Geoturismo en la Región de Atacama: ciencia y consciencia
El Desierto de Atacama es una zona que ha sufrido importantes daños a su paisaje. Ante esto, actividades para valorar el territorio, conocer de él y tomar consciencia son importantes para recuperar la zona. Entre estas, el geoturismo se presenta como un camino para conocer sobre la geodiversidad local, entre la que se encuentran más de 10 geositios que expresan de manera única el patrimonio geológico presente en Atacama y lo que éste nos enseña sobre este lugar. En este artículo, desde Geoturismo Lickanantay nos explican sobre la importancia de dar a conocer las geociencias para entender el paisaje, junto con algunos lugares imperdibles para conocer.
Observar e interpretar los ciclos naturales de la Tierra es una práctica que los pueblos originarios desarrollaron para lograr adaptarse y beneficiarse del ecosistema que habitaban. Un pueblo emblemático es el Lickanantay, traducido desde su lengua kunza como “habitantes del territorio”, quienes poblaron desde la cuenca del río Loa hasta la del río Copiapó, en lo que hoy conocemos como el Desierto de Atacama.
Este desierto se extiende desde la Región de Arica y Parinacota hasta el norte de la Región de Coquimbo, siendo reconocido como el desierto no polar más árido del planeta. Sus paisajes se caracterizan por poseer extensas dunas, coloridos cerros despoblados de vegetación y oasis con verdores que quiebran el ocre de los suelos.
Hoy, este territorio es una expresa zona de degradación ambiental, que ha sufrido importantes daños a sus paisajes y a los elementos patrimoniales que sostienen su naturalidad como desierto. Ante la necesidad de reaccionar y tomar conciencia, el geoturismo traza un camino que puede llevar a la recuperación del desierto.
¿Qué nos enseñan los paisajes?
Tal como hacían los Lickanantay, percibir los paisajes es esencial para aprender sobre la influencia que la geodiversidad y la biodiversidad tienen en nuestra propia historia e identidad cultural. La existencia de cordilleras, volcanes, valles, desiertos, glaciares, playas o cualquier otro paisaje (geodiversidad), determina el espectro de vidas (biodiversidad) que puede habitarlo, ya que la primera es sustento de la segunda. Así, cada roca que nos rodea contiene una parte de la historia de la Tierra y, a su vez, la forma en que la vida ha evolucionado en ella.
En la Región de Atacama, al igual que en todo el margen del Pacífico, los variopintos paisajes que podemos observar son la expresión de un proceso llamado subducción, el cual consiste en el deslizamiento de una placa tectónica bajo otra; en nuestro caso, la placa de Nazca bajo la placa Sudamericana.
Este proceso, continuo desde hace cerca de 200 millones de años (Ma.), ha cambiado radicalmente los paisajes y ambientes que han existido en la región. Si viajáramos hacia el pasado, podríamos ver volcanes erupcionando en la actual costa o grandes mares interiores que cubrían desde Diego de Almagro hasta Alto del Carmen.
Uno de los capítulos “más recientes” en la historia geológica de la región es la formación del Desierto de Atacama, la cual ocurrió hace unos 20 Ma. debido a que las cordilleras de la costa y de los Andes comenzaron a bloquear las corrientes de aire y agua que se dirigían hacia el norte del país. Gracias a estos relieves, se asentó el clima hiper árido que creó los paisajes que caracterizan al Atacama.
Formas de valorar la geodiversidad
En ciertos lugares del mundo, es posible apreciar uno o varios elementos de la geodiversidad con gran valor científico, turístico, educativo o cultural. Con el fin de conservar y beneficiarse del conocimiento que aportan estos lugares, se crearon los geositios, donde las personas pueden vivenciar e interactuar con un lapso de la historia de ese lugar.
Gracias a la iniciativa de varios/as investigadores/as, la Sociedad Geológica de Chile ha oficializado 10 geositios dentro de la región, sin embargo, existen más de 20 sitios que, a pesar de no ser oficiales, también expresan de manera única el patrimonio geológico presente en Atacama.
