros. En tres días se evapora y quedan unos cristales de sal. Durante 30 días se repite esta práctica, hasta que el pozo cuenta con una capa de 7 a 8 centímetros de sal por efecto de la evaporación y la acumulación, y ya es momento de “cosecharse”.
La extracción de la sal se realiza por capas, la primera es la que se le conoce como sal extra, o de mesa y para uso doméstico; la segunda, sal primera o a granel; y la tercera, sal industrial que sirve para la agricultura. Cada pozo produce por mes, entre 150 y 200 kilos de sal.
En el lugar se camina por los cantos, rodeados de agua permanentemente, y donde se puede ir descubriendo una variada gama de colores ocre, propios de agua salina en los distintos tiempos de la evaporación. Una vez que el sol se asoma, el ambiente de cristales hace que la temperatura del lugar aumente rápidamente. Sumado a ello, la reflexión en las superficies salinas provoca cierto deslumbramiento en los ojos, por lo que debes ser cauto en tu caminata. Sin duda, toda una experiencia.