A unos 34 km de la costa de Tirúa yace un enigmático lugar atiborrado de historias, mitos y leyendas. Nos referimos a la isla Mocha, la cual no solo ha sido el escenario de travesías y naufragios, sino que hospeda un rico tesoro cultural y natural que va mucho más allá.

Chemamüll ubicados en Tirúa que miran hacia la isla Mocha ©Patricio Rosas
Chemamüll en Tirúa que miran a la isla Mocha ©Patricio Rosas

Para conocerla, es necesario remontarnos a tiempos pretéritos, cuando el pueblo mapuche habitaba en ella. Si bien algunos señalan que sus habitantes llamaban a la isla Amucha («resurrección de las almas»), otros afirman que era conocida como Gueuli. De todas maneras, ambos nombres apuntarían a que es el lugar donde van los espíritus de los muertos, los cuales cruzaban el mar desde el continente para descansar en este rincón insular, siendo transportados por las ancianas Tepulcahues, quienes se transformaban en ballenas para tal cometido.

Sin embargo, fue entre los años 1685 y 1687 cuando más de 500 mapuche fueron expulsados de este sitio sagrado por los españoles, lo que constituye uno de los actos de desarraigo más relevantes y violentos del Chile colonial. Fue así como las personas desterradas fueron llevadas a las cercanías de la ciudad de Concepción, a la Misión San José de la Mocha, quedando bajo la tutela de los jesuitas, y a merced de los conquistadores. Así, la Mocha quedó deshabitada por alrededor de 160 años.

“El tema de la visita que hacían piratas y corsarios es una de las cosas por las cuales es conocida la isla desde el punto de vista más general, pero desde el punto de vista académico es más conocida porque fue despoblada por los españoles que sacaron a toda la población que vivía en la isla y la trasladaron al continente. Ese es un hecho que tal vez no es tan conocido por la gente, pero ubica a la isla Mocha dentro de la historia global como ejemplo de una medida de ese tipo, que es el desarraigo de una población completa, hasta dejar a la isla despoblada, sin gente, por una medida geopolítica colonial”, relata Daniel Quiroz, investigador de la Subdivisión de Investigación del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural y profesor del Departamento de Antropología de la Universidad de Chile.

Grabado “La Mocha”, publicado en 1619. Memoria Chilena
Grabado “La Mocha”, publicado en 1619. Memoria Chilena

En efecto, de acuerdo con algunos relatos, los españoles acusaban a los residentes de la Mocha de colaborar con los piratas y corsarios ingleses y holandeses que arribaban al lugar en busca de alimento y descanso. La historia completa nunca la sabremos. Aun así, se sabe que esta realidad tenía matices, pues se desataron también enfrentamientos entre la comunidad local y los viajeros.

El antropólogo aclara que “hay datos de que algunas de las expediciones inglesas y holandesas que pasaban por allí comerciaban con la gente de la Mocha, quienes les pasaban carne, agua, productos agrícolas, etc., y ellos les entregaban cosas que llevaban, como objetos de vidrios, entre otros. Había una especie de trueque, pero no solamente eso. También los habitantes de la Mocha mataron a holandeses e ingleses, no era una relación solamente amistosa, tenía momentos buenos y malos”.

Bosque isla Mocha ©Patricio Rosas
©Patricio Rosas

Así habría sucedido, por ejemplo, con el conocido corsario inglés Francis Drake, quien desembarcó en la isla en noviembre de 1578, luego de un ajetreado viaje por el estrecho de Magallanes. Según algunas fuentes, en la Mocha se abasteció de papas, raíces y guanacos, aunque fue atacado por algunos habitantes, adquiriendo de esa forma su característica cicatriz en el rostro.

Además, aunque se destaque la visita de europeos con tonos épicos, lo cierto es que “tampoco es que pasaron cientos de miles de piratas y corsarios. Más bien eran visitantes y fueron alrededor de siete u ocho expediciones en 200 o 300 años”, precisa el académico de la Universidad de Chile.

Faro isla Mocha ©Patricio Rosas
Faro isla Mocha ©Patricio Rosas

A esto se suma el impetuoso mar que, a lo largo de la historia, desencadenó naufragios que terminaron con varios barcos y sus tripulantes dormidos bajo el océano Pacífico, y con vestigios escupidos por las olas que hoy adornan las viviendas de los actuales mochanos, como boyas de vidrio, loza y hélices. Asimismo, es posible encontrar en algunas casas grandes huesos de animales, por ejemplo, de cetáceos que vararon en la costa.

Y es que la isla también se ha codeado con célebres gigantes.

Mocha Dick o Ricardo de la Mocha

Los relatos cuentan que, a principios del siglo XIX, las aguas de la isla eran frecuentadas por Mocha Dick, un cachalote macho y albino que esquivó numerosos intentos de caza por parte de los buques balleneros. De hecho, se apunta a este odontoceto como el responsable del hundimiento del gran barco llamado Essex en 1820.

