Estas vacaciones de Fiestas Patrias para mí sólo significaban una cosa: la excusa perfecta para recorrer los casi 1.000 km que separan al Parque Nacional Pan de Azúcar, en la Región de Atacama, de Santiago. El itinerario sería simple: haríamos una primera parada de cuatro días en el Parque Nacional Llanos del Challe para seguir a nuestro destino final.

Llanos del Challe, sector playa Blanca ©Romina Bevilacqua
Llanos del Challe, sector playa Blanca ©Romina Bevilacqua

Con nuestro equipo de camping y cámara en mano, partimos esta aventura hacia el norte de Chile. Aún no amanecía cuando emprendimos el viaje. Sabíamos que el camping en playa Blanca tenía pocos sitios –sólo 11– y que no se podía reservar, así que apostamos por llegar temprano y arriesgarnos aunque fuese fin de semana extra largo. Para nuestra suerte, tras 8 horas en ruta, llegamos para instalarnos en el último sitio disponible, con vista a la costa y sus dunas de arena blanca.

Vista desde el sendero centenario ©Romina Bevilacqua
Vista desde el sendero Centenario ©Romina Bevilacqua

¿Qué hacer? Para los que visiten el Parque Nacional Llanos del Challe, les recomiendo –además del paseo costero por playa Blanca y sus aguas color turquesa– el sendero Centenario que parte en la administración de Los Pozos de Conaf. Es una caminata de 2.5 km, fácil, que recorre parte de los cerros que están a mano derecha de la carretera costera y donde podrán ir conociendo más detalles de la flora y fauna que habita la zona.

El camping, administrado por Conaf, cuenta con baños, duchas con agua caliente y lavaderos y cada sitio está techado, tiene una mesa y un área para hacer fuego/asados. Aunque hay que tener en cuenta que no hay electricidad. ¡Así que vayan preparados! Un cargador o linterna solar siempre son bienvenidos, sobre todo cuando vas por varios días.

Pan de Azúcar

Camanchaca ©Romina Bevilacqua
Camanchaca ©Romina Bevilacqua

Después de cuatro días de sol y noches estrelladas, era tiempo de seguir nuestro camino. Aún nos quedaban cuatro horas más de viaje, así que desarmamos el campamento y tomamos nuevamente la ruta costera, ahora en dirección a Chañaral.

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El Parque Nacional Pan de Azúcar nos recibió con su característica bruma costera; la famosa camanchaca que durante la primavera es más abundante y que permite la subsistencia de una veintena de especies distintas de cactáceas en el parque, muchas de ellas endémicas. Aquí, además, el paisaje desértico se hacía cada vez más evidente: sus grandes explanadas de tierra con cientos de cactus del género copiapoa, cerros de colores y rocas de apariencia volcánica no dejaban de llamar nuestra atención.

Sendero Mirador, Pan de Azúcar ©Romina Bevilacqua
Sendero Mirador, Pan de Azúcar ©Romina Bevilacqua

Como buena amante del trekking, al día siguiente de nuestra llegada fuimos por nuestra primera caminata: el sendero Mirador, una ruta de no más de 5 km en total que lleva hasta un mirador con vista panorámica a la isla Pan de Azúcar y sus alrededores. El camino está bien demarcado y cuenta con estaciones de descanso, para comer algún snack y resguardarse del calor.

©Romina Bevilacqua
©Romina Bevilacqua

Aquí los grandes protagonistas son los cactus copao (Eulychnia saint-pieana), con varios brazos y que pueden llegar a medir hasta 4 metros de alto, y los Copiapoa cinerea, que crecen a nivel del suelo como grandes gusanos que apuntan hacia el Norte. Aunque la fauna no se queda atrás. Además de la constante compañía de las dormilonas tontitas, tuvimos la suerte de ver tres zorros chilla, uno de ellos muy cómodo durmiendo la siesta.

Zorro chilla ©Romina Bevilacqua
Zorro chilla ©Romina Bevilacqua

Pero sin duda el gran atractivo del sendero es la vista que se tiene al llegar al acantilado. Eso claro, si se tiene la suerte de que esté despejado… Cuando llegamos al mirador la neblina no dejaba ver más allá de unos pocos metros de distancia lo que había del otro lado, así que nos armamos de paciencia con la esperanza de que despejara y finalmente obtuvimos nuestra recompensa.

isla Pan de Azúcar ©Romina Bevilacqua
Isla Pan de Azúcar ©Romina Bevilacqua

Dentro del parque hay al menos 4 senderos de trekking y otros tantos para recorrer en bicicleta. Nosotros hicimos tres de ellos: el sendero Mirador, el sendero Quebrada Castillo y finalmente Las Lomitas. Cada uno tiene sus propios atractivos.

Sendero Quebrada Castillo

Quebrada Castillo ©Romina Bevilacqua
Quebrada Castillo ©Romina Bevilacqua

Si hay algo que hay que tener en cuenta al visitar el Parque Nacional Pan de Azúcar, sobre todo en esta época, es que el clima es impredecible. Mientras en la costa puede estar nublado y con intensas ráfagas de viento frío, al interior, en las quebradas, posiblemente haya un sol radiante sin nubes a la vista. Este fue nuestro escenario la mayoría de los días que estuvimos en el parque, así que aprovechamos de recorrer lo que más pudimos de esta área protegida de 43.754 hectáreas.

