Escena: Tom Cruise pilotea su F-14 Tomcat y se enfrenta a un MIG Ruso a quien termina por sorprender volando invertido sobre él mientras es fotografiado con una polaroid por Goose

Las incontables veces que vi Top Gun de niño y mis visitas a la FIDAE en los ’90 a ver a los Halcones de la FACH y sus vuelos invertidos, loops y rolls, moldearon mi idea de algún día ver la tierra desde el aire como un piloto de guerra o acrobático, lo que claramente quedó solo en sueños.

Pero hay cosas que se resuelven solas y mis 15 minutos de Goose (Maverick en verdad era un idiota) se presentaron cuando menos lo esperaba.

Ignacio Santa María junto al piloto Cristián Bolton. ©Ignacio Santa María
Ignacio Santa María junto al piloto Cristián Bolton. ©Ignacio Santa María

Nos invitaron a realizar unas fotografías al piloto Cristián Bolton, ex Halcón y actualmente el único latinoamericano en competir –y conseguir podio- en el RedBull Air Race, una de las competencias de vuelo acrobático más importantes del mundo. La idea era realizar unos retratos al piloto en el hangar junto al avión y luego «salir a dar una vuelta«.

Mientras trabajábamos en las fotos, sólo una palabra resonaba en mi cabeza: loop, loop, loop. La idea de poder subirme a ese Extra300L (el mismo avión de los Halcones y con que se compite en el RedBull Air Race) y poder mirar hacia arriba y ver la tierra invertida se había apoderado por completo de mí. Ya no había vuelta atrás.

©Ignacio Santa María
©Ignacio Santa María

Una vez en el avión, sentado adelante, me percato de que hay un bastón y dos pedales en mi lugar. Sorpresa: la nave se puede controlar tanto por el piloto como por el co-piloto (palabra que me queda bastante grande, por la cual usaré “pasajero”). La idea de estar usando un paracaídas de emergencia me tenia bastante nervioso, pero esta oportunidad no se presentaría otra vez.

Bolton enciende el motor de la nave y a los pocos segundos ya estábamos en vuelo, saliendo desde el aeródromo de Tobalaba, en Santiago, en dirección a Pirque en donde podríamos realizar piruetas sin preocupaciones. Minutos después estábamos realizando una serie de acrobacias que superaron cualquier experiencia de adrenalina, fuerza G y potencia antes vivida, una combinación de risa nerviosa y garabatos tomaron el control de la situación, transportándome a mis primeras experiencias con el barco pirata de San Antonio combinado con el Tagadá de Fantasilandia. Pero ahora la cosa era en serio y sólo esperaba que mi desayuno no se manifestara entre tanto grito y giros.

©Ignacio Santa María
©Ignacio Santa María

Minutos después, Cristián me pide que sostenga firmemente la palanca de mando y que pilotee. Las instrucciones eran simples: trae la palanca hacia ti fuertemente y mira hacia afuera. Todos los aviones de papel alguna vez doblados, miles de naves de Lego y manos por la ventana del auto en la carretera, haciendo olas con el viento me llevaban a este minuto exacto. Con mis propias manos estaba haciendo un loop completo viendo pasar el cielo, la tierra y el cielo otra vez. De nuevo y otra vez más, luego rolls horizontales para terminar con la sensación mas sorprendente de todas: volar invertido casi un minuto, donde la vista pierde el punto de referencia del avión y asumes completamente la visión de un cóndor que sobrevuela la cordillera.

©Ignacio Santa María
©Ignacio Santa María

Y es ahí donde el parapente, el wingsuit y el ala-delta se encuentran. Esa visión de la naturaleza con otros ojos, sentirse pájaro por algunos minutos y sólo contemplar. Sentirse pequeño, liviano y cumplir por un rato ese sueño –no sólo de niños- de volar.

©Ignacio Santa María
©Ignacio Santa María

Acá va la experiencia resumida en un Video:

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