Essex siendo golpeado presuntamente por Mocha Dick en 1820 – Thomas Nickerson
Essex siendo golpeado presuntamente por Mocha Dick en 1820. Thomas Nickerson

Pero ¿realmente existió Mocha Dick?

Al respecto, Quiroz sostiene que “hay datos concretos y varios informes de balleneros que cuentan que, efectivamente, había un cachalote blanco que fue muy difícil de cazar. Los mismos testimonios de los balleneros de la época decían que le habían lanzado los arpones pero que no moría, etc., pero al final muere. Cuando había un ejemplar notable, sobre todo muy grande, albino, o difícil de capturar, los balleneros le colocaban un nombre de hombre y del lugar, entonces, ‘Mocha Dick’ sería por el lugar de isla Mocha, y Dick por el diminutivo de Richard. Sería como ‘Ricardo de la Mocha’ en español”.

Tal como detalla el investigador, las proezas del cachalote llegaron lejos al ser documentadas por distintas fuentes de la época, incluyendo el conocido relato del explorador Jeremiah Reynolds que describía que este mamífero marino recorría el Pacífico, siendo avistado con frecuencia en la Mocha. Todo este conjunto de antecedentes habría inspirado más tarde a Herman Melville para escribir la famosa novela “Moby Dick”, que fue publicada en 1851.

Ilustración de Moby Dick
Ilustración de Moby Dick

“Melville habló con los sobrevivientes del naufragio del Essex, el barco que se supone habría sido hundido por este mismo Mocha Dick. Melville se documentó bastante para escribir Moby Dick. Todos los testimonios y reportes hacen que se tenga más seguridad de que Mocha Dick era real, porque hay diferentes autores que se refieren a él”, asegura Quiroz.

Pero eso no es todo, pues el mar mochano también sabe de fuego.

El mar en llamas y la lluvia de fardelas en el bosque

Antaño, los habitantes recurrían de forma directa al suelo para hallar una fuente de calor. Al cavar en determinados lugares de la playa, prendían con una fuente de ignición una fogata que les permitía cocinar sus alimentos y obtener un poco de alivio en este paraje de rigurosas condiciones. Dicho de otra forma, en plena zona costera y entre roqueríos ataviados con algas, es posible hacer algo increíble: encender fuego sobre el mar.

Mar en llamas en isla Mocha ©Patricio Rosas
Mar en llamas en isla Mocha ©Patricio Rosas

Lo que a primera vista desafía la lógica, tiene en realidad una explicación. Este fenómeno, que se da en pocos lugares del mundo, es posible gracias a los pozos de gas natural – metano – presentes en la costa, y que permiten el nacimiento del fuego sobre el oleaje.

Esta tradición sigue viva hasta nuestros días, de la mano de mochanos y turistas que buscan las burbujas que revelan la presencia del gas. Una vez teniendo la marea baja y poco viento, aprestan sus antorchas – o símiles – sobre las aguas para que la flama cobre vida, en una extraordinaria experiencia que recuerda cuán especial es este lugar.

Las bondades de Mocha no terminan allí.

Bosque isla Mocha ©Oikonos (5)
©ONG Oikonos 

“Isla Mocha es la mezcla perfecta entre biodiversidad terrestre y marina. Puedes disfrutar de una caminata por el denso bosque de olivillos y luego estar disfrutando los productos del mar junto a su comunidad. Pero lo más destacable es que sus ecosistemas aún presentan baja intervención humana, comparado con ecosistemas similares del continente”, asevera Héctor Gutiérrez, coordinador de proyectos en la ONG Oikonos.

En sus 48 km² de superficie aproximada, la isla presenta distintos tipos de vegetación que varían desde la zona costera hasta lo más alto de su cordón montañoso. En ese sentido, uno de los sitios de interés es el bosque, el cual se encuentra dentro de la Reserva Nacional Isla Mocha, creada en 1988. Se destaca por su estado bien conservado, donde es posible encontrar especies como el arrayán, olivillo, ulmo, entre varias más.

Bosque isla Mocha ©ONG Oikonos
©ONG Oikonos
Bosque isla Mocha ©ONG Oikonos
©ONG Oikonos

Gutiérrez explica que “el bosque de isla Mocha tiene una variedad de especies muy similar al bosque valdiviano, pero sin tener árboles del género Nothofagus como el coigüe o el roble. Su historia, alejada de la depredación que ha tenido el bosque nativo del continente producto de la industria forestal, ha permitido que el bosque mochano esconda inmensos ejemplares de olivillos y arrayanes, los que fácilmente pueden ser abrazados por varias personas a la vez”.

Este enmarañado bosque abastece de agua dulce a la población humana, además de sustentar y refugiar a animales de gran interés para la ciencia y la conservación. Algunas de ellos son el sapito de Isla Mocha (Eupsophus insularis), anfibio endémico que se encuentra en peligro de extinción, y el chucao de la Mocha (Scelorchilus rubecula mochae).