©Romina Bevilacqua
©Romina Bevilacqua

Nuestro segundo trekking nos llevaría a conocer la Quebrada Castillo, que comienza a un costado de la ruta principal al interior del parque (C-120). Un camino de tierra, apto para autos y bicicletas, lleva hasta el inicio de este sendero prácticamente sin desnivel y que se interna 3,7 km (sólo ida) en dirección a la cordillera de la Costa.

©Romina Bevilacqua
©Romina Bevilacqua

Días antes, hablando con uno de los guardaparques, nos comentó que si hacíamos el trekking por la mañana, era muy probable que nos encontráramos con una familia de guanacos en el sector así que íbamos atentos mientras nos internábamos por los cerros de colores mostaza y cobrizo cubiertos de manchones de cactus y chaguales del jote (Deuterocohnia chrysantha), estos últimos una planta endémica de Chile que sólo se encuentra en los sectores costeros de las regiones de Antofagasta y Atacama.

Guanaco ©Romina Bevilacqua
Guanaco ©Romina Bevilacqua

Mientras avanzábamos por el sendero, la quebrada iba haciéndose cada vez más angosta, hasta llegar a un pequeño oasis de cactus copao y matorrales. Apenas llegamos a esta zona, escuchamos el grito de alerta de los guanacos.

©Romina Bevilacqua
©Romina Bevilacqua

Un grupo de ellos, entre los que había una cría, se alimentaban de los matorrales y al vernos, se apresuraron a subir a los cerros. Nos quedamos quietos, esperando a ver si dejaban de vernos como una posible amenaza, pero después de dudar y mirarnos durante varios minutos, decidieron escapar y resguardarse en los cerros.

Sendero Las Lomitas

©Romina Bevilacqua
©Romina Bevilacqua

Es el sendero de mayor extensión al interior del parque, y para nuestra sorpresa, hace poco pareciera haberse alargado aun más… Internándonos por el camino de autos señalizado para el sendero Las Lomitas, nos encontramos con una cadena con candado que cerraba el paso y un lamentable mensaje: el cuerpo de guardaparques ha decidido cerrar el acceso a autos hacia el mirador de Las Lomitas por los constantes actos de vandalismo que realizaban los visitantes en la zona y, a juzgar por las barreras que vimos en el camino y que impedían el paso de autos o motos hacia las lomas, al parecer había muchos que aprovechaban la geografía de la zona para jeepear o practicar enduro.

Las Lomitas ©Romina Bevilacqua
Las Lomitas ©Romina Bevilacqua

Así que ahora, tendríamos que sumar alrededor de 4 kilómetros a la caminata sólo para llegar al inicio del sendero, por lo que hay considerar que la ruta tiene unos 16 km en total (ida y vuelta). Esta primera parte era bastante desértica y a mi gusto, no tan atractiva, pero cuando comienza el sendero  oficial el panorama cambia.

El paisaje de Las Lomitas no deja de ser impresionante y su nombre le viene perfecto: efectivamente uno camina entre lomitas colonizadas por grandes cactus. Los contrastes de la tierra amarilla con los colores morados y azulados que tomaban la cordillera de la Costa y de los Andes –donde incluso se alcanzaba a ver el volcán Ojos del Salado– a nuestras espaldas, era espectacular. Creo que las fotos se quedaban cortas para mostrar lo impresionante de este paisaje, y a medida que avanzábamos íbamos ganando paulatinamente altura.

©Romina Bevilacqua
©Romina Bevilacqua

Un kilómetro antes de llegar al mirador, que se alza a 820 m sobre el nivel del mar, comenzamos a internarnos en la neblina y pronto descubriríamos por qué los guardaparques llaman a esta zona “el freezer”: la humedad y el viento bajaban varios grados la temperatura y rápidamente. Lamentablemente esta vez la neblina era demasiado densa y nos ganó: al llegar al final de la ruta no pudimos ver el acantilado ni sus vistas panorámicas.

Camping  

©Romina Bevilacqua
©Romina Bevilacqua

Para los que, como yo, quieran alojar al interior del parque hay 3 zonas habilitadas (*son 4 pero al menos este mes de septiembre 2018 una de ellas estaba cerrada). Les recomiendo mucho el camping de Pan de Azúcar Logde ($8.500 pp aprox), que cuenta con cerca de 50 sitios cerca de la playa (playas los Piqueros y playa Soldado), baños con agua potable, duchas –agua fría– y lavaderos para la loza. Además cada sitio está techado y tiene una parrilla.

©Romina Bevilacqua
©Romina Bevilacqua

Tendrán vista a la isla Pan de Azúcar y podrán disfrutar de los playeros, vuelvepiedras, gaviotas garumas, zarapitos y pilpilenes en la playa, o si tienen suerte, verán la pareja de picaflores de Atacama que andaba revoloteando por el camping este septiembre.

playeros ©Romina Bevilacqua
playeros ©Romina Bevilacqua
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