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Estos sitios son fundamentales para desarrollar el geoturismo, una disciplina que se caracteriza por disponer las herramientas de las geociencias para «dar a entender el paisaje». Tiene como objetivo generar un cambio en la percepción e incluso en las conductas de habitantes y visitantes, ya que la reflexión sobre tópicos como el tiempo geológico o la evolución de la Tierra, permite observar la naturaleza bajo una perspectiva holística e integradora.
Geoturismo en Atacama
La existencia de muchos sitios que expresen claramente un proceso geológico y que además estén cercanos entre ellos, es el escenario ideal para desarrollar el geoturismo. Tal es el caso de Atacama, donde actualmente existen variadas rutas que permiten admirar su diversidad natural y cultural a través de playas, desierto, valles y montañas.
Hace varios años que playas como La Virgen o Bahía Inglesa son reconocidas entre las más hermosas del país, recibiendo miles de turistas cada año. Sin embargo, suele pasarse por alto que casi todo el borde costero de Atacama está constituido por estratos ocres que contienen abundantes fósiles de ballenas, cocodrilos y grandes aves, los que han permitido reconstruir el ambiente que existió hace unos 12 Ma.
En climas desérticos, los vientos adquieren protagonismo en la modelación del paisaje. La acción de estos, han transportado innumerables granos de arena hacia el norte del río Copiapó, dando origen al “Mar de Dunas”. Este es el campo de dunas más grande y alto del país, ya que cubre cerca de 335 km2 y alcanza los 1643 m s.n.m. hacia el cerro Medanoso. Estas dunas se consideran relictas, ya que actualmente no reciben nuevas arenas, sino que son aquellas formadas hace millones de años las que se dispersan diariamente entre las serranías que separan Caldera y Copiapó.
Sin duda, el sector cordillerano es el principal motor turístico de la zona. Lagunas, termas, humedales, glaciares, volcanes y condiciones climáticas extremas, establecen un panorama prístino y fascinante de la Puna de Atacama. Dentro de esta franja montañosa, rodeado por 16 cumbres que superan los 6.000 m s.n.m., se alza grandioso el volcán activo más alto del mundo, el Ojos del Salado, una cumbre que desafía hasta a los más expertos montañistas.
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Hacia los Andes de la provincia de Chañaral, destaca el Salar de Pedernales con sus numerosos ojos de agua de colores turquesas y rojizos. Estas pequeñas “piscinas” se forman por la acción de aguas que disuelven lentamente una parte de la costra salina. El Pedernales, junto a otros salares como el de Maricunga o de Atacama, son parte de una franja orientada norte-sur conocida como Depresión de los Salares, donde existen ecosistemas únicos del norte de Chile.
Es ineludible percibir la influencia histórica de la minería en Atacama, evidente en los múltiples vestigios que se distribuyen por la región. Los grandes yacimientos de cobre, plata, hierro y oro presentes desde costa hasta cordillera, han sido fuente de riquezas, costumbres y conflictos. Hacia la provincia del Huasco, se hallan restos de los distritos mineros más importantes del país, como Agua Amarga y Capote, los que sustentaron las primeras décadas de independencia. De esta manera, el patrimonio minero se vuelve un elemento esencial para entrelazar geología, historia y turismo.
Observar el mundo desde las geociencias
Bajo un escenario de cambio climático global, y especialmente en zonas de sacrificio ambiental como Atacama, es responsabilidad de todas las áreas del conocimiento centrar sus objetivos hacia una relación sostenible con el medio ambiente. Las geociencias, al estudiar el planeta como un sistema interdependiente y en constante evolución, pueden conducir a las personas hacia la relación respetuosa que merece la Tierra.
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Las personas que habitan, visitan y disfrutan de la variedad paisajística que existe, no suele profundizar en la interrelación humanidad–planeta que subyace en cada paraje. El geoturismo busca convertirse en ese vínculo que promueva una comunidad consciente de los territorios con que interactúa.