Chucao de la Mocha en bosque de isla Mocha ©ONG Oikonos
Chucao de la Mocha ©ONG Oikonos

A esto se suma que el 70% de la población mundial de la fardela blanca (Ardenna creatopus) nidifica en la Mocha, entre las raíces de los grandes árboles de su bosque, mientras que el porcentaje restante acude al Archipiélago Juan Fernández, concretamente a las islas Robinson Crusoe y Santa Clara.

“Solo en el bosque de isla Mocha puedes ver y sentir la ‘lluvia de fardelas’, la que se da cada noche en la temporada reproductiva, cuando los padres vuelven al nido a alimentar a los polluelos. ¡Es un espectáculo fascinante de la naturaleza!”, expresa el ingeniero en recursos naturales renovables.

Fardela Blanca ©Héctor Gutiérrez Oikonos
Fardela Blanca ©Héctor Gutiérrez | Oikonos

La importancia de la Mocha para especies como la fardela no es menor, en especial porque esta ave marina – que migra cada año hasta las costas de Estados Unidos y Canadá – también está catalogada en Chile como “en peligro”.

“Cada principio de octubre vuelve a Mocha y a Juan Fernández para poner un único huevo que dará vida a un gordo polluelo que recién en mayo volará sobre las frías aguas del océano. Lamentablemente, la fardela blanca es una especie en peligro de extinción debido a las grandes amenazas que debe enfrentar tanto en tierra como en mar, producto por ejemplo, de la captura incidental de los barcos pesqueros y las especies exóticas invasoras que depredan a los adultos y polluelos en los sitios de nidificación. Acuerdos internacionales y un plan de conservación aprobado por el Estado de Chile buscan protegerla disminuyendo las amenazas”, puntualiza Gutiérrez.

Fardela blanca ©Héctor Gutiérrez | Oikonos
©Héctor Gutiérrez | Oikonos

Por ello, es de vital importancia resguardar el patrimonio natural de la Mocha, el cual brinda diversas dádivas a sus habitantes.

El integrante de Oikonos subraya que “este bosque, y todas las especies que en él habitan, entregan beneficios gigantescos a su comunidad. El más común y valorado es el acceso a agua de gran calidad, pero el bosque, sus plantas y sus aves atraen a muchos turistas que apoyan la economía local. Sin lugar a dudas, un bosque entrega muchos beneficios a las personas, incluso para la salud física y mental”.

Bosque isla Mocha ©ONG Oikonos
©ONG Oikonos

Actualmente, la población insular se dedica a actividades como la pesca, agricultura y turismo, mientras continúan con una vida apartada que no es para nada sencilla, al suponer varios sacrificios.

Mientras tanto, el lazo con el continente se sostiene a través de la avioneta, considerada como el medio de transporte más seguro para acarrear recursos y viajeros en un vuelo aproximado de 15 minutos, aunque también se puede llegar con embarcaciones que demoran más tiempo.

Faro viejo en isla Mocha ©Patricio Rosas
Faro viejo en isla Mocha ©Patricio Rosas

Naturalmente, las visitas a la isla Mocha están pausadas por la pandemia del coronavirus. Pese a ello, quien quiera conocer estos parajes en un futuro, cuando el contexto así lo permita, debe tener en consideración no solo las medidas sanitarias correspondientes, sino también acciones para colaborar en la protección de la naturaleza mochana.

“Si vas de turista, recuerda siempre ser respetuoso con el entorno y con la comunidad local. No te salgas de los senderos autorizados por CONAF, ya que podrías pisar un sapito endémico, una cueva de fardela o alguna planta esencial para el ecosistema. También invitamos a que seas consciente con la generación de basura, ya que la isla no cuenta con un lugar autorizado para la disposición final de la basura. Si puedes, retorna con tu basura al continente y llévala a un punto limpio. Otra forma de proteger ese increíble ecosistema es siendo responsable con las mascotas y otros animales como conejos y cabras. Si alguno de ellos se escapa al bosque, pondría en serio peligro la biodiversidad de la isla”, destaca Gutiérrez.

Bosque isla Mocha ©ONG Oikonos
©ONG Oikonos

Pero también está el legado cultural, incluyendo su a veces olvidada memoria, la cual nunca es tarde de recordar.

Para Quiroz, quien se reconoce como un fanático de la Mocha, la isla tiene mucho que contar sobre los sucesos y procesos acaecidos en el país, así como de la identidad de mucha gente en este largo y angosto territorio. “La Mocha tiene una historia en particular que es muy interesante y necesaria que todo chileno debería conocer”, sentencia.

Es así como las múltiples riquezas de la isla Mocha, donde “descansan los espíritus”, han cautivado a variopintas almas, en el más amplio de los sentidos, erigiéndose hoy como un destino imperdible para los amantes de la historia, la naturaleza y la aventura.

Bosque isla Mocha ©ONG Oikonos
©ONG Oikonos
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