Ojos del Salado: el volcán más alto del mundo que está en la Puna de Atacama
En plena Puna de Atacama, destaca un volcán entre las montañas más altas del altiplano chileno: el Ojos del Salado (6.893 msnm). Ahí, sobre los cuatro mil metros de altura, entre prístinas lagunas y paisajes desérticos, este volcán activo es conocido por ser el más alto del mundo y la cumbre más alta de Chile; un desafiante destino para montañistas y un lugar del que todavía falta mucho conocer. ¿Cómo es este volcán y cuáles son algunos de sus misterios? Aquí te los compartimos.
Es el volcán activo más alto del mundo y la cumbre más alta de Chile, ubicada en el límite con Argentina. Esas son características claves para describir al volcán Ojos del Salado (6.893 msnm), un “gigante” ubicado en el altiplano del Desierto de Atacama, en el valle de Copiapó. Ahí, entre la ruta de los seis miles –o montañas que superan los seis mil metros de altura- y con una cumbre compartida con Argentina, destaca este volcán que es uno de los destinos desafiantes para montañistas en Chile y también, del cual todavía se sabe poco.
“Para el montañismo es un sitio clave: sirve de referencia para luego ascender a cualquier montaña que esté sobre los siete u ocho mil metros de altura. Además, las condiciones climáticas son duras y no se puede subir en cualquier momento del año. El volcán es tan grande que se requiere mucho tiempo para poder subirlo, entonces se necesita una preparación buena (…) Es también muy importante en términos vulcanológicos porque es el último de la cadena de volcanes del norte de Chile y, por sus dimensiones y características de erupciones pasadas, es una especie de referente que requiere ser estudiando para entender las grandes erupciones del norte de Chile”, explica Felipe Aguilera, vulcanólogo y académico de la Universidad Católica del Norte.
Un destino desafiante para montañistas
A los Ojos del Salado se le suele comparar con el Aconcagua de Argentina (6.962 msnm), porque sus alturas no distan mucho y, por lo mismo, ambos son lugares de los Andes que figuran como un desafío para montañistas. Pero más allá de la distancia, existen grandes características que los separan.
“Es increíble la diferencia que tiene el Ojos del Salado con el Aconcagua en términos de desarrollo y la poca que tienen en altura. En el fondo, la altura que los separa son menos de 100 metros, pero si hablamos de desarrollo y turismo, el Aconcagua tiene una demanda mayor de montañistas. El Ojos es mucho más inhóspito y poco explorado”, dice Manuel Mingo, montañista y creador de Rimaya, quien visitó el volcán en verano de 2020.
En este sentido, ascender el Ojos del Salado es adentrarse en la Puna de Atacama. Un lugar de aclimatación para los montañistas es Laguna Verde, donde también hay termas naturales. Y así, otros acompañamientos propios del paisaje se hacen presentes en la primera parte del recorrido: los flamencos en lagunas y salares, las vizcachas, chinchillas y cóndores. Cada uno de ellos habitando en el ecosistema del altiplano del desierto.
“La primera parte del recorrido te internas en salares y lagunas. Es súper seco, algo particular de esta ruta de los seis miles. Hay mucha arena, es muy distinto a la alta montaña en la que uno está acostumbrado a ver hielo, glaciares, roca y río. Acá te metes en algo distinto. Luego de esa etapa de aclimatación pasas por la segunda mitad del recorrido, que ya es cuando llegas a las faldas del volcán. Eso es más salvaje, de mucha arena, es casi una sensación de estar en otro planeta. Y así, más adelante empiezas a ver palas de hielo. No te das cuenta que estás en la cumbre más alta de Chile”, relata Mingo.
Algo similar cuenta Tomás van Wersch, quien también ascendió a la cumbre de este volcán hace algunos años, dice, con la ansiedad que conlleva un cerro o volcán que supere los seis mil metros: “El éxito de la expedición no está escrito, el camino es lo motivante. Este lugar destaca por su helado ambiente, incluso más que el Aconcagua, y la escalada final, es fácil técnicamente, pero en un ambiente de poco oxígeno es agotador”.
Ambos montañistas destacan el gran desafío que es el clima en este lugar. “Muy cambiante, muy desafiante. Te puede tocar tormenta, vientos fuertes que te impidan la visibilidad o que no te permitan seguir el itininerario”, dice Mingo, aunque destaca que dentro de lo complicado y salvaje que fue, dentro de todo tuvieron «buena suerte» con el clima. Algo parecido comenta van Wersch, quien incluso comenta que un día amaneció todo nevado y que algo muy difícil fueron las bajas temperaturas en la mañana que ascendieron a la cumbre.
Un lugar clave para la investigación
Algo que también acompaña a los montañistas en sus ascensiones, y que está permanentemente en el volcán desde hace miles de años es su fumarola. Felipe Aguilera, vulcanólogo, dice que es una de las características claves del Ojos del Salado ya que demuestra que es un volcán activo: “la variación en su fumarola puede dar muchas ideas con respecto al Ojos”
En este sentido, explica el académico, se desarrolló un estudio en el que imágenes satelitales han permitido identificar la variación de temperatura de relativa de esa fumarola, observando que no hay grandes variaciones, pero que sí se mantiene un punto calórico observable. Sin embargo, más allá de eso, “todavía falta saber mucho en términos de actividad sísmica. Por ejemplo, no tenemos datos de cuánta actividad tiene internamente, y eso todavía está al debe”.
Pasa que este volcán jamás ha sido monitoreado, salvo algunos trabajos de campo que estudian su geología. Pero la reconstrucción geológica es algo que se está empezando a hacer, y a lo que Aguilera se dedica actualmente.
Entre los resultados encontrados en sus estudios, comenta que dentro de las características más importantes es que, a lo largo de su historia, este volcán ha emitido muchos flujos de lava, y que también tuvo una erupción muy importante en el pasado: “Se pueden ver los subproductos alrededor de la estructura del volcán, que incluso da características claves para los montañistas cuando uno va para allá y hay un tremendo «arenal”, que es evidencia de esta gran erupción”. Se trata de un arenal de pómez que cubre toda la cara sur del volcán y se dispersa hacia los vecinos, como el Muerto o el Nevados de Incahuasi.
Pero de este suceso no existe una fecha exacta. Si bien el volcán lleva activo millones de años, no hay registros de erupciones observadas por humanos. Esta es una zona deshabitada, y puede que una erupción haya pasado inadvertida para el ojo humano. De esta forma, explica Aguilera, sí hay registros de erupciones jóvenes del volcán, pero no existen dataciones de proceso para saber una fecha exacta: “Sí es un evento extremadamente importante porque da luz a las características de erupciones mayores que ha tenido el volcán y que obviamente, pueden volver a repetirse”. A esto agrega que, sin embargo, el riesgo para una eventual erupción para las poblaciones cercanas de Chile, como Copiapó, es relativamente bajo.
Así, este “monstruo gigante” de la Puna de Atacama, como le llama Aguilera a los Ojos del Salado, por su gran altura y volumen, todavía tiene mucho que decir sobre su historia. Mientras tanto, es el desafío para muchos montañistas que buscan conquistar la cumbre más alta de Chile, inmersa en el “museo” de seismiles en pleno altiplano.
*Ojo: La ascensión al volcán Ojos del Salado es de alta dificultad. Para realizarla se debe pedir un permiso a la Intendencia Regional. Las condiciones climáticas son duras: se requiere de preparación, equipos y conocimientos. Es además un lugar donde el agua dulce es escasa, por lo que se debe acarrear toda el agua de la expedición.